Covid-19: una línea de fuga para el siglo XXI

Covid-19 reflexiones siglo XXI

Los seres humanos hemos modificado las sociedades y la historia en que nos desarrollamos. Los contratos sociales de cierto modo han permitido que la raza humana impere y gobierne el planeta.

La sociedad en su totalidad de orden racional (denominémosla racional en esta parte para conceder un halago a la humanidad) podría ser puesta en duda en muchos ejemplos. La racionalidad se puede definir como la capacidad intelectiva que nos diferencia de otros animales, dado que esta capacidad, según Schopenhauer no es la más importante dentro del ser humano, mucho menos determina la totalidad de nuestra vida, más bien contribuye a la modificación de ciertos aspectos generales, pues según Schopenhauer, la voluntad influye mucho más que la misma inteligencia, pero, el ser humano en el afán de aferrarse a la racionalidad deforma su propia realidad.

En la actualidad, el mundo se encuentra en un momento de cambio, presenciando una pandemia. Cada evento de la vida del ser humano genera diversas modificaciones en todos los aspectos vitales. ¿Qué implica una pandemia? ¿Qué es una pandemia? Existen distintas respuestas para dichas preguntas, en las líneas siguientes expondré una perspectiva social y filosófica de la situación actual para tratar de dar razón sobre la reconfiguración de las dinámicas sociales alrededor del mundo.

Algo que resulta sumamente curioso es el modo de actuar durante las pestes, las cuales funcionan casi como un analgésico que pone una pausa a todas las acciones; en términos generales, le muestran al ser humano la finitud delante de sus narices; a su vez esto contribuye a los cambios en la estructura social, modificando las dinámicas que se dan por sentadas.

El remanente que se puede analizar de este fenómeno que vivimos actualmente se perfila sobre todo hacia términos biopolíticos y bioéticos, dado que todas las decisiones que sean tomadas en torno a dicha situación repercuten de manera directa o indirecta sobre la población mundial. ¿En qué sentido se genera este impacto? Para analizar y ejemplificar dichos efectos recurriré a la filosofía de Gilles Deleuze y Félix Guattari, acerca del rizoma. Las pestes actúan como tubérculos que se expanden por la tierra, sin tener una intención negativa o positiva, aparecen en el mundo tal cual otro ser vivo que se expresa de manera natural, como la hierba que crece de manera espontánea. Hablar de COVID-19 permite realizar un ejemplo para explicar el concepto de rizoma deleuzeano, que se expande y crece sin intención alguna. A partir de esta noción sobre el COVID como rizoma, se puede analizar la complejidad de la situación.

El mundo en toda su complejidad resulta ser un caos o se vuelve un caos en la medida en la que lo habitamos y más aún en la medida en la que lo pensamos. Según Deleuze, dentro de este caos se hace posible el surgimiento de multiplicidades; formas de aparecer que nos ayudan a escapar del orden de lo establecido y hacen posible una nueva expresión vital; formas que nos ayudan a vivir y a entender nuestra racionalidad y lo que nos acontece. Una pandemia funge como ejemplo de multiplicidad, puesto que surge dentro de la sociedad caótica, saturada y sobre codificada; llega para irrumpir y generar un cambio que es precisamente la característica de las multiplicidades, mismas que se hacen y se forman sustrayendo algo de este mundo lineal y determinado. A partir de las multiplicidades se forman sistemas y resistencias de todo tipo: sociales, políticas o económicas; este tipo de irrupciones pueden ser denominadas líneas de fuga, según Deleuze.

La sociedad se encuentra, desde hace ya bastante tiempo, en una petrificación total, actuando diariamente por inercia, demasiado situada dentro de un sistema arborescente. La principal característica de estos sistemas es que tienden a la jerarquía, llenos de subjetivaciones sin sentido. La mayoría de los humanos del siglo XXI, se han dedicado a afirmar el YO, el centro despótico por excelencia; Yo soy, Yo hago, Yo tengo, Yo domino; entonces, ¿no es posible valernos de esta peste para reaprender cada uno a devenir otro?

La sociedad actual, predispuesta por el poder, dominada por una política despótica, se ha habituado a recibir información de una unidad superior, realizar toda una serie de acciones por inercia, con la finalidad de cumplir con un rol. Para hacer una referencia a Ortega y Gasset, la población está completamente masificada, dispuesta para ser moldeada. Acostumbrados siempre a crear solo vínculos preestablecidos, los humanos aprendemos a vivir en un mundo predeterminado. Una sociedad que se ha construido desde la antigüedad y que durante toda la historia permea y desborda estructuras de poder, era preciso que en algún momento se descontrolara de una manera cualquiera, a través de crisis económicas, guerras o pestes.

Nietzsche menciona que siempre que se habla acerca del hombre debe entenderse como un producto de la aristocracia, la misma que se creó a partir de los contratos sociales; en efecto, la interpretación nietzscheana no se encuentra alejada de la realidad, dado que el hombre, sobre todo en aspectos sociales y políticos, siempre tiende a aspiraciones de poder y el poder se lleva bien con las construcciones aristocráticas, tal como ocurre en nuestro siglo. Hoy, el gobierno y la política reverberan una vez más en los ejercicios de una aristocracia disfrazada de democracia.

Las sociedades entendidas como algo que permite la convivencia (con convivencia también seamos cautos, porque basta ver la masacre a la que se somete la humanidad a diario y al final de cada día se le denomina felizmente convivencia) tienen una finalidad en común: que cada individuo sirva como peón dentro de una infraestructura enorme donde al final solo unos pocos o uno llega a convertirse en un ser superior. Pero ¿quién es este ser superior? Suele ser quien logra dominar el poder en última instancia; quien logra dominar a las masas.

El problema de la sociedad actual es un problema de poder. Existen y siempre van a existir en el mundo estas estructuras arborescentes que buscan ascender hasta llegar a los cielos; en ese ejercicio encuentran su placer y satisfacción. Una vez más, como lo menciona Nietzsche, haciendo una analogía con una planta respecto a estas estructuras de poder: el sipó montador, que se aferra a cualquier cosa a su paso para obtener los rayos del sol, germinar y subsistir, es como aquellos que desean el poder, pues hacen lo mismo: escalar por los medios necesarios con la finalidad de conquistar; con la finalidad de llegar a la cúspide de la unidad árbol.

Respecto a esta analogía hay que precisar una diferencia: existen dos tipos de estructura. Unas estructuras son arbóreas, de las cuales podemos decir que son las que aspiran al poder y a la conquista de un fin; unidades que siempre tienden hacia lo Uno, realizando detenciones y petrificaciones de manera ascendente. Por otra parte, existen estructuras rizomáticas que se hacen posibles a partir de las líneas de fuga. En la actualidad ha llegado a irrumpir dentro de este gran árbol, que llamamos siglo XXI, este otro tipo de estructura: un rizoma a partir de una línea de fuga, en forma de enfermedad. La COVID-19 funge precisamente como una fuga que puede ser considerada como un fenómeno bueno o malo (tema amplio para la ética). Esta peste puede ser entendida como un rizoma que no persigue ningún fin humano, mucho menos de poder; es un virus que se expande en el mundo como una raíz libre, sin pensar en la catástrofe o beneficio que va dejando a su paso, afirmando día con día su multiplicidad en el existir humano. Así, resulta conveniente reflexionar la manera en que este virus abre la posibilidad de resignificar las estructuras de poder ya establecidas, para generar un nuevo mañana.

He definido este virus como un rizoma, con la finalidad de poner en función un concepto utilizado por el filósofo Gilles Deleuze. Los rizomas existen y coexisten en el mundo, desde los animales en manadas, hasta los tubérculos que se expanden por los campos debajo de la tierra. La situación que nos azota en la actualidad, deja ver que los humanos somos o podemos ser rizomas, siempre y cuando aprendamos a deshacernos de nuestros centros despóticos y dominantes; hacer a un lado las estructuras de poder excesivo. Hoy, la posibilidad de ser línea de fuga o rizoma se puede apreciar con mayor claridad.

Una vez que se alcanza a dimensionar la importancia de este evento mundial, se entiende que llega un momento en la vida como la conocemos en donde es preciso detenerse y reflexionar, para un nuevo comienzo. Ya Heráclito hablaba del eterno retorno y más tarde Nietzsche lo retoma con toda fuerza aludiendo a la manera en la que todo se repite incesantemente. Este recomienzo se hará posible o se está haciendo, gracias a una peste que funge como un punto de fuga, que llega para fracturar todas las estructuras sociales y las incita a replantear conceptos y formas de vivir. Así, me parece importante plantear el escenario actual bajo la lupa deleuzeana y tomar en cuenta otro concepto fundamental en su obra, a saber, las maquinas deseantes. Dichas maquinas son los cuerpos llenos que sin embargo se encuentran vacíos. El sentido de vacío surge por la situación de los seres humanos, quienes cumplimos un rol como autómatas; éste es el sentido de lo lleno, sin que realmente exista un contenido. Las maquinas deseantes están dispersas por todas las sociedades; cuerpos llenos que transitan con un sentido antipático por la vida.

De tal modo, se comienza a establecer un vínculo paralelo entre estas máquinas o producciones deseantes y lo que denominamos sociedad. La relación surge bajo el estándar de producción; siempre que existe este ejercicio se generan pausas improductivas, las cuales son un resultado del cuerpo social. Estas pausas improductivas llevan a las sociedades a una especie de colapso, lo que en un lenguaje clínico se denomina delirio. Las sociedades entran en delirios, porque los seres en ellas se vuelven centros de dominación en donde lo único importante es cumplir con la finalidad establecida, sin importar nada; ergo, la sociedad es el culmen de los delirios colectivos que acaecen día con día como consecuencias de las estructuras arborescentes. Estos delirios colectivos dejan de fondo consecuencias sociales catastróficas, pero justamente dentro de estos delirios se da la posibilidad de un rizoma, abrir una brecha y generar una fuga.

En los cuerpos sociales la producción siempre va enlazada con el consumo; en este sentido, Deleuze plantea que se crea una relación siempre binaria y disyuntiva. Hemos creado sociedades de elecciones, sociedades que se han habituado a separar en lugar de unir. Las líneas de fuga recuerdan que la importancia de la existencia humana es la conjunción. El coronavirus es una antiproducción que surge dentro de un sistema despótico, rememorando el carácter fluido y ligero que toda sociedad puede tener, sin recurrir constantemente a las estructuras sociales que nos enfrascan en la máquina estado. Nos recuerda que se pueden afirmar uniones y vecindades entre todos los aspectos sociales, a diferencia de los sistemas binarios que nos encapsulan dentro del modelo capitalista, de producción y consumo.

Las líneas de fuga o los rizomas surgen dentro de las sociedades como anti producciones, como antónimos de las maquinas deseantes. Cuando en las sociedades se forman estas pausas improductivas, lo que surge son estructuras despóticas, que estratifican y separan al conjunto social; he aquí dónde el COVID, dejando de lado el número de vidas que ha cobrado, funciona como ejemplo de ruptura de la estructura arbórea, y abre la posibilidad para generar un cambio interno y externo en el mundo.

Como menciona Deleuze, las líneas de fuga hacen posible el cambio dentro de las estructuras despóticas. Comenzar a experimentar el rizoma como forma de vida, no es cosa sencilla, pero la situación actual ilustra una manera mediante la cual se puede tomar el rizoma para experimentar un mundo. La finalidad de las líneas anteriores no es caer en discusiones éticas, sino que trato de mostrar que la filosofía, aunque suele ser encapsulada en un plano teórico, muchas veces alejado de la esfera social y real, está presente en la realidad tangible, como lo muestra la pandemia.

La apuesta final, y en cierto modo utópica, de estas líneas, es señalar que esta peste mundial puede abrir el camino a algo que Deleuze denomina cuerpo sin órganos (CsO), el cual figura como un plano dispuesto para la composición. Lograr hacer surgir un CsO sería hacer de nuestra individualidad un nuevo comienzo que logre derribar las codificaciones que nos atrapan. Como menciona Deleuze, cuando se logra experimentar el CsO surge un organismo glorioso; hecho que podría ser el resultado de la pandemia actual: hacer del mundo un nuevo organismo, un todo diferente, glorioso y rizomático.

Bibliografía

Deleuze Gilles, Diferencia y repetición, tr, María Silva Delpy, Buenos Aires: Amorrortu, 2002.

Deleuze Gilles, Guattari Félix, El anti-Edipo, tr, Francisco Monge, Barcelona: Paidós, 2004.

Deleuze Gilles, Guattari Félix, Mil mesetas, tr. José Vázquez Pérez, Valencia: Pre-textos, 2002.

Michel Foucault, Vigilar y castigar, tr, Aurelio Garzón, Argentina: Siglo XXI, 2002.

Nietzsche Friedrich, Más allá del bien y del mal, tr, Sils-Maria, España: Edimat, 2014.

Ortega y Gasset José, La rebelión de las masas, Madrid: Gredos, 2012.

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