Un fantasma recorre al leninismo: el fantasma de la aristocracia

Leninismo y aristocracia

Resumen: El presente texto plantea la posibilidad de una postura alternativa ante el problema del Estado en Lenin. Dada la prominencia teórica del partido revolucionario de vanguardia y la naturaleza táctica de la teoría leninista, existen elementos transversales que indican una nueva posibilidad: la aristocracia como derivación teórica del leninismo.

Introducción

En repetidas ocasiones ha sido estudiada la pertinencia de establecer una teoría del Estado para el marxismo. Dado el poco espacio que sus autores canónicos le dan al interior de sus escritos, sus lectores más asiduos han intentado encontrar remanencias de elementos que permitan encontrar, aunque sea implícitamente, postulados con implicaciones teóricas que permitan dilucidar una teoría de regímenes políticos. La cuestión no es intrascendente; indaga en el corazón mismo de la capacidad propositiva organizacional de una teoría que, en ultimadas cuentas, pretende ser realizable y aplicable.

La primera opción, y la más evidente dado el desarrollo histórico y dialéctico del marxismo, es la defensa de una dictadura. Sin embargo, distintos autores señalan que la afirmación de que la dictadura de la burguesía puede surgir bajo cualquier tipo de régimen sugiere que, a su vez, la del proletariado puede surgir bajo cualquier forma de Estado[1]. En este sentido, el contenido nodal no es la forma de dominación política, sino sólo la dominación socioeconómica. En abstracto, dicha aseveración implicaría el carácter baladí de buscar un régimen político dentro del socialismo. Lenin, sin embargo, al desarrollar una teoría fundamentalmente táctica (como será explicado) para un contexto adverso a las condiciones necesarias ortodoxas, se vio obligado a incursionar en este punto ciego del marxismo.[2]

Por un lado, existen quienes plantean a Lenin como el principal teórico precursor del totalitarismo stalinista, consecuencia de la revolución liderada por éste[3]. Por otro lado, están quienes afirman la existencia de fundamentos estatales democráticos a través de la obra de Lenin[4]. La primera postura juzga por consecuencias y análisis históricos, mientras la segunda establece su fundamento en los postulados teóricos del autor. Ambas tienen argumentos sólidos y pertinentes, sin embargo, dados los propósitos del presente texto, es necesario exponer algunas de las aseveraciones del autor que permiten observar su predilección democrática.

En el capítulo “¿Con qué sustituir la máquina del Estado una vez destruida?”, el propio Lenin afirma que, posterior al proceso revolucionario, “nos hallamos precisamente ante un caso de transformación de cantidad en calidad; la democracia, llevada a la práctica del modo más completo y consecuente que puede concebirse, se convierte de democracia burguesa en democracia proletaria”[5]. Además, el autor defiende como organización de la nación un centralismo democrático[6]. Asimismo, en las líneas dedicadas a la fase superior del comunismo, Lenin afirma que “cuando más democrático sea el Estado, constituido por los obreros armados y que no será ya un Estado en el sentido estricto de la palabra, más rápidamente comenzará a extinguirse todo Estado”[7]. Así, existe una constante apología a la democracia, no sólo como régimen ideal transicional entre el socialismo y el comunismo, sino como el único dentro de la fase superior del comunismo.

El presente texto plantea la posibilidad de una postura alternativa ante el problema del Estado en Lenin. Dada la prominencia teórica del partido revolucionario de vanguardia y la naturaleza táctica de la teoría leninista, existen elementos transversales que indican una nueva posibilidad: la aristocracia como derivación teórica del leninismo. Así, surge la pregunta del presente ensayo, ¿es el establecimiento y permanencia de un régimen aristocrático una consecuencia necesaria de la teoría política leninista? El presente texto argumenta que sí, dado que características constitutivas aristocráticas en la teoría de Lenin están presentes, de forma transversal, en los distintos estadios de su teoría.

Definición de aristocracia

Bernard Manin establece la presencia de dos principios inherentes a los gobiernos representativos. Por un lado, el elemento democrático, que está manifiesto en el hecho de que “todos los ciudadanos poseen el mismo poder de designar y despachar a sus gobernantes”[8]. Éste es el fundamento de la elección popular; la ampliación del electorado configura, entonces, el elemento democrático de las elecciones en los gobiernos representativos. Por otro lado, “La elección puede considerarse incluso un procedimiento aristocrático u oligárquico, ya que reserva los cargos públicos a individuos eminentes (…) la elección inevitablemente selecciona élites[9]. De la cita previa es posible aducir el contenido aristocrático al que refiere Manin en dos principios constitutivos: por un lado, la superioridad de los gobernantes con relación a los gobernados y, por otro, su carácter de élite.

Sin embargo, los elementos mencionados son insuficientes para los propósitos del presente texto. Por un lado, la amplitud de ambos puede implicar la ausencia de un análisis más específico y sustentado sobre la teoría leninista. En este sentido, es necesaria una definición que incluya aspectos más específicos en la definición de aristocracia. Por otro lado, la teoría leninista, como será mostrado, no deja al electorado la posibilidad de escoger los contenidos del principio de selección; éstos están dados por la necesidad táctica indicada, paradójicamente, por el mismo grupo de personas que conformarán la élite resultante de este proceso.

Sobre este fundamento, el presente texto encuentra en la definición establecida por Baruch Spinoza elementos discernibles y con mayor contenido sustantivo. Estos elementos son: a) la centralización del poder, b) la cohesión ideológica del grupo gobernante y c) su carácter absoluto[10]. Cada uno de ellos cumple una función que facilita la puesta en marcha de dicho régimen. Los primeros dos elementos son expresados por el autor con dos fines. El primero es evitar los faccionalismos al interior del grupo dominante. El segundo, surge de la necesidad de establecer mecanismos que balanceen los intereses internos de la clase gobernante. En este sentido, el hecho de que los integrantes de dicha clase tengan fines compartidos, permite la cohesión de estos y da paso al tercer elemento de su definición: el carácter absoluto de esta aristocracia.[11]

La teoría política leninista: su naturaleza táctica

Como fue mencionado, Lenin no sólo fue un teórico político del marxismo, sino que, también, un actor protagónico de la revolución socialista rusa. En este sentido, su pensamiento es esencialmente estratégico y táctico[12]. La motivación de su pensamiento no consistió en el desarrollo general de una teoría política marxista, sino la superación que ésta presentaba ante las vicisitudes de la situación rusa. Su objetivo siempre fue poder aplicar conceptos marxistas que, dentro del contexto sociopolítico y económico ruso, parecían descontextualizados e incluso impertinentes[13]. El leninismo es, en esencia, la aplicación del materialismo histórico y dialéctico de Marx y su principal objetivo es “extraer la esencia práctica del marxismo”[14]. Las consecuencias de esta naturaleza teórica se traducen en su carácter multifacético.

Con base en lo anterior, para poder hablar de una teoría leninista, es necesario analizarla a partir de los distintos estadios en los que ésta confrontó problemas para la aplicación del socialismo a Rusia. El presente texto, que plantea la teoría leninista dados estos constreñimientos contextuales, resalta su carácter estratégico y, por lo tanto, multifacético. Con el fin de hacer explícito lo anterior, tres cortes fundamentales en la teoría leninista son suficientes. Dichos cortes representan cambios importantes en la formulación de objetivos y alcances conceptuales. El criterio a partir del cual fueron realizados estos cortes tiene una profunda relación con la naturaleza de su metodología heredada del materialismo histórico definido como la teoría de la revolución proletaria[15]. De acuerdo con Georg Lukacs,

La grandeza de un pensador proletario, de un representante del materialismo dialéctico, se mide (…) por la intensidad con que es capaz de percibir adecuadamente (…) esas tendencias de la revolución proletaria que en ellos y por medio de ellos van elaborándose hasta adquirir un ser eficaz y una clara conciencia.[16]

En este sentido, la necesidad de encontrar las formas eficientes que desemboquen en la conciencia de clase del proletariado –objetivo del materialismo dialéctico– y suscribirlas al progreso histórico –objetivo del leninismo– requiere la presentación de agentes antagónicos (tesis y antítesis) congruentes con la metodología dialéctica. Como bien lo menciona Lenin, la lucha socialdemócrata está principalmente determinada y guiada por la educación política que implica hacer explícitos los antagonismos y despertar la agitación entre la masa obrera[17]. De esta forma, cada una de las etapas identificadas varían con relación al enemigo que Lenin combate conceptual y tácticamente.

Así, las tres etapas son: a) la formación de un partido socialdemócrata de vanguardia, b) la labor de los socialdemócratas durante la revolución de 1917 y c) el establecimiento del gobierno soviético y el imperialismo del capital. Cada una de estas y sus componentes aristocráticos serán analizadas por medio de los textos que fueron escritos por Lenin acerca de las mismas. En la primera etapa, existían dos adversarios a vencer (uno externo y uno interno): el zarismo y los economicistas. En la segunda etapa, el enemigo a vencer fue el gobierno provisional establecido después de la deposición del zar Nicolás II y el congreso constituyente propuesto por el mismo. En la tercera etapa, el capitalismo internacional y sus implicaciones en las guerras imperialistas.

Primera etapa: la conformación del partido de vanguardia

En su obra ¿Qué hacer?, Lenin desarrolla lo que, a su concepción, debe de ser la forma a partir de la cual un partido revolucionario socialista ruso organice la lucha del proletariado. La situación rusa provocó que “sólo un partido dirigido por una teoría de vanguardia puede cumplir la misión de combatiente de vanguardia”[18]. Los enemigos a vencer eran, entonces, las fuerzas que obstaculizaban la conformación y desarrollo de dicho partido socialdemócrata; es decir, la facción economicista y el régimen zarista. Los primeros impedían la conformación y el desarrollo por la miopía propia de sus postulados teóricos y prácticos. De acuerdo con el autor, estos miembros guiarían a los grupos de obreros a exigir soluciones a las injusticias derivadas del modelo capitalista, pero no divisaban el antagonismo intrínseco entre sus intereses y los del sistema político en general[19]. El segundo impedía la conformación y el desarrollo del partido debido a las medidas represivas que ejercía sobre el movimiento socialista.[20]

Ante este contexto, Lenin desarrolla su teoría con relación al partido de vanguardia. El autor afirma que

La conciencia socialista moderna puede surgir únicamente sobre la base de profundos conocimientos científicos (…) el portador de la ciencia no es el proletariado, sino la intelectualidad burguesa; es del cerebro de algunos de los miembros de esta capa de donde ha surgido el socialismo moderno, y han sido ellos quienes lo han transmitido a los proletarios.[21]

De lo anterior se sigue la clara predilección de Lenin hacia cierto grupo que, debido a las condiciones económicas y contextuales, tiene las características necesarias para el desarrollo de la lucha del proletariado. Esto no implica, únicamente, una labor pedagógica por parte de dichos intelectuales. El autor hace explícita la necesidad de que los mismos adopten un liderazgo audaz, fuerte, efectivo y rígido con sus subordinados, dada la situación a la cual se enfrentan, así como la necesidad de que este grupo sea reducido en número, clandestino y ajeno a las exigencias directas de la clase proletaria a la que, paradójicamente, representa[22]. En este sentido, Lenin presenta la necesidad de la fundación de un partido centralizado y elitista como respuesta al problema organizacional de la socialdemocracia rusa.

A partir de lo anterior, es posible afirmar la presencia de los tres elementos de la definición aristocrática en la concepción leninista de la formación del partido. Por un lado, la centralización del poder y la ideologización de los líderes está conformada por: a) la necesidad de dirigir el movimiento proletario en la dirección socialista y b) la necesidad de que, quienes dirijan ese andar, sean intelectuales expertos en la teoría socialista. La capacidad de ejercer un poder disciplinar absoluto y justificado sobre las personas a quienes dirigen está determinado por la naturaleza misma de esta élite partidaria: su actuar y sus decisiones están justificadas ex ante dada su evidente superioridad con relación al resto del movimiento. Es importante señalar, sin embargo, que el mismo Lenin afirma que la necesidad de este partido y su estructura es tan sólo transicional. Esta podrá cambiar, en una dirección de apertura, una vez que los obstáculos que le constriñen sean superados.

Segunda etapa: la revolución, los soviets y la derrota electoral

En su obra Tesis de abril, Lenin expone los principales objetivos a cumplir por el proletariado dada la abdicación de Nicolás II en febrero de 1917[23]. El contexto está determinado por el establecimiento de un gobierno provisional y de un congreso constituyente con el fin de establecer la forma de gobierno que sería adoptada por el Estado ruso[24]. Existe, además, una escisión en la capacidad de poder fáctica dentro de Rusia; una dualidad de poderes. Por un lado, está el gobierno provisional y, por el otro, el soviet de Petrogrado que desempeñaba la labor de compensar la representación burguesa dentro del gobierno provisional. Lenin consideraba a la segunda forma de organización una innovación fundamental para el desarrollo de la revolución socialista en Rusia. Aún más, el autor consideraba que dicha institución era una premonición de lo que pasaría a ser la dictadura del proletariado.[25]

Sin embargo, para Lenin surge un problema fundamental al interior de la conformación (no la estructura misma) del soviet de Petrogrado: el comité ejecutivo del mismo está conformado por la facción menchevique del movimiento[26]. Si, como el autor afirma, el fin teórico transicional y el propósito organizativo de sus postulados fuera el establecimiento de un centralismo democrático[27], entonces el liderazgo del partido menchevique no habría constituido ningún problema. Empero, su disgusto fue evidente. Inmediatamente, Lenin comienza a introducir rasgos de disenso y descontento con los líderes de la organización de la cual, estructuralmente, era un ferviente defensor. El autor llega a afirmar que

Cuanto más profundos son el derrumbe económico y la crisis engendrada (…) tanto más imperiosa es la necesidad de una forma política lo más perfecta posible (…) y cuanto menos experiencia tenga el pueblo ruso en lo que a organización se refiere, tanto más resueltamente debemos impulsar el desarrollo de la organización por el pueblo mismo.[28]

Es importante señalar que, cuando el autor habla en la primera persona del plural, está haciendo una directa alusión a su facción socialdemócrata: la facción bolchevique. Además, señala la necesidad de prescindir del seudomarxismo de líderes mencheviques dentro del comité ejecutivo como Pléjanov y Kautsky.[29]

Así, surgen dos aspectos a analizar que resaltan la permanencia de los principios aristocráticos de Lenin en la etapa revolucionaria. Por un lado, la desaparición de los enemigos que explicaban y justificaban el establecimiento de un partido de vanguardia, centralizado, jerárquico y, como fue expuesto, aristocrático, no parece implicar la desaparición paralela del último. Como fue mencionado, surgen dos nuevos enemigos a los cuales vencer: el gobierno provisional de Lvov y la configuración interna del comité ejecutivo del soviet. Por otro lado, es importante señalar que Lenin nunca criticó el carácter estructural de la organización del soviet que era, en su diseño, eminentemente centralista. Su crítica estaba dirigida a quienes le ocupaban por las discrepancias ideológicas que ambos grupos tenían. Así, es posible afirmar que la predilección por la centralización del poder y la imposición de una ideología en la élite gobernante como principio necesario para aceptar un gobierno (es decir, las primeras dos características del gobierno aristocrático) siguen presentes en esta etapa. La característica absolutista, de nuevo fundamentada por la evidente superioridad ideológica de Lenin y sus seguidores, fue demostrada en el eventual golpe de Estado realizado por los mismos.[30]

Tercera etapa: el Estado revolucionario y la internacionalización del capital

En su obra El Estado y la revolución, Lenin desarrolla un cuidadoso análisis de los postulados marxistas con relación a la naturaleza del Estado. El autor revisa la concepción de la extinción del Estado planteada por Engels. Afirma que tal característica es natural de este proceso, en contraposición con la abolición de éste como objetivo teórico del anarquismo[31]. Asimismo, aclara que, cuando Engels y Marx hablan de la extinción del Estado, refieren a la eventual disolución de la dictadura del proletariado, instaurada para facilitar la transición hacia el comunismo. Por el contrario, “el Estado burgués no se extingue, según Engels, sino que es destruido por el proletariado, en la revolución”[32]. Asimismo, el autor afirma que “la sustitución del estado burgués (…) es imposible sin una revolución violenta (…) la supresión del estado proletario (…) sólo es posible por medio de un proceso de extinción”[33]. En este sentido, es posible deducir que la disolución de la dictadura del proletariado (es decir, el soviet de Petrogrado), sólo encontraría lugar si las presiones capitalistas dentro del país estuvieran extintas. Sin embargo, un fenómeno inaudito, identificado por Lenin como continuación a la creciente acumulación del capital desarrollada por Marx, tiene las características necesarias para frenar dicho proceso: la internacionalización del capital y el imperialismo.

Lenin identifica el desarrollo del imperialismo a escala global como un proceso de fuerzas internacionales caracterizado por la monopolización emergente que crean, por sus dinámicas productivas, una nueva división de clases ya no restringidas por límites territoriales, sino trascendiéndolos[34]. El autor desarrolla las dinámicas económicas que conlleva dicho proceso. Sin embargo, su principal objetivo es esclarecer las dinámicas políticas que provocará la evolución del capital a esta escala; las dinámicas políticas internacionales que desatará la internacionalización de las clases sociales y el desbordamiento de las zonas de interés nacionales. De acuerdo con Lukacs, surge de ella un modo de producción capitalista en las colonias que, a su vez, crea, por un lado, un proceso de expansión de la clase proletaria y, por el otro, luchas nacionales de este sector. En este sentido, “todo el mundo ha de ver claramente en este contexto que el inmenso problema que se alza ante nosotros (…) es el mismo problema que Lenin situó desde un principio enérgicamente en el propio núcleo del problema agrario ruso, contra los populistas, marxistas legales, economicistas”[35]. Así, surge un nuevo enemigo a contrarrestar tanto táctica como teóricamente. A diferencia de los anteriores, éste constituye un proceso más que una estructura definida y, por ello, la lucha contra el mismo está indeterminada.

Dado este contexto, el proletariado es el líder revolucionario de todas las clases oprimidas. Las amenazas del capital y de la burguesía trascienden los límites territoriales estatales. Esto implica, como lo menciona Lukacs, el regreso a la misma situación y contexto objetivo que dio origen y justificación al partido socialdemócrata de vanguardia. Dado que dicho partido logró el derrocamiento del estado burgués en el contexto ruso, la pertinencia de la lucha trasciende las barreras territoriales. De esta forma, el partido bolchevique se vuelve la concepción del partido a nivel mundial y, al ser la única dictadura del proletariado, su disolución parece truncada. Así, el contexto internacional y el surgimiento de un nuevo enemigo internacional (el imperialismo) implica la permanencia del partido revolucionario de vanguardia y, por lo tanto, la permanencia indefinida de una estructura organizativa claramente aristocrática.

Conclusión

La teoría marxista-leninista, como la teoría marxista ortodoxa y sus derivaciones posteriores, concentraron sus esfuerzos teóricos en la crítica de las instituciones estatales dejando de lado la elaboración amplia y comprometida de una teoría alternativa. A pesar de esta deficiencia en el carácter explícito de las mismas, existen, como fue demostrado, ideas transversales a la teoría política de Lenin que parecen indicar su predilección por un régimen aristocrático. Si es considerada, no de forma atómica cada una de sus obras, sino como un continuo, un sistema táctico coherente con las finalidades del marxismo materialista, entonces las afirmaciones democráticas parecen pasar a segundo plano. A su vez, parecen ser sustituidas por las características que no son mencionadas y fundamentadas de manera esporádica (como el gobierno democrático). Esto es, los fundamentos claros y discernibles de un régimen centralizado, ideologizado y absoluto; es decir, un régimen aristocrático.

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Bibliografía


Notas

[1] Umberto Cerroni, “¿Existe una ciencia política marxista?,” en ¿Existe una teoría marxista del Estado? (Puebla: ICUAP, 1978), 59.

[2] Sheila Fitzpatrick, The Russian Revolution (Oxford: Oxford University Press, 1992), 21.

[3] Richard Pipes, The Russian Revolution (New York: Alfred A Knopf, 1991).

[4] Paul Le Blanc, “Lenin and the Revolutionary Democracy,” en Unfinished Lenninism: The Rise and Return of a Revolutionary Doctrine (Chicago: Haymarket Books, 2014), 77.

[5] Vladimir Lenin, Estado y revolución (Buenos Aíres: Polémica, 1984), 55.

[6] Ibid., 69.

[7] Ibid., 126.

[8] Bernard Manin, “Una aristocracia democrática,” en Los principios del gobierno representativo, trad. Fernando Vallespín (Madrid: Alianza Editorial, 1998), 291.

[9] Ibid.

[10] Justin Steinberg, «Spinoza’s Political Philosophy», The Stanford Encyclopedia of Philosophy (Summer 2019 Edition), Edward N. Zalta (ed.), URL = https://plato.stanford.edu/archives/sum2019/entries/spinoza-political/.

[11] Ibid.

[12] Vania Bambirra y Theotonio Dos Santos, La estrategia y la táctica socialistas de Marx y Engels a Lenin (México, D.F: El hombre y su tiempo, 1978), 11.

[13] Georg Lukacs, Lenin: la coherencia de su pensamiento (México D.F: Grijalbo, 1970), 16.

[14] Bambirra y Dos Santos. La estrategia y la táctica socialistas de Marx y Engels a Lenin, 11.

[15] Lukacs, Lenin: la coherencia de su pensamiento, 9.

[16] Ibid.

[17] Vladimir Lenin, “Política tradeunionista y política socialdemócrata,” en ¿Qué hacer? Teoría y práctica del bolcheviquismo, (México, D.F: Era, 1977), 164-165.

[18] Ibid., 26.

[19] Ibid., 138.

[20] Ibid., 164-165.

[21] Ibid., 144.

[22] Bambirra y Dos Santos, La estrategia y la táctica socialistas de Marx y Engels a Lenin, 29.

[23] Fitzpatrick, The Russian Revolution, 40.

[24] Ibid., 43.

[25] Vladimir Lenin, “La dualidad del poder,” en Acerca del Estado (México, D.F: Grijalbo, 1970), 72.

[26] Fitzpatrick, The Russian Revolution, 47.

[27] Alan Adler, Theses, Resolutions and Manifestos of the First Four Congresses of the Third International (London: Ink Links, 1980), 235.

[28] Vladimir Lenin, “Las tareas del proletariado en nuestra revolución,” en Tesis de abril (Buenos Aires: Anteo, 1973), 53.

[29] Ibid.

[30] Fitzpatrick, The Russian Revolution, 51.

[31] Lenin, El Estado y la revolución, 25.

[32] Ibid.

[33] Ibid., 30.

[34] Lukacs, Lenin: la coherencia de su pensamiento, 65.

[35] Ibid., 69.

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