Breve introducción a la filosofía de Platón

Introducción a la filosofía de Platón

Alfred N. Whitehead, quien publicó junto a B. Russell los Principia Mathematica en 1910, declaró en una oportunidad que «toda la historia de la filosofía occidental no es más que una serie de notas a pie de página de los Diálogos de Platón», y quizá no exageraba. Los Diálogos de Platón, que han llegado casi intactos a nosotros y que siguen generando apasionadas lecturas, contienen, si no todos, por lo menos la gran mayoría de los problemas filosóficos cruciales, tratados con una hondura y una fuerza que rara vez se han vuelto a repetir en la literatura filosófica posterior, sobre todo porque Platón, además de un gran filósofo, fue un gran escritor, dueño de un estilo claro y dinámico que posibilita que sus libros sigan siendo, después de casi dos mil cuatrocientos años, verdaderos Best Sellers.

El que sin duda fue el primer gran filósofo sistemático de Occidente nació en Atenas en 427 a.C. De familia aristocrática, descendía de los últimos reyes de la ciudad, lo cual no es un dato menor al entender sus ideas políticas antidemocráticas. A los veinte años conoce a Sócrates, quien será su maestro hasta su ejecución, ocho años más tarde. Luego tendrá otros maestros, pero la figura del filósofo y su método dialogado marcará su pensamiento y obra. En efecto, Platón expone su filosofía a través de Sócrates, convertido en el personaje principal de sus diálogos. Esto genera la complicación de no poder saber a veces exactamente qué pertenece al maestro y qué al discípulo. Todo parece indicar que en los primeros diálogos (llamados tempranos o de juventud) Platón expone el pensamiento socrático, y se va independizando de él a medida que avanza en su obra, a pesar de conservarlo como personaje central.

Después de la muerte de Sócrates, Platón huye de Atenas y viaja por Egipto, Cirenaica, Italia y Siracusa, donde sufrirá una experiencia algo frustrante con dos gobernantes, Dioniso I y luego su hijo, Dioniso II, tiranos que él pretendió instruir en el ideal del filósofo-rey que expone en su República, sin éxito alguno. Lo único que lograría con esta pretensión sería verse implicado en los entuertos políticos de la región, siendo incluso, según algunas versiones, capturado para ser vendido como esclavo.

Lo cierto es que a su regreso de una de estas intentonas políticas se establece en Atenas y funda la famosa Academia, en algún sentido la primera Universidad de Europa, en un “gimnasio” consagrado al dios Academos (de allí su nombre). La enseñanza allí comienza con una estricta formación en matemáticas, ciencia que Platón toma como modelo de saber, quizá por influencia pitagórica. De Pitágoras y Parménides tomará el concepto de unos entes perfectos, imperecederos e incorruptibles, que él denominará Ideas (o Formas), y que serán teorizadas principalmente en sus diálogos medios o de madurez, como República, Menón, Fedón, Fedro, Crátilo, Banquete, etc.

Si Sócrates buscaba la definición de los conceptos, y en especial los conceptos morales, como la virtud o la justicia, Platón extenderá este método a todos los conceptos, pero les dará entidad propia con el nombre de Ideas (del griego eidos). El planteamiento básico es muy simple: conocemos por nuestros sentidos las cosas del mundo sensible. Ellas pueden ser más o menos grandes, bellas o buenas, según el caso, pero no son ni la grandeza ni la belleza ni la bondad en sí mismas. ¿Cómo puede algo particular poseer cualidades universales comunes a otras cosas? Es obvio que la mujer bella no es la belleza en sí misma, sino sólo una mujer que de algún modo participa de la belleza en sí misma, junto a otras mujeres, hombres u objetos. Por tanto, tiene que existir de algún modo la belleza en sí misma como una entidad universal de la cual todas las cosas bellas toman esta cualidad, una entidad que no se corrompa ni degenere como lo hacen las cosas particulares.

Lo que Platón quiere decir es que existen formas básicas que de algún modo reflejan su cualidad en los objetos sensibles, aquellos que conocemos por los sentidos. Esas Formas o Ideas son entidades separadas, no están en el mundo tal como lo conocemos y la tarea de la filosofía será precisamente desentrañar esas formas en su perfección, conocerlas a través de la luz de la razón, ya que no podemos conocerlas por los sentidos salvo de un modo muy indirecto, por inferencia. Así, divide lo real en dos mundos bien diferenciados: el mundo sensible, del que sólo podemos tener una opinión aproximada (doxa), y el mundo de las Ideas, que conocemos a través de la ciencia (episteme). La tarea del filósofo, como la de un prisionero liberado de una sombría caverna, será la de superar las ataduras de lo preconcebido para salir a conocer la realidad tal como es en sí misma, iluminado por la luz de ese Sol que todo lo alumbra, y que en la «Alegoría de la Caverna» (del diálogo República) representa la Idea de Bien; Idea superior, a la cual todas las demás se subordinan y de la que parten en un entramado dialéctico, como las ramas de un árbol que se bifurcan y entrecruzan.

Sin embargo, esta formulación de lo que daría en llamarse Teoría de las Ideas va sufriendo, con el paso del tiempo, modificaciones dramáticas. Así, en sus diálogos de vejez o tardíos, Platón comienza a revisar críticamente su propia teoría, dándose cuenta de que debía establecer una cierta estructuración lógica en el Mundo de las Ideas para organizarlo correctamente. En un primer momento pone por sobre todas las demás Ideas la de Bien, como dijimos; pero en posteriores escritos, como Sofista, llega a postular una estructuración tripartita del Mundo de las Ideas, colocando al Ser, el Reposo y el Movimiento en la cima, reconciliándose así con el viejo Heráclito al admitir una dinámica inherente a las Ideas, que al principio parecían estáticas y vacías. Luego agregará la Identidad y la Diferencia, y a partir de allí todo el conjunto de las demás Ideas que de algún modo gravitarán en torno a ellas. Sin embargo, pese a estas revisiones dentro de su teoría, no será sino Aristóteles, alumno aventajado de la Academia, quien criticará los puntos débiles de la teoría platónica, propiciando un realismo metafísico que supondría la tesis contraria al platonismo, hasta nuestros días.

Platón murió a la edad de ochenta años, según parece, plácidamente, durante la boda de un amigo. Su influencia en la posteridad es ciertamente invaluable, habiendo propuesto el modelo para todas las filosofías de sello idealista que vendrían después. Su obra, a diferencia de la de la mayoría de los filósofos antiguos, se conserva casi completa e intacta, y ofrece una actualidad que nunca deja de resultar sugestiva. En República planteó no sólo la primera utopía política de la historia, sino también un modelo de sociedad –quizá demasiado estricto para nuestra mirada– basado en la instrucción de los futuros gobernantes que debían ser los más aventajados, pero también los menos privilegiados, planteando así un ideal de vocación político-filosófica que todavía resulta un proyecto perentorio en nuestros días.

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