Breve reflexión filosófica sobre el erotismo

 A veces ocurre que dos,

que en un principio habían sido un ser único,

se unen nuevamente por la fuerza del amor

y entonces ellos son más fuertes que Zeus,

más fuertes aún, que aquel primitivo ser único,

porque la unión en el amor es la fuerza suprema.

Soren Kierkegaard [Johannes de Silentio]. 

                                                                                                                         

Como humanos sexuados, hablar de erotismo nos suena tan familiar y tan propio que cualquiera entiende el concepto, pese a que sea difícil de exponer. La extraña línea que tiene el erotismo con la pornografía hace que éste se preste a malas interpretaciones, incluso llegar a considerarlo un tema inmoral, o como un tema personal que no tiene que salir de nosotros, porque al hacerlo presente nos ponemos de manifiesto como entes inmorales, carentes de vergüenza, como los impúdicos que se dan cuenta de estar desnudos.

Dejemos de lado el aspecto moral para caminar sin trabas, procurando que el concepto de erotismo surja sin ninguna pena. Sin embargo, hacer a un lado la moral no significa plantarnos en el aspecto biológico, pues a lo más que llegaremos es a definir el erotismo como una función reproductiva.

¿Qué es, pues, el erotismo?, ¿Será acaso una simple reacción química que nos impulsa a reproducirnos?, ¿un simple placer efímero? Catalogarlo como un placer nos ayuda de cierta forma, aunque no es una respuesta satisfactoria.

Haciendo uso del criterio de autoridad, recordemos lo que dice Aristipo, filósofo creador de la escuela de los cirenaicos, del cual sólo quedan sentencias y anécdotas referentes al hedonismo erótico:

δύο πάθη ὑφίσταντο, πόνον καὶ ἡδονήν, τὴν μὲν λείαν κίνησιν, τὴν ἡδονήν, τὸν δὲ πόνον τραχεῖαν κίνησιν. Διογένης Λαέρτιος. Βίοι καὶ γνῶμαι τῶν ἐν φιλοσοφίᾳ εὐδοκιμησάντων Κεφ. Β 86

Postulan [los cirenaicos]  dos padecimientos, el dolor y el placer. Mientras el placer es una fuerza suave, el dolor es una fuerza áspera. Diógenes Lacerío. Vida y pensamiento  de los filósofos más ilustres. II, 86

El erotismo para Aristipo y el resto de su escuela es un placer más, un placer del cuerpo. El fin último del hombre es el placer, el hombre sólo nació para sentir placer, no hay otro fin ni propósito en la vida.

ἡδονὴν μέντοι τὴν τοῦ σώματος, ἣν καὶ τέλος εἶναι, καθά φησι καὶ Παναίτιος ἐν τῷ Περὶ τῶν αἱρέσεων Κεφ. Β 87

Ciertamente el fin último es el placer del cuerpo, como dice Panecio en si libro sobre las sectas. Ibid. B 87

El erotismo, al igual que cualquier otro placer, se manifiesta como una fuerza activa, la cual se apodera de cualquier humano y nos plena por cierto tiempo, de la misma forma en que un dios mitológico se adentraba en un héroe épico.

El humano cuando es apoderado por la fuerza del erotismo vive en un placer efímero, un placer que dura poco, por lo cual se ve en la necesidad de seguir buscándolo indeterminadamente. Kierkegaard [1] lo define como el hombre estético, como el hombre que dedica su existencia a lo sensible αιεστήσις, a saciar el deseo,  aquella  fuerza que se apodera del humano.

El hombre estético vive en el instante, en el momento puramente efímero, el gozo llega en estarlo buscando y culmina en encontrarlo; sin embargo, esta fuerza se vuelve a apoderar de nosotros incontables veces, como si fuera cosa necia el estarlo saciando, carente totalmente de sentido. La moralidad se puede asomar, condenar y catalogar el erotismo como absurdo, ridículo, además de presentarlo como un círculo al que no se llega nunca al final, ni en el cual encontramos el inicio.

La mejor respuesta a la moralidad es que el erotismo es tan propio de nosotros, tan natural como cualquier otra extremidad, que la vida se nos va en satisfacer esos momentos efímeros y que no nos importa tardarnos los años para permanecer en ese instante. Es nuestro propósito ser seres estéticos, tal como lo dijo Aristipo.

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Notas

[1] Kierkegaard expresa al ser estético en el personaje de Johannes de Silentio, protagonista de Diario de un seductor,  en el libro titulado  In vino veritas menciona un discurso sobre el amor y las mujeres.
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