La apuesta de Pascal aplicada al COVID-19: Reflexiones filosóficas en torno al riesgo

Apuesta de Pascal y los riesgos

Se llama disracionalidad a la disposición o comportamiento de una persona que consideramos inteligente cuando actúa de manera contraria a la que la racionalidad dictaría, ya sea juzgando erróneamente o tomando decisiones equivocadas (ver Sternberg, 2002; Stanovich, 2002). Y aunque todos hemos actuado de forma disracional alguna vez en nuestras vidas, en algunos casos, especialmente cuando las decisiones que tomamos tienen consecuencias extremadamente dañinas o peligrosas –ya sea para los individuos o las comunidades–, desearíamos saber qué pudimos haber hecho para evitar actuar de tal manera.

Desde diciembre de 2019, cuando oficialmente fue detectado el nuevo coronavirus COVID-19, hemos podido atestiguar una gran cantidad de acciones que ilustran disracionalidad; acciones y decisiones, llevadas a cabo y tomadas, respectivamente, tanto por individuos como por comunidades, e incluso por instituciones. Con frecuencia, cuando observamos los procesos detrás de la toma de decisiones que subyacen a dichas acciones, tenemos la impresión de que debió ser claro para los involucrados que no era acertado actuar como lo hicieron. Cuando esto ocurre, es natural que nos invadan preguntas del tipo, ¿por qué no vieron que hacer esto era una mala idea?

Recientemente, algunos filósofos han respondido a tal pregunta apelando,  por un lado, a la incertidumbre que permea los fenómenos epidémicos y, por otro, a la poca familiaridad de la población mundial con respecto a métodos estadísticos (ver Aliseda 2020,  López 2020).  De acuerdo con estas posturas, la población mundial estaría en una mejor posición para reaccionar ante emergencias de este tipo si estuviera familiarizada con los métodos usados por los especialistas en el estudio y el control de epidemias.

Nosotras creemos que, efectivamente, cierto tipo de ignorancia juega un papel central en la falta de respuestas adecuadas ante emergencias de esta naturaleza. Sin embargo,  la solución no está en requerir que la población tenga una educación más completa en matemáticas, estadística y probabilidad. La respuesta al problema se encuentra en ayudar a las personas a evaluar qué tan riesgosas son sus acciones, para después ponderar los riesgos que están dispuestas a correr y decidir mejor.

Con lo anterior en mente, en este texto abordaremos la forma en la que la filosofía puede ayudar a entender qué es el riesgo y cómo podemos seleccionar las estrategias de prevención y control de daños. Para hacerlo, procederemos en tres pasos: primero, explicaremos qué es el riesgo y la forma en la que éste puede ser estimado. Segundo, explicaremos el origen del análisis filosófico del riesgo –aquí nos centraremos en el argumento de Blaise Pascal generalmente conocido como “la apuesta de Pascal”. Por último, explicaremos cómo extender el argumento de Pascal para guiar una respuesta eficiente ante situaciones como la actual pandemia de COVID-19.

¿Qué es el Riesgo?

El riesgo se ha definido como un concepto relacional que comprende, al menos, tres elementos: eventos, incertidumbre y consecuencias.  A saber:

Riesgo = {A,C,P}

“Donde A representa los eventos (eventos iniciadores, escenarios), C las consecuencias de A, y P las probabilidades asociadas” (Avent 2010: 623. Nuestra traducción). Los eventos son sucesos particulares ubicados espacial y temporalmente, que mantienen relaciones causales con resultados negativos específicos. La incertidumbre se expresa en términos de probabilidad, ya sea de acuerdo con la interpretación de frecuencia relativa (teniendo en cuenta la información de los registros históricos con respecto a eventos de este tipo) o con la interpretación bayesiana, y designa las probabilidades que tiene A de ocurrir (Avent, 2010: 623). Las consecuencias, C, son los resultados de un evento (o actividad) en el que algo de valor se daña o se pierde. Las consecuencias se ponderan considerando su gravedad y puede estratificarse al menos en cinco niveles: despreciable, mínimo, moderado, crítico y catastrófico.

Un evento se considera seguro si no hay consecuencias negativas o indeseables asociadas al mismo. Las medidas tanto de prevención como de control de daños son acciones que se siguen para ya sea convertir un evento riesgoso en uno seguro o para disminuir el daño causado.

Eventos cuya probabilidad es remota y el daño es despreciable, tienen un riesgo extremadamente bajo. Eventos cuya probabilidad es muy alta y el daño es catastrófico, representan un riesgo extremadamente alto. La siguiente gráfica ilustra cómo hacer esta evaluación.

La estimación del riesgo de ciertos eventos tiene la intención de informar la toma de decisiones.  Es decir, queremos saber qué tan riesgoso es un evento para poder identificar las medidas de prevención y control de daños adecuadas. Por ejemplo, eventos de riesgo extremadamente bajo no merecen una planeación de estrategias de control de daño. Sin embargo, eventos de riesgo alto y extremadamente alto, necesitan medidas de prevención y de control de daños urgentes –desafortunadamente, en estos casos, a veces incluso las mejores medidas de control de daños fallan al intentar disminuir la gravedad del impacto.

El análisis de riesgo es una herramienta que permite ponderar, según nuestro propio criterio, los riesgos que estamos dispuestos a correr, así como saber si podemos emplear medidas de prevención o control de daños. Hacer uso de esta herramienta en un sentido técnico requiere importantes conocimientos previos en estadística y probabilidad, lo cual tiene como resultado que la gran mayoría de las personas no puedan emplearla. En la siguiente sección abordaremos el análisis de riesgo desde un punto de vista informal, tal que puede ayudar a personas comunes a estimar el riesgo asociado a sus acciones sin requerir conocimientos formales previos.

La apuesta de Pascal

En el siglo XVII, Blaise Pascal se enfrentó al problema que supone presentar un argumento respecto a la existencia de Dios. Autores como Santo Tomás, San Anselmo y Descartes habían presentado ya argumentos en los que, presuntamente, se demostraba de manera concluyente la existencia de Dios; aunque las formas argumentativas de los autores mencionados, persiguen el ideal de la deducción, no resultaban tan convincentes para Pascal (ver H́ajek, 2018).  La pugna en torno a la existencia de Dios no es de nuestro interés en este artículo; lo verdaderamente relevante es la estrategia de la que Pascal hace uso para decidir su postura frente a un problema en torno al cual pareciera no haber información concluyente.

En sus Pensamientos (1670), Pascal expone un argumento prudencial donde las personas deberán evaluar los riesgos que entraña el suscribir una postura u otra. Dicha estrategia es conocida como “la apuesta de Pascal” y se distingue de los argumentos teístas por poner en manos de cada agente la decisión respecto a la creencia (o no creencia) en la existencia de Dios; estando en manos de cada quién la toma de la decisión, las consecuencias derivadas de suscribir una postura u otra serán también responsabilidad del agente que ha tomado la decisión.

En la apuesta de Pascal se consideran dos posibilidades respecto a la existencia de Dios: que Dios exista o bien que no lo haga. Se consideran también dos posibilidades respecto a la elección de cada agente: que el agente escoja creer en la existencia de Dios, o bien que escoja no hacerlo. Existen cuatro combinaciones de lo anterior y sus posibles consecuencias:

Estas cuatro opciones pueden ocurrir en dos contextos distintos, cuando una persona ya está inclinada a creer en la existencia de Dios y cuando no lo está. Distinguir entre ambos contextos permite hacer una asignación tentativa de probabilidades: de acuerdo con el creyente es extremadamente probable que exista Dios y para el no creyente, lo que es más probable es que no exista.

La evaluación del riesgo asociado a las opciones (i)-(iv) se ilustra así:

Cuando una persona hace esta evaluación tiene en mente dos preferencias: lo que cree que es sumamente probable que ocurra y el resultado que cree que es seguro, y que no se grafica en el análisis de riesgo (porque no es considerado riesgoso).  El creyente le asigna una mayor probabilidad a la existencia de Dios y considera que el escenario más seguro es donde se salva su alma y alcanza la vida eterna (iii). El no-creyente, por otro lado, le asigna una mayor probabilidad a la no existencia de Dios, y considera que el escenario más seguro es en el que vive bajo sus propios términos (ii).

Es importante notar que, desde las perspectivas del creyente y del no-creyente, escoger actuar como si Dios no existiera es la opción más riesgosa (iv). Tiene asociada una consecuencia de grado catastrófico (la condena eterna) para la cual no existen medidas de control de daños, es decir, una vez que se ha sido condenado, no hay nada que podamos hacer para cambiar esa situación. Esto debe incrementar la preocupación de los agentes sobre las consecuencias de la opción (iv) y hacerlos pensar críticamente si podrían pagar el precio de (iv).

En resumen, para el creyente, las consecuencias asociadas a actuar como si Dios existiera incluyen una de daño moderado (i) y una segura (iii), y las consecuencias de actuar como si Dios no existiera, incluyen una consecuencia con un daño despreciable (ii) y una con un daño catastrófico (iv) –sin medidas de control de daños disponibles. Para el no-creyente, por otro lado, las consecuencias de actuar como si Dios existiera son una de daño moderado (i) y otra de daño despreciable (iii) –que de hecho es un escenario seguro pero improbable. Y las consecuencias de actuar como si Dios no existiera comprenden una consecuencia segura (ii) y una de daño catastrófico (iv). Considerando lo anterior, Pascal concluye que lo más prudente sería evitar a como dé lugar la consecuencia (iv) y escoger actuar como si creyéramos en la existencia de Dios.

Es importante notar que, dado que no es tarea sencilla encontrar evidencia que pueda preciarse de ser objetiva y unívocamente incontrovertible con respecto a la existencia de Dios; este análisis no puede ser demostrativo ni formalmente probabilístico. 

El riesgo en una pandemia

Ahora que hemos comenzado a reconstruir nuestra vida alrededor de la pandemia de COVID-19, surge la interrogante de cuál será el resultado de estos cambios. Algunos filósofos han sugerido que nuestra forma de vivir se verá afectada primordialmente en tres aspectos: el tiempo, el deseo y el cuerpo (Eraña, 2020). Puede ser que, al volver a la vida normal, exista una necesidad colectiva de producir todo lo que no se produjo en el tiempo de confinamiento y esta aceleración puede alejar nuestra atención de las medidas de protección que seguíamos desde casa. Además, dado que nuestra percepción de lo que de hecho necesitamos ha cambiado notablemente durante estos meses de confinamiento, es posible que al volver a las calles, perdamos de vista lo que no necesitábamos en casa pero que sí es indispensable afuera. Por último, los meses de aislamiento han generado en nosotros una urgencia de contacto físico con los otros, misma que se vuelve un adversario importante de la vigilancia de las medidas de prevención.

Teniendo en mente los cambios por venir, aquí nos preguntamos si podría el análisis informal del riesgo ayudar a las personas a tomar mejores decisiones para hacer más seguro este regreso a la vida social. Creemos, la respuesta es afirmativa, y en lo que sigue, mostraremos cómo podría hacerlo.

Consideremos, como en el caso de Pascal, dos grupos importantes: (1) el de las personas que creen que el COVID-19 existe, que es altamente infeccioso y que para el caso de México (por sus altos índices de obesidad, diabetes y otras enfermedades crónicas) es considerablemente letal; y (2) el de las personas que no creen que el virus exista de esta forma, ya sea porque creen que es muchísimo menos infeccioso, menos letal o que ni siquiera existe.

Ahora, pensemos en tres medidas importantes asociadas a la prevención del virus que dependen de los individuos para ser respetadas: respetar la distancia social, practicar la higiene constante de manos y usar correctamente el cubrebocas. Los beneficios buscados con el respeto a estas medidas van desde preservar la salud hasta ayudar al control de la epidemia. Las consecuencias de no hacerlo van desde crear o reforzar nuevas cadenas de contagio en la comunidad hasta perder la vida. Existen cuatro combinaciones posibles para los estados de cosas y las decisiones de las personas:

Ahora bien, para poder estimar el impacto que tienen el respetar las medidas de prevención y el no hacerlo, respectivamente, debemos considerar las medidas de control de daños que están disponibles en los distintos escenarios. Las dos medidas más importantes para el control de brotes epidémicos son: a nivel comunitario, la distribución de vacunas que limitan el contagio, y, a nivel individual, la administración del tratamiento correcto de forma oportuna.

Desafortunadamente, a estas alturas, ninguna de las dos está disponible, lo cual hace que si uno no respeta las medidas de prevención y ya existe un brote importante en nuestra comunidad, las probabilidades de contagiarse se incrementen notablemente. De igual forma, si uno se contagia y se enferma de gravedad, ante la ausencia de un tratamiento específico, nuestra vida estaría en inminente peligro.

La evaluación del riesgo asociado a las opciones (i*)-(iv*) se ilustra así:

Primero, para los COVID-19 creyentes, la existencia del virus, tal como se ha caracterizado hasta ahora, es certera; sin embargo, conceden que no es imposible que conforme pase el tiempo, se descubra que el virus era o menos letal o menos infeccioso. Por otro lado, los COVID-19 no-creyentes, asignan una mayor probabilidad a que el virus no se comporte como los virólogos han predicho, pero conceden que (considerando la gran cantidad de evidencia a favor de la actual caracterización del virus) es posible que lo haga.

Luego, lo que las figuras 4 y 5 ilustran es que es posible atender a detalles más finos desde cada una de las dos posturas. Es posible, por ejemplo, que los agentes calibren la fuerza de sus creencias de acuerdo con la credibilidad de la evidencia a su alcance. Desde esta perspectiva, las personas que creen en la existencia del virus calibran el riesgo que entraña cada una de sus acciones (e.g. evitar a toda costa escenarios de riesgo de contagio). El no-creyente puede considerar la posibilidad de que sus acciones tengan consecuencias para sí y para los demás, a menos, claro, que considere que lo peor que puede suceder en la vida es verse privado del pleno ejercicio de su libertad, sin importar el contexto (ver Timberg, Dwoskin y Balingit, 2020).

En caso de equivocarse, ¿qué habrán perdido los creyentes? Se habrán lavado las manos muchas veces de manera innecesaria, habrán echado de menos a sus familiares y amigos y, más severamente, habrán sido partícipes de una situación que pone en entredicho las condiciones económicas de buena parte de la población; si aciertan, las medidas de prevención habrán evitado una catástrofe mayor. Por otra parte, en caso de equivocarse, ¿qué habrán perdido los no creyentes? Lo que ponen en entredicho es el bienestar propio, su salud y la de otros,  probablemente con consecuencias fatales y de muy amplio alcance.

Hay una diferencia importante entre el problema del COVID-19 y la apuesta de Pascal: En tanto que el problema de Pascal era difícil (si no imposible) determinar cuál era la evidencia que concluyentemente pudiera inclinar la balanza en favor de una postura u otra, ante el problema del Covid19 hay buena evidencia y de muy distintas fuentes con base en la cual la postura propia puede ser recalibrada.

Como en el caso de Pascal, cada agente está en facultades de decidir qué riesgos está en disposición de correr, qué ajustes quiere hacer a sus creencias y, finalmente, qué acciones se abstendrá o bien llevará a cabo; también como en el caso de Pascal, la responsabilidad respecto a las consecuencias de las acciones u omisiones de cada persona recaerán sobre cada persona. Este último punto es crucial, pues en contraste con el problema de Pascal, donde el agente es responsable de su propio destino y no más, la responsabilidad en nuestra toma de decisión y nuestras acciones frente al SARS-COV-2 es de amplio alcance, pues involucra el bienestar de otras personas. Sin exagerar, la pregunta aquí es, entonces, si pensamos que tenemos derecho a poner en riesgo la vida de los demás.

Conclusión

Como hemos visto hasta aquí, el análisis informal del riesgo nos ayuda a poder analizar mejor los escenarios que habitamos y las distintas formas en las que podemos responder a ellos. Vivimos en una sociedad cuya supervivencia requiere de la colaboración racional de los distintos agentes que forman parte de ella. Esto supone que está en nuestro interés procurar mejores condiciones de vida para todas las personas. Aunque es inusual que tengamos a nuestra disposición la colección completa de información relevante para la toma de una decisión (además del tiempo y la capacidad de cómputo requeridos para deducir cuál es la respuesta correcta), aún en los escenarios imperfectos, podemos escoger racionalmente qué postura es la que queremos asumir y por qué.

Referencias y bibliografía

Aliseda, A. (2020, 25 abril): “No estamos listos para la incertidumbre” (entrevista realizada por Eliezer Budasoff), EL PAÍS. https://elpais.com/sociedad/2020-04-25/no-estamos-listos-para-la-incertidumbre.html

Avent, R. (2009): «On risk defined as an event where the outcome is uncertain», Journal of Risk Research, (12):1–11.

Eraña, A. (2020): “Cuando se abran las puertas: Ángeles Eraña”, cápsula para Cuando se abran las puertas, UNAM. https://youtu.be/0BEPY87Druo

H́ajek, A. (2018).  Pascal’s wager.  In Zalta, E. N., editor, The Stanford Encyclopedia of Philosophy. Summer 2018 edition.

López, D. (2020, 12 de mayo): “Reflexiones filosóficas sobre la incertidumbre en tiempos del coronavirus” (entrevista realizada por Gervasio Posadas), Ámbito Cultural. https://www.facebook.com/ambitocultural/videos/242305523690622/ 

Pascal, B. (2010). Thoughts. PF Collier & son.

Stanovich, K. (2002) “Rationality, intelligence, and levels of analysis in cognitive science: Is dysrationalia possible?” in Why smart people can be so stupid, R. J. Sternberg, Ed. Yale University Press, pp. 124–158.

Sternberg, R. J. (2002). “Smart people are not stupid, but they sure can be foolish: The imbalance theory of foolishness” in Why smart people can be so stupid, R. J. Sternberg, Ed. Yale University Press, pp. 232-241.

Timberg, Dwoskin y Balingit (2020). Protests spread, fueled by economic woes and Internet subcultures” The Washington Post. https://www.washingtonpost.com/technology/2020/05/01/anti-stay-home-protests/

Anotaciones

Ambas autoras contribuyeron en igual cantidad a esta investigación. Las autoras agradecen a Moisés Macías Bustos, Luis Estrada González, Atocha Aliseda Llera, Rosario Ordaz y Salomón Martínez por los valiosos intercambios durante la realización de este artículo.

Sobre las autoras

María del Rosario Martínez-Ordaz es investigadora postdoctoral en la Universidad Federal de Río de Janeiro, Brasil. Es doctora en Filosofía de la Ciencia por la UNAM (2019), maestra en Filosofía de la Ciencia por la misma universidad y Licenciada en Filosofía por la Universidad Veracruzana. Sus áreas de trabajo incluyen filosofía de la ciencia, filosofía de la lógica, lógicas no-clásicas y epistemología de la ciencia.

Email: martinezordazm@gmail.com

Sitio web: mariamartinezordaz.com

Gabrielle Ramos-García es Técnica Académica en la Universidad Nacional Autónoma de México. Candidata a Doctora en Filosofía de la Ciencia por la UNAM, Maestra y Licenciada en Filosofía por la misma universidad. Se ha especializado en lógica, filosofía del lenguaje, ciencias cognitivas y enseñanza de la lógica.

Email: gabrielle.rg@filos.unam.mx

Youtube chanel: https://www.youtube.com/c/gin666x/

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