Antecedentes y causas de la Primera Guerra Mundial

Antecedentes y causas de la primera guerra mundial

Resumen:

La Primera Guerra Mundial, llamada también La Gran Guerra, fue un conflicto que comenzó en 1914 y terminó el 11 de noviembre 1918, causando al menos 13 millones de muertes. El enfrentamiento inició con el asesinato del heredero de la casa de Habsburgo, Francisco Fernando, que desencadenó una serie de acontecimientos que determinaron la historia entera del siglo XX; desde la desaparición del Imperio austrohúngaro, hasta el nazismo y la posterior Guerra Fría.

Introducción

El siglo XX estuvo marcado por la guerra y las armas de destrucción masiva; sin embargo, sus primeros años daban la impresión de que sería un siglo de paz, estabilidad, desarrollo artístico, cultural, económico y político, pero, sobre todo de progreso científico y tecnológico. La primera y segunda revolución industrial, de los siglos anteriores habían permitido a los europeos realizar avances tecnológicos a una velocidad nunca antes vista. El arte y el comercio estaban en auge y la economía y la política parecían estables.

Los grandes imperios y las nuevas naciones europeas comenzaron a encaminarse en una lucha por el desarrollo. Gran Bretaña, que desde hacía unos años había revolucionado el sistema de transporte londinense con la primera línea del metro del mundo, ahora conquistaba los mares con sus innovadoras flotas de vapor. Las calles de París eran iluminadas con el nuevo sistema eléctrico. Los franceses mostraban con orgullo sus últimos y veloces cañones de guerra, mientras que los alemanes se jactaban de sus trasatlánticos, capaces de cruzar el océano en sólo 5 días. El ferrocarril y los sistemas de comunicación también tuvieron grandes avances a fines del siglo XIX e inicios del XX. Los adelantos tecnológicos generaron una competencia entre las naciones europeas, que más que desear luchar cuerpo a cuerpo, lo hacían a través de su producción industrial y desarrollo tecnológico.

Por su parte, en América, Estados Unidos también se consolidaba como una fuerte nación tecnológica y bélica. El inicio de la aviación con los hermanos Wright, convertía el sueño de volar en algo posible. El progreso de los sistemas de transporte acortó las distancias y conectó por primera vez a todas las naciones del mundo, eliminando la segura distancia entre América y la gran masa terrestre compuesta por Europa, Asia y África. La geopolítica había nacido.

A fines del siglo XIX e inicios del XX, las luchas de los estados europeos por la conquista y colonización de territorios africanos y asiáticos, además de la zona de los Balcanes,  eran anuncio de una inevitable guerra entre las naciones que hasta entonces, gracias a pactos y acuerdos, habían logrado mantener una aparente paz.

Sumado a todos estos vertiginosos cambios, los deseos imperialistas, el nacionalismo y las nuevas y mal interpretadas ideas de Darwin y Nietzsche sobre la sobrevivencia del más apto y el superhombre respectivamente, conjuntamente con las teorías marxistas y otros influyentes pensadores del siglo, hacían de Europa un continente que se mantenía en una delgada línea de equilibrio que evitaba la guerra.

El antiguo orden mundial se encontraba endeble ante el creciente capitalismo industrial. La aristocracia se veía amenazada, frente al aumento de la burguesía. Sin embargo, los viejos regímenes aún tenían la fuerza para mantener cierto orden. De ese modo, el desarrollo tecnológico, científico, artístico, cultural y filosófico, dieron por algunos años, conocidos como la La Belle Époque, la ilusión de un mundo glorioso, positivista y encaminado hacia el progreso. El espejismo se rompió el 28 de junio con el asesinato de Francisco Fernando, heredero al trono del imperio austrohúngaro, lo cual desembocaría en la más larga y destructiva guerra que el hombre había visto hasta entonces, la Primera Guerra Mundial[1].

Antecedentes

La Belle Époque había sido un periodo de esplendor, antes del estallido de la guerra; sin embargo, fue así sólo para algunos privilegiados, nobles y burgueses. Por otra parte, crecía el descontento y la miseria entre la clase obrera y trabajadora. Esta desigualdad social, derivó en la Revolución rusa de 1905 y algunas otras manifestaciones alrededor del continente, de una clase que deseaba salir de la marginación y la miseria. Sumadas a esto, las nuevas ideas de la modernidad y el feminismo, crearon un ambiente de tensión e inestabilidad creciente.

El feminismo militante, el socialismo radical, el terrorismo anarquista, el sectarismo religioso, el nacionalismo y el antagonismo entre clases sociales distorsionaban la supuesta armonía social en el seno de los estados europeos. Al mismo tiempo convivían un sentimiento de regocijo ante los logros conseguidos y otro de inexplicable malaise. El regocijo surgía de las emociones de la época: el relajamiento de las convenciones sociales y la irresistible fuerza del progreso y la tecnología; el malestar provenía de la incertidumbre sobre hacia dónde llevaba ese cambio y qué modelo adoptaría la moderna nación industrial. El «modernismo», término muy debatido, provocaba entusiasmo y aprensión por igual. Parecía evidente que se estaba construyendo un nuevo mundo sin que se rasgaran las urdimbres del antiguo.[2]

El nacionalismo y la carrera armamentista, representada por la “paz armada” estaban en su apogeo. El imperio austrohúngaro estaba compuesto por minorías de diversos pueblos con su lenguaje y costumbres propias, lo que representaba un peligro para su unidad.

Serbia había sido un gran imperio hasta el siglo XIV; sin embargo, durante la batalla de Kosovo en 1389, cayó ante los turcos y quedó bajo el dominio del Imperio otomano, del cual no se pudo librar hasta fines del siglo XIX. Tras la independencia de Serbia en 1878, varios nacionalistas anhelaron la reconstrucción de su antiguo imperio, por lo que, en 1912 se enfrentaron a los búlgaros por Macedonia y resultaron vencedores. Con ese triunfo, su gran ánimo nacionalista y el impulso que Rusia les estaba dando, la ambición serbia fue en aumento, pero existía un problema, si realmente Serbia deseaba volver a ser el gran imperio había sido hace 500 años, debía forzosamente enfrentarse con Austria-Hungría, que ahora controlaba la región de los Balcanes.

El Imperio Austro-húngaro que se había aliado con Alemania debido a sus intereses para dominar el territorio de los Balcanes, logró, tras el Congreso de Berlín de 1878, la administración de Bosnia y Herzegovina. Este hecho provocó una enorme molestia entre los partidarios de la construcción de una Gran Serbia, pues deseaban la anexión de Bosnia para su propio territorio. Por otra parte, el heredero del imperio, el archiduque Francisco Fernando tenía planeado renovar el sistema imperial y convertirlo en una federación moderna, con lo cual peligraba que los eslavos se apaciguasen y el anhelo por la construcción de la Gran Serbia nunca llegara a su concreción; por ello, el archiduque se había convertido en un gran enemigo para los nacionalistas serbios.

Causas

A mediados de 1914 Europa se encontraba en esplendor; ninguna de sus naciones se imaginaba el latente inicio de una guerra; sin embargo, el 28 de junio, el archiduque Francisco Fernando y su esposa se encontraban en Sarajevo, Bosnia, para unas maniobras militares, cuando fueron atacados por un grupo de siete nacionalistas bosnio-serbios quienes les dieron muerte.

Este hecho tuvo un importante trasfondo. Cada 28 de junio, los serbios conmemoraban la batalla de Kosovo de 1389, en la que habían perdido contra los turcos y tras la cual habían sido dominados por el Imperio Otomano hasta 1878. A inicios del siglo XX, la opresión de Serbia estaba representada por el Imperio austrohúngaro, sucesor del Imperio otomano en la región de los Balcanes.

Los serbios que deseaban anexar a su territorio Bosnia y Herzegovina[3], bajo la administración austrohúngara, vieron en la visita del archiduque no sólo un insulto (debido a la fecha), sino también una oportunidad para realizar un atentado contra el heredero del Imperio al cual odiaban.

El primer ministro serbio intentó dar aviso, de manera velada, a los austrohúngaros; sin embargo, éstos no comprendieron el mensaje y la visita se realizó. Después de un primer ataque fallido, el archiduque y su esposa perdieron la vida tras recibir un disparo de mano de Gavrilo Princip. Gracias al telégrafo, la noticia del asesinato se esparció rápidamente por Europa y el mundo entero, mas, el clima festivo del verano permitió que el asesinato del archiduque pasara temporalmente desapercibido.

Fue casi un mes después del asesinato del archiduque que comenzaron las movilizaciones diplomáticas, con la llamada “crisis de julio”. Antes de declarar una guerra, los austrohúngaros necesitaban saber si Alemania los apoyaría en un conflicto bélico; sin embargo, durante este tiempo, dieron oportunidad de que los rusos y los franceses dieran su apoyo a los serbios. Se habían conformado dos bloques, el de las Potencias centrales (Austria-Hungría y Alemania) y la Triple Entente o los Aliados, (Francia, Gran Bretaña y Rusia, que apoyaban a Serbia).

Inicio y fin de la guerra

El 23 de julio, dando un lapso de 48 horas para responder, Austria envió a Serbia una lista de demandas, entre las que se exigía la investigación de los servicios secretos serbios y su relación con el atentado de Kosovo. Cualquier negativa significaría la guerra. Serbia respondió, de manera magistral, y con el respaldo de Rusia ante un posible conflicto. Los serbios aceptaron, con algunos matices, casi todo lo solicitado por Austria, con lo que dejaban ver ante el mundo, que si el imperio les declaraba la guerra sería porque fueron poco razonables; sin embargo, no les concedió la petición más importante: que los austriacos utilizaran sus fuerzas para la indagación del atentado, debido a que eso pondría en riesgo la soberanía serbia y sería una violación a la Constitución y el procedimiento penal.

Ante tal respuesta, los austriacos sintieron que no quedaba más salida que la guerra, por ello el 8 de julio de 1914 Austria-Hungría le declaró la guerra a Serbia. Los alemanes hubieran querido actuar más lentamente, pero, si deseaban ganar tenían que movilizarse velozmente, ya que no podrían aguantar mucho tiempo una embestida por dos frentes, Francia y Rusia.

El 31 de julio Rusia decretó su movilización general, mientras que Alemania y Francia lo hicieron el 1 de agosto. El 3 de agosto Alemania le declaró la guerra a Francia y un día después invadía Bélgica. Así comenzó la guerra, que de acuerdo a lo planeado por las naciones sería corta; sin embargo, al final tendría una duración cuatro años.

El inicio de la guerra generó un gran entusiasmo entre los jóvenes europeos que se encontraban deseosos de participar en el conflicto, pues creían que la guerra era el medio para un estado superior, un canal liberador de los sectores oprimidos; no obstante, el sentimiento duró poco y paulatinamente desapareció.

La Primera Guerra Mundial fue el primer conflicto bélico entre estados modernos, altamente organizados y armados con tecnología de destrucción masiva y grandes recursos industriales. Esta guerra supuso el fin de un mundo dominado por la aristocracia y los grandes imperios y dio paso a la época de las naciones y el capitalismo económico. Debido a la interrupción del comercio internacional y a los grandes movimientos obreros de esta época, Europa viviría una fuerte crisis económica.

Bibliografía

Lozano, Álvaro. XX Un siglo tempestuoso, La esfera de los Libros, Madrid, 2016.

Lozano, Álvaro. Breve historia de la Primera Guerra Mundial, Ediciones Nowtilus, S.L., Madrid, 2011.

Notas

[1] El nombre, Primera Guerra Mundial fue acuñado por el coronel Charles Repington, quien había sido corresponsal de guerra y publicado sus diarios bajo el título, La primera guerra mundial. A pesar de que los contemporáneos al conflicto le llamaron La Gran Guerra, pronto el término Primera Guerra Mundial se fue consolidando, siendo el término con el que la conocemos en la actualidad.

[2] Álvaro Lozano, XX. Un siglo tempestuoso, p.50

[3] Los bosnios también querían anexarse a Serbia.

 

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