Me llamo Petra Herrera

Biografía Petra Herrera

Algunos estudios de Freud afirman que el nombre propio es inseparable de la persona, asumir un nombre es comenzar a construir la identidad propia; en el acto de nombrar también se ejercen ciertas fuerzas narcisistas que implican una apropiación de aquello que se nombra. Nombrarse a sí mismo sirve tanto para reafirmarse como para tomar un lugar en el mundo que habitamos. Por lo que se sabe, Petra tenía claro el lugar que quería tomar en el mundo convulso revolucionario de principios del siglo XX en México, y por eso se nombró Pedro.

Lo que se sabe de la vida de Petra Herrera tiene tantos tintes cinematográficos y tan pocos acercamientos investigativos académicos –como es el caso de muchas otras mujeres a las que la historia no ha reconocido–que intentar hacer un ejercicio de verdadero entendimiento de su personalidad no es tan simple; ella aparece enigmática y poderosa, al mismo tiempo imponente y callada, hosca y carismática, fuerte, inteligente, activa, vanguardista; todas las características que necesita un líder en el campo de batalla. Fue de los mejores soldados de Pancho Villa, demostró una fiereza única en la toma de armas y desarrolló un amplio conocimiento de los explosivos.

El año de su nacimiento no se sabe con exactitud; algunas fuentes refieren que fue en 1911. Petra militaba con el ejército maderista (Montaño, 2020) cuando tenía alrededor de 24 años; tampoco se tienen registros de sus años de infancia y adolescencia, sin embargo el elemento que parece tener mayor impacto, es el hecho de que haya ingresado a la lucha armada revolucionaria haciéndose pasar por hombre. La historia, con todos esos toques ficcionales de los que no puede escapar, otorga incluso algunos detalles casi inverosímiles como el hecho de que rutinariamente madrugaba para fingir que se estaba afeitando, que deliberadamente descuidaba la ropa que utilizaba y se ensuciaba a propósito. Como soldado fue acumulando una serie de aciertos que le valieron para forjar una reputación sólida, merecedora del respeto de las tropas. Dirigió misiones, planeó y ejecutó estrategias mediante las que se ganaron batallas, fue la líder en la primera y segunda batalla de Torreón en 1911 y 1914 respectivamente, y una vez que su talento y su audacia le permitieron gozar de cierto reconocimiento entre los soldados, decidió hacerles saber a todos que en realidad era una mujer.

Ésta es la parte más tensa en el guion de cualquier drama que basa su narrativa en el sostenimiento de una mentira: el momento en el que la verdad es revelada y los implicados no reaccionan como la audiencia esperaba. Uno de los elementos que me parecen más interesantes en la historia de Petra, es que a pesar de todo ella buscaba una reivindicación para las mujeres; si se presenta como hombre, es sólo porque sabe que no existe otra forma de entrar y pertenecer a ese mundo en el que las mujeres no tenían cabida; pero al estar segura de sus capacidades se declara y se reafirma, a partir de su nombre. En la película “El viaje de Chihiro” (2001) la bruja Yubaba le cambia el nombre a la protagonista como una forma de ejercer control sobre ella; la misión de Chihiro es no olvidarse de su nombre, no perder su identidad ni su esencia, no acostumbrarse a la locura de un mundo en el que nada parece tener sentido. Montaño (2020) recupera una frase que al parecer fue dicha por Petra Herrera al momento de revelar su identidad: “Soy mujer y voy a seguir sirviendo como soldada con mi nombre verdadero”. Petra no es Pedro y Pedro nunca va a ser Petra.

Sin embargo, este hecho resultó en que los logros que Petra había alcanzado como Pedro no fueron reconocidos y los rangos a los que aspiraba gracias al trabajo que había realizado, nunca le fueron otorgados. El propio Villa se negó a dar crédito a una mujer y la expulsó de las tropas. El hecho de que el machismo mexicano tenga sus raíces clavadas en lo más profundo de las tradiciones fue la causa de que Petra abandonara el ejército villista, pero resuelta y arrojada como había demostrado que era, este traspié sólo sirvió para que organizara su propio regimiento conformado únicamente por mujeres.

En cierto sentido, el despertar que muchas de nosotras estamos viviendo ahora, reconociéndonos entre mujeres, hablando entre todas, compartiendo saberes, organizando encuentros, formando tribu, creando redes de apoyo y acompañándonos en nuestros procesos tiene una correspondencia con la conformación del ejército de Petra Herrera y sus mil mujeres armadas; hay algunas fuentes que recuperan el hecho de que algunas de las que se enlistaron en estas filas, fueron sobrevivientes de violaciones, de raptos, algunas escaparon de las labores que tradicionalmente el patriarcado ha asignado para las mujeres, y que en la época de la revolución eran fundamentales para el mantenimiento de los soldados; todas ellas encontraron un lugar, una manada que las cobijó, un motivo para levantar los fusiles, aun a pesar de que la lucha seguía siendo dirigida por hombres; organizarse entre mujeres, aprender las unas de las otras, mirarse (mirarnos) como si fuéramos espejos, intentar entenderse, es una misión vital que nosotras, por Petra, no podemos darnos el lujo de perder.

Con su ejército, Petra se unió a las fuerzas carrancistas. A pesar de que había solicitado ser ascendida a generala, el más alto rango que le fue reconocido por los soldados de Carranza fue el de coronela; nunca pudo conseguir el nombramiento que su esfuerzo y su trabajo como líder militar le habían hecho merecedora. Participó en algunas batallas;, había ganado mucho renombre como una experta dinamitadora de puentes; siguió al frente de su regimiento durante unos meses, hasta que le ordenaron disolverlo.

Incluso los episodios finales de la vida de Petra Herrera parecen seguir una trama de suspenso. La historia cuenta que, tras la disolución de su tropa femenina se le asignó convertirse en espía; fue enviada a una cantina en Chihuahua para intentar obtener información del enemigo. Un día, durante una pelea de borrachos Petra fue atacada; a pesar de que sus habilidades militares le sirvieron para defenderse de los golpes, recibió varios disparos que, aunque no la mataron al instante, la llevaron finalmente a perder la vida días después a causa de las heridas; según los registros, no era mayor de 30 años.

No hay duda de que la figura de la soldadera en la Revolución ha tenido una serie de connotaciones que de cualquier modo responden a los estándares del patriarcado; por un lado las labores socialmente aceptadas eran las de un ángel que materna a la tropa, le prepara de comer, cura a los heridos, lava la ropa y está dispuesta siempre a atender los deseos sexuales de los soldados; pero por otro lado, gracias a Petra y a muchas otras, el panorama comenzó a cambiar; ellas abrieron espacios y, gracias a su fuerza, los roles de género después de la lucha armada no volvieron al mismo lugar.

Hay muchas lecciones que aprender de la vida de Petra, hay mucho por hacer ahora que la lucha es dirigida por nosotras. No bajemos los fusiles, hagamos la revolución.

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Referencias bibliográficas

Aroca María Celeste (2013). “La mujer en la Revolución Mexicana: una mirada a través del arte, la fotografía y el cine”. XIV Jornadas Interescuelas/Departamentos de Historia. Departamento de Historia de la Facultad de Filosofía y Letras. Universidad Nacional de Cuyo, Mendoza.

Ledezma Jiménez, Á. (2016). ¿Nombrarse o ser nombrado? El nombre como depositación. Wímb lu, ISSN-e 1659-2107, Vol. 11, Nº. 2, 2016 (Ejemplar dedicado a: Wimblu), págs. 31-39 Universidad de Costa Rica

Montaño Peñaloza, D. (2020). Petra Herrera y el ejército femenino. Colloqui. Cd. De México. 22 de Junio 2020. Recuperado en http://www.colloqui.org/colloqui/2020/6/22/petra-herrera-y-el-ejrcito-femenino

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