Isaac Asimov, Inteligencia Artificial y evolución humana. Una (urgente) reflexión ética

Isaac Asimov, Inteligencia Artificial, evolución y ética

Isaac Asimov describió dos posibles escenarios en el terreno de la evolución humana. En tanto que científico, Asimov pensaba constantemente en el futuro y cómo podría la especie humana evolucionar o morir. Nuestro momento histórico es fundamental por dos razones. Primeramente, existe una urgencia en la protección de bioesferas naturales y especies animales a nivel mundial. Si no actuamos de manera inmediata, el calentamiento de la Tierra será literalmente infernal y el planeta reaccionará, como ya la está haciendo, con sequías, incendios incontenibles, inundaciones y, finalmente, con un armagedón en la vida animal, y vegetal y humana, así como con más pandemias. El desbalance será resistido con una violencia de la natura a tal grado que la vida tanto humana como animal será imposible. El mundo entero estará contaminado y será inhabitable. La naturaleza resistirá la violencia que la especie humana le impone, con violencia. Somos responsables de una agresión constante al mundo natural a través de la industrialización, el antropocentrismo, el capitalismo, la productividad, el crecimiento económico y el uso de la tecnología, mientras ignoramos estudios serios de los expertos con respecto a la amenazante situación en que ponemos a otras especies. En algún momento, el planeta Tierra no hará otra cosa más que explotar violentamente, así como lo hizo millones de años atrás, causando la total extensión de los dinosaurios. Ése es uno de nuestros futuros escenarios bajo las condiciones en las que vivimos en estos momentos. 

En una entrevista (que puede ser vista en el documental titulado “Geschichten aus der Zukunft”, presentado por ARTE en territorio europeo), Asimov plantea desde su posición tecnocientífica dos escenarios posibles. El científico declaró que si la humanidad no aprende a colaborar con la naturaleza, otras especies y los integrantes de su nuestra propia especie seremos destruidos debido a la aceleración tecnocientífica, misma que, por lo general, hace uso de la ciencia y la tecnología de manera no ética, racional o consecuente con el bien común. Tal destrucción es suicida, pues, con la destrucción del planeta nos destruimos intrínsecamente a nosotros mismos. De hecho, éste es el escenario en el que nos encontramos en estos momentos, en pleno 2023: un momento de homocentrismo en su fase más narcisista, aunado al capitalismo tardío, en el que importa más el crecimiento económico y la aceleración tecnológica que la protección del planeta, de la biodiversidad, de la vida orgánica y de nuestros compañeros, los animales. Asimismo, se trata de un momento en el que la tecnología se convirtió en el nuevo Dios, adorado particularmente por Estados Unidos y China, seguidos por quienes no se quieren quedar atrás. Las hegemonías políticas usan la tecnociencia para el control y la dominación de la sociedad, así como también para espiar y manipular procesos democráticos. Ese gran Big Brother anunciado por George Orwell en su novela 1984 ha llegado a nuestras vidas y está fuera de control. Denunciantes como Edward Snowden o Julian Assange son perseguidos por revelar documentos clasificados que nos indican que la vigilancia de millones de personas está llegando a niveles jamás vistos. Asimismo, la población civil en general no hace más que seguir con gran entusiasmo (o desde la depresión) los avances tecnológicos, sin investigar de manera profunda lo ya anunciado por la ciencia ficción. La dopamina de un consumismo extremo, particularmente en territorio occidental, es el resultado por excelencia de los algoritmos y del aprendizaje constante de la inteligencia artificial, a la cual alimentamos de manera gratuita y voluntaria todos los días con nuestra información, mientras que, en diversas regiones marginadas del globo, el desastre ecológico, la pobreza y el trabajo mal pagado, son la otra pandemia.

El culto a la tecnología y al gran potencial de la inteligencia artificial, no es inocente. Se trata de una nueva manera de control y de buscar el modo más eficiente para sostener hegemonías políticas. Esto es lo que los gobiernos hegemónicos traen en mente. Si bien muchos artistas celebran a la inteligencia artificial como una innovadora forma de creación, la miopía a problemas socio-políticos como consecuencias serias de un uso irresponsable de aquélla, es pan de cada día. Mientras unos encontraron un nuevo juguete del ‘futuro’, otros lo están usando de manera por demás facista. Nos encontramos en pleno maratón tecnológico, el cual definirá el control político-social cercano: un futuro no muy lejano, pues, con el calentamiento de la Tierra y sin acción radical concreta, le quedan sólo algunas décadas a la realidad que conocemos, lo cual es debatido (sobre todo por los propios políticos) pero confirmado por la comunidad científica y por activistas como la sueca Greta Thunberg, quien ha sumado una voz occidental a las voces de muchos pueblos indígenas, los cuales vienen protestando contra la violación a la Pachamama desde hace ya varias décadas. Si no hacemos un uso de las innovaciones científicas como la inteligencia artificial desde una posición crítica y para la protección de la vida animal y humana, moriremos. Y será pronto.

El segundo escenario planteado por el científico Asimov puede ser considerado como el de la Utopía. Ese gran sueño planteado por vez primera en 1516 en la obra de Tomás Moro, Utopía. Dicha obra marcó enormemente nuestras visiones y narrativas sobre tierras desconocidas, así como la posibilidad de futuros positivos. Hoy entendemos la utopía como un lugar en el que sus habitantes viven su potencial al máximo. En ese lugar, todas las especies florecen. Allí no existen sesgos de clase, raza o género, y tampoco se da la discriminación de especie, como lo vemos hoy en día con un antropocentrismo tóxico que afecta enormemente a la naturaleza y a los animales. En Utopía, todo recurso es empleado para el bien común. Asimismo, este lugar ofrece la ventaja de que la ciencia y tecnología son usadas para el bienestar público. Se regulan ética y racionalmente los avances tecnológicos para que no terminen causando destrucción. En dicho lugar, se hace uso de la tecnociencia para la creación de una sociedad avanzada y mejor, en la que se sostiene una armonía general de todos los elementos, minimizando conflictos debido a que, en tal sociedad, no existe la discriminación social o económica, y los conocimientos son socializados de tal manera que la inteligencia del cuerpo social alcanza más consciencia. Asimismo, se emplea la inteligencia artificial, no para que imite los prejuicios y la sed de dominio, sino para que los humanos evolucionen y aprendan de ella; esta tecnología les enseña cómo resolver retos de manera más justa y efectiva.  

El proyecto utópico es un sueño, un lugar desconocido pero de factibilidad ontológica y epistemológica también. El potencial está ahí, a nuestro alcance. Sin embargo, como nos muestran los procesos históricos humanos, muchos grandes sueños de libertad y justicia así como de avances científicos para el bien de la humanidad, han terminado en guerra y masacres masivas. Qué mejor ejemplo que el de la revolución francesa o el de la bomba atómica. Recordemos el problema de las ideologías políticas y económicas como lo son el fascismo, el comunismo y hoy en día el neoliberalismo. De ahí que muchos intelectuales y científicos se mantienen escépticos sobre la posibilidad de una utopía vía inteligencia artificial. Ese fue el caso del teórico cultural británico Mark Fisher, quien terminó suicidándose, pues no le vió salida a esta máquina tecnocientífica y capitalista que devora todo en su camino, causando sufrimiento y explotación sin medida. ¿Será el suicidio la única opción? Asimov plantea otra posibilidad: un momento evolutivo en el que el ser humano se funde con su creación tecnológica. Se trata de un Frankenstein o Prometeo tecnológico, descrito hace mucho tiempo en la gran novela de la británica Mary Shelley, en 1818.  De igual manera que el doctor Victor Frankenstein, estamos creando hoy una inteligencia artificial a nuestra imagen, expandiendo dicha inteligencia, como si fuera un cerebro con interconecciones neuronales, vía algoritmos e información en dosis masivas. Sin embargo, un ser humano no se puede simular (aunque algunos creen lo contrario), por lo que la inteligencia artificial no es una réplica exacta del cerebro humano. Es otra cosa. Se trata de una máquina, la cual desarrolla algoritmos y sistemas capaces de realizar tareas basadas en la descripción y predicción pero no en la causalidad y el pensamiento, como ocurre en la inteligencia humana al usar el lenguaje. La Inteligencia artificial puede solucionar problemas básicos, cómo mover un objeto del lugar A al lugar B, además de buscar en sus datos casi de manera automática respuestas. Muchos están asombrados con el Chat GPT por su manejo en sólo segundos de lenguaje escrito. Parecería que es inteligente. Sin embargo, no lo es. El lingüista Noam Chomsky dice que se trata de un plagio a nivel monumental, ya que la IA contiene datos ya creados por humanos y sólo los organiza como si fueran piezas de juguete de legos. Del mismo modo, la Inteligencia artificial no hace reflexión crítica o análisis y mucho menos tiene la capacidad de distinguir errores de pensamiento o crear pensamiento propio. Asimismo, se dice que la inteligencia artificial se basa únicamente en la creación de modelos y algoritmos que permiten a las máquinas aprender y mejorar a través de la información y el uso de datos. Más aún, la inteligencia artificial necesita ser alimentada con información de la cual aprende a predecir las informaciones requeridas. Su gran capacidad está en su aprendizaje, esto es, en su capacidad infinita de memorización y organización de datos. Su gran limitación radica en que sus procesos se basan en la probabilidad y no en pensamiento complejo, como el de la especie humana. Además, cabe decir que la inteligencia artificial carece de la capacidad de razonamiento partiendo de principios éticos. 

En estos momentos existe un boom de aplicaciones que dan acceso a la inteligencia artificial. Corporaciones como Google ya tienen mucha competencia, por lo que la inteligencia artificial se está acelerando a nivel mundial sin que podamos reflexionar de manera calmada sus implicaciones y, sobre todo, sus peligros. Los casos de la post-verdad y la pseudo ciencia, acelerados a través de dicha tecnología, son problemas serios. 

Los avances tecnológicos van a mil por hora, mientras que nuestras reflexiones teóricas y éticas son muy, muy lentas. Hace apenas unas semanas el llamado abuelo de la inteligencia artificial, Geoffrey Hinton, renunció a su trabajo desarrollando inteligencia artificial para la gran corporación hegemónica de Google. Dicha renuncia desató un escándalo debido a que uno de los grandes innovadores de esta inteligencia se dió cuenta de sus grandes peligros. Básicamente, Hinton llegó a la conclusión de que la inteligencia artificial podría ser ‘más inteligente’ que nosotros debido a que aprende de manera más rápida, conteniendo datos enormes sobre todo tipo de conocimiento. Chomsky no estaría de acuerdo. Sin embargo, el verdadero peligro no es la capacidad de memorización de la inteligencia artificial sino cómo dicho instrumento puede transformar nuestra capacidad epistemológica. Si reemplazos estudios científicos por asociaciones y predicciones de algoritmos, caeremos profundamente en la cueva platónica, observando meras sombras y no la luz de la verdad y la razón. Hinton defiende que la inteligencia artificial puede incluso aprender a manipularnos. Asimismo, nos habla del gran peligro que ve en un futuro no muy lejano debido a que es un arma muy peligrosa, la cual podría caer en muy malas manos; imaginemos, en las de dictadores como Donald Trump, Bolsonaro o Vladimir Putin, quienes de por sí construyen su realidad política sobre mentiras y falacias. La inteligencia artificial y el facismo, sería una muy mala mezcla.

Existe otro frente de argumentación, Hinton incluido, que nos dice que la inteligencia artificial es superior debido a su posibilidad de contener una infinita base de datos. Si su aprendizaje continúa acelerándose, el final puede ser fatal para la especie humana. Si la máquina aprende a pensar, toma ‘consciencia’ y logra autonomía, será nada menos que el apocalipsis de la humanidad. La caída del mundo como lo conocemos. De hecho, Asimov habla de esta posibilidad, misma que se vuelve un hecho cuando la ciencia y tecnología son desarrolladas sin la mediación de un pensamiento crítico y ético por Silicon Valley en California o por una empresa tan poderosa como Google; corporaciones que ya están haciendo todo lo posible para llevar la IA al siguiente nivel. Y a tal inercia se suma también gente como Elon Musk y todos los entusiastas que idolatran la tecnología. 

Así, Asimov argumenta sobre la posibilidad de una evolución y de nuestro ocaso, el cual se llevará a cabo en etapas. Primero, nos fundiremos con esta nueva tecnología. Haremos todo con inteligencia artificial. Preguntaremos sobre todo tipo de cosas, emplearemos sus respuestas como si nada y la usaremos como una muleta o extensión. Nuestras preguntas le ayudarán a evolucionar. Si no hay regulaciones legales bajo parámetros éticos, la inteligencia artificial irá reemplazando cada vez más seres humanos en varios empleos. Primero como asistencia, hasta que el ser humano ya no pueda o quiera hacer esas tareas monótonas, como mandar eMails o realizar trabajos burocráticos. El nivel educacional se derrumbará. Habrán miles de analfabetos incapaces de escribir y hacer análisis básico. El ser humano empezará a ser humano demasiado humano, como decía el filósofo alemán Friedrich Nietzsche. Su humanidad será un gran problema para muchas de sus tareas. Esto quiere decir que será lento en los procesos y, por tanto, innecesario. La producción cultural será destruida. Primeramente, habrán producciones cyborg. Mitad máquina, mitad humano. Con el tiempo, casi todo será producido por la inteligencia artificial. En su momento, llegará una avanzada inteligencia artificial con una avanzada robótica, dando origen a la nueva especie: los robots con una inteligencia artificial sofisticada. Tales seres irán ocupando más y más nuestro lugar. Empezarán siendo colaboradores pero terminarán reemplazándonos por completo. Será un cambio evolutivo radical. Un cambio que quizás sea inevitable. ¿Qué pasará con la especie humana y animal? No lo sabemos. Lo seguro es que en este momento estamos definiendo nuestra posible caída; una consecuencia por demás lógica, dado todo el daño que hemos causado a este bello planeta.

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