Resumen: El siguiente artículo pretende tomar como punto de partida el terror político, para adentrarse en un problema social grave: la enajenación como producto del pánico y el terror. Es importante aclarar que no se trata de un análisis político, sino de una reflexión que parte del terror infundido en y/o por el Estado.
Estado llamo yo al lugar donde todos, buenos y malos, son bebedores de venenos: Estado, al lugar en que todos, buenos y malos, se pierden a sí mismos […]
F. Nietzsche, Así habló Zaratustra.
Según Aristóteles, nuestra condición humana nos obliga a formar sociedades, puesto que somos un animal político (ζooν πoλ?τικoν). De ahí que la ciencia política aparezca como una necesidad humana y, si es preciso desarrollarnos en comunidad, hay que procurar que sea de la mejor manera. La intensión de la política, en sus orígenes, fue dirigir las acciones del Estado en beneficio de la sociedad o polis; sin embrago, desde entonces hasta nuestros días, el ejercicio político se ha visto corrompido y alejado de su principal objetivo, cayendo, en varias ocasiones, en actos que únicamente benefician a pequeños sectores y que además perjudican al pueblo.
La guerra y el terror han acompañado a la sociedad desde que se consolidaron las primeras comunidades. Varios regímenes políticos han devenido en formas de gobierno que han causado sufrimiento y terror masivo a la población de distintas épocas y regiones del mundo. El terror y la crueldad han sido consecuencia tanto de tiranías como de democracias y, en general, de todas las formas de gobierno que se han caracterizado por el autoritarismo y el despotismo, propias de personas o sectores que desean conservar o ganar poder a pesar de la destrucción, el sufrimiento y miles de muertes injustificadas. Estas formas de poder político han tenido cabida en la historia humana desde todos los tiempos. Entre los casos más famosos de estos regímenes del terror se encuentran: el imperio de Calígula en la antigua Roma, el gobierno Nazi y el reinado francés de Robespierre.
Existen, obviamente, otros mucho menos conocidos pero igual de crueles, como el régimen de Idi Amin en Uganda, durante el siglo pasado en los años 70’s. En la actualidad, varios países como los del medio oriente y norte de África se encuentran bajo la presión del terror, la guerra y la violencia. Los sectores que pretenden conservar o aumentar su poder a través del miedo actúan propagando el terror entre la población, haciendo uso de la fuerza y la crueldad con los grupos más vulnerables de la ciudad, aprovechando que mientras el pueblo se sienta aterrorizado, no tendrá la capacidad de actuar firmemente para enfrentarse a su poder. De esta manera, el terror ha funcionado durante varios siglos como una estrategia política muy eficiente, hasta que finalmente el pueblo no tema producir un terror más agresivo y se enfrente a los poderes para destituirlos.
No obstante, más allá de ese terror causado por crueles gobiernos, hay un miedo silencioso que se gesta lentamente en períodos de aparente paz y calma. El estrés y las enfermedades nerviosas parecen ser producto de un temor casi imperceptible, propagado por diversos grupos de poder, además de el político, tales como los medios de comunicación, la delincuencia organizada, etc. En ciertos periodos, el Estado se ve rebasado por otros sectores que afectan directamente a las ciudades y crean nuevas formas de terror. En estos casos, la participación del gobierno es extraña puesto que, si bien no es responsable directo de todo lo acontece, es gracias a su régimen y estructura que son posibles los desarrollos del terror en otros ámbitos públicos. Además, en muchas ocasiones, se ha levantado la sospecha de que es el mismo gobierno quien utiliza algunos sectores de poder para esparcir el terror a través de imágenes macabras y preocupantes, aunque generalmente estas formas no implican propiamente la crueldad.
Es comprensible que un grupo que pueda resultar beneficiado a causa del terror, desee que el miedo se expanda lo más lejos posible y sobre miles de personas; lo extraño es la avidez de la gente por consumir información violenta y negativa, que en ocasiones es falsa o distorsionada, a pesar de que sólo un pequeñísimo porcentaje de esa población participará activamente de dicha información. Es menester, por lo tanto, preguntarse las causas de esa extraña fascinación por consumir el terror. La mayoría de los noticieros, periódicos, revistas y demás medios, lucran a partir del terror. Los medios de comunicación se han vuelto expertos en propagar miedo y pánico. Diariamente se ocupan de informar los últimos acontecimientos, que van desde desastres naturales, enfermedades, olas de violencia y accidentes, hasta apariciones monstruosas o extrañas como el chupacabras. [1]

La historia le enseñó a los hombres que ceder el poder absoluto a una persona implica un gran peligro, puesto que el poder siempre corrompe y degenera hasta al más noble de los hombres; por ello, la tendencia de las sociedades ha sido democratizarlo todo, unificarlo todo, saberlo todo, mas esta distribución de responsabilidades y toma de decisiones no ha acabado con la posibilidad de caer en garras de gobiernos crueles y degenerados. La globalización y el afán de ser iguales nos ha convertido en un sólo y gigantesco Estado, [2] la tranquilidad y seguridad social de ésta gran metrópoli pende de hilos muy delicados y frágiles, nuestra calma es afectada tanto por lo que pase en el sitio donde vivimos, como por lo que ocurre al otro lado del mundo. Las tecnologías y los medios de comunicación nos permiten estar al día sobre las agonías que sufren tanto quienes están en guerra, como las de aquellos que están muriendo de hambre.
En la actualidad, el terror viaja mucho más rápido y con más potencia por el mundo, propagándose con facilidad hacia las regiones próximas, siendo capaz de desatar un efecto en cadena. La globalización ha absorbido a las naciones y aniquilado todos los pueblos, ha destruido también a los individuos enajenándolos con la monotonía, con espectáculos vacíos y también con el terror. Existe un terror cotidiano que ya no alcanza a percibirse porque se ha convertido en parte de la vida, porque nos hemos convertido en personas uniformes, cobardes y conformistas. La gran ciudad del mundo vive en el terror, vive del terror, consume terror, pero, ¿por qué? Los problemas más agudos del mundo como la escasez de alimentos, los desastres naturales y la sobrepoblación, que implican falta de trabajo, ignorancia, aumento de la delincuencia y violencia en general, son temas que han quedado absorbidos en un exceso de información que más que aportar, oculta, pues genera pánico y chismorreo entre la mayor parte de la población; en lugar de soluciones o cambios reales, simplemente aletarga y atemoriza. Tal vez el Estado es un gran endriago enajenante que en sí mismo debería causarnos horror. Probablemente ya no nos importe vivir bajo el terror ni tengamos intención de modificar nuestras ciudades o sus formas de gobierno. Quizá no queremos encontrar nuevos medios porque, como dice Nietzsche, nos hemos perdido a nosotros mismos; hemos sido absorbidos por un monstruo que seduce con ayuda del confort e ideales como el “éxito” o la “valentía”, que en realidad, en este caso, no son más que terribles valores de muerte. [3]
Notas:
[1] Supuesto engendro que se alimenta principalmente de animales de granja. Se le conoce en todo México y Sudamérica, algunas regiones de EUA. y España.
[2] Entiéndase, a partir de aquí, ‘Estado’ como aldea global. Uso la palabra ‘Estado’ para seguir con la línea nietzscheana del epígrafe que aparece en el primer libro de Así hablo Zaratrustra, Del nuevo ídolo.
[3] Siguiendo a Nietzsche, entiéndase por ‘valores de muerte’ aquellos que en vez de afirmar la vida y sus expresiones, la niegan, paralizan o destruyen, quitándole al sujeto su capacidad creativa.