Laurence Sterne y la libertad de reírse. Acerca de Tristram Shandy

Tristram Shandy Laurence Sterne

Sobre la obra, vida y personalidad de Laurence Sterne

A primera vista, un detalle elusivo del célebre retrato que Sir Joshua Reynolds hizo de Laurence Sterne (1713-1768), parece ser la sonrisa.

Los colores nos impactan de inmediato, particularmente el negro de la toga que viste Sterne y que abarca buena parte del cuadro. Su postura es la típica con la cual se retrata a los escritores desde hace tiempo: cómodamente sentado en un área de reposo y contemplación, como el estudio. Sterne está reclinado hacia un lado; su mano derecha descansa en la mejilla, con el índice apuntando hacia la frente, para subrayar el genio. Debajo del brazo, reposa el manuscrito; cerca, la péndola y el tintero. La mano izquierda descansa en la cintura. Así como el índice nos lleva a la frente, también la peluca. El contraste entre el negro de la toga con la piel de Sterne, sobre todo con su frente luciente, nos hace pensar en esa frente como un cierto centro de la composición, un centro ladeado, cabe añadir. Sterne nos observa con mirada fija, penetrante. La nariz afilada remarca la autoridad. Si no fuera por la sonrisa, la solemnidad coronaría el retrato. Pero no: en un instante, la sonrisa lo condensa todo. La sonrisa está en claroscuro, justo por la sombra que proyecta la nariz. Reynolds retrata espléndidamente a Sterne por medio de la sonrisa, ya que el contraste consolida nuestra impresión: por un lado, el color y el orden de los elementos denotan el cuidado de la elaboración (se dice que Reynolds terminó el retrato después de ocho sesiones de trabajo); y, por otro, la sonrisa simboliza a la vez el genio e ingenio de Sterne, la sonrisa y la carcajada, la serenidad y la libertad.

Sir Joshua Reynolds, Laurence Sterne (1760). Óleo sobre tela, 127.3 x 100.3 cm. Colección: National Portrait Gallery. © Dominio Público.

Para 1760, cuando Reynolds elabora el retrato, Sterne se había hecho de renombre prácticamente de un día para otro, aunque no sin vadear dificultad tras dificultad. Sterne atendió como becario el Jesus College, en Cambridge, y obtuvo diversos grados. Ejerció como clérigo rural. Se casó en 1741 con Elizabeth Lumley, de cuya unión resultó una hija. En 1759 publicó A Political Romance, una sátira eclesiástica que le granjeó la furia de la Iglesia, lo cual causó la quema del texto. En ese mismo año, acaso por la mala fama, Robert Dodsley, un prestigioso editor de Londres, se negó a publicar los dos primeros volúmenes de Tristram Shandy. Y si bien esta obra lo catapultaría al estrellato, el rechazo lo sumió en la melancolía. Tuvo que costear la impresión de su propio bolsillo en York. Se dice que, mientras redactó la obra, estaba enfermo de tuberculosis y sífilis. Precisamente hablaría de la tuberculosis en su segunda obra importante, A Sentimental Journey Through France and Italy. Para fortuna suya, Tristram Shandy se volvió un éxito rotundo. A pesar del rechazo, Sterne envió ejemplares a Dodsley. Más tarde, Sterne bromearía diciendo que, si lograba publicar uno o dos volúmenes por año, podría vivir con relativa tranquilidad durante el resto de sus días. Y se cumplió la broma, lo que el autor no resiste comentar en Tristram Shandy. La obra consta de nueve volúmenes en total. Cada volumen contiene unos cuantos capítulos numerados, casi todos de breve extensión (algunos abarcan apenas unas líneas). Se imprimieron más o menos dos por año, de 1763 a 1767. Un año después, el mismo año cuando publica su viaje sentimental, Sterne murió.

Con toda razón, debido a la vida de Sterne, uno podría pensar que era melancólico. No obstante, Tristram Shandy, la obra sobre la que me gustaría reflexionar en estas páginas, muestra de sobra que el autor goza y se ríe una y otra vez, de todos y contra todos, incluso de él mismo y hasta de la muerte.

Análisis de la novela: Tristram Shandy

En primer lugar, ¿por qué se dice que Tristram Shandy es una novela? Si hablamos desde un punto de vista estrictamente cronológico, sería difícil negar que es una novela inglesa dieciochesca. Lo interesante empieza a salir a flote en cuanto nos percatamos de que dista mucho de ser cualquier novela de aquel periodo. Suele hablarse de ella como de la precursora de la ficción postmodernista en lengua inglesa o bien se dice que es la anti-novela por excelencia. Sterne juega con varios modelos novelescos que imperaron por entonces, como la novela de aventuras, la novela sentimental, la novela de crecimiento o Bildungsroman, la novela de consciencia, entre otros. Era un lector extraordinario. Reconoce el legado de grandes escritores anteriores a él, como Rabelais, Montaigne y Cervantes, y se apropia de ellos, así como de pensadores de primer orden, como John Locke y Erasmo. Pero también de sí mismo. Tan válido es recuperar el trabajo de los otros como el de uno. Todo depende de lo que se busque. En el caso de Sterne, estamos ante una obra sumamente ambiciosa, que rompió con toda clase de esquemas.

Tristram Shandy debió haber causado una fuerte impresión en los lectores de su tiempo. No se parecía a nada de lo que se hacía entonces. En 1776, diez años después de impreso el noveno y último volumen, y once luego de la muerte de Sterne, el Dr. Samuel Johnson, autor de uno de los diccionarios más importantes de la lengua inglesa, emite este juicio en contra: “«Nothing odd will do long. ‘Tristram Shandy’ did not last.»” (Boswell 1992: 612). De las pocas ocasiones en que Johnson se refiere a Sterne –en la celebérrima biografía escrita por James Boswell–, la opinión citada es ilustrativa, puesto que se describe en pocas palabras la cualidad más sobresaliente de Tristram Shandy: su singularidad. El juicio de Johnson es de larga proyección. Se cita por doquier como una especie de falsa profecía, porque, desde hace tiempo, la novela de Sterne es parte del canon. Es decir, Johnson se equivocó. Pero eso es secundario. En su tiempo, él difícilmente podría vaticinar la recepción de la obra. En literatura, no es nada extraño que determinado texto alcance la gloria mucho después de que se escribió. Como ejemplo podemos pensar en Shakespeare, la pluma por antonomasia de las letras inglesas. Aun cuando él gozó de fama en vida, su canonización no fue inmediata. Transcurriría más de un siglo para que el Bardo, como suele ser llamado, se erigiera como poeta nacional.

El título completo es The Life and Opinions of Tristram Shandy, Gentleman. Basta ser observadores para notar que la novela se conforma tanto por la “vida” de Tristram, el héroe y narrador del texto, como por sus opiniones en un sinfín de materias. Entrecomillé la palabra “vida”, porque todo aquel que haya leído la novela sabe que no es del todo cierto que gira alrededor de la vida del personaje. Las opiniones que emite son tan importantes como su vida, si no es que más. En cualquier caso, ambos componentes son imprescindibles. Si quitáramos uno u otro, no habría libro. Antes de que el primer volumen se cierre, el mismo Tristram nos hace una especie de advertencia en esa línea:

I should blush as an author […], that my reader has never yet been able to guess at any thing. And in this, Sir, I am of so nice and singular a humour, that if I thought you was able to form the least judgment or probable conjecture to yourself, of what was to come in the next page,—I would tear it out of my book.

(Sterne 2003: 69-70).
Charles Robert Leslie, Uncle Toby and Widow Wadman (elaborada entre 1831 y 1848). Óleo sobre tela, 24.8 x 35.6 cm. Colección: Laurence Sterne Trust. © Dominio Público.

Tristram hace esta indicación, mejor dicho, interrupción, dado que hace una referencia un tanto involuntaria de un episodio posterior que tendrá repercusiones en uno de sus parientes, el capitán Toby Shandy, que es tío suyo. En el último capítulo del primer volumen, resulta que el tío está contando cómo participó en el asedio de Namur y cómo sufrió un accidente en la entrepierna. Por esta razón, Walter, el padre de Tristram, lo invita a estar en casa de los Shandy. El tío Toby es uno de los personajes más memorables de la novela, gentil como él solo (al grado de no querer matar moscas), pero paradójicamente adora hablar de la guerra y recrea, en el jardín, las batallas de antaño con un montón de soldados y aparejos en miniatura. Tristram precisa de esta interrupción, porque más adelante la viuda Wadman está interesada en el tío y pregunta si se encuentra bien. La pregunta, por supuesto, tiene doble sentido. Las alusiones sexuales son bastante abundantes y jocosas. Aunado a su significado, estas alusiones y muchas otras son una clara muestra del estilo encantador e icónico de Tristram: la digresión.

Tristram no puede contar las cosas linealmente, casi como si fuera un deber o una imposición no hacerlo. Para relatar un suceso, debe retroceder varios pasos, irse por la tangente, salirse del camino, a veces sin regresar a él, a veces sí. Tal es la estructura de Tristram Shandy y uno de sus rasgos más lúdicos. Se hace tanto hincapié en la digresión que, el héroe, por ejemplo, nace hasta el cuarto volumen. De modo que narra en el vientre de su madre (Elizabeth Mollineux) cuanta cosa le venga en mente, cuanta cosa observe y cuanta cosa escuche mucho antes de venir al mundo. Con seguridad, esta peculiaridad debió suscitar inquietud o sobresalto en el lector. Al contrario de Sterne, las novelas de ese entonces, máxime las de carácter biográfico, solían arrancar con el nacimiento del protagonista o, por lo menos, se mencionaba un acontecimiento de semejante trascendencia al principio. No obstante su extravagancia, la novela tiene que recurrir a una serie de convenciones de la ficción. De no haberlo hecho, se correría el riesgo de que el lector, por más curioso que fuera, abandonara el libro. Sí, es innegable que la vida de Tristram no se desarrolla a la usanza común y corriente, pero eso no quiere decir que los personajes no importen. Ya mencioné a Tristram, su padre Walter y el tío Toby. Bien podría argüirse que ellos son los tres más importantes de todo el texto, porque abarcan casi toda la narración y sus acciones tienen mucho peso; particularmente las acciones y opiniones del padre y el tío influyen directamente en lo que Tristram cuenta. Desde luego, hay más personajes, como Elizabeth; el cabo Trim, que junto al tío Toby peleó en la guerra (y los dos no cesan de recordarlo y conversar al respecto); el atolondrado Dr. Slop, quien desfigura sin remedio la nariz de Tristram; el párroco Yorick; el escritor ficticio Hafen Slawkenbergius (cuyo nombre, en alemán, querría decir algo así como “depósito” o “montón de estiércol”), autor de una monografía sobre la nariz. El cuarto volumen se abre con la relación de viaje –escrita por Slawkenbergius– de Diego en busca de Julia. El texto dentro del texto nos remite a la apertura de la novelística, que puede admitir todo tipo de géneros.

Por cierto, volviendo a las alusiones sexuales, uno de los momentos más hilarantes y aplaudidos es cómo se cierra el primer capítulo del primer volumen. En apariencia, Elizabeth le recuerda a Walter dar cuerda al reloj. Como el párrafo es dinámico, el lector tiene que ser sagaz y leer entre líneas. En realidad, se nos está diciendo que, durante pleno coito, Walter protesta que su mujer haga una petición como ésa. Además de su comicidad, el pasaje es fundamental, porque consiste en una de las primeras digresiones del texto, con lo cual se asienta este tono tan dado a los saltos y las interrupciones. Tristram no relata literalmente el coito, casi como si se avergonzara, y usa una serie de guiones tipográficos para trasladarse de una acción a otra.

La novela es lúdica por una infinidad de razones. Es un juego en el sentido más amplio del término, pues se juega con la forma y el contenido. Sterne ironiza a diestra y siniestra, sin dejar bien parado a nadie ni nada, aunque con ciertos personajes o situaciones es menos burlón que con otros. Si la alteración de la linealidad es uno de los rasgos más notables, la materialidad no es menos llamativa. Sterne explota lo más posible el vasto repertorio de recursos a su disposición: la fuente, los signos de puntuación, los dibujos, los llamados al lector, la retórica y hasta se usan otras lenguas además del inglés, como el francés y el latín. Veamos un ejemplo. Un momento inolvidable es la muerte del párroco Yorick, que acontece en el capítulo doceavo del primer volumen. El personaje es víctima de una emboscada a manos del perverso Eugenius. Lo que ahora indico, no es sino una pobre descripción de mi parte, porque Sterne, al contrario de lo que yo hice, introduce a Yorick lenta y paulatinamente. La parroquia de Yorick no está muy lejos del Shandy Hall, donde acontece buena parte del texto. No olvidemos que Tristram pasa tres volúmenes en el vientre de su madre. Por ello, Walter hace todo lo posible para que el nacimiento ocurra sin complicaciones. Aun así, las desavenencias se presentan. Tanto Elizabeth como Walter expresan su opinión sobre lo que debería hacerse; la madre pide el apoyo de una partera cercana; Walter no puede consentir que cualquier mujer asista en el parto y más bien desea que el párroco (y luego el Dr. Slop) intervengan, a quienes considera más capaces. Por si fuera poco y fiel a su estilo, Tristram no puede evitar las digresiones, de modo que el lector se entera del nombre del párroco hasta el capítulo anterior, el undécimo, aun cuando el meollo estriba en la misión impostergable de Yorick en la familia Shandy. En este y otros momentos de su novela, Sterne sigue a Cervantes. Es casi como si Don Quijote estuviera a punto de enfrentarse al vizcaíno y, como recordará el lector, el combate se interrumpe en el capítulo siguiente y se termina por contar algo más. Debido a que Yorick es un personaje importante en Tristram Shandy y por el hecho de que ese nombre es significativo para Sterne (así nombraría, por ejemplo, al viajero protagónico de A Sentimental Journey), Tristram es incapaz de describir el dolor que provoca la pérdida de Yorick y entonces vemos la memorable página negra, una vez que leemos el segundo lamento: “Alas, poor Yorick!”. Sterne toma ese nombre del bufón que porta el mismo nombre en Hamlet.

Reproducción de las páginas 70-71, vol. 1, edición de 1769.

Tristram Shandy es un artificio ingenioso. Aunado a todo lo dicho hasta aquí, es una novela que ostensiblemente expone los mecanismos, expectativas y lugares comunes de la novelística para proponer un modo distinto y novedoso de escribir novela. Podría decirse que si la estructura depende de la digresión, el núcleo se sustenta en el funcionamiento en sí de la novelística. A primera impresión, parece una novela sin sentido, aunque una lectura puntual revelaría que el sentido se construye a medida que el lector recorre el texto. En vez de que Sterne nada más subvierta las reglas de la novelística, las reglas siguen a Sterne. El autor crea sus reglas propias. No hace más que mostrarnos que el realismo, que por entonces estaba tan en boga (lo que, en general, no ha cambiado mucho que digamos), es tan ficticio e ilusorio como la ficción misma. Por eso Tristram se siente con la libertad de decir lo que sea y de quien sea, sea a favor o en contra o se sitúe en un relativo punto medio, a raíz de intercalar las digresiones sanas y divertidas que colman todo el libro. Y Sterne no se inhibe de correr semejante riesgo. Buscó lectores preparados o que por lo menos se atrevieran a cuestionarse, junto con él, por qué la novela tiene que empezar por un principio arbitrario y concluir con un final igualmente arbitrario, si la ficción bien puede abrirnos las puertas a territorios insospechados e inexplorados.

De ahí el tan conocido desenlace. Walter departe con su familia sobre la procreación y las parejas cuando, de pronto, el sirviente Obadiah entra a sus anchas en el salón y expone su caso. Como Walter tenía el toro de la parroquia bajo su cuidado, Obadiah supuso que la vaca estaría encinta a la brevedad. Mas no es así. Los lugareños y el sirviente se quejan de que el toro no cumpla. La discusión se alarga y hasta el Dr. Slop se atreve a hacer un comentario “médico”. Entonces se da el inigualable cierre: “L–d! said my mother, what is all this story about?— A cock and a bull, said Yorick— And one of the best of its kind, I ever heard” (Sterne 2003: 588). Elizabeth pregunta qué clase de historia es ésta y Yorick, que se manifiesta en la narración como si nada hubiera pasado, dice que es una de la mejores que ha escuchado. Sterne subvierte de nueva cuenta la linealidad tradicional. En efecto, el lector se enteró varias páginas antes de la muerte del párroco, pero narrativamente eso sucede después de que la novela concluye, sin importar que el orden de la lectura sea el opuesto. El parlamento conclusivo es una condensación lograda. No solamente se hace referencia de la queja de Obadiah, que guarda relación con la discusión de Walter en materia de la procreación y que se vincula con la inacción del toro, sino que además implica una metonimia de Tristram Shandy. La vida de Tristram se sintetiza en la respuesta de Yorick. Ciertamente, la novela trata de un gallo (cock tiene indudable doble sentido) y un toro, como si se pusiera en entredicho todo lo contado, habida cuenta del sabroso sinsentido que implica poner el punto final de esta manera.

No quisiera rematar esta reflexión sin hacer una recomendación para todo aquel curioso que aún no se haya adentrado en el texto. Si bien la novela no tiene desperdicio, es extensa, pues casi consta de seiscientas páginas. Creo que otro modo de aproximarse es la película británica A Cock and Bull Story. Los dos actores principales son Steve Coogan, que interpreta a Tristram, Walter y también a sí mismo, y Rob Brydon, que interpreta al tío Toby y a la vez a sí mismo. Es una adaptación estupenda. El director y el guionista detectaron magníficamente la magia de Tristram Shandy y la trasladan al siglo XXI.

Parte del juego consiste –precisamente– en el reto que supone llevar a la pantalla grande la novela, que en teoría era imposible de adaptar. Winterbottom y compañía muestran lo contrario. La otra parte no es menos fascinante. La película es tanto una adaptación del texto como una película que se despliega a sí misma, que no tiene reparo de exhibirse. De nueva cuenta, el narrador (o sea, la cámara) tampoco se abstiene de la digresión, que vuelve a ser la columna vertebral. Las referencias al séptimo arte son ricas y numerosas. La película es otra irónica puesta en escena. No la resumo más para quien quiera verla. De hecho, no se tiene que haber leído el texto de antemano (hasta se juega con eso), si bien el espectador disfrutará de una experiencia más completa si cuenta con ese bagaje. Tal como la novela, el filme manifiesta la libertad de Sterne de reírse, la sonrisa que permanece en nuestra memoria.

Fuentes bibliográficas, gráficas y fílmicas

A Cock and Bull Story, dirección de Michael Winterbottom, guion de Frank Cotrell Boyce, Reino Unido, 2005.

Boswell, James, The Life of Samuel Johnson, intr. Claude Rawson, Everyman’s Library, Nueva York, 1992.

Hogarth, William, “Frontispiece to Tristram Shandy. Engraved from the original of W. Hogarth”, <https://wellcomecollection.org/works/wfnb4egu>, consultado el 14 de mayo de 2022.

Leslie, Charles Robert, Uncle Toby and Widow Wadman (elaborada entre 1831 y 1848), óleo sobre tela, 24.8 x 35.6 cm, colección: Laurence Sterne Trust.

Reynolds, Joshua, Sir, Laurence Sterne (1760), óleo sobre tela, 127.3 x 100.3 cm, colección: National Portrait Gallery.

Sterne, Laurence, The Life and Opinions of Tristram Shandy, Gentleman, ed. Melvyn New, Joan New, intr. Christopher Ricks, intr. y notas Melvyn New, Penguin Books, Londres, 2003.

The Life and Opinions of Tristram Shandy, Gentleman, Book of the Month, octubre de 2000 <https://www.gla.ac.uk/myglasgow/library/files/special/exhibns/month/oct2000.html#:~:text=As%20the%20title%20suggests%2C%20the,born%20until%20the%204th%20volume>, consultado el 14 de mayo de 2022.

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