Primera y segunda revolución industrial

Primera y segunda revolución industrial

Resumen: En el siguiente artículo son descritas las características de lo que en historia mundial es señalado como primera y segunda revolución industrial.

Introducción

La primera revolución industrial inició en la segunda mitad del siglo XVIII (1760) y se extendió hasta la segunda mitad del XIX, concluyendo en 1860. La segunda revolución industrial ocurrió de 1860 a 1914.

Estas etapas han sido notorias en la historia de la humanidad por el acelerado desarrollo técnico en ellas, y en este aspecto destaca la primera revolución industrial, que trajo cambios drásticos al paisaje de la sociedad humana, como no había ocurrido desde el neolítico.

Primera revolución industrial

La primera revolución industrial tuvo su origen en Gran Bretaña, aproximadamente en 1760, extendiéndose durante los siguientes cien años hacia la mayoría de los países que constituían a Europa en aquel entonces, y también a los recientemente conformados Estados Unidos de América.

Durante la primera revolución industrial, las naciones afectadas pasaron de una economía rural, basada en la agricultura y el comercio, a una economía urbana, industrializada, mecanizada, simplificada y, así, masificada. En 1800 se alcanzó a tener un crecimiento sostenido de la riqueza que permitió la transición hacia un uso amplio de novedosas máquinas, especialmente en el transporte y el trabajo, abandonando la tracción animal y la producción basada en las labores manuales.

Las máquinas para trabajar textiles y para extraer carbón de las minas son características del comienzo de la primera revolución industrial, aunque lo más representativo de este periodo estaba por venir. En 1769 James Watt patentó la primera de las miles de máquinas de vapor que habían de ser usadas durante esta época en barcos, ferrocarriles, construcciones y fábricas de diversa índole, a lo largo y ancho del mundo.

El personaje más destacado de la primera revolución industrial es, por lo tanto, el escocés James Watt, quien inventó y patentó la máquina de vapor en 1769.

Segunda revolución industrial

La segunda revolución industrial ocurrió inmediatamente después de la primera. Generalmente se le ubica entre 1860 y 1914. Su desarrollo fue más acelerado y amplio que en la etapa anterior, llegando a alcanzar el Asia, a través del imperio japonés.

Durante este segundo periodo de grandes avances técnicos vividos por la humanidad, hubo una serie de personajes, invenciones y sucesos notables que habían de cambiar el tipo de industria que las naciones ostentaban, así como sus sistemas económicos, científicos, educativos, laborales y políticos.

Además de lo mencionado, la segunda revolución industrial destaca como una etapa importante para la humanidad por representar también lo que los historiadores económicos llaman “primera globalización”.

El origen de la segunda revolución de la industria mundial es ubicado alrededor de 1860 porque entre ese año y 1914, en Estados Unidos y Alemania fueron realizadas muchas invenciones que acabarían por conformar un nuevo sistema tecnológico, definitivamente distinto al de la primera revolución industrial.

Uno de los inventos más trascendentes de la segunda revolución industrial es el motor de combustión interna, desarrollado y patentado como lo conocemos hoy, por el alemán Nikolaus Otto, en 1886. Y aunque las máquinas de vapor vieron su auge durante la segunda revolución industrial (por la construcción de miles de kilómetros de vías férreas y enormes barcos de calderas a vapor), el motor de combustión interna aparece como el factor técnico de transformación industrial que había de llevar hacia el desarrollo tecnológico vivido en el siglo XX.

Para 1914 Henry Ford ya había vendido más de 250,000 unidades de su modelo T. Éste andaba con un motor de combustión interna y pronto se posicionó, junto con la también incipiente aviación, como el medio de transporte de mayor crecimiento.

Por otra parte, el auge del motor de combustión interna representa a la vez el auge en el uso de nuevos combustibles como el petróleo y el gas, que serían la base del desarrollo económico de las naciones durante el siglo entrante.

Pero volviendo al auge de los medios de transporte nacidos durante la primera revolución industrial, como son el ferrocarril y los barcos propulsados con vapor, cabe decir que su desarrollo durante la segunda revolución industrial fue espectacular. De contar con aproximadamente 4000 kilómetros de vías férreas en 1840, para 1870 el continente europeo pasó a tener más de 100,000, mientras que Estados Unidos llegó a construir más de 70,000 kilómetros, en escasos 30 años. Esto reafirmó al tren como el medio de transporte terrestre más utilizado, creándose así las grandes redes transcontinentales de América del Norte (hacia 1870) y de Eurasia (Transiberiano y Orient Express, hacia 1900).

El desarrollo exponencial de las vías del ferrocarril, al tiempo que estructuró un nuevo modelo de comercio internacional basado en la producción especializada de cada país y en el intercambio de materias a partir de precios estandarizados, también posibilitó enormes movimientos migratorios, al igual que los barcos de calderas que incluso transportaban grandes masas de gente en viajes intercontinentales, como fue el caso de los 55 millones de europeos que migraron a Norteamérica entre 1850 y 1940.

La causa de las grandes migraciones durante la segunda revolución industrial fue, principalmente, el tremendo crecimiento demográfico que hubo en Europa durante el siglo XVIII, que a su vez tuvo distintas causas que vale la pena señalar como motivos de los grandes movimientos poblacionales que iban a ocurrir en los albores del XX.

Un primer motivo de la explosión demográfica iniciada en la Europa del siglo XVIII, fue la capacidad exponencial que adquirieron las naciones para producir alimentos. Con el uso de nuevas técnicas y tecnologías, los países de ese entonces lograron obtener un mayor rendimiento de las tierras de cultivo, consecuentemente pudiendo tener más habitantes y fuerza de trabajo. Esto condujo a que se conglomeraran masas poblacionales muy grandes que encontraron en el tren y los trasatlánticos, los medios de transporte para buscar una vida mejor, en alguna otra patria que también estuviera en vías de desarrollo. Había surgidio una nueva clase social: el proletariado.

El segundo motivo del gran crecimiento poblacional que ocurrió en Europa y la mayor parte del mundo industrializado durante los siglos XVIII y XIX, fue la reducción de la tasa de mortalidad que generaron los avances en medicina, que más bien llevaron a un crecimiento sostenido en las tazas de natalidad.

Vistas así, la sobrepoblación y la migración masiva aparecen históricamente como consecuencias del desarrollo tecnológico, pero estos no son todos los efectos del poder de la técnica. El capitalismo nació con la segunda revolución industrial, durante la segunda mitad del siglo XIX, porque no habiendo ninguna ley preventiva ni aun el concepto de “monopolio”, el nuevo excedente de trabajadores fue aprovechado y capitalizado por la burguesía que poseía el dinero para hacerlo, y así unos cuantos controlaron el trabajo de muchísimos, muy rápidamente, y con la misma celeridad abarcaron y dominaron el mercado mundial. El siguiente paso fue crear una Unión de capitalistas, para así proteger sus riquezas y zonas de influencia. La investigación y el desarrollo de la ciencia, por lo tanto, se convirtieron en valores fundamentales para los países que se entregaron a la industrialización.

Fue en esta ápoca cuando surgieron nuevas potencias en innovación y desarrollo tecnológico, además de la vieja Inglaterra, como los ingeniosos alemanes, los perfeccionistas y ambiciosos japoneses, y los competitivos estadounidenses.

Finalmente, en la transición de la primera a la segunda revolución industrial también cambió radicalmente el aspecto de las ciudades, porque se pasó de usar el fuego como principal fuente de luz en faroles y veladoras, a la aplicación de la energía eléctrica en la iluminación de calles e interiores, a través de la novedosa bombilla incandescente. Esta última fue inventada por Joseph Wilson Swan en 1879, luego fue desarrolla por Thomas Alva Edison, quien patentó la bombilla incandescente de filamento de carbono, y eventualmente fue perfeccionada por el brillante Nikola Tesla, quien también perfeccionó la electrificación de las ciudades mediante la aún vigente “corriente alterna”.

Consecuencias de la primera y la segunda revolución industrial

Recapitulando, durante la segunda revolución industrial se dio el paso de la máquina de vapor y el carbón, al motor de combustión interna y la energía eléctrica, sin olvidar el paso de una economía local a una global, monopolista, y la transformación definitiva del paisaje rural en urbano.

Estas revoluciones industriales son dos sucesos importantísimos para la humanidad, ya que a partir de ellas se desarrollaron las tecnologías que han permitido hacer más cómoda y larga la vida, fundando los principios de nuestro actual orden mundial; sin embargo, sus efectos negativos no fueron calculados y hoy día los altos niveles de contaminación (especialmente por generación de CO2) derivados de la gran industrialización, son la causa del gran problema de nuestro tiempo: el calentamiento global.

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