Resumen
Breve reflexión sobre el racismo en Estados Unidos y México, tomando como referencias el movimiento Black lives matter y el estreno de la película, Ya no estoy aquí.
Introducción
Al ocurrir el asesinato de George Floyd a manos de la policía estadounidense, el tema del racismo en el país entonces gobernado por Donald Trump llamó poderosamente la atención del mundo. Todos sabemos que Trump fue un presidente racista; toda su vida ha manifestado desprecio hacia negros, asiáticos y latinos, y de ello hay incontables ejemplos. Por mencionar uno: el caso de Colin Kaepernick, quien fuera quarterback de los 49ers de San Francisco.
En la temporada de 2016, tal jugador ponía una rodilla en el suelo durante el himno nacional estadounidense, como protesta precisamente contra la brutalidad policiaca desatada sobre la comunidad negra. Kaepernick decía:
NO ME VOY A PONER DE PIE PARA MOSTRAR ORGULLO POR LA BANDERA DE UN PAÍS QUE OPRIME A LOS NEGROS Y LAS PERSONAS DE COLOR. PARA MÍ, ESTO ES MÁS GRANDE QUE EL FUTBOL AMERICANO, Y SERÍA EGOÍSTA DE MI PARTE MIRAR A OTRO LADO. HAY CUERPOS EN LA CALLE Y PERSONAS A LAS QUE SE LES PAGA LICENCIA Y SE ESCAPAN CON EL ASESINATO.
Entonces Trump declaró que Kaepernick no era un verdadero patriota, llegando a llamarlo hijo de perra, y presionó a la liga para que lo castigaran financieramente y no lo contrataran de nuevo. La carrera del quarterback llegó su fin y el presidente obtuvo su deseo: callar a un negro molesto por la muerte sistemática de los suyos. Esto último ha quedado confirmado de múltiples maneras, entre ellas, al conocerse los datos de los arrestos efectuados por congregación durante la cuarentena en lugares como Brooklyn, pues casi 90% de los arrestados fueron negros. El virus no distingue razas, la policía sí. De acuerdo con un análisis realizado por la Universidad Rutgers en 2019, ser baleado por la policía es una de las primeras causas de muerte de los hombres negros en Estados Unidos. El asesinato de George Floyd y el fortalecimiento del movimiento Black Lives Matter demuestran que la protesta pacífica de Kaepernick era más oportuna que el silencio. Así, el lugar ocupado por Donald Trump en tal esquema, fue el de un simple racista; el polo opuesto en la lucha por los derechos civiles.
Por otra parte, sin considerar el trabajo de los investigadores avocados a ello, el racismo en México no es un tema muy comentado en la escuela, la familia, ni en los medios de comunicación. En México somos resultado del encuentro de diversas razas, principalmente de los pueblos originarios de estas tierras y los españoles, aunque también ha habido un considerable mestizaje con otros europeos, asiáticos y africanos. Esto devino en una población de todos los colores; sin embargo, si alguna vez he visto una representación universal del mexicano, es un individuo color café, como señala Miklo en la película Sangre por sangre, cuando apela a su mexicaneidad:
I may be white from the outside, but I’m brown on the inside, to the bone!*
*PODRÉ SER BLANCO POR FUERA, PERO SOY CAFÉ POR DENTRO, ¡HASTA EL HUESO!
Por otra parte, el color café no es un símbolo que sea recogido más que por chicanos y otras minorías, y más bien causa repulsión a la población general. He visto gente tan morena como yo, querer denostar a otro mediante la palabra “prieto” o “indio”. Exaltan a las personas con rasgos europeos y desean que sus hijos se casen con alguien que tenga tales características, “para mejorar la raza”. Esto te puede resultar sorprendente, pero quizá lo explica el hecho de que los actuales habitantes del que fuera territorio mesoamericano, provenimos de un genocidio o exterminio de millones de indígenas. Nuestros ancestros vieron caer sus dioses y arder sus templos, donde estaban los códices con nuestro pasado. Recibieron nuevos apellidos, para ellos vacíos, y fueron arrojados al vasallaje, en un escalafón donde ocuparon el fondo. Así, los mexicanos pasamos a ser esclavizados y enajenados, llegando a odiar el fondo y no la pirámide, esforzándonos en ascender de casta en casta, desarrollando obsesión por el ideal criollo.
A la postre, el pueblo mexicano se niega a sí mismo. La gente pone ridículos filtros aclarantes a sus fotos, y hay un gran mercado de cremas faciales con tal propósito. Los chicos blancos y “bien vestidos” son populares e incluso favorecidos por el sistema, ya sea en la familia, la escuela, o al momento de buscar trabajo. Por su parte, aquellos, por ejemplo, con apariencia de chúntaros, son marginados y evidentemente guardan una postura divergente. Esto último ha sido planteado en la película Ya no estoy aquí, sobre la cual hablaré adelante.
Asesinato de George Floyd
La noche del 25 de mayo de 2020, el guardia de seguridad estadounidense, George Floyd, salió a comprar víveres en su vecindario de Powderhorn, Minesota. Poco después, agentes de la policía lo detuvieron y sometieron, aplastando su cuello durante 8 minutos y 46 segundos, hasta provocar su muerte. Después alegarían que fueron llamados por el personal de la tienda porque Floyd pagó con un billete de 20 dólares falso, pero eso ya no importaba; fueron grabados al hacer el arresto, y a todos resultó evidente que simplemente asesinaron a un hombre negro que compraba en una tienda de su vecindario, porque están llenos de odio y podían hacerlo. Para la posteridad quedaron las últimas palabras de George Floyd: “No puedo respirar”, que expresan perfectamente la situación de los negros en Estados Unidos.
El asesinato de Floyd se sumó al de Eric Garner, Ahmaud Arbery, y Breonna Taylor, por mencionar ejemplos recientes de una larguísima historia de crímenes perpetrados por las autoridades contra los negros en Estados Unidos. Esto provocó la reacción de tal comunidad, la cual pronto se vio respaldada por millones en redes sociales, a lo largo y ancho del mundo. La crítica va dirigida a las prácticas racistas de la policía estadounidense, pero poco se habla de su sistema económico, también representado por Donald Trump y allegados. Considerando que Instagram, Facebook y Whatsapp pertenecen a Mark Zuckerberg, quien ya es conocido por su fortuna y malversación de datos, las tendencias en redes sociales implican tantos males como posibles bienes. En Amazon compras un libro sobre Martin Luther King y simultáneamente otorgas más poder al desmesurado Jeff Bezos, el primer billonario de la historia. Salir del control y contrarrestar la fuerza de un puñado de hombres blancos sin escrúpulos, dueños de las plataformas sociales, comerciales, informativas y de entretenimiento, parece imposible.
Para muchos, George Floyd se ha vuelto un símbolo en la lucha por los derechos civiles, y ello está generando efectos interesantes, sobre todo en la apreciación del conflicto que vive la sociedad estadounidense. Es imposible no ver su racismo. Una vez ocurrida la tragedia, Trump y la NFL se mal disculparon, cada uno a su modo, mientras que Pelosi y compañía se sacaron la foto en el Congreso, con una rodilla en el suelo y portando una especie de bufanda africana. Tales demostraciones, si no por simplonas y ofensivas, pasarán a la Historia como muestras de más politiquería vacía, de no haber justicia para los afectados y la sociedad que vive esta situación.
Análisis de la película Ya no estoy aquí (contiene spoilers)

En mayo de 2020, Netflix sorprendió con el estreno de la película Ya no estoy aquí, dirigida por Fernando Frías y protagonizada por Juan Daniel García Treviño, la cual narra la historia de Ulises, un muchacho de Monterrey, México, habitante de una zona marginal y violenta, donde los jóvenes forman bandas como la suya: los terkos.
Los terkos ostentan una estética que los encargados de la fotografía han sabido exaltar de manera impresionante. Por su parte, el guion combina excelentemente el hablado de los regios con el de otros mexicanos, además de neoyorquinos y chinos. Los diálogos entre Ulises y Kim, Ulises y los pandilleros de su barrio, Ulises y una prostituta colombiana en Queens, son únicos.
El argumento de la película es conciso. Se trata de un chico que nace y crece en un medio hostil, donde lidera una pandilla menor. Con suma facilidad (es cuestión de tiempo) caerá en crímenes de índole mayor, embarazará una chica, será asesinado, o todo lo anterior. Sin embargo, él ha decidido entregar su vida, no a la muerte, el sexo ni la religión (otro escape posible), sino al arte. Ulises ama bailar hasta el punto que bailar constituye su sentido. Despierta contento por un día más para el baile, con el ritual que ello implica. Su cabello y atuendo son fundamentales, aunque también representan a su pandilla, lo cual le trae constantes problemas. Su identidad es, a la vez, una declaración de guerra, pero eso no le interesa. A decir verdad, él sólo tiene control sobre su pasión, mientras todo lo demás parece controlarlo.
Otro elemento fundamental es la música referida como “kolombia”, conocida perfectamente por el protagonista. En algún punto, sin embargo, la violencia amenaza su loco deseo de ser feliz haciendo lo suyo, en un medio brutal. Ulises tiene que emigrar a Estados Unidos para sobrevivir y entonces su nombre cobra sentido, pues vive una odisea de ida y vuelta.
Al mudarse a Nueva York, el joven intenta ganarse la vida expresando su arte dancístico identitario, pero no logra echar raíces en el extranjero, aunque al resto del mundo, representado por su amiga Kim, le resulta interesante. Eventualmente, Ulises regresa a Monterrey, pero ya no es lo mismo; no desea reinsertarse en sus antiguos dominios, donde la violencia ha incrementado. Estando de pie allí, sin un destino claro ni aliados, el protagonista bien puede decir: ya no estoy aquí, o de manera más burda, ya no soy lo que era, y no sé quién voy a ser; condición existencial que compartimos todos los mexicanos, realmente, porque nuestro pasado fue borrado y nuestro presente es negado hasta por nosotros mismos. “¿Quién soy?”, es la pregunta planteada, entre cuestiones de corrupción política e injusticia social.
Conclusión
Dado que al reelegirse, Donald Trump perdió contra Joe Biden por una diferencia muy breve (habiendo votado por el empresario casi 50% de los que acudieron a las urnas, en la que fue la elección estadounidense con más participación de la historia), cabe preguntarse cómo tratará Biden el tema del racismo durante su periodo, pues recibe una nación dividida, con partes antagónicas. Basado en sus declaraciones al respecto, cuando ha dicho que busca unificar al país, e incluso cuando ha exigido a Trump (en su debate previo a las elecciones) que hiciera un llamado a la pacificación de los violentos grupos de supremacistas blancos que apoyaban al entonces presidente de la nación, considero que el nuevo mandatario buscará mitigar los ánimos mediante una atención casi simbólica a los diversos sectores que conforman la ciudadanía que ahora gobierna, como ya ocurrió con la elección de su gabinete. Y como señala el contrastante modo en que ha variado la ocupación del poder en Estados Unidos durante los últimos 20 años (entre demócratas y republicanos tan diferentes ideológicamente como Obama y Trump), el éxito o el fracaso de Joe Biden en su intento por resolver el problema del racismo causará su permanencia en el mando, o una enardecida ola de supremacistas que barrerá con quienes imaginen diferentes a sí.
Por su parte, la cinta Ya no estoy aquí, misma que muy probablemente se llevará el Óscar como mejor película en la próxima entrega de tal premio, ha despertado en demasiados mexicanos un rabioso racismo (como ya había ocurrido con Roma, de Cuarón) porque la mayoría de los habitantes de este país odia verse a sí mismos, prefiriendo poner todo su entusiasmo y alegría en la última entrega del Capitán América.
El racismo representa la negación de la multiplicidad existente, e incluso la negación de la propia identidad, en favor de una fantasía hitleriana que trastorna la percepción de la realidad. El negro dice: Veo claramente que me están asesinando y lucharé contra ello en unidad con los míos. El mexicano dice, así imposibilitando cualquier construcción identitaria que no sea una evasión de su raíz prehispánica: la culpa no la tiene el indio, sino el que lo hace compadre. Con esto no quiero decir que lo prehispánico (ni la piel morena o del color que sea) constituye la esencia del mexicano de hoy, pero sí considero que es necesario tratar la contradictoria relación genética y psicológica que guardamos con las razas indígenas que habitaron Mesoamérica, en favor de una mejor reflexión sobre nosotros mismos, en estos tiempos de tanta enajenación basada en modelos aspiracionales. Sin embargo, mientras siga habiendo racismo, clasismo, fanatismo, aporofobia, misoginia e ignorancia en México, será difícil pensar cabalmente en la diversidad que nos constituye. Por lo pronto, a nivel internacional están conformándose (en movimientos como Fridays for Future, Black lives matter, Extintion Rebellion y Un día sin mujeres) los conceptos que han de propiciar un pensamiento realmente diverso, acorde al cambio intelectual de esta era.