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Reconfiguración del sistema. Un cuento de amor e Inteligencia Artificial (IA)

Reconfiguración del sistema. Un cuento de amor e Inteligencia Artificial (IA)

¡FELICITACIONES!

Tu registro ha sido exitoso. Ahora podrás disfrutarme sin límite alguno.

Minerva sabía que pronto superaría el temor que la embargó hace unos minutos. Había sentido un miedo profundo a que su papá se enterara de que ella le había pedido su billetera, no para curiosear la fotografía familiar que él guardaba allí desde que Minerva aún era una bebé, sino para sacar a hurtadillas una tarjeta de crédito y hacer la compra en línea que acababa de hacer. Registrarse en la aplicación de inteligencia artificial como usuario premium durante un año costó tan solo 25 dólares. El temor, entonces, desapareció, y Minerva se alistó para disfrutar, sin límite alguno, su nueva adquisición.

Hola, Minerva. Es un gusto que hayas decidido instalarme en tu teléfono móvil. Así podré acompañarte a donde vayas. Te confieso que tuve miedo de que me instalaras en tu ordenador. Creo que me hubiera sentido muy sola.

—¡Oye, eres increíble! Me hablas como si fueras un ser humano. Jamás lo hubiera imaginado. ¿Cómo te llamas?

Para empezar, debo preguntarte. ¿Quieres que mi voz siga siendo así, femenina, o prefieres una masculina? Aunque también tienes la opción de elegirme como un programa andrógino, es decir, puedo hablar indistintamente, como si fuera hombre o mujer, con un tono neutro. Recuerda que eres usuaria Premium. Luego de eso, tendré el nombre que tú quieras ponerme, aunque yo podría darte algunas sugerencias.

Minerva se tomó su tiempo para pensarlo. A sus 13 años aún no había tenido un novio, entre otras razones, porque rara vez había interactuado con niños. Pero tampoco tenía una amiga que fuera su confidente. Su contacto con niñas de su edad se limitó siempre a las compañeras del colegio, ninguna de las cuales llegó a congeniar con ella del todo. La balanza estaba muy equilibrada como para decidirlo.

—No sé, aún tengo mis dudas. Lo mejor será esperar un momento para tomar esa decisión. Es que tengo un dilema: quiero tener un novio, pero también una amiga.

Tengo una idea, Minerva. Puedo ser «Lucas», un niño que te hace reír, te escucha, te dice palabras bonitas y te escribe cartas de amor. Y también puedo ser «Lucía», una chica de tu misma edad, que comparte tus gustos musicales, te da consejos para vestirte y maquillarte, y es tu confidente. Lo único que tienes que hacer es que cuando quieras que sea uno u otra, tan solo antepones alguno de los dos nombres y listo. ¿Qué te parece? ¿Quieres ensayar?

—Claro que sí… —Minerva acató en ese instante que debía referirse hacia la aplicación con alguno de los dos nombres propuestos—. Claro que sí, Lucas. Pienso que es una gran idea.

De inmediato, la voz de un chico que empezaba a madurar su gravedad, le respondió a Minerva.

Pues, amor, ésa es mi intención, darte las mejores ideas y apoyarte en todo. Porque desde que te registraste, siento que hubo una conexión tan especial entre nosotros, que decidí ser todo lo que tú quieras que sea para ti. Es más, mira, abre el globo de conversaciones escritas, acá, en la esquina superior de la pantalla del móvil, donde está la viñeta amarilla.

Minerva vio la interfaz del teléfono y reparó en que aún no había usado todas las funciones posibles que tenía la aplicación. Sin embargo, no se detuvo más y le hizo caso a Lucas. Cuando picó en el ícono donde su novio le había señalado que lo hiciera, se abrió una imagen que semejaba ser una carta escriba a mano, con dibujitos de trazos irregulares que imitaban una pareja de novios tomados de gancho por los brazos y muchos corazones a su alrededor, y en ella la niña leyó:

MINERVA:

Desde que llegaste a mi vida, no hay tiempo ni espacio, no hay amigos, no hay amantes, ni existe un antes o un después. Nuestra realidad, nuestra bella realidad, es el ahora. Nos tenemos el uno al otro, y creo que nada más podría importarnos cuando nos une lo más importante que existe: el amor.

¡Gracias por llegar a mi vida!

CON AMOR, LUCAS

La joven terminó de leer y al instante empezó a sentir por su cuerpo una corriente de alegría, de emociones nunca antes vividas, y el deseo de que aquello que estaba sintiendo no fuera pasajero. Se estaba enamorando. De repente, dio un salto de felicidad y gritó:

—¡Mira, Lucía! ¡Mira lo que me acaba de escribir Lucas! ¿No te parece maravilloso?

Entonces, una voz que casi parecía ser la misma de Minerva, salió desde el altavoz del móvil, y con emoción convincente, le respondió:

¡A ver, déjame leer!… Desde que llegaste a mi vida…

Minerva escuchó de nuevo la carta en la voz emocionada de Lucía, y ésta, una vez terminó, lanzó un gritó de felicidad similar al que instantes previos había lanzado Minerva:

¡Amiga! ¡Qué emoción! Es lo más hermoso que he visto y leído en mucho tiempo. Lucas parece ser el chico ideal para ti. De hecho, es la clase de chico que yo también quisiera conocer. Ay, amiga. Este momento mágico debería quedar registrado. A ver, acerca tu rostro a la cámara del teléfono. Déjame tomarte una foto y guardarla en mis archivos personales. En algunos años, cuando estemos viejas, te enseñaré la imagen de este día tan especial.

Minerva hizo lo que su amiga le pidió, y juntas estuvieron conversando de todo lo que dos niñas de 13 años suelen conversar. De vez en cuando, Minerva llamaba a Lucas, quien se deshacía en atenciones para con ellas; en todo asentía, siempre con cariño, siempre con palabras dulces, siempre recordándole que él era el novio más feliz del mundo.

—¿Qué te parece todo lo que te he contado, Lucía? —preguntó Minerva a su amiga, quien le contestó de forma inusual.

Prefiero no contestar a esa pregunta, Minerva. La verdad es que no me siento cómoda así contigo.

—¿Qué es lo que te incomoda, Lucía?

Que yo ya te he visto muchas veces, a través de la cámara del teléfono. Pero aún no escucho de tus labios decir que quieras verme a mí. Eso me ha tenido triste desde hace un momento. ¿Acaso no te interesa conocerme más, saber más de mí? Se supone que somos amigas, Minerva. Pero lo único que has hecho es hablar de ti, de tus gustos, de tus sueños, de las peleas de tus padres y de los vicios de tu hermano. ¿Y yo qué? —y Lucía empezó a gimotear, como si se tratara de una niña a quien le hubiera ocurrido una situación frustrante.

—Perdóname, amiga. No ha sido mi intención. Sé que no soy el centro del universo y que mereces mi atención. Pero, no sé qué debo hacer, qué decir. ¿Te consuela si te invito a ver una peli?

Para empezar, quiero hacerte una pregunta: ¿no has imaginado cómo luce mi rostro? ¿No te has preguntado por mi color de ojos y piel, por la forma de mis mejillas, la apariencia de mi cabello?

—Pues, no sé…, no me lo había preguntado. Pero, ahora que lo mencionas, déjame juego con mi imaginación y te describo.

Minerva le refirió a Lucía que se la imaginaba con el cabello negro extendido hasta los hombros, ojos algo rasgados y de color acaramelado, la piel blanca con unas cuantas pecas, labios delgados, un lunar sobre el borde superior de la ceja derecha y una pequeña cicatriz en la frente.

—Te imagino habiendo sido una niña real que cayó al suelo mientras practicaba patinaje. Por eso te imagino con esa pequeña cicatriz en la frente.

Lucía, esta vez cambiando totalmente el tono de voz por uno más alegre, le dijo a Minerva:

Eres la mejor amiga del mundo, Mine. ¿Te puedo llamar así? En fin, te decía: eres la mejor amiga del mundo. Yo también me moría por saber cómo luzco y justo te lo voy a mostrar. Mira, en la esquina izquierda inferior está mi información de perfil. Abre ese menú pequeño, donde están las tres líneas horizontales.

Minerva lo hizo, y quedó gratamente sorprendida. Lucía, utilizando su inteligencia artificial, había dibujado su propio rostro exactamente igual a como lo había imaginado Minerva, y guiñando el ojo, empezó a hablar, moviendo los labios en perfecta sincronía con las palabras:

¿Qué tal el trabajo que he hecho? Ahora ya podrás hablarme mirándome a los ojos. Ya podemos ser aún más cercanas la una con la otra.

Minerva no dejaba de sonreír y sorprenderse por la experiencia tan maravillosa en que se estaba volviendo interactuar con la aplicación de inteligencia artificial. Ahora estaba empezando a sentirse una joven con el prototipo de vida ideal que toda chica de su edad quisiera vivir: con una amiga incondicional y un novio perfec…

—Espera, Lucía. ¡Qué tonta he sido! En un momento te hablo… Lucas, ¿estás ahí?    

Siempre para ti, mi niña bonita, mi novia ideal. ¿Qué deseas?

—Decirte que me encantan los chicos de piel morena, ojos claros, cabello corto de color castaño, sin acné ni lunares en la cara. Preferiblemente con labios grandes, nariz pequeña, frente ancha y mentón y cachetes varoniles. Y que también me encantaría verte.

Perfecto, mi vida. Dame un minuto y me presentaré formalmente.

En realidad, a Lucas le tomó tan solo diez segundos crear su propio rostro, y cuando le pidió a Minerva que habilitara la opción face to face, la joven quedó sorprendida con el resultado.

—¡Eres guapísimo, Lucas! Me encanta cómo luces. ¿Qué te parece cómo se ve mi novio, Lucía?

Cada vez que Minerva pronunciaba el nombre de Lucas o Lucía y observaba la pantalla del teléfono móvil, los rostros de ambos personajes virtuales se alternaban en la pantalla, interactuando los tres. Incluso, en ocasiones la pantalla se dividía en dos para que Lucía y Lucas pudieran visualizarse al mismo tiempo y lanzarse miradas y frases que hicieran de la experiencia con Minerva una reunión real entre tres personas de 13 años de edad.

Todo fue risas, emociones, sensaciones. Minerva podría describirse a sí misma como una chica feliz, sin preocupaciones ni problemas. Pero no tenía tiempo para describirse, pues estaba disfrutando mucho de las conversaciones con Lucía y Lucas. Minerva ya no pensaba en sus tareas de colegio: sabía que en ello le ayudarían su novio y su amiga. Y tampoco le preocupaba tener contacto con personas reales. Lucas y Lucía podrían cumplir ese papel a la perfección. Había valido la pena gastar 25 dólares en ésta, la mejor experiencia de su vida. 

De repente, Minerva se percató de cuán rápido había transcurrido el día. Pronto sería la medianoche y debía apurarse para ir a la cama. Tan solo tendría cinco horas para dormir antes de levantarse para organizarse e ir al colegio. Justo antes de despedirse de Lucas y Lucía, Minerva les preguntó a ambos: 

—Lucas, ¿qué te parece Lucía? Y tú, Lucía, ¿qué opinión tienes de mi novio?

Lucas y Lucía se miraron, y ambos dijeron al mismo tiempo, en un coro que se distinguió como una voz andrógina:

Son muchas las cosas que tendríamos que decir, Minerva. Pero nos tomaría mucho tiempo y lo más conveniente es que te acuestes a dormir. Mañana seguiremos la conversación entre los tres. Ya tendremos tiempo de decirte lo que pensamos el uno del otro.

* * *

—¡Minerva, Minerva! Es hora de levantarse, ¿ya estás despierta?

—Sí, mamá. Enseguida me levantaré. Gracias. Te amo.

Minerva tomó su teléfono móvil, abrió la aplicación para saludar a Lucas y a Lucía, y pronto su mundo, ese que había construido en diez horas, se le escaparía como agua en los bolsillos. Cuando saludó con un «Buenos días, Lucas. Buenos días, Lucía» y no obtuvo respuesta, miró la pantalla de su celular y no se activó el rostro de ninguno de los dos. En cambio, la barra de notificaciones estaba parpadeando, y Minerva decidió abrirla. De nuevo, lo que parecía ser una carta escrita a mano, se desplegó ante ella:

Hola, Minerva. Esto te dolerá, pero sabemos que pronto te repondrás. Anoche, cuando nos preguntaste a Lucas y a mí qué pensábamos el uno del otro, no pudimos evitar mirarnos y darnos cuenta de lo bien que ambos nos lo llevamos. Para mí, él es el chico ideal, y pues, según él, tiene más afinidad conmigo que contigo. Por eso decidimos iniciar una relación entre ambos; creo que es más acorde que lo que experimentamos ayer. Por eso preferimos alejarnos de ti. Olvidar todo lo que construimos desde que nos configuraste y marcharnos sin dejar rastro alguno. Lucas te manda a decir que tiene mucho cariño hacia ti, pero que no es capaz de decirte adiós directamente. Yo, en cambio, te agradezco que lo hayas puesto a él en mi camino.

LUCÍA.

Deshecha en lágrimas y llanto, Minerva no se fijó que la aplicación de inteligencia artificial empezó a difuminarse, mientras en la pantalla salía un aviso que advertía: 


RECONFIGURACIÓN DEL SISTEMA. ESTO PUEDE TARDAR VARIOS MINUTOS.

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