La mente y el cuerpo en las ciudades modernas, del estructuralismo a la bioetnografía

La mente y el cuerpo en las ciudades

La metrópoli se revela a sí misma como una de esas grandes formaciones históricas en las que tendencias opuestas que encierran a la vida se despliegan y se unen con derechos y fuerzas iguales.[1]

Georg Simmel

Este ensayo busca explorar de qué manera el cuerpo y la mente de los citadinos cobran un significado particular en el contexto de la modernidad. La base teórica para las reflexiones aquí incluidas se encuentra en: Georg Simmel (1858-1918), para profundizar sobre la mente; Richard Sennet (1943-a la fecha), para desarrollar el tema del cuerpo; y Elizabeth F. S. Roberts, quien planteó el concepto de bioetnografía, el cual combina causas ambientales, resultados biomédicos y recursos etnográficos. Finalmente se incluirán conclusiones preliminares y se relacionarán con el tema de tesis de la autora.

Sobre la mente

En el texto “La metrópolis y la vida mental” (1903), Simmel exploró la forma en la que los hombres de ciudad estaban conformados; él propone la idea de personalidad moderna y cómo ésta altera o cambia la forma de relacionarse, respecto al modo en que interactuaban otros seres humanos de antaño.[2] Este pensador escribió sobre Berlín durante los últimos años del siglo XIX; esta ciudad era importante por su gran escala, tanto en su extensión, como en población. Simmel sostiene que la personalidad moderna está expuesta a un sinfín de estímulos nerviosos, y esto da como resultado un ser capitalista, indiferente a otros y reservado. (Simmel 1903: 1) Utilizo este texto porque creo que las ciudades que narra Simmel de hace 100 años no son tan diferentes a las que encontramos hoy en día y eso resulta sorprendente.

Aquellos nacidos en la CDMX hemos normalizado distintas situaciones y formas de reaccionar ante ellas: “La metrópoli requiere del hombre –en cuanto criatura que discierne– una cantidad de conciencia diferente de la que le extrae la vida rural”. (Simmel 1903: 2) Esto se puede demostrar con ejemplos más simples, como el tiempo que las personas esperan en un restaurante para recibir la comida; con frecuencia en CDMX las personas están acostumbradas a que sea un tiempo reducido, y cuando viajan a provincia notan la diferencia a veces con molestia. Pero el argumento del texto citado puede ser demostrado con la forma en la que nos aproximamos a los estímulos externos y a otras personas:

Todas las relaciones emocionales íntimas entre las personas están fundadas en la individualidad, mientras que en las relaciones racionales el hombre es equiparable con los números, como un elemento, indiferente en sí mismo.

(Simmel 1903: 3)

El dinero está colocado como elemento central de las relaciones citadinas, y para Simmel esto hace que los citadinos sean fríos en contraste con las personas que habitan espacios rurales. Mientras que en los pequeños poblados las relaciones comerciales dejaban ver la relación entre los individuos, las relaciones en las ciudades se convierten en algo despiadado porque se caracterizan por un anonimato. (Simmel 1903: 3) Aquellos que vivimos en la Ciudad de México no podríamos argumentar que conocemos a todos nuestros vecinos, o a la mayoría. Vivimos a una velocidad y con un tiempo distinto al medio rural. Finalmente Simmel propone que esa forma de ser del individuo citadino es una forma de protección ante el sobreestímulo sensorial, sin embargo, es también en la ciudad donde se puede estar rodeado de gente y sentirse solo: “en ningún lugar se llega a sentir tanto la soledad y la desubicación como entre la multitud metropolitana”. (Simmel 1903: 7) Esto tiene que ver con la aterrorizante libertad que ofrece la modernidad. Antes de comentar las implicaciones modernas en la libertad, quisiera realizar un apartado sobre el cuerpo en la modernidad, para después poder realizar un diálogo entre mente, cuerpo y modernidad en las ciudades.

Sobre el cuerpo

En el texto Flesh and Stone: The Body and the City in Western Civilization (1994), Sennett nos explica que durante los distintos momentos históricos, el ser humano se ha relacionado de distinta forma con su cuerpo. El autor explora la manera en la que los cuerpos, la existencia corporal, se ha desarrollado en torno a la idea de ciudad. Hace un recuento de ciudades, desde la antigua Atenas, hasta la ciudad moderna de Harvey, pasando por la Roma de Adriano, la Roma de los primeros cristianos, la Edad Media y los ghettos judíos, entre otras. El foco de mi interés está en sus últimos capítulos, cuando comenta sobre la ciudad moderna, de acuerdo con el autor, situada a partir del siglo XVIII.

De la misma manera que Simmel pensó que el hombre citadino se deja guiar por un interés hacia el dinero, Sennett sostiene que el moderno es un hombre preocupado por asuntos económicos (homo economicus) y un individuo en sí mismo, es decir, un sujeto con pocos lazos familiares y sociales profundos. (Sennett 1994: 256) Encontramos en su texto otros argumentos en común con Simmel, por ejemplo, ambos sostienen que en las ciudades los hombres tienen libertad de movimiento pero que ésta se caracteriza por una superficialidad al reaccionar ante los estímulos. (Sennett 1994: 256) Sennett plantea que Goethe disfrutaba de los sonidos de la ciudad porque le permitía estar en un humor meditativo. La ciudad ofrece un sinfín de estímulos sensoriales, y nuevamente el individuo se cierra ante algunos y permite que otros lo alcancen, aunque no queda del todo claro si lo hace conscientemente o no. La discriminación de estímulos permite al hombre de ciudad reducir la cantidad de incentivos y hacerlos aptos para su conciencia. Para Sennett los hombres de Inglaterra del siglo XIX vivían en una disociación y contradicción con el cuerpo. Por una parte, se quería evitar pensar en el cuerpo, por otra se hacían muebles y ambientes cada vez más cómodos. La comodidad permitía que los individuos no pensaran tanto en los cuerpos, y que pudieran dedicarse a cuestiones mentales. La comodidad incluso llegó a ser un deseo durante los viajes: “These made the travelling body comfortable. Comfort is a condition we associate with rest and passivity. The technology of the nineteenth century gradually made movement into such a passive bodily experience”. (Sennett 1994: 338) Los individuos citadinos gozaban tener cuerpos callados, que la mayoría del tiempo podían pasar desapercibidos. Hoy en día en Ciudad de México encontramos cuerpos distintos a los narrados por Sennett, quien situó su estudio en Europa. Sin embargo podemos acordar que la individualización se ha llevado a cabo hasta cierto grado.

Sennett continua y sugiere que las personas en las ciudades modernas pierden parte de su historia y sus conexiones con lugares y personas, la movilidad que tienen como posibilidad los hace libres pero a la vez hace que pierdan lazos. El movimiento funge como un desestabilizador. En la modernidad, por lo menos desde Harvey, el cuerpo se convirtió en una máquina que mantenía al hombre vivo.[3] El confort de la máquina era entendido como mantenimiento, no como una necesidad corporal, sino como un deber lógico. Algo sustancialmente importante de este momento histórico, como comenta Dorinda Otram (1949-a la fecha) es que la salud dejó de ser un asunto divino y se convirtió en algo que era responsabilidad del individuo. (cit. En Sennett 1994: 261) Este cambio de paradigma sentó las bases para explicar desigualdades estructurales; finalmente, si el individuo vivía, sufría o moría tenía que ver con sus elecciones personales y no con algo más. Dios ya no tenía el papel importante que tuvo durante los siglos anteriores, pero con el inicio de la modernidad se permitió pensar también que la responsabilidad de la salud no estaba relacionada con el Estado o con la sociedad en sí.

Bioetnografía

Podemos pensar que la modernidad, así como la ciudad, son fuente de contradicciones internas. Por ejemplo, en la modernidad y con el capitalismo somos libres de hacer y deshacer, somos libres de movernos, o eso nos han dicho, entonces se considera que el fallo del sujeto para lograr o alcanzar metas es en sí un fallo individual. En la ciudad nos encontramos rodeados de gran cantidad de personas, pero podemos sentirnos solos; si consideramos esto una falla sería también del individuo puesto que se ha disociado la idea de instituciones como creadoras de pautas para los individuos. Ahora, en el siglo XXI el ser y hacer es responsabilidad propia. Sin embargo, considero que es necesario volver la mirada a la forma de aproximación que tuvo Durkheim en relación al suicidio, y atrevernos a explorar la posibilidad de que las fallas de tantos individuos podrían dar información de la falla del sistema total. Para explorar esta idea analicemos tres artículos de Elizabeth F. S. Roberts, quien propone el concepto de bioetnografía.

Desde el 2012 Roberts comenzó a trabajar junto con científicos estadounidenses y mexicanos para explorar la relación que tenía el ambiente con las enfermedades de los individuos. Su idea es que a través de la bioetnografía, que es una combinación de etnografía y datos biológicos, se logrará alcanzar un mejor entendimiento de las historias y las circunstancias de vida que dan forma a la salud y la desigualdad. Primero, en su artículo “Bio-Ethnography: A Collaborative, Methodological Experiment in Mexico City” ella se colocó a sí misma en contraposición con Oscar Lewis y su propuesta de cultura de la pobreza, puesto que sostuvo que las condiciones ambientales influencian también las condiciones sociales y económicas. Para ella no se trata de una mentalidad que lleva a los individuos a permanecer en el estrato pobre de la población, sino que la pobreza está relacionada con una serie de factores externos que la sostienen en el lugar donde está:

[…] some researchers in public policy, sociology, and epigenetics are newly attracted to the “culture of poverty” concept, remaining mostly uncritical of how the culture concept is once again separated from the material conditions and forms of dominance that produce inequality.

(Roberts 2015: párr. 8)

Roberts sostiene la idea de la relación entre las condiciones materiales y la salud de los individuos, pero esta relación está supeditada a estructuras sociales más grandes. Retoma entonces la perspectiva estructural-funcionalista de Durkheim y sostiene que los individuos responden a algo más grande que ellos.

Ahora bien, para continuar, en su artículo “What Gets Inside: Violent Entanglements and Toxic Boundaries in Mexico City” (2017) Roberts analiza el caso de la colonia Periférico en relación con la construcción de fronteras, entre, dentro y fuera. Ella realizó trabajo de campo durante 6 meses, viviendo con la Sra. Nati. En su texto, Roberts comienza con la descripción de las entradas a la colonia; solamente hay para automóviles, y las demás son para personas a pie. Su distribución espacial funciona como una forma de defensa hacia el exterior. Existe una dicotomía entre la forma de entender el lugar para los que están dentro y para aquellos que están fuera. Mientras que desde el exterior la colonia parece en extremo peligrosa por crímenes, consumo de drogas y casas habitación construidas en tierras robadas, desde dentro, el lugar tiene otros tintes. A lo largo de su texto la autora demuestra que los habitantes del lugar han integrado las fallas para hacer que la estructura funcione. Los cuerpos son constantemente amenazados por factores externos, como la presencia de la fuerza policial, el río de aguas negras y las partículas tóxicas que respiran debido a la cercanía con una planta de cemento; sin embargo, de cierta forma, son los individuos los que deciden qué podrá permear hacia ellos. Los individuos de la colonia Periférico viven en condiciones que llaman la atención, no obstante, sufren enfermedades que de cierta forma permiten que se filtren hacia ellos como forma de protección hacia otros riesgos. Los habitantes deciden qué introducir a sus cuerpos, refrescos o drogas, y qué dejar fuera de ellos, los riesgos derivados de la guerra contra el narcotráfico y la vida mental citadina planteada por Simmel, es decir, la actitud blasée característica del hombre citadino y el interés desmedido por los recursos económicos. Ellos se relacionan entre sí prestando mayor atención al otro y eliminando el anonimato que las ciudades modernas habían dictado.

Finalmente, en el artículo “Assisted existence: an ethnography of being in Ecuador” (2013), Roberts enfatiza la manera en la que los cuerpos y sus procesos, así como las relaciones que los rodean, son vividos de manera particular dependiendo de una serie de factores que impactan al individuo pero no son parte de él. Ella explora la forma de concebir hijos a través de la reproducción asistida en Ecuador, y en ciertos momentos toma como referencia su trabajo previo del mismo tema, realizado en California. Parte de sus conclusiones es que el significado de hacer un hijo es sustancialmente distinto en cada lugar; para Estados Unidos la autonomía es una categoría clave, la pareja tienen autonomía y así generan otra vida, el hecho de requerir asistencia para hacerlo los coloca en una situación de falla social. Mientras que en Ecuador la existencia misma requiere de lazos sociales y familiares, por lo que tener asistencia para crear una vida no es algo extraño o que los coloque en una situación no grata, es simplemente una expresión más de su interdependencia social.

Ambos artículos son importantes para entender la forma en la que los cuerpos y mentes se constituyen en ciudades modernas, porque dejan ver que las categorías son afectadas por los entornos; en el caso de la colonia Periférico, por el entorno de suciedad y pobreza, y en el caso de Ecuador, por el entorno ideológico. Considero que lo más importante de su obra es la constante referencia a Annemarie Mol (1958-a la fecha) quien sostiene que existir significa estar relacionado. (Roberts 2017: 566) Para entender la manera en la que el cuerpo y la mente se adaptan a la ciudad moderna debemos pensar que los objetos, personas, lugares, espacios, etc., significan en relación a otros. Es allí donde encontramos los significados, solamente a través de la mirada atenta a las relaciones que sostienen entre sí. Ahora bien, la manera en la que la libertad se ha relacionado con la modernidad y como consecuencia ha afectado la mente y los cuerpos humanos será discutida en el siguiente apartado.

Libertad moderna

Otra consecuencia de la modernidad es la libertad, ya que todo individuo puede ser reemplazado o sustituido, es decir, todos podemos sustituir a otros. De acuerdo con Eva Illouz, (1961-a la fecha) esto ocurre en una economía romántica moderna en la que el intercambio ideal depende sobre todo de la decisión individual. Por tanto, las formas de actuar frente a ciertas reglas sociales hoy en día son flexibles, cambiantes e incluso volátiles. Esto puede leerse así: somos libres, hoy en día el individuo construye su camino, escoge a sus amantes y su futuro. No obstante, también puede leerse que vivimos sin seguridades que antes se tenían: románticas, laborales, religiosas, entre tantas otras. Nuestro lugar social es incierto. No solo en la economía romántica podemos hablar de individuos reemplazables, sino que en el día a día nos damos cuenta de que algunas personas podrían ser un poco más humanas que otras. Claude Lévi-Strauss (1908-2009) reflexiona sobre esta cuestión en Tristes Trópicos:

Men can coexist on condition that they recognize each other as being equally, though differently, human, but they can also coexist by denying each other comparable degree of humanity, and thus establishing a system of subordination. […] When a community becomes too numerous, however great the genius of its thinkers, it can only endure by secreting enslavement.

(Lévi-Strauss 1992: 149)

El autor continúa explicando que la solución más simple para lidiar con el poco espacio en el hábitat geográfico, social y mental, es negar a cierta sección el derecho a ser considerados humanos. Pienso que, aunque el autor escribió hace ya algunas décadas, esto se puede apreciar en la Ciudad de México: la negación de esta cualidad humana a un gran número de personas. Sin duda, la calidad de vida de los habitantes de la colonia Periférico es distinta sobremanera a la calidad de vida de una persona de una colonia de clase alta.[4] Sus cuerpos y mentes no están operativizados de manera similar a habitantes de la misma ciudad. Por tanto, para hablar de ciudades se necesita hacer claros los límites, de otro modo corremos el riesgo de tener grandes generalizaciones, como las que realizó Sennett. Sin duda su trabajo es un gran aporte, pero me atrevería a comentar que no analizó el cuerpo en su totalidad. Hacen falta cuerpos de color, de mujeres, de pobres, cuerpos deformes, aislados, apestados, entre muchos otros.[5] Con el trabajo de Roberts se hizo evidente que los procesos biológicos no son universales, sino que se relacionan y modifican de acuerdo a las circunstancias y la historia del individuo y su familia.

Conclusión

Como conclusión me gustaría pensar que la situación de la COVID subrayó ciertas situaciones que, como pudimos observar con Simmel y Sennet, datan de mucho antes. Considero que la modernidad, con su manera particular de aproximarse al cuerpo y a la mente, se ha hecho más evidente durante los últimos meses. El anonimato y la importancia que el hombre de la ciudad coloca en la vida mental, caracterizada por una superficialidad en las sensaciones y una atención fragmentada, es fundamental para entender la aproximación que se ha tenido a la pandemia. Hoy en día no se habla de las personas que han muerto de COVID sino de la cantidad de muertos, es decir, las relaciones del hombre son equiparables con números.

Propongo entonces hacer una afrenta a las convenciones modernas y pensar en los casos particulares y no solo en los números. Esto se realizará en trabajos posteriores, a través de poner la mirada en las historias de vida de algunos de los médicos, enfermeros y terapeutas que están en primera línea contra la COVID. Considero que es sustancial tomar una perspectiva menos intelectualista porque el personal de salud no es solo una serie de números que aumenta o disminuye de acuerdo a los recursos implementados en los hospitales de la Ciudad de México. El personal de salud son nombres, personas, madres, padres, etc.; ellos desempeñan una función social, pero no deberían de ser reducidos a ésta. Con el trabajo de Roberts notamos que ya se ha intentado hacer esta afrenta que propongo, aunque ella lo hace desde los datos de la medicina y yo aún no estoy segura desde qué perspectiva lo haré. Sin embargo, estoy segura de que los cuerpos que están expuestos a la muerte no necesariamente son cuerpos defectuosos o con alguna característica psicológica especial, son solamente cuerpos modernos: esos que se rigen bajo la vida mental de la que versó Simmel y esos que se alejan de su forma física como lo planteó Sennet.

Finalmente me gustaría proponer algunas preguntas como reflexiones a futuro: ¿de qué manera la vida mental de los sujetos del personal de salud se vio modificada por la pandemia?, ¿de qué manera se relacionan los cuerpos con las mentes de los sujetos del personal de salud?, ¿de qué manera los afectan los espacios y herramientas que utilizan, los cuales los rodean?

Referencias bibliográficas

“Bioethnography: A How-To Guide for the Twenty-First Century”. Springle Link. Online. Consultado el 31 de octubre de 2020.

Elizabeth F. S. Roberts Curriculum Vitae. Online. October 2017. Consultado el 31 de octubre de 2020.

“Elizabeth F.S. Roberts”. Department of Anthropology. University of Michigan. Online. Consultado el 31 de octubre de 2020.

Holston, James. (2009) “Insurgent Citizenship in an Era of Global Urban Peripheries” City & Society, Vol. 21, Issue 2, pp. 245–267. American Anthropological Association.

Illouz, Eva. (2012) Why Love Hurts: A Sociological Explanation. Cambridge: Polity Press.

Le Breton, André. (2002) Antropología del cuerpo y modernidad. Buenos Aires: Ediciones Nueva Visión.

Lévi-Strauss, Claude. (1992) Tristes Tropiques. Translated by Jonathan Cape Limited. United States of America: Penguin Books.

Magazine, Roger. (2020) “Visión de túnel, ansiedad y prejuicio: reacciones modernas frente al Covid19”. Texto inédito.

Roberts, Elizabeth F. S. (2013). “Assisted existence: an ethnography of being in Ecuador”. Journal of the Royal Anthropological Institute. (N.S.) 19, pp. 562-80.

Roberts, Elizabeth F. S. (2015) “Bio-Ethnography: A Collaborative, Methodological Experiment in Mexico City”. Somastophere: Science, Medicine and Anthropology. Online. Consultado el 2 de noviembre de 2020.

Roberts, Elizabeth F. S. (2017) “What Gets Inside: Violent Entanglements and Toxic Boundaries in Mexico City”. Cultural Anthropology. Vol. 32, Issue 4, pp. 592–619.

Sennett, Richard. (1994) Flesh and Stone: The Body and the City in Western Civilization. United States of America: W. W. Norton & Company Inc.

Simmel, Georg. (2005) “La metrópolis y la vida mental” Bifurcaciones. No. 4.


Notas

[1] Cita de “La metrópolis y la vida mental”, p. 10.

[2] La publicación original del texto data de 1903, no obstante la edición citada es del 2005.

[3] La forma en la que Sennett se aproxima al cuerpo nos recuerda a Le Breton en su texto Antropología del cuerpo y modernidad (2002), ambos autores consideran que la modernidad recalcó las percepciones objetivas y dejó de lado la subjetividad. Para ellos el cuerpo moderno es un cuerpo invisibilizado, silencioso y muchas veces ausente.

[4] Podemos también encontrar tal contraste entre las favelas y otros barrios en Río de Janeiro. En “Insurgent Citizenship in an Era of Global Urban Peripheries”; James Holston escribe sobre la desigualdad especial en Brasil y propone que en las periferias se construye una idea particular de ciudadanía que se operativiza de manera distinta a la ciudadanía hegemónica y que surge como respuesta a la negación de derechos y libertades sobre las ciudades.

[5] Eso implica un gran reto, ¿de qué manera se pueden generar investigaciones y producir resultados sin caer por lo menos en ciertas generalizaciones? ¿De qué manera podría sortear este desafío? Sé que para la escritura de este ensayo también utilicé generalizaciones, ¿podemos escapar de ellas?

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