Aulo Gelio, el filólogo de la antigüedad

Biografía de Aulo Gelio

Aulo Gelio es un personaje interesantísimo e importante para los humanistas y estudiosos de la antigüedad clásica, especialmente para los filólogos, pues sus escritos son –además de un bello y valioso registro de las costumbres, leyes y preocupaciones helénicas– un intento por rescatar y preservar las letras griegas, mismas que, durante su época, comenzaban a perderse y tornarse oscuras.

Biografía de Aulo Gelio

De la vida de Gelio se sabe muy poco; sin embargo, se calcula que nació cerca del año 121 y que muy probablemente fue romano, quizá emparentado con los destacados Gellii, como el cónsul Gelio Publícola, o el historiador Cneo Gelio. Algunos estudiosos opinan que era africano, debido a que sus principales maestros, amigos y compañeros de estudio fueron de dicho continente, como Cornelio Frontón[1] y Sulpicio Apolinar. También es cierto que en sus textos se aprecia cierta preocupación por problemas de África y que muchos pensadores de esa tierra citan sus libros. No obstante, no existen pruebas fehacientes para afirmar que fue nativo de uno u otro lugar.

Lo que sabemos con seguridad sobre este ilustre personaje es que vivió en Roma y que desde muy temprana edad mostró gran interés sobre el conocimiento, especialmente de la gramática y letras griegas y latinas, en las cuales se hizo erudito. Debido a su avidez por cultivarse, se acercó a doctos maestros en retórica, oratoria y letras. Realizó al menos un par de viajes a Atenas, capital cultural de la antigüedad, para ampliar sus estudios, tal como hacían todos los notables romanos de su tiempo. En Atenas conoció al gran sofista y filántropo, Herodes Ático y cultivó con él –como con casi todos sus maestros– una gran amistad basada en el respeto y la admiración.

Al regresar de su primer viaje por Grecia fue designado juez, cuando tenía alrededor de 25 años, por lo que debió separarse de sus amados estudios para concentrarse en los deberes legales. Debido a su juventud e inexperiencia, durante el periodo que duró su cargo, siempre procuró el consejo de sus maestros, hombres más sabios y experimentados que él, como Favorino, destacado orador y reconocido maestro de grandes personajes como: Herodes Ático, Cornelio Frontón y el propio Gelio.

Durante toda su vida, Aulo Gelio se mostró como un amante del conocimiento, las letras y los libros, por los cuales demostraba gran fascinación. En sus textos narra el gran placer que sentía al comprar libros o al acudir a librerías y bibliotecas:

«Al punto corro yo ávidamente hacia los libros, pero todos ellos eran libros griegos plenos de milagros y fábulas; sus asuntos, inauditos, increíbles; sus escritores antiguos, de no pequeña autoridad… atraído por su sorprendente e inesperada baratura, compro muchos libros por poco dinero y durante las dos noches siguientes los recorro todos rápidamente; y al leer, entresaqué de allí y anoté algunas cosas admirables y en general no tocadas por nuestros escritores…».

Aulo Gelio. Noches áticas IX, iv, 2-5.

Sobre la muerte de este personaje tampoco tenemos noticias claras; algunos estudiosos sitúan su muerte hacia el año 160, mientras otros calculan que Gelio pudo haber alcanzado los 60 años de vida. Aunque ninguna de las fechas respecto a este pensador son precisas, sabemos con seguridad que fue hombre de gran honor y erudición, padre devoto y esposo responsable, además de un consagrado y apasionado de las palabras, citado y estudiado por importantes pensadores posteriores a él, como San Agustín; sin embargo, no deja de ser un estudioso poco abordado en nuestro tiempo, por lo que es menester dar a conocer su obra más allá de los círculos especializados, pues, su riqueza, lejos de estar agotada, apenas ha sido aprovechada.

Sobre su obra, Noches áticas

Aulo Gelio escribió una magna obra a la que tituló, Noches áticas, dedicada a sus hijos. El título hace referencia a Atenas, cuna de la cultura durante la época del autor; el término noche, probablemente indica la hora que Gelio destinaba al estudio (ocio). A lo largo de veinte volúmenes, cuenta anécdotas, leyendas y curiosidades del mundo antiguo, además de exponer breves estudios y reflexiones en torno a vocablos latinos o griegos, ya sea analizando su etimología, gramática o significado, por lo que es posible apreciarlo como uno de los primeros filólogos. A pesar de que Gelio no contaba con ningún método riguroso de estudio filológico, se le puede atribuir ese título porque sus libros reflejan un genuino interés por comprender y preservar los vocablos empleados por los antiguos griegos e incluso por sus contemporáneos latinos.

“En el lenguaje latino, igual que en el griego, unos pensaron que debía usarse la αναλογία (analogía); otros, la ανωμαλία (anomalía). Άναλογία es la flexión similar de las palabras similares, a la cual en latín llaman algunos proporción. Άνωμαλία es la desigualdad de las flexiones, que sigue al uso. Dos ilustres gramáticos, Aristarco y Crates, defendieron con sumo vigor, aquél la αναλογία; éste la ανωμαλία”.

Aulo Gelio. Noches áticas II, xxv, 1-4.

Durante mucho tiempo, los textos de Aulo Gelio fueron menospreciados por los académicos, quienes le reprochaban falta de rigor y estilo, y abordar demasiados temas; no obstante, desde mediados del siglo pasado se ha reconocido su relevancia como una de las principales obras (por su extensión y conservación) que nos han permitido conocer ampliamente las costumbres, preocupaciones, ocupaciones e intereses de los antiguos latinos. Hoy en día, Noches áticas es una lectura recomendada para estudiosos de letras clásicas, historia, filosofía y filología, y para cualquier persona amante de la cultura. A través de sus páginas uno puede disfrutar desde anécdotas y pasajes históricos, hasta verdaderas disertaciones gramaticales y etimológicas.  

Citas y fragmentos de Noches áticas, de Aulo Gelio

“Mas yo, teniendo en la mente el dicho de aquel conocido varón de Éfeso [Heráclito], que ciertamente es así: la erudición no enseña a la mente, en todos los intervalos de los negocios en los cuales he podido sustraer ocio siempre me he afanado y fatigado desenrollando y repasando muchísimos volúmenes, pero de ellos tomé pocas cosas, y sólo esas que, mediante un rápido y fácil compendio, a los ingenios prontos y expeditos los condujeran al deseo de una honesta erudición y a la contemplación de las artes útiles o que a los hombres ya ocupados en otros negocios de la vida los liberaran de un desconocimiento de cosas y de palabras en verdad vergonzoso y agreste”.

Aulo Gelio. Noches áticas, prefacio.

“[…] nadie es de costumbres tan ruines que no haga o diga alguna vez algo que pueda ser elogiado […]”.

Aulo Gelio. Noches áticas II, vi, 9.

“Se cuenta que para recibir e instruir a los discípulos, el orden y la norma de Pitágoras, y después de toda su sucesión, fue de este género: ya desde el principio, a los adolescentes que se presentaban ante él para aprender los fisiognomizaba: este verbo significa averiguar las costumbres y las naturalezas de los hombres merced a una conjetura procedente de la apariencia de la cara y rostro, y de la estructura y el porte de todo el cuerpo. Entonces ordenaba que ese que por él había sido examinado y considerado idóneo, fuese al punto recibido en la disciplina…”

Aulo Gelio. Noches áticas I, ix, 1-3.

“[…] no deseo que me sean concedidos espacios de vida más largos que esos durante los cuales sea yo todavía idóneo para esta facultad de escribir y de comentar.” 

Aulo Gelio. Noches áticas, prefacio.

“Se ha estimado bien que nace en la boca, no en el pecho, el discurso de esos que son habladores leves, fútiles e inoportunos y que, sin sustentarse en peso alguno de ideas, se desbordan en palabras chorreases y torrenciales, ahora bien, se dice que la lengua no debe ser libre ni vaga, sino estar movida y, por así decir, gobernada por vínculos ligados con lo hondo del pecho y del corazón. Empero, se puede ver que algunos derraman palabras sin cuidado alguno de juicio, con despreocupación grande y profunda, de modo que cuando hablan, a menudo parecen ignorar que hablan. Homero dice que por el contrario Ulises, un varón dotado de sabia facundia, emitía la voz no desde la boca, sino desde el pecho —lo cual sin duda se refería no tanto al sonido y la naturaleza de su voz, como a la profundidad de sus pensamientos, concebidos desde lo hondo—”.

Aulo Gelio. Noches áticas I, xv, 1-3.

“Los dioses inmortales deben aprobar la virtud, no conferirla”.[2]

Aulo Gelio. Noches áticas I, vi, 8.

“Del otro modo, inlaudatus es, por así decir, inlaudabilis (no elogiable), el que no es digno ni de mención ni de memoria alguna y jamás es nombrado […]”.

Aulo Gelio. Noches áticas II, vi, 15-17.

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Notas

[1] Marco Cornelio Frontón fue, además de cónsul, tutor en retórica de Marco Aurelio y Lucio Vero, ambos personajes que más tarde se convertirían en emperadores.

[2] Frase atribuída por Gelio a Quinto Cecilio Metelo Numídico, cónsul en 109 y censor en 102 a. C.

Bibliografía

Aulo Gelio, Noches áticas. Trad. Amparo Gaos Schmidt. México, UNAM, 2000.

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