La unidad sintética de apercepción en Kant como problema escéptico

Apercepción en Kant

(The synthetic apperception unit in Kant as a skeptical problem)

Resumen: En el presente artículo, adopto una lectura del escepticismo encaminada hacia el problema de la autoconciencia. Muestro la evolución de los diez tropos del escepticismo clásico y su influencia en pensadores como David Hume e Immanuel Kant. Con relación a este último pensador, muestro que el fundamento de la autoconciencia en la primera crítica kantiana puede interpretarse como un problema escéptico.

Palabras clave: Escepticismo, causalidad, autoconciencia, unidad sintética de apercepción, conocimiento.

Abstract: In this article, I adopt a reading of skepticism aimed at the problem of self-awareness. I show the evolution of the ten tropes of classical skepticism and their influence on thinkers like David Hume and Immanuel Kant. With regard to this last thinker, I show that the foundation of self-awareness in the first Kantian critique can be interpreted as a skeptical problem.

Key words: Skepticism, causality, self-awareness, synthetic apperception unit, knowledge.

Introducción

El presente artículo muestra el desarrollo del pensamiento escéptico, a través de sus formulaciones en la Grecia clásica, y en las teorías de Enesidemo, David Hume e Immanuel Kant.

El texto se encuentra dividido en tres apartados. En el primero de ellos, se muestran las características principales del escepticismo antiguo, tomando como modelo a Enesidemo y se realiza una lectura del escepticismo que se inscribe exclusivamente en la imposibilidad de nuestras facultades cognitivas de explicar a cabalidad la realidad. Se deja de lado la lectura del problema del mundo externo en relación con el escepticismo.

El segundo apartado muestra el proyecto escéptico de Hume y el desarrollo de la duda escéptica en relación con el problema de la identidad personal, es decir, el problema del “yo”. Por último, en la tercera sección se presentan los principales argumentos del proyecto crítico kantiano de la justificación y fundamentación del conocimiento según se desarrolla en “la deducción de las categorías” de la Critica de la razón pura. Para concluir con una interpretación del fundamento de la epistemología de Kant como un problema escéptico.

Escepticismo clásico

A lo largo de la historia de la filosofía, no ha existido un adversario más reacio a la impronta epistémica, que el planteamiento escéptico. Esta doctrina, encuentra a su fundador en la Grecia clásica, es Pirrón de Elis (360- 270 a.c.) quién hace de la duda un imperativo filosófico, llegando a la suspensión del juicio ante las aporías del pensar y ejerciendo la ataraxia[1] como un modo de estar en el mundo que permite hacer de la existencia una empresa llevadera.

La palabra «Escéptico» viene del griego skeptikoi (de skeptesthai que en griego significa examinar). De este modo, la duda escéptica es una actitud de buen talante filosófico, ya que, permite someter a examen el amplio acervo epistémico que poseemos. Existe una interpretación ampliamente aceptada, la cual, presenta a la postura escéptica como aquella idea que asume la imposibilidad de conocer el mundo externo, y más extremo aún, para un amplio sector de la tradición filosófica occidental, el escéptico, es aquel que niega la existencia del mundo externo al evidenciar el límite cognitivo y el llamado ‘engaño’ de nuestros sentidos.

Es inadmisible atribuir la tesis de imposibilidad ontológica del mundo externo al escepticismo desde su fundamento tal como lo presento Pirrón, para el filósofo fundador de la escuela escéptica, lo que de hecho sucede, es que no podemos dar cuenta mediante un todo racional, coherente y estructurado que explique la esencia del mundo. Lo que subyace a los fenómenos que observamos permanece vedado a la cognición humana, de ahí el consejo de la postura más bien ética y existencial que representa el temple de ánimo en la ataraxia pirrónica.

Un escepticismo que suscriba tal posición, como lo es la duda en la existencia de la realidad de los sentidos, no es considerado en el presente artículo[2]. Es un hecho que habitamos una realidad, y existe un mundo que nos interpela, al cual pertenecemos, el escepticismo que es de mayor fuerza filosófica es aquel que niega la posibilidad de conocer en mayor o menor medida los componentes esenciales de la naturaleza, esa es la lectura que aquí presento de los principales argumentos de los principales representantes de la escuela escéptica griega. He elegido como modelo la figura de Enesidemo, ya que como señala Brochard, él es el primer gran maestro escéptico que ofrece una síntesis estructurada del sistema inaugurado por Pirrón. Vayamos a ello.

Escepticismo en Enesidemo

En los albores de la era cristiana, en Atenas, Grecia, aparece una figura central para la corriente escéptica, me refiero a Enesidemo, quien enseñó el pirronismo a sus congéneres y sistematizó los diez tropos o temas escépticos en un decálogo dentro de su obra titulada Discursos pirrónicos, por tal motivo es considerado el segundo fundador de la escuela escéptica. A continuación, se expone dicho decálogo a través de cinco motivos para llegar a la suspensión del juicio, aquí estamos siguiendo el criterio y selección de Martin Sevilla.[3]

El modo del desacuerdo: se espera aquí encontrar un desacuerdo entre la opinión del vulgo y de los filósofos.

El modo de la repetición hasta el infinito: en este tropo de especial importancia para el escepticismo, se muestra que aquello que se presenta como prueba de un argumento, necesita a su vez, ser justificado por un tercer argumento y así hasta el infinito.

El modo del “en relación con algo”: en este tropo, no se sabe por orden causal qué está ocasionando tal o cual suceso, “en relación con algo” quiere decir que nos servimos de otro hecho para explicar el hecho anterior por orden causal, pero éste último permanece sin estar justificado porque desconocemos su naturaleza. (Se observa que este tropo es una variación del tropo anterior).

El modo por hipótesis: es cuando la gente común o los dogmáticos, cayendo en la falacia de la repetición hasta el infinito, empiezan su argumentación en un punto que “no demuestran” justo aceptándolo por dogmatismo. De este modo el sistema no está justificado.

El modo circular: este modo aparece cuando aquello que debe ser usado como prueba de lo que se investiga, necesita ser mostrado por eso mismo que se investiga, de modo que lo que aparece como fundamento, es a su vez consecuencia. Aquí se confunde la premisa con la conclusión del argumento.

Para el nuevo escepticismo, estos tropos llevan innegablemente a la suspensión del juicio (a no poder tomar una decisión o emitir un rechazo). En un análisis más minucioso, podemos, siguiendo a Brochard, identificar la estructura del sistema pirrónico en el siguiente sentido: “En la doctrina de Enesidemo… [Se] intenta probar que la razón no tiene más éxito que los sentidos, y su demostración se dirige a tres puntos principales: la verdad, las causas, los signos o pruebas. Esta última parte constituye su obra original y personal, es el nuevo escepticismo.” (Brochard. 2005. p 299). Nosotros nos detendremos en el análisis de la parte crítica del nuevo escepticismo.

El nuevo escepticismo ataca la noción de causa, los estoicos y epicúreos pensaban que, si podemos explicar el efecto por la causa, entonces podremos hacer el razonamiento inverso, es decir, encontrar la causa por el estudio de los efectos. De este modo, para los dogmáticos, los fenómenos son signos, a través de los cuales podemos ascender a la causa. Enesidemo negó esta doctrina; “En el cuarto libro de su obra, nos dice Focio, Enesidemo declara que no hay signos visibles que revelen las cosas invisibles, y que los que creen en su existencia son víctimas de una vana ilusión”. (Ibid., p 312).

Ahora, con esta tesis en mente, me propongo analizar la relación de Enesidemo y David Hume, en concreto, me refiero a la negación de la tesis de causalidad produciendo así un marco escéptico.

Escepticismo en Hume

David Hume, representa uno de los más grandes exponentes del escepticismo en la era moderna. Sus aportaciones a la filosofía son de gran fuerza analítica y cuestionan sobre todo el énfasis de sus contemporáneos y la tradición filosófica en la confianza de las regularidades en la naturaleza, Hume hace del tema de la “causalidad” un problema y con esto evidencia el límite explicativo de las inferencias inductivas al tiempo que cuestiona el fundamento mismo de las leyes en el saber científico de su época. 

La conclusión a la que llegó Hume en su disertación sobre el entendimiento humano con respecto al problema de la causalidad es una postura que se inscribe en el polo “naturalista” ya que asume a la llamada causalidad que permite la proyección y predicción de nuestras inferencias inductivas en una especie de regularidad vinculada y fundamentada en el hábito de la frecuencia con la que observamos la aparición de los fenómenos en la esfera de la vida diaria o la investigación científica. De este modo, arguye Hume, que epistémicamente no estamos facultados a afirmar que el Sol saldrá mañana basados sólo en las apariciones anteriores que nos da la experiencia, ya que, de hecho, el Sol podría no salir mañana. Es una posibilidad lógica.

Con respecto al asunto de la duda escéptica, Hume no suscribe un escepticismo radical, ya que esto sería una contradicción, el autor escocés, se da cuenta que tanto el escéptico radical como el dogmático están al mismo nivel epistémico, es decir, que resultan posicionamientos estériles para el diálogo filosófico, y en ese sentido mantiene una sana distancia respecto ambos polos del dilema:

“Hasta el final ambos se quedan en nada […] La razón escéptica y la dogmática son de la misma clase, aunque contrarias en sus operaciones y tendencia, de modo que cuando una es poderosa se encuentra con un enemigo de igual fuerza en la primera […] Hay que agradecer a la naturaleza, pues, que rompa a tiempo la fuerza de todos los argumentos escépticos, evitando así que tengan un influjo considerable sobre el entendimiento. Si tuviésemos que aguardar primero a su completa autodestrucción. Ello no podría suceder hasta que hubieran subvertido toda convicción y destruido por completo la razón humana”.[4]

Como se colige de la cita expuesta, para Hume, un escepticismo radical resulta insostenible, de este modo cuestiones como la “existencia del mundo externo” o la noción de un “fundamento metafísico ininteligible”, desde su posición resultan absurdas y no representan un problema legítimo. Ya que, para este autor podemos preguntarnos: ¿Qué causas nos inducen a creer en la existencia de los cuerpos? Pero no tiene sentido preguntar si hay o no cuerpos. “Estas son las únicas preguntas inteligibles que admite este asunto, pues en lo tocante a la noción de existencia externa, en cuanto algo específicamente diferente de nuestras percepciones, hemos mostrado ya lo ‘absurdo de tal noción’”. (Hume, D. 1981, p.322). Se muestra aquí que para Hume no existe otra realidad que la que experimentamos.

Dados los argumentos de Hume que hemos presentado y desarrollado, debemos inquirir: ¿Qué es entonces lo que podemos preguntar con sentido desde el escepticismo de Hume? Desde el sistema filosófico de este autor, la pregunta de mayor talante filosófico que podemos formular en relación con qué somos nosotros ontológicamente hablando es ¿Qué es el yo? Hume formula dicha cuestión del siguiente modo: “Lo difícil es saber hasta qué punto somos nosotros objetos de nuestros sentidos” (Ibid., p. 323).

Para Hume el problema por excelencia en filosofía es aquel que versa sobre la determinación de las propiedades y características de la identidad personal, y el modo de abordarlo no se encuentra precisamente en el engaño de los sentidos, sino en la abstracción, esta pregunta nos permite desarrollar una metafísica con sentido:

“Es cierto que no hay problema en filosofía más abstruso que el concerniente a la identidad personal y la naturaleza del principio de unión constitutivo de una persona. Así, lejos de ser capaces de determinar simplemente en base a nuestros sentidos esta cuestión, tendremos que recurrir a la más profunda metafísica para darle respuesta satisfactoria…”.[5]

La solución, o, mejor dicho, la conclusión a la que llega nuestro autor en torno al problema de la identidad personal es que no podemos percibir al “yo” con los sentidos, sino que justo el “yo” es el fundamento y la conexión de los sentidos, el yo es el conjunto de las percepciones yno una entidad concreta.

Vayamos ahora a la propuesta de solución kantiana al problema de la identidad personal, lo que Kant desarrollará bajo la categoría de la unidad sintética de apercepción.

Unidad sintética de apercepción en Kant

Mi atención se centra ahora en la Crítica de la razón pura de Kant. El proyecto crítico kantiano resultó ser una profunda labor filosófica que a lo largo de la historia ha tenido diversas interpretaciones por parte de críticos y comentaristas de la obra de Kant. Dentro de dicha obra, la deducción de las categorías se ha interpretado en clave antiescéptica. A este respecto Stepanenko señala:

“La interpretación de la deducción kantiana de las categorías como un argumento antiescéptico ha sido, durante muchos años, la interpretación más difundida acerca del objetivo que Kant persigue en esta parte central de la Crítica de la razón pura”.[6]

Si asumimos junto con Stepanenko que uno de los principales objetivos de Kant fue superar el reto escéptico, entonces debemos preguntarnos: ¿Cuál es la estrategia que emplea Kant contra el escéptico y a qué conclusiones llega? Es conocido en la literatura el uso del famoso trilema de Agripa como argumento de cuño escéptico. Dicho a grandes rasgos, el trilema presenta las siguientes características de imposibilidad al momento de intentar justificar el conocimiento: primero una justificación infinita de proposiciones. Segundo, un corte arbitrario de la justificación en cualquier lugar de la secuencia. Y tercero; una justificación circular. Se observa aquí la vigencia de los tropos clásicos de la escuela escéptica. (V. infra).

En esta línea, lo que hace Kant es trasladar el problema escéptico del terreno epistémico a un dominio ontológico. Es desde la ontología, desde el sujeto trascendental kantiano que tenemos un fundamento ontológico para el conocimiento, de este modo, el llamado giro copernicano que establece Kant, muestra que el punto de partida de toda indagación filosófica es el sujeto mismo.

En el prólogo a la segunda edición de la Crítica de la razón pura, Kant establece que no conocemos las cosas en la experiencia a priori, en su lugar mostrará que “solo conocemos en las cosas lo que nosotros mismos ponemos en ellas” y es el ‘sujeto’ en donde se da la síntesis de la experiencia sensible a través de las ‘categorías’ que le son propias a los esquemas conceptuales que el mismo sujeto impone para comprender y apropiarse de lo real. En suma, el sujeto trascendental kantiano goza de estructuras ontológicas ‘a priori’, como las categorías y las intuiciones básicas de espacio y tiempo, y desde ahí construye el conocimiento.

Visto de este modo, para Kant, el hombre se encuentra constituido de cierta manera. Existe una unidad que posibilita la conciencia y las características que le son inherentes, a dicha entidad Kant la denomina como la unidad sintética de apercepción. Dicha unidad es el conocimiento más fundamental que poseemos, es, en sentido estricto, el “principio del conocer” y como tal no puede ser demostrado. Tiene que ser asumido y a partir de él fundamentar nuestro saber:

“Es decir, la realidad objetiva de nuestro conocimiento se basará en la ley según la cual, en la experiencia, esos fenómenos han de estar sometidos a las condiciones de indispensable unidad de apercepción, al igual que, en la simple intuición, lo han de estar a las condiciones formales de espacio y tiempo: son esas condiciones las que hacen posible el conocimiento”.[7]

Comentaré brevemente tres referencias más al tema en cuestión en la obra de Kant. En primer lugar, lo que llamamos naturaleza y nuestro conocimiento de la misma, es sólo conocimiento de “fenómenos”, de este modo, la organización de dichos fenómenos se hace en la autoconciencia, para Kant lo que llamamos naturaleza puede ser una consecuencia de la constitución ontológico-epistémica de nuestra autoconciencia o psiquismo: “El entendimiento puro constituye pues en las categorías, la ley de unidad sintética de todos los fenómenos y es lo que hace así primordialmente posible la experiencia, por lo que a la forma de ésta se refiere” (Kant. 2002, p 150).

Por último, Kant reconoce que “Este principio, el de la apercepción, es el más elevado de todo el conocimiento humano” (Ibid. p, 155). No obstante, considero, que aún queda abierta la cuestión escéptica de algún modo, ya que podemos asumir y criticar que Kant no resuelve ni disuelve el trilema de agripa, y entonces estamos facultados a exigir razones del por qué pensamos de tal o cual modo o por qué tenemos determinadas categorías en la autoconciencia. Kant reconoce la imposibilidad de dar cuenta de estas interrogantes, cito en extenso:

“Ahora bien, hay en la prueba anterior un aspecto del que no he podido hacer abstracción, a saber, que la variedad ofrecida a la intuición tiene que estar dada con anterioridad a la síntesis del entendimiento y con independencia de esta […] -y que consiste en realizar a priori la unidad de apercepción sólo por medio de categorías y sólo por medio de este tipo y este número de categorías-, como no se puede señalar por qué tenemos precisamente éstas y no otras funciones del juicio o por qué el tiempo y el espacio son las únicas formas de nuestra intuición posible”. [8]

Dado el dictum anterior kantiano, podemos objetar que, de este modo, el proyecto crítico de fundamentar el conocimiento se encuentra inacabado. Aparece así la unidad sintética de apercepción como problema escéptico, ya que “aquello que nos permite conocer, no puede ser conocido”.

Conclusión

De acuerdo con la argumentación que he desarrollado en el presente artículo, se puede observar con claridad el desarrollo y evolución de la actitud escéptica desde los maestros de la escuela Pirrónica, que basaron sus indagaciones en la desconfianza del poder cognitivo de nuestra razón. Pasando por Hume y su eje toral de investigación metafísico en torno al problema de la identidad personal. El tema de la autoconciencia adopta la forma de la “unidad sintética de apercepción” en Kant, y como se ha mostrado, bajo cierta lectura, el proyecto crítico kantiano de justificación del conocimiento queda inacabado.

Ha sido mi intención esclarecer el papel de la duda escéptica en relación con el tema de la identidad personal y la autoconciencia, considero que es el único terreno en donde el escepticismo es fructífero. Me desmarco por lo tanto de las discusiones escépticas en torno al problema del mundo externo ya que no las considero fértiles.

Bibliografía

Beck, L.W., 1978 Essays on Kant and Hume, Yale University Pressm Londres.

Brochard, V. 2005. Los escépticos griegos, Trad. de Vicente Quinteros. Editorial Losada, Argentina.

Burnyeat, M. (comp), 1983, The skeptical tradition, University of California Press, Berkeley/ Los Ángeles.

Descartes. R. 1977, Meditaciones metafísicas, Trad. De V. Peña, Alfaguara, Madrid.

Hume, D. Tratado de la naturaleza humana. (1739). Traducción y notas de Félix Duque. Ediciones Orbis. Madrid. España. 1981.

Kant, I. Crítica de la razón pura. (1787). Editorial Taurus. Traducción de Pedro Ribas. Madrid. España. 2002.

Ezcurdia, M., 2001 “Thinking About Muyself”, en A. Brook y R. Devidi( comps.), Self-Reference and Self-Awareness, Jhon Benjamins Press, Amsterdam, pp. 179-203.

Sevilla, M. Por qué ser escéptico, Textos del compendio de escepticismo de Sexto Empírico, escogidos, traducidos y comentados por Martin Sevilla. Madrid, España, editorial Tecnos.  2009.

Stepanenko, P. Unidad de la conciencia y objetividad. Ensayos sobre autoconciencia, subjetividad y escepticismo en Kant. IIF-UNAM, México. 2012.


Notas

[1] Se denomina ataraxia (del griego ἀταραξία, «ausencia de turbación») a la postura propuesta por Pirrón y algunos estoicos y epicúreos en la antigüedad, esencialmente esta actitud reflexiva y contemplativa se caracteriza por moderar pasiones y sentimientos ante la adversidad de la vida (para el caso de los estoicos y epicúreos) y por moderar el ánimo ante las aporías epistémicas (para el caso de Pirrón).

[2] Para una discusión detallada sobre el problema del mundo externo, se recomienda al lector consultar el texto de G.E. Moore titulado “Proof of an External World de 1939; reimpreso en: Moore, G.E., Philosophical Papers, Londres: George Allen & Unwin, 1959, pp. 127-150.

[3] En lo que sigue, realizo una glosa de la reducción del decálogo de Enesidemo, sintetizada en 5 motivos de acuerdo con la exposición de Martin Sevilla. Cfr. Por qué ser escéptico, Textos del compendio de escepticismo de Sexto Empírico, escogidos, traducidos y comentados por Martin Sevilla. Madrid, España, editorial Tecnos. pp- 104-105.

[4] Cfr. Hume, D. Tratado de la naturaleza humana, Traducción y notas de Félix Duque. Ediciones Orbis. Madrid. España. 1981, p, 320.

[5] Ibid., p. 323.

[6] Cfr. Stepanenko, P. Unidad de la conciencia y objetividad. Ensayos sobre autoconciencia, subjetividad y escepticismo en Kant. IIF-UNAM, México. 2012.p 93.

[7] Cfr. Kant, I. Crítica de la razón pura. Editorial Taurus. Traducción de Pedro Ribas. Madrid. España. 2002, p 138. Cursivas añadidas.

[8] Ibid. P, 162. Cursivas añadidas.

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