Cuando el viento se levanta

Cuando el viento se levanta de Hayao Miyazaki

¿Qué es lo que nos motiva a soñar? ¿Por qué soñamos? ¿Será que la incognoscible y arrebatada idea de mirar más allá de nuestra realidad es una imperante necesidad? Sigmund Freud seguramente nos diría que todo gira en torno a nuestro deseo; Gastón Bachelard, por su parte, diría que nuestros sueños responden a un acto de la imaginación y su innegable ambivalencia. Pero Hayao Miyazaki sólo podría tener una respuesta a la interrogante: Se sueña para volar.

El origen de un genio

Nacido en Tokio el 5 de enero de 1941, Hayao Miyazaki es, probablemente, el director de animación más famoso del mundo, al menos en lo que respecta a las últimas décadas. Cuando era joven aseguraba que seguiría fervientemente los pasos de su padre, por lo que cursó la carrera de Ciencias Económicas. Pero su talento lo llevó por otros caminos.

Hayao comenzó a trabajar en Toei Animation bajo el cargo de intercalador (encargado de dibujos en movimiento), donde conoció a Isao Takahata, lo que lo llevó a colaborar en los animes HeidiMarco y Ana de las Tejas Verdes para el estudio Zuiyô Enterprise, que más tarde se convertiría en Nippon Animation. En 1978 dirige su primera serie Conan, el Niño del Futuro y en 1979 su primera película El Castillo de Cagliostro, la ópera prima que marcó su fructífera trayectoria.

Años después, ya con el Studio Ghibli en mente, fue desarrollando proyectos personales. En 1982 el manga Kaze no Tani no Naushika (Nausicaä del Valle del Viento) apareció por primera vez en la revista Animage, lo que fue un gran impulso a su carrera, ya que mostraba un estilo diferente, pasando del cómic infantil clásico a un dibujo que marcaría una tendencia.

Mientras Miyazaki se desempeñó de manera independiente, se dedicó a trabajar en un manga que tuvo muy buena recepción por parte de los lectores y se le ofreció la oportunidad de hacer una versión animada de Nausicaä. Este ofrecimiento le dio por fin la oportunidad de realizar su ansiado proyecto: su propio estudio de animación, hoy en día una institución a nivel internacional.

Es así que, con filmes como La Princesa MononokeMi Vecino TotoroEl Castillo VagabundoPorco Rosso y el ya famosísimo Viaje de Chihiro, Miyazaki se ha consagrado como uno de los íconos de la animación de la actualidad.

Creando en el aire

Tras casi cinco años de no dirigir, y después de anunciar su supuesto retiro, Miyazaki dio rienda suelta a la imaginación nuevamente en 2013. Contando con 73 años de edad, el titán de la animación japonesa dijo que Kaze Tachinu/The Wind Rises sería su última película (aunque sabemos que no fue así). Basada en la novela corta Se Levanta el Viento de Tatsuo Hori, a diferencia de sus demás películas, esta cinta no es precisamente una historia para niños (¿alguna vez sus filmes lo han sido?). La película narra el retrato de un joven japonés que sueña con la creación de máquinas voladoras. Jiro, además de ingeniero y diseñador aeronáutico, sueña con volar. Desde muy temprana edad realiza dibujos aeronáuticos y se une a una importante empresa de ingeniería japonesa en 1927, lo que lo lleva a convertirse en uno de los más innovadores y exitosos diseñadores de aviones del mundo. Sin embargo, nunca imagina que sus creaciones serán utilizadas con fines bélicos. La cinta narra parte de este proceso, que representa eventos históricos clave como el Gran Terremoto de Kanto de 1923, la Gran Depresión, la epidemia de la tuberculosis y la caída de Japón en la guerra. Sólo hay un susurro de distinción entre la realidad y los sueños que, literalmente, lo hacen emprender el vuelo, una especie de mezcla entre la fantasía y la realidad fáctica de Miyazaki, una realidad que vivió en carne propia.

El título, tanto de la novela como del filme, es culpa de Paul Valéry: “El viento va en aumento, hay que tratar de vivir” (Le marin cimetière, 1920), y no es otra cosa que una consecuencia del carpe diem budista: la voluntad, pero no una voluntad Schopenhaueriana en donde se responde al fenómeno del deseo propio más allá de la representación, sino una voluntad creadora que rompe con lo cíclico como el viento, sin dejar de lado lo único perpetuo en el mundo: el cambio. En Se Levanta el Viento, ese viento lleva al parasol de una niña frágil, Nahoko, la voz del soñador Jiro. Su amor se idealiza, pero lo que es un ideal también se vuelve palpable, y como consecuencia, verdadero.

Para desarrollar la historia, Miyazaki decidió complicar su proceso aún más mediante la adopción de una estética realista, similar más a una película de acción en vivo. Mientras había jugado en el pasado con la realización de una película de esta manera, mencionó en una reciente entrevista que su colega y socio de toda la vida, Toshio Suzuki, finalmente lo convenció. “Yo le dije que si creábamos una película de este tipo sería como cavar la tumba de Studio Ghibli (…) Estábamos empezando a crear algo que era lo contrario de lo que habíamos estado haciendo. Pero él sólo se rió”, mencionó Miyazaki.

El resultado fue realmente fantástico, una labor titánica que a pesar de ciertos detalles notorios, logró constituirse. “Cuando veo la película y veo esas escenas (las erróneas) trato de mirar a otro lado, así que no veo nada. Por supuesto, sé cómo corregir esas escenas, pero no tenemos suficiente tiempo y energía. Hay muchos directores que ni siquiera miran los dibujos. Pero yo soy un animador. Sólo puedo expresarme dibujando”. Y en verdad lo hace de cabal manera.

De la región Otaku para el mundo

A pesar de lo que la mayoría de las personas creen, no se requiere ser un Otaku (aficionado al manga japonés) para disfrutar de una buena cinta animada. Las variantes son interminables. En Japón se fabrica anime como en México enchiladas, pero ¿qué es lo que hace a Miyazaki tan relevante? El director es romántico, trágico, extraordinario y profundamente fantasioso: La animación de Miyazaki es un tributo al mundo onírico, un homenaje al deseo y a la relación armónica de los mundos opuestos. A través de sus cintas, el director nos permite desprender los pies del suelo por un momento a través de historias que coquetean de cerca con el surrealismo. Sus personajes, entes engendrados en el inconsciente individual para volverse referentes colectivos, nos arrebatan, literalmente, de la butaca para hacernos crecer como la hierba que se esconde en el pozo, dentro de su propia narrativa.

Cuando Los Simpsons rindieron homenaje a la leyenda de animación, el video rápidamente se volvió viral, obteniendo casi de inmediato 10 millones de visitas en YouTube. El productor ejecutivo de la serie, Al Jean, dijo que su equipo había estado tratando de trabajar en un homenaje al animador japopnés en su show por lo menos durante una década.

Miyazaki se ha ganado un público devoto, y no sólo en el mundo de la animación; además ha sido una influencia en todas las áreas del rubro. “En los primeros días de Pixar –dijo el director Lee Unkrich en una entrevista– a menudo se mostraban películas de Miyazaki y todos se entusiasmaban con ellas. Sus películas son absolutamente preciosas. Yo podría hacer una pausa en sus películas y simplemente pasar el tiempo inmerso en la belleza de las pinturas que utiliza en cualquier escena”.

Y es que Miyazaki no sólo es un grandioso animador, es un excelente dramaturgo, un imperioso guionista y un mejor soñador. Su trabajo ha sido multipremiado y reconocido por distintas instituciones (incluyendo la Academia de las Artes y de las Ciencias Cinematográficas estadounidense), además de haberle dado la vuelta al mundo en distintos festivales. Si no conoces su trabajo, te recomiendo que veas alguna de sus cintas, especialmente Cuando el viento se levanta, seas o no un fanático de la animación. Si eres, por otro lado, un espíritu curioso en busca de nuevas experiencias, en verdad vale la pena echar un ojo a su obra. Así que toma tu linterna y prepara ropa ligera, porque cuando se trata de volar, no hay ningún otro precepto que ser liviano.

 

Salir de la versión móvil