Cuerpos femeninos destrozados por la noche: la violencia de género como artífice literario en The Nigth, de Rodrigo Blanco Calderón

Reseña crítica The night Rodrigo Blanco

A finales de los 80s y principios de los 90s, Venezuela experimenta dos procesos históricos importantes: la crisis del neoliberalismo económico y los intentos de golpes de Estado protagonizados por Hugo Chávez, quien, una vez electo como presidente, aprobará una nueva Constitución en la que Venezuela se refunda como Nación y pasa a ser la República Bolivariana de Venezuela. En este tránsito fundacional, la violencia política y urbana se constituye no sólo en la cotidianidad del país, sino en tópicos narrativos que replantean la novela negra contemporánea como subgénero en el que se articulan los acontecimientos políticos relacionados con la Revolución Bolivariana y los horrores de la urbe bolivariana: asaltos, secuestros y asesinatos.

The Night (2016), de Rodrigo Blanco Calderón, presenta así una serie de crímenes sociales, especialmente asesinatos, violaciones y desapariciones de mujeres; todos, posteriormente, se convierten en crímenes estatales por la negligencia e impunidad que se lleva a cabo en las distintas relaciones de poder, entre instituciones médicas, personajes pertenecientes a la sociedad letrada y el Estado, gestados en una atmósfera nocturna que da cuenta de un proyecto nacional que propugna valores superiores de ordenamiento jurídico, como la libertad, la justicia y los derechos humanos, pero que falla, esencialmente a las mujeres, por las contradicciones entre los ideales de nación y su realidad inmediata.

La novela de Blanco Calderón presenta –de acuerdo con mi criterio–, la violencia de género como un engranaje ficcional y estético que abarca todos los matices de una sociedad heteropatriarcal, violenta y desalentadora, aunque el discurso es catalizado desde los sentidos y las percepciones de los personajes masculinos.

Para la conceptualización de este análisis literario tendré en cuenta los planteamientos dados en estudios de género, específicamente haciendo uso de la categoría de feminicidio, así atendiendo al propósito de mi artículo, a saber: cómo se entiende tal concepto en la realidad/actualidad, y cómo se interioriza o articula una perspectiva de género en la realidad de la obra literaria.

En The Night de Rodrigo Blanco Calderón se observa cómo el proceso de refundación de Nación empieza a generar eco y dudas en aquellos que lo viven y cómo es cuestionable el sentido identitario, pues se abarca la idea de un “nosotros” desde el lugar de la crisis y el caos: “Al principio fue un largo, inesperado, apagón de cinco horas, Caracas parecía un hormiguero destapado […] En los meses siguientes, a medida que los apagones se repetían, los habitantes fueron dibujando sus primeros bisontes”. (p. 15) Lo anterior deja una percepción de inseguridad, soledad y oscuridad, pero contada, como gran parte de la historia, por voces masculinas.

Consecuentemente, se da una representación del lugar de enunciación de las distintas violencias (desde la violencia política, la social y la cultural), a partir de lo cual, en este trabajo observaré cómo la violencia de género se presenta como un daño colateral de las violencias mencionadas, condensándose en un problema mayor,evidente en las implicaciones de la Revolución y los pasos de la Modernidad en la ciudad y en los individuos que la habitan, cual explica Argenis Monroy: “Las grandes ciudades se representan como espacios limitados por el miedo y la desconfianza, configurados por relaciones de dominio y transgresión. La ley queda sometida a la voluntad del poder que gestiona la corrupción, la delincuencia, la impunidad y la injusticia social.” (2017)

Volviendo a The Night, tal condensación del problema ocurre, sobre todo, en los sujetos femeninos que se enfrentan directa y diariamente a procesos de cambio, como sobrevivir en una urbe donde no hay oportunidades ni seguridad para las mujeres:

El otro día, Margarita, mi amiga del taller, contó una historia insólita. Tomó un mototaxi en Altamira para llegar hasta Paseo Las Mercedes. Eran las seis de la tarde, el metro estaba colapsado y los autobuses atestados de gente.

Cuando iban a doblar desde Chacaíto para agarrar la principal de las Mercedes, justo enfrente del McDonald’s de El Rosal, el mototaxista, aprovechando la luz roja del semáforo, sacó una pistola y le robó el Blackberry a la conductora del lado derecho. No esperó a que cambiara la luz, dejó los carros atrás y continuó su camino.

(The Night, 2016)

La ciudad capital, Caracas, instituye per se el centro, aquel espacio que posibilita cualquier tipo de violencia, en este caso, la violencia urbana hacia la mujer: “Margarita estaba temblando. Aunque ella sepa defenderse, incluso mejor que cualquier hombre de medianas condiciones […] El mototaxista recibió los reales de la carrera y, al verla tan asustada, le dijo: –Mami, no te alteres. Yo no atraco a mis clientes.” (p. 20)

Es menester situarnos no solamente en los tipos de violencias y feminicidios que se abarcan en la obra literaria (punto que más adelante desarrollaré) sino también, en las voces enunciadoras (masculinas); son ellas mismas quienes nos proponen, nos cuentan y nos configuran cada uno de los relatos de los sujetos femeninos, haciéndose cuestionamientos vagos sobre una historia que no les pertenece: “El tipo la secuestró, la violó y la torturó durante cuatro meses. Le arrancó el labio superior y parte de una oreja a punta de golpes. ¿Te parece poco?”. Sin embargo, esto no es todo, en el diálogo, uno de los personajes propone como tema de conversación lo atractivo e increíble que resulta hacer el papel del victimario, no precisamente por sus acciones ya cuestionables, sino, por su lugar en el mundo, por su capital simbólico, naturalizando los feminicidios como algo que pasa: “La historia de Lila Hernández es terrible, eso lo sabemos todos. Pero lo que ha llamado en verdad la atención es que el engendro sea hijo de Carmelo Salas. ¿En qué cabeza cabe que el hijo de un Premio Nacional de Literatura haga eso? ¿Cómo un poeta, reconocido, además, pudo crear eso?”. (p. 15) Con la cita anterior no sólo rescatamos el desnivel de importancia que existe en relación a todos los tipos de violencia, de resultado fatal, ejercidos en Lila, violación, tortura; su labio y oreja arrancados), en contraposición a la figura del victimario (hijo de…), sino también el eufemismo con que titulan la violencia de género en sí misma, categorizándole o asignándola como “eso”, minimizando y normalizando la salud física y mental de la víctima cual “eso”.

Como hemos observado en la obra literaria, es recurrente que se presenten las distintas formas de violencia de género, desde la perspectiva de los sujetos masculinos, es decir, cómo ellos la perciben y a raíz de ello, cómo se sienten con la capacidad de discutir, de “plantear”, de poner en consideración el papel de los victimarios por encima de cualquier hecho como tal, incluso por encima de la víctima; pues, en la secuencia del relato, observamos cómo el rastreo de las historias de cada mujer presente en la obra literaria, no resulta ser suficiente en cuanto a situaciones que nos lleven a (re) pensar el mundo, a (re) pensar desde qué lugar se piensa la Nación. Se trata de alimentar una cifra estadística, de contribuir –desde el simple morbo– a conversaciones matutinas de dos hombres a quienes no les pesa, ni sienten la violencia de género.

En el caso de Matías Rye, su aparente sensibilidad se manifiesta y nutre de la violencia de género como punto de partida para sus propósitos individuales: “Creo que tengo perfilado al protagonista. Un psiquiatria que viola y mata a sus pacientes. Solo a mujeres”. La salvedad del tipo de situaciones, acciones y hechos que presentará Rye en su proyecto literario consiste en servirse de los casos que relata su compañero, psiquiatra forense, quien tiene la oportunidad de hacer los exámenes pertinentes para dictaminar “las historias, causas, y rasgos particulares” de cada una de las víctimas. Todo lo mencionado cuestiona la perspectiva de género que se constituye en la novela, no sólo porque estos relatos sean contados por medio de voces narrativas que orbitan el discurso patriarcal, sino porque también (por si fuera poco) la dotan de “utilidad” en la medida que pueden generar cierto tipo de objetivos estéticos, no sociales, no humanos.

Ahora bien, partiendo de la significación del término “feminicidio”, tenemos que, según Elisa Cabrera en “«La parte de los crímenes» en 2666: la visibilización del concepto «feminicidio» como política de la literatura”, se trata de “un anglicismo que, a pesar de ciertos usos anteriores aislados –aunque importantes–, aparece en 1992 en la publicación de referencia para los escasos estudios posteriores, Femicide: The politics of woman killing, de Diana Russel y Jil Radford (eds.). Aquí Jane Caputi y Russel teorizan el término «feminicidio» como «la forma más extrema de terrorismo sexista motivado por el odio, el desprecio, el placer o el sentimiento de propiedad hacia las mujeres». A su vez, dentro del artículo, también se concibe “feminicidio” como «una forma de control fundamental para el mantenimiento del patriarcado», además, «el extremo final de un continuum de terror contra las mujeres que incluye una amplia variedad de abusos verbales y físicos»”. (Cabrera, 2016)

En The Night describen asesinatos a mujeres, que cumplen esencialmente las características de feminicidio expuestas en este trabajo, no existiendo una consecuencia legal inmediata.

Prosiguiendo con nuestro interés teórico, abarcaremos los distintos tipos de feminicidios que de forma precisa y puntual desarrolla Julia Monárrez en su ponencia titulada Fortaleciendo el entendimiento del Femicidio/Feminicidio, los cuales son exponencialmente importantes en el análisis de cada uno de los casos de violencia de género que se presentan en la novela en cuestión.

Siguiendo la secuencia que he planteado con respecto a los tipos de feminicidios, encuentro interesantes y propicios para este trabajo los siguientes: el feminicidio sexual sistémico, y el feminicidio sexual sistémico desorganizado.

En palabras de Monárrez (2008), el feminicidio sexual sistémico consiste en el “asesinato de mujeres que son secuestradas, torturadas y violadas. Sus cadáveres, semidesnudos o desnudos son arrojados en las zonas desérticas, los lotes baldíos, en los tubos de desagüe, en los tiraderos de basura y en las vías del tren”. Identifico esta manifestación teórica en una de las tantas conversaciones de las voces narrativas en The Night, por medio de las difusiones que tienen los feminicidios en la prensa: “La noticia menciona los cadáveres de mujeres encontrados este año en los terrenos baldíos que están cerca del Parque Caiza. Y en efecto van ocho”. (p. 31)

Lo sistémico resuena en las siguientes conversaciones porque cadáveres aparecen de forma recurrente, y la figura de los victimarios está ausente en la descripción de ellos: “El primer cadáver que encontraron en Parque Caiza fue el de Rosalinda Villegas. Varios meses después, comienzan a aparecer más cadáveres de mujeres en los mismos terrenos”. (p. 31) Es tan ausente la figura de los victimarios que en el caso específico de Rosalinda Villegas la investigación realizada posibilita un culpable, pero éste, por pertenecer a una de las instituciones más importantes del país, ser el psiquiatra del presidente y un señor de avanzada edad, recibe una condena no proporcional a sus procederes: “Por la edad, le dieron casa por cárcel. Y ahí está. Eso es todo. Solo que Montesinos tiene muchos amigos, y ellos lograron que no se hablara más del asunto.” (p. 31) Es así como tales casos pasan de ser normalizados dentro de la sociedad, a ser olvidados por ella, o más bien, por aquellas voces discursivas patriarcales en las que se constituye toda relación de poder.

Por su parte, el feminicidio sexual sistémico desorganizado, es definido por Monárrez de la siguiente manera:

El asesinato de las mujeres está acompañado –aunque no siempre– por el secuestro, tortura, violación y disposición del cadáver. Los asesinos, presumiblemente, matan por una sola vez, en un período determinado; y pueden ser hombres desconocidos, cercanos o parientes de las víctimas que las asesinan y las depositan en parajes solitarios, en hoteles, o en el interior de sus domicilios.

(Monárrez, 2008)

En The Night, este tipo de feminicidio se presenta a través del caso de Margarita, quien no despierta preocupación entre sus compañeros al no presentarse a su taller de escritura: “Margarita faltó a esa clase y a la siguiente. Cada ausencia fue un tajo con el que deshojé su nombre”. La ausencia de Margarita no es preocupante por sí misma, sino por todo lo que provoca en el personaje masculino Álamo; no hubo ningún tipo de cuestionamiento por su bienestar, ni siquiera cuando retoma las sesiones con una marca violeta en uno de sus pómulos: “Ninguno se sorprendió. Más bien, sentimos una especie de orgullo. Margarita hace estudios simultáneos de Letras y Psicología. Y además practica kickboxing”. (p. 37)

La marca violeta en la mejilla de Margarita se vuelve a presentar dentro del relato, ya no en ella, sino en quien era su pareja: “Margarita se montó en el carro. Gonzalo hizo un gesto de despedida, apagó la luz interna y aceleró. Era un hombre guapo, en uno de sus pómulos creí ver una mancha violeta”. No obstante, de todo esto, no es suficiente solamente interpretar estas dos situaciones con una mirada preocupante, porque siempre hay más; el lenguaje sexista toma lugar dentro de los hechos, superponiéndose por encima de cualquier alarma: “–¿Te llevo? –Dijo alguien desde el carro. Margarita se veía desencajada. –Dame un chance –me dijo–. ¿Qué quieres, Gonzalo? –preguntó Margarita, ahora dirigiéndose al hombre del carro. Inclinada sobre la ventana, parecía una prostituta”. (p. 39) La forma violenta en que es presentada la anterior situación es desviada por la posición que toma el cuerpo de Margarita una vez que se inclina, dejando nuevamente sin importancia los indicios de maltrato que se presentaban. Margarita es violentada y asesinada, al igual que su madre, por la misma persona que traía en su mejilla una marca violeta: su novio.

Para concluir, podemos destacar que la perspectiva de género propuesta en la novela es enunciada incorrectamente, ya que cada una de sus historias es desarrollada utilizando voces narrativas masculinas que no precisamente denuncian la violencia de género y los feminicidios, sino que siguen reproduciendo por medio de un lenguaje sexista, dada la construcción psicológica de los personajes, discursos violentos que minimizan y revictimizan a las mujeres; son representaciones de acciones y hechos no pensados objetiva ni críticamente, sino desde la visión de hombres, para una sociedad también de hombres.

Bibliografía

Blanco. R., (2016). The Night, Colombia: editorial Alfaguara.

Cabrera, E. (2016). La parte de los crímenes en 2666: la visibilización del concepto «feminicidio»      como     política     de      la     literatura.     Revista      Letral.      N°      16.   

Monárrez, J. (2008) Fortaleciendo el entendimiento del Femicidio/Feminicidio. Ponencia presentada en Washington DC.  Disponible en: http://www.igwg.org/eventstrain/femicide.htm.

Monroy, A. (2017) Tras las huellas del crimen: la nueva narrativa negra venezolana. Letralia.

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