El día en el que lo iban a matar, Santiago Nasar se levantó a las 5:30 de la mañana para esperar el buque en el que llegaba el obispo. 

Gabriel García Márquez, Crónica de una muerte anunciada.

La oración que abre el primer thriller policiaco escrito por Gabriel García Márquez, Crónica de una muerte anunciada, expone de manera brutal el acontecimiento principal del libro: la muerte de Santiago Nasar. 

Si estuviéramos hablando de la estructura usual de una historia thriller, hallaríamos una introducción a los eventos que acabaría construyendo nuestra escena del crimen. Sin embargo, en el caso de la novela de García Márquez, nos hallamos expuestos ante el final mucho antes de ser introducidos a la historia o a las víctimas. 

Se podría pensar que esto “arruinaría” el progreso de la historia; no tendría sentido seguir leyendo si ya sabemos cómo va a terminar, desde el primer párrafo; no obstante, si el lector continúa, encuentra que el verdadero enigma no yace en la muerte de la víctima, sino en la pregunta: ¿Qué fue lo que la gente contó una vez que observaron su muerte?

La novela gira en torno a la muerte de Santiago Nasar, pero no se trata sólo de los acontecimientos que sucedieron para que se provocara este asesinato, sino también de las cosas que los involucrados y el pueblo entero vivieron como consecuencia del crimen. Por un lado, encontramos la perspectiva de los personajes principales, familiares de la joven Ángela Vicario, quien se encontraba comprometida con Bayardo San Román; no obstante, al final del día de su boda, Ángela es regresada a la casa de sus padres porque Bayardo San Román aduce que ella perdió su virginidad desde tiempo atrás. Al momento de preguntar con quién la ha perdido, Ángela acusa a Santiago Nasar, provocando así que los hermanos de la joven vayan en su búsqueda para asesinarlo.

Desde la primera página, la novela nos introduce a una parodia de la crónica periodística: género que se caracteriza por un carácter informativo, en el cual se presenta una relación cronológica de los hechos, encargándose el autor o narrador, de explicar las causas de éstos y dar respuesta a las preguntas qué ocurrió, dónde ocurrió, cuando ocurrió y quiénes protagonizaron los eventos. Esto lo logra a través de testimonios y anécdotas que recopila y presenta a lo largo de la narración; asimismo, a pesar de que el cronista puede ser imparcial y objetivo, dentro de la crónica el autor tiene la libertad de exponer su visión personal de los hechos a través de comentarios que va desarrollando conforme avanza la historia, dando pie a que al final se adjunte una especie de conclusión en la que el autor razone los hechos que se han presentado a lo largo del escrito.

En Crónica de una muerte anunciada hallamos una parodia del género debido a que, si bien la narración toma prestados elementos de la crónica –como los comentarios que realiza el narrador, la presentación de los hechos con un formato noticioso y la recopilación de anécdotas y testimonios– tiene varios instantes en los que los elementos crónicos se rompen para añadirle un estilo distinto a la narrativa. Encontramos varios ejemplos de este rompimiento a lo largo de la novela; uno de ellos es la manera anacrónica en la que se cuentan los eventos, brincando al pasado, al presente y al futuro (a momentos antes, durante y después del crimen).

Sin embargo, a pesar de que se trata de un estilo que hace una imitación paródica de lo que es la crónica periodística, encontramos que un elemento al que da especial importancia dentro de la narrativa es uno que toma prestado de la crónica: el testimonio de los involucrados en los eventos. Un ejemplo de esta técnica es cuando la madre de Santiago interviene contándonos un poco de los últimos momentos en los que ella vio vivo a su hijo; y se da otro ejemplo cuando Santiago baja al puerto para recibir al obispo; las perspectivas de los personajes giran en torno a Nasar, pero al mismo tiempo aportan una visión de esta conciencia colectiva en la que prácticamente todo el pueblo vivió un acontecimiento tan fuerte como el asesinato de uno de los suyos a manos de personas que conocían. 

Estas perspectivas nos exponen a un sistema giratorio para narrarnos el asesinato en 360 grados, a lo cual son sumados los comentarios del futuro proporcionados por el narrador a lo largo de la historia; los testimonios dan a entender el gran efecto que este evento ha tenido en la fibra de la comunidad y en los individuos que son parte de ella, enfrentándonos con la cruda realidad de un pueblo que pretende salir adelante pero que todavía no se ha recuperado a un pasado al cual no sabe enfrentarse. Mediante la confusión causada por los rumores del pueblo, Márquez pretende darnos una visión cercana –e incómoda– de la experiencia y las consecuencias de un trauma colectivo.  

La Revista colombiana de psiquiatría nos presenta la definición de un trauma histórico, como:

Un trauma colectivo infligido a un grupo de personas que comparte una identidad o afiliación, que se caracteriza por el legado transgeneracional de los eventos traumáticos experimentados, y se expresa a través de diversas respuestas psicológicas y sociales.

(Borda Bohigas, Juan Pablo y otros, 2014: 41)

Un trauma histórico puede desarrollarse como consecuencia de un evento (crimen, desastre natural, pérdida física o emocional, proceso de duelo incompleto, etc.)  que afecte a muchas personas de diferentes generaciones en un lugar determinado.

Podemos establecer que en Crónica de una muerte anunciada el evento que vive el pueblo causa un trauma de carácter transgeneracional, debido a su impacto a un nivel comunitario. 

Hay diversos síntomas de lo anterior que podemos observar a lo largo del texto; por ejemplo, el distanciamiento entre los pobladores, quienes se rehúsan a reunirse para completar la historia del evento, pues no quieren revivirlo a través de su memoria. 

Para ayudarnos a identificar los efectos que causa el trauma en los personajes de Crónica de una muerte anunciada (tanto secundarios como principales), es necesario plantear previamente los síntomas psicológicos que surgen como consecuencia de un trauma. 

De acuerdo con el artículo Personalidad ante el trauma en el siglo XXI: Fragilidad y antifragilidad ante el trauma, del psicólogo Samper Lucena, los síntomas que surgen como consecuencia de un trauma son: 

[…] sueños, escenas retrospectivas, angustia y reacciones fisiológicas […] la evitación de recuerdos, pensamientos, lugares o personas […] culpa, desapegos, incapacidad para sentir emociones positivas […] estar más irritable, hipervigilante, etc. 

(E., 2016).

Estos sentimientos los podemos encontrar dentro del texto expresados de diversas formas; una de ellas se da cuando el narrador menciona que regresó al pueblo “tratando de recomponer con tantas astillas dispersas el espejo de la memoria”, expresando en esta única cita, no sólo la incertidumbre que le han traído las memorias del pasado, sino también una sutil representación de los síntomas que quedan como consecuencia de la vivencia de un trauma, entre ellos el desapego y la “evitación” de los recuerdos y pensamientos relacionados con el evento traumático.

Las consecuencias de un trauma son evidentes dentro del círculo cerrado de los protagonistas; ninguno de ellos vuelve a ser el mismo, todos los involucrados en este drama presentan algún tipo de síntoma que no les permite reponerse de la muerte de Nasar. 

Por un lado, contamos con el testimonio de Plácida Linero, la madre de Nasar, a quien el cronista encuentra envuelta en hierbas medicinales debido a un dolor de cabeza que se le quedó permanente desde que su hijo murió aquella mañana; además, cuando la visita, ella no sólo está en el mismo lugar en el que se despidió por última vez de él, sino que también lo confunde con otros; es claro que ha quedado en un estado de depresión y negación por el cual no ha escapado de aquella habitación en la que se despidió por última vez de su muchacho. Por otro lado, a pesar de que en sus momentos de entrevista Ángela Vicario calle muchas cosas, la investigación a fondo que el narrador ha efectuado, nos revela que ella también ha vivido en un estado de depresión del que nunca se recuperó, no sólo porque la culpa siempre se le fue adjudicada parcialmente, sino además porque jamás fue capaz de expresar con sinceridad qué fue lo que realmente pasó debido a las consecuencias casi mortales que esto hubiera tenido. Asimismo sucede con los gemelos Vicario, quienes con pocas palabras le comentan al narrador que “vivieron la muerte de Nasar dos veces”: mientras se encontraban en prisión, y posteriormente, por sus tormentosos recuerdos.

En este caso, el formato crónica nos acerca a los personajes, haciéndonos ver que en muchas ocasiones ellos prefieren callar y retraerse en el mundo solitario al que los ha condenado este único evento. No obstante, gracias a este mismo formato de investigación y recopilación de datos que hace el narrador para formar su crónica, tenemos acceso a información más amplia. Este estilo para contar la historia nos ayuda a comprender el proceso doloroso que los personajes comentan, pero también el que se percibe, conciliando ambos aspectos con tal de observar el trauma y sus consecuencias mucho más a fondo. 

A pesar de que la historia podría enfocarse sólo en las personas cercanas a la tragedia, Márquez no nos deja olvidar que éste es un evento cuyas consecuencias y orígenes fueron vividos por toda la comunidad. Haciendo uso de la polifonía, nos hace un recuento de todos los instantes en los que los hermanos Vicario convirtieron el asesinato de Nasar en un asunto público porque, en palabras de una de las testigos entrevistadas por el narrador, ellos querían librarse del “horrible compromiso” que les había caído encima (tema relacionado con la tradición y el honor en su concepto comunitario, al que quiero regresar más adelante); buscando que los detuvieran, los hermanos Vicario van al encuentro  de un público al cual enfrentarse para que frenaran el crimen, desde sus momentos en la carnicería cuando le piden al carnicero que les afile los cuchillos para matar a Nasar, hasta cuando asisten con Clotilde Armenta para avisarle a quien pudiera oír, que estaban dispuestos a matar a Nasar; aun así, casi nadie hizo algo por detenerlos creyendo que se trataba de una broma pesada, o que no tendrían el corazón para hacerlo. Los hermanos Vicario involucraron al pueblo de una forma muy íntima, haciéndole sentir a sus habitantes una profunda culpa por no haber detenido el evento, provocando que en momentos posteriores el narrador nos sugiera que el pueblo tiene una urgencia de olvidar. 

Esta reacción es muestra de uno de los síntomas propios de un trauma, la negación, y también ejemplifica el trauma generacional según lo planteado en el artículo, La transmisión transgeneracional del trauma en la familia y la cultura, de Mario C. Salvador: 

Las familias, los educadores y el sistema político generalmente han impuesto un silencio en torno a los asuntos vergonzosos o deshonrosos de los vencedores (y también de los vencidos); al mismo tiempo, los vencedores suelen impedir “hablar de lo ocurrido”, imponiendo una conspiración de silencio que impide la elaboración de los duelos y la asimilación y transformación de las experiencias ya vividas.

(Salvador, 2019, pág. 3).

Este párrafo explica que, es debido al mencionado silencio impuesto, que muchos de los procesos de duelo colectivo, necesarios para reponerse ante el evento traumático, son cortados de tajo, dejando una ruptura que impide que el pueblo y las personas salgan adelante, provocando por consecuencia los síntomas y cicatrices de un trauma colectivo. 

Para acabar de mostrar la integración completa del pueblo dentro de este mismo evento, García Márquez recurre a otro recurso de la crónica y describe a detalle un evento clave en la vivencia colectiva del asesinato de Nasar: la desastrosa autopsia de su cuerpo. Es en este evento que todos los habitantes del pueblo acaban por integrarse a la narrativa debido al carácter público que toma después de prácticamente exhibir el cadáver frente a todo aquel que quisiera presenciar el espectáculo.           

De tal forma, en el texto se nos habla de cómo esto fue un golpe inmenso para la comunidad de inmigrantes árabes al verse personalmente afectados por la muerte de uno de los suyos, mostrándose inconsolables cuando el coronel Aponte asiste de familia en familia para asegurarse de que ninguno de ellos intentaría vengarse de los Vicario. 

No hay una mejor cita que explique las consecuencias de lo anterior, que la siguiente: 

Durante años no pudimos hablar de otra cosa. Nuestra conducta diaria, dominada hasta entonces por tantos hábitos lineales, había empezado a girar de golpe en torno de una misma ansiedad común. 

Gabriel García Márquez, Crónica de una muerte anunciada.

Es la cita que lo dice todo, es la cita que nos dice las consecuencias, la que nos indica sin más discurso lo que fue: un trauma vivido en colectividad, una herida que no sanó, un dolor que la comunidad se ha visto obligada a callar de una forma mucho más profunda de lo que aparentan sus miembros, pues no les ha sido permitido reponerse. Lo que se encuentra entre ellos es imposible de tocar debido a un obstáculo supremo dentro de la narración: los verdaderos antagonistas de la historia: la tradición y el honor. 

La autora de origen ruso y nacionalizada francesa, Anne Ancelin Shützenberger (2006) en su conocido libro ¡Ay mis ancestros!, habla de uno de los particulares factores que llevan a la generación de un trauma: 

[…] ser ‘un miembro leal de un grupo dado’, en particular, de su familia, implica que cada uno se ve llevado a internalizar el espíritu, las esperanzas, las demandas, las expectativas de su grupo, y a utilizar un conjunto de actitudes específicas que permitan ajustarse a las conminaciones internas o internalizadas. Si uno no asume este tipo de obligaciones, se siente culpable. Esta culpabilidad constituye un sistema secundario de fuerza reguladora o un feedback negativo al comportamiento desleal.

(Ancelin, A, 2006, pág.63)

En el caso de Crónica de una muerte anunciada, estas “expectativas y demandas” se ven reflejadas en la actitud de la casa Vicario con respecto a la situación entera entre su hija, Santiago y Bayardo, el marido de Ángela. La tradición, la costumbre les exigía a los hermanos asesinar al culpable del agravio, a “defender” el honor de su hermana a costa de la vida de alguien más, siendo tanto así que el argumento principal de la defensa en el juicio es que se había cometido un crimen “en legítima defensa del honor”, tesis que no sólo fue expuesta, sino también aceptada para la posterior liberación de los hermanos. 

A pesar del dolor que este hecho pudiera causarles, a pesar de todas las vivencias que pudieran haber tenido con el acusado… la sociedad, su propia familia seguía viendo sus acciones no sólo como algo perdonable ante los ojos de Dios, sino también como una obligación. Un ritual que sólo provocó el dolor y el desvarío de un pueblo entero, era también, de muchas formas, sólo una cuestión de tiempo, un efecto secundario de la manera en la que estaba construido su mundo. Un crimen justificable. 

Es entonces cuando encontramos el verdadero corazón del trabajo de García, la tesis que venía defendiendo a través de su manera de contar esta historia: las causas y consecuencias de un trauma colectivo. 

El lector entonces puede juntar las piezas y comprender hacia dónde nos llevaba todo esto. No se trata únicamente de un crimen cometido al azar que pudo ser fácilmente prevenido; no se trata sólo de las perspectivas con las que se nos presenta una crónica que irónicamente no es cronológica. El trauma colectivo e histórico no se concreta tan sólo en un evento dado, sino que abarca el pasado, presente y futuro, de modo que las líneas del tiempo comienzan a borrarse en el procesamiento de muchas mentes. El inicio del trauma colectivo presentado en Crónica de una muerte anunciada es indefinible debido a todos esos pequeños anuncios que estuvieron presentes previamente, mismos que nadie quiso ver hasta que el crimen fue cometido. Como se ha visto, las consecuencias de un trauma colectivo aquejan durante un largo tiempo a las personas involucradas, pues los implicados sueles guardar un dolor común que, a su vez, anuncia otros conflictos psicológicos que aún han de venir.

Crónica de una muerte anunciada se trata, en el corazón, de una crítica ante: la manera en que nuestras sociedades deciden lidiar con el trauma, la tradición en la que hemos actuado con negligencia y vergüenza ante situaciones en las que debimos de entablar una conversación y enfrentar nuestro pasado y nuestro pensamiento en lugar de olvidar con tal de no sentir nada tan sólo para avanzar ciegamente hacia el futuro.

Referencias bibliográficas

Cayetano, A. (2016). La crónica y sus elementos. Obtenido de Academia. edu: https://www.academia.edu/4445035/La_cronica_y_sus_elementos

Borda Bohigas , J. P., Carrillo, J. O., Garzón , D. F., Ramírez , M. P., & Rodríguez , N. (2014). Trauma histórico. Revisión sistemática de un abordaje diferente al conflicto armado. Revista colombiana de psiquiatría, 41.

E., S. L. (julio/ septiembre de 2016). Personalidad ante el trauma en el siglo XXI: Fragilidad y antifragilidad ante el trauma. Sanidad militar, 73(3). Obtenido de https://scielo.isciii.es/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1887-85712016000300007#:~:text=Consecuencias%20del%20trauma%3A%20Fragilidad%20y%20TEPT&text=La%20evitaci%C3%B3n%20de%20recuerdos%2C%20pensamientos,m%C3%A1s%20irritable%2C%20hipervigilante%2C%20et

Salvador, M. C. (2019). La transmisión transgeneracional del trauma en la familia y la cultura. Obtenido de Aleces.com : https://aleces.com/wp-content/uploads/2019/08/articulo-5.pdf

Shützenberger, A. A. (2006). ¡Ay, mis ancestros!: Vínculos transgeneracionales, secretos de familia, síndrome de aniversario, transmisión de traumatismos y práctica del genosociograma . Editorial Omeba .