¡Esto es amor de viejos para jóvenes!, ¡esto es amor de viejos para jóvenes!, grita un anciano, en la famosa Ciudadela de la Ciudad de México. Pasan las tres de la tarde y la capital expele el típico calor que la caracteriza en el mundo.
Bajo la rozagante fronda de los grandes árboles que a tramos se compiten la amplitud del cielo sabatino, una alegre comunión de ciudadanos de la tercera edad llama la atención de cualquier fotógrafo de ocasión; parecen parvadas de aves pero son Señores.
Desde las señoritas y los jovenazos de 50, hasta las damas y los caballeros de 80 y más, todos parecen vivir un rato de maravilla; parejas se hacen y deshacen al ritmo de un estupendo mambo, un gran danzón, una buena salsa y hasta un tremendo “tíbiri tábara”, interpretado por un audaz hombre del retiro. La vibración del suelo resulta gozosa y el perfume del ambiente excita calurosos devaneos.
Repentinamente, en un rincón de la escena puede apreciarse a un individuo que camina con los brazos extendidos hacia adelante, que proclama algo ininteligible. Las miradas apenas se vuelven hacia la novedad, cuando unos noviecillos adolescentes quedan congelados ante un inminente cruce con el suceso, pues el extraño personaje se aproxima decididamente a ellos, con las manos extendidas en la manera descrita:¡Esto es amor de viejos para jóvenes!, exclama, un instante antes de capturarlos con firmeza y provocar un estallido unísono de carcajadas, pues todos conocen a este loco amante de espantar a los desprevenidos.
Libros publicados por David Enríquez
