La historia del arte, comentario en torno a un discurso hegemónico

La historia del arte

Introducción

El racismo es un fenómeno social que ha trascendido de distintas formas a lo largo de la historia, basta con visualizar manifestaciones concretas de racismo o xenofobia para descubrir que son más que fenómenos ideológicos. Discursos en torno al arte y a la historia del arte, desde la antigüedad griega, han justificado intelectualmente una única concepción de arte, con estándares selectivos en torno a los cuales se originaron las academias, el coleccionismo y las exhibiciones museísticas, y aunque estas narrativas también se consolidaron a partir de tensiones interculturales siempre derivó en la hegemonía del canon artístico occidental.

Los recientes estudios sobre el racismo han posibilitado interrogar la historia del arte, por ejemplo, a partir de la relación entre lo clásico como canon y lo primitivo como su opuesto.

Entre el Canon y lo Primitivo

El discurso hegemónico de la historia del arte parte de la conceptualización moderna renacentista de arte, la cual retomó cualidades del pensamiento filosófico clásico que concibió el arte como una actividad moral, espiritual e intelectual alejada de la función utilitaria en tanto expresión de los ideales de belleza, razón-verdad, bondad, armonía, equilibrio, orden, claridad y sencillez; dichas cualidades axiológicas hicieron que la cultura griega se considerara cuna de la cultura occidental, es decir, cuna de la civilización. El pensamiento racionalista de los griegos es tomado como canon o modelo a seguir no sólo en el ámbito filosófico sino también en el artístico; por ejemplo, se distingue entre la cultura helénica y la helenística; a la primera, que culminó con Aristóteles, se le atribuye mayor calidad por apegarse al canon, mientras que a la segunda que corresponde al imperio logrado por Alejandro Magno,  que va de España a la India y zonas hoy del norte del continente africano, se le percibe como una etapa decadente en cuanto a manifestaciones artísticas. Al respecto, Ramón Xirau en su análisis de la historia del pensamiento filosófico mencionó que en el periodo helenístico “las artes plásticas tienden a convertirse en formas cada vez más barrocas, como puede mostrarlo la Victoria de Samotracia si se la compara a la precisión clásica de la Venus de Milo[1], quizá porque en la Victoria de Samotracia ya puede apreciarse un sincretismo en relación con lo bárbaro, rasgos que enmarcan la obra en el arte bizantino (líneas diagonales y curvas que rompen con el equilibrio del arte clásico).

Giorgio Vasari, considerado el fundador de la historia del arte, en su texto Las vidas de los más excelentes arquitectos, pintores y escultores italianos consideró que el desarrollo artístico obedece a un orden cíclico que avanza por la realización, la destrucción y la restauración, e identificó cada tránsito con el arte del periodo Clásico, Bizantino y del Renacimiento, respectivamente. Siguiendo este planteamiento, también afirmó que el arte florentino superó la decadencia del arte bizantino por medio de la recuperación del canon clásico y del estudio de la naturaleza, para así dirigirse, teleológicamente, a la perfección; al respecto escribió: “…viendo de qué modo el arte ha llegado desde unos comienzos tan bajos hasta la cumbre, y cómo se precipitó desde un grado tan elevado hasta la ruina total y viendo, por consiguiente, la naturaleza de este arte, similar a las otras, que, como los cuerpos humanos, nacen, crecen, envejecen y mueren, podrán ahora reconocer con mayor facilidad el progreso de su renacimiento y la perfección propia con la que ha llegado a nuestros días”.[2]

Bajo este discurso moderno de imposición de lo canónico se dieron los procesos coloniales, en los que se eliminó y dominó lo otro, denominado incivilizado y primitivo, propiciando un racismo cultural; fue hasta el siglo XVIII, de acuerdo con el análisis de Michel Wieviorka sobre el racismo[3], cuando apareció el denominado racismo científico, que toma saberes científicos para justificar la discriminación y la exclusión según atributos biológicos y de progreso económico.

Reflexiones sobre lo primitivo y el buen salvaje se pueden encontrar en la filosofía de Jean Jacques Rousseau, pero no de forma peyorativa sino como elemento para criticar el sistema hegemónico; aun cuando este filósofo formó parte del grupo de los enciclopedistas también fue crítico de los postulados ideológicos de la Ilustración y de su contexto político-social; igualmente, reprochó a la esfera artística de su época por fungir como canon de las sociedades corruptas[4].

“Nuestros jardines están adornados de estatuas y nuestras galerías de cuadros. ¿Qué pensaríais que representan esas obras maestras del arte expuestas a la admiración pública? ¿Los defensores de la patria? ¿O los hombres más grandes que la han enriquecido con sus virtudes? No. Son las imágenes de todos los extravíos del corazón y de la razón…”[5]

La anterior crítica lanzada por Rousseau no hace referencia a estilos ni mucho menos a aspectos formales, sino más bien, a la condición del Arte en sí, pues refiere que el gremio artístico estaba impregnado de corrupción, mismo que ayudó a someter bajo el título de pueblos civilizados[6].

La idea del buen salvaje, abordada sobre todo en El contrato social, se refiere a que el ser humano es bueno e inocente por naturaleza, pero la sociedad (moderna- liberal) lo corrompe. Así, se hace necesario un alejamiento de la civilización y un acercamiento al estado de naturaleza, lo cual no implica un retroceso sino más bien una revaloración de las cualidades humanas desde donde se incluya todo aquello que fue enterrado por la tradición canónica.

Este es el fundamento teórico a partir del cual puede entenderse la práctica artística de Paul Gauguin y de algunos otros artistas que rompieron con el arte academicista en aras de renovación. Al respecto, Justino Fernández, escribió que “Gauguin es el mejor ejemplo de rousseaunianismo llevado a la práctica; con peligro de ella, renovó la pintura… Gauguin se transforma en un primitivo, en su deseo de volver al estado original… Buscó dentro de sí mismo lo que era más auténtico y pudo decir… la civilización me abandonó poco a poco…”[7]

Pese a las críticas que se le puedan hacer a Gauguin en relación con su acercamiento a las culturas tradicionales, no hay duda que este artista francés transgredió todo sistema establecido por la desarrollada sociedad occidental para experimentar y encontrar inspiración en la vida natural, primitiva.

Charles Baudelaire en su texto de 1863, El pintor de la vida moderna, recurrió al término barbarie para referirse al arte enjuiciado por el modelo que se sustenta en la popularidad, el cual concibió que no es tan atractivo ni novedoso como las expresiones artísticas de la barbarie que son producto de la libre imaginación.

Es en el siglo XIX cuando se empezaron a valorar objetos y utensilios de las culturas de la periferia, mismos que inicialmente no fueron considerados piezas artísticas, sino más bien piezas exóticas que poco tenían que ver con la historia del arte y mucho con la antropología y la etnología; ya en el siglo XX las colecciones museísticas se abrieron a la apreciación de obras que se impregnan de otros elementos culturales, por ejemplo, Pablo Picasso valoró piezas y elementos culturales de lo que se denominaría “arte primitivo” (tapicerías, esculturas, máscaras, vasijas,  etc.).

Se puede decir que a partir de la segunda mitad del siglo XIX brotó, en la esfera artística, una especie de actitud “anticanon” que optó por otros valores estéticos y nuevas formas de expresión, tal como el decadentismo, el simbolismo y el mismo impresionismo; concepciones que se convirtieron en el sustento de las vanguardias artísticas y en general del arte del siglo XX.

Conclusión

Pese a que los parámetros del canon han cambiado a lo largo de la historia, éste no ha perdido su función política, es decir, ejercer dominio en la esfera del arte, indicar qué cabe en la denominación Arte, determinar qué es válido o no en las prácticas artísticas, y dirigir la sensibilidad humana. Sin embargo, siempre cabe la resistencia y del mismo modo que procedió la crítica a la modernidad, hoy es posible repensar los discursos históricos unilaterales, muestra de ello es el largo camino recorrido por el feminismo y por el pensamiento poscolonial-decolonial, también en relación con el arte.

Bibliografía

Fernández, Justino. “La estética en el pensamiento de Rousseau: sus reflejos en el arte” En: Presencia de Rousseau (Universidad Nacional Autónoma de México: México, 1962).

Rousseau, Jean Jacques. Discurso sobre el origen y los fundamentos de la desigualdad entre los hombres. Y otros escritos (Madrid: Tecnos, 2005).

Vasari, Giorgio. Las vidas de los más excelentes arquitectos, pintores y escultores italianos desde Cimabue a nuestros tiempos (Madrid: Cátedra, 2002).

Xirau, Ramón. Introducción a la historia de la filosofía (México: Universidad Nacional Autónoma de México, 2008).

Wieviorka, Michel. El racismo: una introducción (Barcelona: Gedisa, 2009).


[1] Xirau, Ramón. Introducción a la historia de la filosofía (México: Universidad Nacional Autónoma de México, 2008), 97-98.

[2] Vasari, Giorgio. Las vidas de los más excelentes arquitectos, pintores y escultores italianos desde Cimabue a nuestros tiempos (Madrid: Cátedra, 2002), 103.

[3]Cfr.  Wieviorka, Michel. El racismo: una introducción (Barcelona: Gedisa, 2009).

[4] Cfr. Rousseau, Jean Jacques. Discurso sobre el origen y los fundamentos de la desigualdad entre los hombres. Y otros escritos (Madrid: Tecnos, 2005), 15.

[5] Ibíd., 29-30.

[6] Ibíd., 7.

[7] Fernández, Justino. “La estética en el pensamiento de Rousseau: sus reflejos en el arte” En: Presencia de Rousseau (Universidad Nacional Autónoma de México: México, 1962), 119-120.

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