Reseña: El vagabundo de las estrellas, de Jack London
reseña El vagabundo de las estrellas de Jack London
Publicada en 1913, tres años antes de su muerte, El vagabundo de las estrellas fue la última novela escrita por John Griffith Chaney, autor norteamericano conocido como Jack London, el célebre seudónimo que usó para firmar sus libros.
Sobre la vida de Jack London
Nacido en 1876, en un hogar de muy modestos recursos, con un padre dedicado a la astrología y una madre ocupada en faenas espiritistas, London tuvo una vida corta, pero intensa. De formación autodidacta, fue cazador de focas en las costas del Japón, obrero de caminos en Canadá y buscador de oro en las tierras inhóspitas de Klondike, en Alaska, de donde regresó con la salud resquebrajada y sin la fortuna que esperó conseguir, pero repleto de historias que se convertirían en joyas de la literatura universal. Los cuentos contenidos en La quimera del oro, y las novelas Colmillo blanco y El llamado de la naturaleza, son algunas de las obras en que las aventuras que vivió fueron la materia sobre la que trabajó su talento creador.
Pero no solo fue la ficción el territorio donde este escritor fundamental plasmaría sus historias. También incursionó en el ámbito del periodismo. Interesado en sacar a luz el lado oculto de la opulencia capitalista, viajó a Inglaterra –emblema por entonces del industrialismo voraz– a explorar la vida de aquellos a los que el sistema había excluido de las bondades del progreso. Gente del abismo fue el producto de esa pesquisa llevada al límite en un audaz intento de registrar los testimonios provenientes de los extramuros en que habitaban la miseria y la marginalidad.
Reseña de El vagabundo de las estrellas
El vagabundo de las estrellas, a su vez, narra la historia de Darrell Standing, catedrático condenado a cadena perpetua por el asesinato del profesor Haskell, colega suyo, a raíz de una disputa pasional. Ya recluido en la prisión de San Quintín, y tras una calumnia lanzada en su contra, es encerrado en una celda de aislamiento, donde soporta crueles castigos. De los ocho años que permanecerá en prisión, cinco los pasará en aquel sórdido rincón. La camisa de fuerza es el sufrimiento más extremo a que es sometido. Pero poco a poco logra dominar su mente al punto de entrar en un estado, al que llama «la pequeña muerte», que le permite trasladarse a un plano alterno de la realidad donde descubre que ha vivido otras vidas.
Sus penurias en esa zona de la cárcel, las comparte con dos presidiarios que se convierten en sus camaradas: Ed Morrell y Jake Oppenheimer. Los tres amigos inventan un sistema de comunicación basado en sutiles sonidos hechos golpeando el suelo o la pared, rompiendo así en alguna medida el aislamiento en que se encuentran. Ed es quien ayuda a Darrell a perfeccionar el dominio de las facultades que le permiten evadirse de las coordenadas que gobiernan el mundo material; Jake, por su parte, se muestra escéptico e intransigente frente a las historias que escucha relatar a sus compañeros de infortunio.
Cuando el rigor del castigo es extremado y se lo inmoviliza en la camisa de fuerza, que apenas le permite respirar, Darrell, dueño de un control mental que anula las demandas de su organismo, sometido a la mortificación física y a las restricciones de la materia, atraviesa el cosmos en un viaje en que su espíritu vagabundea por dimensiones ajenas a las limitaciones del espacio y el tiempo, yendo y viniendo por épocas y lugares diversos. Los avatares de sus vidas pasadas lo llevan a través de la Francia del siglo XIX, en donde fue un conde audaz en el amor y temerario en los duelos de honor; y a Norteamérica, durante la expulsión de los mormones, encarnado en un niño valiente que huye con su familia hacia California en una enorme caravana de cuarenta carretas. También recordará sus vidas en la Polinesia y en Corea, en el norte de Dinamarca y en Roma, en tiempos de Jesús y en la época prehistórica, como miembro de una horda. En todas estas vidas, el amor es un elemento que destella con viveza y otorga sentido a su vida; la figura de la mujer, aunque delineada desde una perspectiva en que asoma un innegable machismo, es exaltada. Pero hay otra presencia constante. Es la «ira roja»: aquel impulso violento y en ocasiones sanguinario que lo ha precipitado siempre en la desgracia.
Tras golpear a un carcelero, y debido a una legislación absurda que castiga con cruel desproporción este hecho, Darrell es condenado a muerte.
Recorriendo la serie de sus vidas pasadas, evadiéndose a la constricción de la materia, Darrell Standing ha experimentado la liberación. Ha logrado efectuar un viaje a través del paisaje estelar y comprendido que, el espíritu pervive y trasciende la condena de la extinción a que cada encarnación se ve sometida.; que es el espíritu el que recorre, en un itinerario que se insinúa eterno, el ilimitado universo. Pero también a través de la escritura ese viaje es posible y es posible también burlar la condena a muerte que el despiadado sistema ha dictado contra él. A la espera del cumplimiento de su sentencia, ahora en el Corredor de la Muerte de Folsom, ocupa sus últimos días en trasladar al papel las aventuras de sus vidas anteriores, relatadas con el ritmo trepidante de quien siente la presencia de lo inevitable a sus espaldas. El manuscrito, gracias a Ed Morrell, su entrañable camarada, habrá de traspasar los muros de la prisión para ser publicado. Finalmente, aquellas existencias pasadas sobrevivirán situadas en el plano de la literatura, una dimensión paralela al mundo en que vivimos –o creemos vivir– una sola vez. Y los ojos de miles, de millones de lectores, revivirán cada vez que recorran sus páginas aquellos destinos y el destino del propio Darrell. La vibrante narración en primera persona nos sumerge en el torrente de su pensamiento, atravesado por el sufrimiento, pero mitigado por una sabia contemplación de la vida, y nos envuelve en el vértigo de su viaje cósmico, promesa de que la muerte no es realmente el final.
Conclusión
La última novela de London es un ejercicio de especulación filosófica acerca del sentido último de la existencia, un vibrante alegato contra la pena de muerte, una denuncia de la crueldad del proyecto civilizatorio de la cultura occidental y un guiño al poder creador y liberador de la literatura. Sin llegar a ser la más conocida de sus historias, El vagabundo de las estrellas es una obra maestra. Entre las páginas de esta sobrecogedora historia aparece rotundamente expresada la intuición que su autor acogía acerca de ese gran enigma que es el hombre y su destino.