Debes aprender a soportarte la pesada cabeza, los rígidos párpados, los sudores de los pequeños pulmones y una maquinaria veloz y acelerada.
Debes aprender a soportar los furores de un aliento cansado, de una mente violenta y has de recordar siempre que los sentidos nunca engañan.
Es necesario que descanses los brazos, que arrulles el cuerpo, que sientas los labios para que la fatiga no te libere al estado perdido, a los mares abiertos; y naufragues contenta por el vaivén de las olas, sin miedo a los riscos ni a los tiburones, sin miedo al abismo azul del mar abierto y lejano, sin nados absurdos.
Debes aprender a resistir tu resistencia, a ser como la piedra, a dominar cualquier tipo de fuerza.