Nietzsche y la idea de voluntad mediante la música
Nietzsche, es uno de los filósofos contemporáneos más comúnmente referidos en la divulgación filosófica. Es difícil poder catalogar su obra dentro de una rama o subrama de la filosofía. Su sistema filosófico (si se pude llamar de esa manera), es una representación de los conocimientos con los que contaba y de sus propias reflexiones respecto a la vida. En todo caso, en sus primeras obras, como El nacimiento de la tragedia y La gaya ciencia este pensador se encasilló como un representante del pesimismo dionisiaco.
Evidentemente, su pesimismo fue inspirado en el aspecto práctico por sus propios padecimientos en cuanto a su salud física, la muerte de su padre y su mala suerte en el amor. Por otra parte, respecto a sus inspiraciones teórico-filosóficas, se puede encontrar a figuras como Schopenhauer y las reflexiones respecto al sufrimiento de los epicúreos y los estoicos.
Por tanto, Nietzsche no deja de lado la importancia de la historia de la filosofía para robustecer su pensamiento. Y en una de sus primeras obras: El nacimiento de la tragedia o helenismo y pesimismo, da muestra de lo fútil que es la vida humana, haciendo un recorrido por la cultura helénica y destacando sus aportaciones históricas.
Entre esas reflexiones, se pregunta: si la vida en sí misma tuviera sentido o fuera buena por su simple existencia, ¿por qué las culturas antiguas tuvieron que crear el teatro, la música, la ópera y en general cualquier tipo de arte? La respuesta a esta pregunta claramente es, para escapar del sufrimiento y el aburrimiento que implica la existencia.
Así pues, Nietzsche nos brinda muchos ejemplos de cómo el artista es un ser profundo y creativo (sus creaciones no las realiza simplemente para sí, de manera egoísta), haciendo especial énfasis en que el artista creador piensa en los demás, pues el arte es una fuente inagotable de apreciación estética para escapar momentáneamente del hastío de la vida. Por supuesto, en este punto, las coincidencias de pensamiento con Schopenhauer son muy importantes.
Ahora bien, para Nietzsche, entre todos los tipos de arte, la música es la auténtica representación de la voluntad, entendiendo por voluntad a todo deseo humano. En este sentido, la música puede ser flageladora, revitalizante, energizante, tranquilizante o relajante; en general, puede hacernos sentir cualquier emoción y amplificarla en nuestro cerebro. Su contemplación estética nos libera momentáneamente del hastío, el aburrimiento y la pesadumbre.
Por otra parte, Nietzsche también exalta la funcionalidad de la música para el ser humano al compararla con otros tipos de creaciones artísticas, como las artes plásticas. De acuerdo con Nietzsche, mientras que la música es la representación artística de la voluntad, las artes plásticas son el reflejo de la voluntad, un espejismo.
En definitiva, la música sería la mayor de las artes creadoras, la guía en el teatro y la tragedia de los griegos. Por su parte, aquel escenario trágico de la existencia, en última instancia, daría lugar a la comedia (tal como la mayoría de los males en nuestra existencia, que comienzan trágicamente, marcando nuestra vida por medio del sufrimiento, para después de un largo tiempo convertirse en risas). Esto es indicativo de la superación del mal que nos aqueja, aunque, también, de lo implícitamente absurda que es la vida.
Precisamente, el pesimismo dionisiaco de Nietzsche podría interpretarse como una puesta a punto para enfrentar cualquier dificultad para la vida, pues, si para quien fue su inspiración teórica, Schopenhauer, sólo se podía librar el sufrimiento por medio de la contemplación estética o el abandono de todo deseo terrenal, esto es: desear no desear; para Nietzsche, las dificultades de la vida son justamente las que hacen que la voluntad de vivir aumente. Porque para el bailarín común es bueno bailar sobre una superficie perfecta, pero no así para el bailarín experto, pues este preferiría bailar sobre el hielo más resbaladizo. De tal manera, esta especie de giro copernicano de las situaciones y la forma de interpretarlas, fue en última instancia lo que provocaría que a Nietzsche se le señalara de vitalista a pesar del nihilismo descrito en sus obras.
Por su parte, respecto a la verdad y la realidad, Nietzsche es un fiel seguidor de lo que argumentaban Sócrates y Kant. En primer lugar, saber que no se sabe nada constituye en sí mismo a la nada y el absurdo. La verdad, por tanto, no existiría, sino más bien, como diría Kant, la verdad y nuestra percepción de la realidad son relativas a la experiencia y los sentidos puestos en práctica. Así, Nietzsche sugiere la idea de que cada uno viva en su verdad, pero sin pretender que su verdad se convierta en “la verdad”. En todo caso, esta relativización de la realidad acaba por empoderar al individuo para formar su propio camino reflexivo y de acciones personales.
De cualquier forma, el dolor provocado por la existencia no dejara de aquejarnos mientras nos encontremos vivos, pero al menos contaremos con la voluntad de vencer los obstáculos, con la contemplación estética de creaciones artísticas y, más enérgicamente, con la música, para sortear toda especie de males.
Sin embargo, Nietzsche no fue una persona adulta que tuviera necesidad económica. Después de haber dado cátedra unos años, y con el posterior desarrollo de sus padecimientos, le fue dada una pensión; esto le permitiría dedicarse a la escritura y la reflexión del mundo. Por tanto, cabe preguntarse si este gran pensador sería tan “optimista” de no haber tenido esa suerte o de haber simplemente vivido en otro país distinto a Alemania, aunque esta crítica puede estar no muy bien fundamentada, pues cada pensador tiene condiciones de vida únicas que lo hacen ser quien es. Pensar en un Nietzsche no enfermizo y no alemán sería un despropósito en términos ontológicos. Quede en cada lector, opinar respecto al asunto.
Y claro, es bueno concluir con ejemplos. Entonces, regresando al caso del bailarín experimentado sobre hielo resbaladizo, la imposición de las facultades humanas sobre las dificultades propias de la existencia, constituiría toda suerte de voluntad. Esto es, voluntad de poder. Que resuelve todo, que diferencia vidas, que tiene por deber la impiedad de las facultades humanas sobre las desdichas y que en última instancia sería lo que daría valor a la vida de cada uno.
Bibliografía sugerida
Nietzsche, F. El nacimiento de la tragedia/ La ciencia jovial. Gredos.
Schopenhauer, A. El mundo como voluntad y representación I. Trotta.
Schopenhauer, A. El mundo como voluntad y representación II. Trotta.