Patricio Betteo: el mexicano detrás de Love, Death & Robots de Netflix

La ciencia ficción es un género sumamente fructífero en la historia del cine (un siglo de existencia lo respalda). Pero las historias que se enmarcan en éste no sólo han pasado de la literatura a la pantalla grande, han dado paso a nuevos géneros como el cyberpunk y conformado horizontes creativos como el cómic, la novela gráfica y la animación. La industria de las artes visuales se ha servido del género innumerables veces, y para fortuna de los que somos amantes de las historias poco convencionales, lo han hecho también las plataformas de streaming durante los últimos años.

Hace poco Netflix lanzó la segunda temporada de “Love, Death and Robots”, una serie de 8 cortos animados con historias futuristas que rompen con los esquemas de lo que comúnmente podemos ver en la plataforma. Betteo participó desde la primera temporada de estos cortos animados con el episodio: Zima Blue, un trabajo del director Robert Valley que cuenta la historia de un reconocido artista en una época en la cual la interacción entre la inteligencia artificial y la humanidad es casi simbiótica. Con un relato de corte existencialista y una animación sofisticada, Zima Blue nos enfrenta al dilema de la búsqueda de la verdad y el modo en que enfrentamos la condición humana ante la inevitable automatización de las tecnologías. Es con este cortometraje que, de la mano de personajes de la talla de David Fincher (El club de la pelea, El curioso caso de Benjamin Button) y Tim Miller (Deadpool), el mexicano Patricio Betteo ha logrado incursionar como uno de los primeros ilustradores de nuestro país en ser copartícipe de un corto animado para Netflix. Y créanme, su participación no es menor. Patricio diseñó ni más ni menos que todos los robots de la cinta, sin mencionar que realizó la personificación original del mismo Zima Blue.

En la más reciente temporada de “Love, Death and Robots”, el ilustrador mexicano trabajó como director de arte para el corto titulado: Ice, inspirado en el cuento homónimo de Rich Larson. La animación se desarrolla en un futuro en el que muchos humanos tienen una fuerza y una resistencia fuera de lo común, por lo que los «no modificados» se sienten marginados.

A la luz de su nuevo proyecto y con un gran entusiasmo por conocer más sobre su trayectoria profesional, tuvimos el gusto de platicar con Patricio.

¿Cómo nace tu amor por las artes gráficas?

Por los cómics de mi infancia, sobre todo. Tanto los libros de Garfield y Asterix como los libros de Quino despertaron en mí una fascinación por el dibujo. Años después, la revista Mad y los superhéroes también hicieron lo suyo. Y en las pantallas recuerdo el impacto que me causaban las caricaturas y las películas animadas de Disney, el pensar que cada cuadro era un dibujo hecho por alguien.

¿Qué impacto ha tenido para ti el uso de las tecnologías como artista visual?

Muchísimo. No puedo imaginar mi desarrollo profesional sin las computadoras. El dibujo siempre lo he realizado con papel y lápiz, pero las posibilidades de colorear, corregir y editar a gran velocidad, y los beneficios de entregar a un cliente a distancia sin tener que usar un carro, es impagable. Las computadoras, además, permiten experimentos y riesgos visuales que tal vez nunca me habría atrevido a hacer en el restirador.

¿Crees que México es un país potencialmente activo en el mundo de las artes digitales?

Me atrevería a decir que, salvo en terrenos de procesamiento y render para animación 3D, tenemos lo mismo que en cualquier país del primer mundo. Los artistas digitales freelancers mexicanos poseemos herramientas que hace dos décadas hubieran sido impensables en un estudio de animación o videojuegos. Lo que hagamos con ellas, eso sí, es la parte importante de la misión.

¿Cómo surge la oportunidad de colaborar con Netflix para el cortometraje animado Zima Blue?

Me invitaron directamente. Subí a bordo en la etapa de producción; la preproducción ya había corrido a cargo de Robert Valley, el director, así que sólo me sumé a un equipo pequeño para terminar de darle forma a su visión. Además, la productora, Passion Pictures, ya conocía mi trabajo y habíamos hechos cosas juntos en otro proyecto hace muchos años, para un juego de XBox/Kinect.

Robh Ruppel y Mateo Bassini también me acompañaron en el departamento de Arte, haciendo del equipo de Zima Blue un equipo compacto pero coordinado. Todo el trabajo lo triangulamos desde Vancouver, Los Ángeles, Londres, Querétaro…

¿Qué sentiste la primera vez que viste el corto terminado?

Sentí que estaba viendo algo único. La originalidad gráfica de la visión de Robert Valley, el director, sumado a un estupendo guión, había dado un resultado fantástico, rayando en lo conmovedor. Tuvo que pasar casi un año para saber que Zima Blue iba a formar parte de una antología producida por Tim Miller y David Fincher. Tampoco imaginé que lo iban a ver ¿millones? de personas.

Sabemos que has presentado obra en otras partes del mundo. ¿Qué lugar te marcó más, hablando profesionalmente?

Tal vez Atenas, Grecia. No sólo fue mi primera visita a Europa. Me mostró, por un lado, un mundo extrañamente diferente a América, y por otro, un mundo extrañamente similar. Me sorprendía la manera en que, en el siglo XXI, ya todos los rincones del mundo comparten referentes culturales parecidos. ¡Ubicaban y seguían a los mismos autores que yo! El cómic era un arte vivo, pero combativo, y brotaba talento por todos lados, igual que en México.

¿Qué le dirías a los jóvenes que pretenden estudiar artes gráficas pero que, debido al contexto laboral de nuestro país, deciden estudiar otras carreras?

Dedíquense a lo que más disfruten hacer. El “disfrute” no está exento de mucho trabajo y sacrificio, pero creo que hacer exactamente lo que nos gusta nos puede llevar muy lejos. Vivimos en una cultura universal y visual. Siempre harán falta buenos “visualistas” y narradores gráficos en un mundo que, además, se ha hecho muy accesible gracias a las redes.

¿Qué es lo que sigue para Patricio Betteo?

Vivir haciendo cosas pequeñas pero importantes. Seguir aprendiendo. Mejorar cada día como artista y como persona.

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