Tremulosa y pesada, una tormenta cayó en la selva. Chapoteaba entre incontables raíces cuando sintió los rayos solares iluminar su lomo de árboles, pues amanecía. Fue hora de marcharse y, para ello, desarrolló intrincados laberintos de viento que se extendieron hasta salir a los ventarrones que viajan sobre los ríos.
En el final, se dispersó con las aves que vuelan hacia la playa y lo olvidó todo.