¿Qué son los yōkai? Un acercamiento filosófico

qué son los yokai japoneses

Introducción

Los yōkai (妖怪),[1] seres que aparecen en múltiples cuentos y leyendas japonesas, se han comprendido —en la cultura popular— desde ciertos estudios que acotaron las ideas en torno a qué son. Entrando el siglo XXI, mucha gente empezó a interesarse en este tema por películas y animaciones al respecto. Kazuhiko Komatsu, antropólogo japonés, al ver que el interés de saber y entender sobre estos seres crecía, se dio a la tarea de darles nuevas explicaciones para contrastarlas con las ideas de otros autores de gran importancia.

Este artículo expone, inicialmente, los principales caminos sobre los cuales se ha intentado entender a estos seres; en segundo lugar, discute lo que ha sido comprendido a partir de tales caminos o perspectivas; finalmente, propone un punto de vista que puede encaminarnos a una peculiar reflexión filosófica de este tópico.

Es importante conocer a los yōkai desde perspectivas que no los exoticen, dado que actualmente este tema le interesa a personas de diversas partes del mundo, y ya no sólo a los japoneses. Las posturas aquí criticadas se desprenden, principalmente, del libro de Kazuhiko Komatsu Un nuevo pensamiento para el estudio de los Yōkai (妖怪学新考). Considerando que varios de los conceptos a exponer no serían comprensibles por sí mismos en nuestro contexto, en este artículo procuro dar de ellos explicaciones generales que permitan un acercamiento, facilitando su asimilación.

¿Qué son los yōkai? Las respuestas de Enryō Inoue, Kunio Yanagida y Kazuhiko Komatsu

En 1979, el investigador Enryō Inoue publicó sus estudios explicando los fenómenos del mundo físico atribuidos a los yōkai. Inoue, valiéndose de términos científicos, catalogó a estos seres como creencias falsas (迷信, meishin) de la gente. Sus indagaciones tenían el propósito de alejar y erradicar estas creencias, intentando convencer a las personas de que con el razonamiento todo se puede esclarecer.[2] Dichos estudios no tenían la intención de comprender a los yōkai, sino la de inscribir a toda la población a la modernización gestada en Japón para ese entonces; quiso hacer un esfuerzo similar al paso del mito al logos.

Prontamente, Kunio Yanagida —académico japonés especializado en folclor— tuvo noticia de los trabajos de Inoue y sus seguidores. Yanagida, insatisfecho con las explicaciones de Inoue, se percató de que la cultura de los yōkai entraba en crisis y, así, decidió dedicar sus esfuerzos a rescatar este tema desde el folclor. Hizo una recolección de relatos y leyendas de estos seres y, gracias a esto, los clasificó en categorías, llegando a la conclusión de que la causa común de la aparición de los yōkai es el debilitamiento de la fe hacia los kami (神).[3]

Las investigaciones de Yanagida tuvieron repercusión en Komatsu. A diferencia de Yanagida con Inoue —de quienes claramente se puede notar que tienen ideas muy distanciadas—, Komatsu sí toma a Yanagida como punto de partida. A pesar de esto, Komatsu explica la aparición de los yōkai con la capacidad creativa e imaginativa de los seres humanos; asimismo atribuye que la causa principal de su comparecencia es el miedo y la preocupación por la oscuridad (闇, yami). Los yōkai, para él, son un producto de la imaginación humana y, por lo tanto, si no existiesen los seres humanos, ellos tampoco.[4]

El desarrollo de las discusiones de los primeros dos autores, Inoue y Yanagida, hasta llegar a Komatsu

La primera discusión va a ser si verdaderamente los yōkai constituyen una creencia falsa de la que los japoneses se deben alejar. Antes hay que explicar que meishin también significa superstición, pero no retomo este significado por la siguiente razón: las supersticiones son explicaciones sin una clara justificación sobre la consecuencia buena o mala de ciertas acciones. Algunas prácticas de la superstición pueden perjudicar la vida humana. Así, a primera vista, parece evidente que sí debemos alejarnos de estas creencias que hoy en día están envueltas en escepticismo debido a la ciencia, y ser escépticos respecto a los yōkai. Esto, sin embargo, sería sencillamente ignorar un mundo completo que, en realidad, merece una atención diferente. Al no entenderse este tema a través de la superstición, intentemos comprenderlo en el ámbito de las creencias falsas, dirigiendo la mirada a los fenómenos ocurridos en el mundo físico.

Inoue piensa a los yōkai como una representación de fenómenos con la que gente de generaciones pasadas, por carecer de información y tecnología, se explicaba la realidad; dichas representaciones tomaban forma de cuentos y leyendas. El pensamiento científico de Inoue creyó que su lenguaje podría sustituir satisfactoriamente estas narraciones sobre lo acaecido en el mundo físico, no obstante, los yokai no sólo se refieren a los fenómenos físicos, sino también a los del corazón (精神, seishin) del ser humano.[5] Ejemplo de esto es la expresión kitsune tsuki (キツネ憑き)[6], que en el conocimiento popular significa: estar atrapado por el espíritu del zorro. La cientificidad traslapó a kitsune tsuki a sus términos, como: alucinaciones por preocupaciones o presiones. Aunque actualmente la gente puede entender este diagnóstico en los términos de la ciencia, se sigue padeciendo a kitsune tsuki. A pesar de que las explicaciones en términos científicos daban cuenta más fácilmente de los fenómenos del mundo físico, encontraban muchas dificultades para responder a los fenómenos del corazón. Entonces, cambiar a los fenómenos atribuidos a los yōkai por términos científicos no demuestra que estos seres sean una creencia falsa, sólo hace patente que el conocimiento moderno los reduce a un problema del razonamiento. Por ende, el fundamento en torno a si debiéramos alejarnos de estos seres no puede provenir de que sean creencias falsas.

Aquí se comparte la preocupación de Yanagida sobre lo vago de la explicación de Inoue y lo insatisfactoria que llega a ser. Aunque afirme que no nos movemos en el terreno de las creencias falsas, no podemos apresurarnos a concluir que no debemos alejarnos de los yōkai, pero, ¿desde dónde haríamos ese alejamiento?, ¿de qué nos estaríamos alejando, exactamente? Se abre, entonces, el terreno para discutir sobre si la aparición de los yōkai tiene germen en el debilitamiento de la fe hacia los kami, y si esta idea nos lleva a concluir que tenemos la posibilidad de alejarnos de estos seres.

Yanagida toma como axis de su teoría a Kappa (河童), el yōkai que habita en pantanos y se caracteriza por tener un plato con agua en su cabeza. De acuerdo con Yanagida, Kappa era un kami del agua que, con el paso del tiempo y la disminución de creyentes en él, se convirtió en un yōkai. Concluimos, entonces, que no hay un kami que nos proteja de que Kappa aparezca, y del mismo modo sucede con los demás yōkai, según esta teoría.[7] Esta explicación resulta confusa y dificulta aclarar qué son estos seres, amén de no dilucidar si debemos alejarnos de ellos o si esta idea ha sido una falsa disposición todo este tiempo. Esta mirada, al tener a los yōkai por dioses, conduce a darnos cuenta de que la experiencia del ser humano sólo toca una parte de ellos; ¿cuál es ese punto de encuentro?

Komatsu observa que los estudios y teorías de Yanagida sobre los yōkai tienen muchos puntos falibles —aun cuando respetó la integridad de sus relatos y procuró no cambiar sus palabras por términos racionales, ni tampoco dio interpretaciones propias—. Por ejemplo, Yanagida intentó, en uno de sus estudios, reunir las características de los yōkai para distinguirlos de los yūrei (幽霊),[8] que tienen un aspecto más fantasmagórico y espectral, lo cual para Komatsu fue un error, pues, no todas las leyendas y relatos conocidos a lo largo y ancho de Japón caben en su teoría; Yanagida intentó generalizar cuando, en realidad, los yōkai tienen muchas particularidades. Ciertamente, fue así, desde la generalidad, como concluyó que todos estos seres fueron kami alguna vez.

En este punto de la revisión es patente que se complica entender a los yōkai desde alguna de las teorías aquí expuestas. Conviene detenernos un momento e intentar verlos desde algo más esencial y primario, con una lupa que, a la vez que nos facilita observar detalles, no hace a un lado la totalidad de su ser. Esto que buscamos, Komatsu lo conecta con una palabra sumamente abarcadora: imaginación.

Retomando a Komatsu, hacia una nueva reflexión

Aquí toma principio una nueva reflexión que tiene como punto de partida las ideas de Komatsu; sin embargo, caminaré por el sendero filosófico. Komatsu, como antropólogo, cree posible el estudio del ser humano por medio de los yōkai, pues, ¿quién más imagina? El ser humano imagina cosas, tiene la capacidad de imaginar, dice.[9] Aunque esta idea es innovadora, ya hacia el final veremos que limitarnos a esta respuesta constriñe, en gran medida, la comprensión de las posibilidades de ser de los yōkai.

 Si se parte aquí de la idea de que hay cosas fuera de lo humano —como los dioses, o sea kami— que se relacionan con él, tendremos que considerar que hay un terreno fuera de nuestro mundo donde éstas existen. Conviene rescatar uno de los conceptos que Komatsu menciona en otro de sus libros: ikai (異界), un otro mundo o, mejor dicho, un mundo que se distingue del nuestro.[10] Ikai es una forma de vida ajena; podría abarcar desde la vida de un país extranjero con respecto a lo que vive alguien en su país propio, hasta montañas o bosques con regiones inexploradas. Es todo esto lo que Komatsu relaciona con la oscuridad, yami.[11]

Habría, entonces, que sopesar la idea de Komatsu de que el ikai existe también al interior del ser humano, esto es, el seishin. Este concepto, que también apareció anteriormente con las investigaciones de Inoue, es considerado como mente, cuyo sinónimo es kokoro (心), que también es corazón. La concepción de seishin es una fuerza o energía que se dirige hacia el saber, cuestión que caracteriza a los seres animados. De este modo, seishin se distingue de shinzō, que es un término biológico para referir al corazón como órgano. Komatsu considera que hay un ikai en el seishin. En este ikai hay conciencias y deseos que, en la normalidad, son reprimidos por ir en contra de los consensos y acuerdos sociales. Vemos entonces que Komatsu expone sus ideas siempre dentro del plano humano, puesto que, para él, los yōkai toman forma cuando el ser humano reprime aquellos deseos que podrían conducirlo al caos, desorden o miedo.

Japón mantiene una serie de reglas históricas —que vienen de varios siglos atrás—, tanto para el ambiente formal como el informal (como el privilegiar el silencio en espacios compartidos o mantenerse al margen de los asuntos ajenos en todo momento). Diría Komatsu que estas costumbres, tan arraigadas en la sociedad japonesa, son la causa de que existan los yōkai, pues argumenta que, gracias a ellos, los japoneses pueden lidiar con esto para llevar una vida normal. Pero, ¿son exclusivamente inherentes al ser humano el desorden y el caos? Si los yōkai son parte del ikai en el seishin, ¿significa, entonces, que estos seres sólo existen al interior del ser humano? La respuesta a ambas preguntas es: no. Con respecto a la primera cuestión, cabe decir que el ser humano —en un primer momento— no puede tomar acciones o asumir responsabilidades en torno al desorden y el caos, porque no todo le pertenece y no todo se encuentra bajo su control; el desorden y el caos existen fuera del mundo humano. Sobre la segunda pregunta ha de responderse que, al admitir que hay un mundo fuera de la constitución humana, no nos podemos limitar a pensar que los yōkai sólo se manifiestan en la existencia humana.

El problema de asumir que la imaginación le pertenece al ser humano es que éste ha pensado o siente que aquellos deseos que conducen al caos son suyos, y por ello, se siente culpable. Los humanos abrazan el sentimiento de culpabilidad porque éste les permite encajar en el molde social. Además, al hacer frente a estos sentimientos, generalmente no se piensa que estemos lidiando con algo fuera de nosotros. Nadie sospecha que estas leyendas y cuentos nos hablan del enfrentamiento con los deseos que conducen al caos, pues se ha dicho que son pura fantasía, que no son tangibles y, entonces, se les da la espalda.

Esas posturas no tienen como propósito motivar que el ser humano se siga reprimiendo para alejarse del caos. Sin embargo, hay que notar que aquellas leyendas y cuentos pueden ser el testimonio de la relación que mantenemos con el ikai. Esos testimonios ilustran encuentros y desencuentros con aquellos que viven en el ikai, o sea, los yōkai. Además, motivan a hacernos preguntas, como: ¿qué es lo que entendemos por normalidad y por qué dentro de ésta hay una necesidad de represión? ¿Por qué se ha hecho del quedarnos con un sentimiento de culpabilidad algo normal?

 Más allá de las cuestiones sobre el mundo humano, me pregunto: ¿quién más imagina? La reflexión hacia la que me dirijo propone la posibilidad de que el ikai imagina a los yōkai. Evidentemente, por todo lo anterior, la imaginación de la que se está hablando no es la representación, o sea, la reconstrucción mental de la información recolectada por los sentidos, ni está relacionada con la fantasía. La imaginación[12]que abre camino a entender a los yōkai es creadora y tiene vida propia fuera de la experiencia humana.[13]

¿Es el ser humano capaz de comprender a los yōkai? Quizá, más bien, esta pregunta debe ser replanteada, como: ¿hacia qué saber nos dirige el seishin? Tal parece que el encuentro con estos seres se conecta con el interior del ser humano y nos puede abrir una nueva forma de comprender la vida, el día a día.Aún no agotamos todas las preguntas que nos podríamos plantear, y todavía habrá que comentar y desarrollar más los conceptos mencionados, amén de haber mucho qué discutir con otros autores estudiosos de los yōkai. Se abren infinidad de preguntas que, para el propósito de este ensayo, no podrán ser respondidas y deberán buscar ocasión. Hasta ese momento, estas reflexiones y preguntas estarán abiertas y encaminadas hacia un nuevo acercamiento filosófico desde la imaginación.

Libros que te pueden interesar

Bibliografía

Henry Corbin (1993), La imaginación creadora en el sufismo de Ibn´ Arabi, Barcelona: Ediciones Destino.

Kazuhiko Komatsu (2015), 異界 (ikai) y los japoneses, Tokyo: Kōdan Shagakujyutu Bunpō.

—— (2012), Introducción a la cultura de los 妖怪 (yōkai), Tokyo: Kōdan Shagakujyutu Bunpō.

—— (2015), Un nuevo pensamiento para el estudio de los Yōkai, Tokyo: Kōdan Shagakujyutu Bunpō.


Notas

[1] Los dos caracteres con los que se escribe pueden ser adjetivos para lo misterioso o lo sospechoso.

[2] Kazuhiko Komatsu (2015), Un nuevo pensamiento para el estudio de los Yōkai, Tokyo: Kōdan Shagakujyutu Bunpō. p.15. El autor hace referencia a varios trabajos más importantes de Enryō Inoue que publicó desde 1979 a 1984. La traducción y las cursivas son propias.

[3] Ibidem, p.20. También se refiere a varios trabajos que publicó Kunio Yanagida antes de Inoue. Kami puede ser entendido como dios o dioses. La traducción y cursivas son propias.

[4] Ibidem, p. 295-305. La traducción y las cursivas son propias.

[5] Kazuhiko Komatsu (2012), Introducción a la cultura de los 妖怪 (yōkai), Tokyo: Kōdan Shagakujyutu Bunpō. p.7- 16. La traducción y las cursivas son propias.

[6] Kazuhiko Komatsu (2015), Un nuevo pensamiento para el estudio de los Yōkai, Tokyo: Kōdan Shagakujyutu Bunpō. p.16. La traducción y las cursivas son propias.

[7] Íbidem, p.23. La traducción y las cursivas son propias.

[8] Íbidem. p.20. Según Yanagida, ambas entidades aparecen en ciertos horarios de la noche y en algunos relatos coinciden en algunas características.

[9] Íbidem, pp. 295- 305. La traducción y las cursivas son propias.

[10] No debe tomarse este concepto por más allá o mundo de los muertos, pues ello tiene el nombre takai (他界). Ikai, en cambio, tiene una noción espacial más cercana físicamente.

[11] Kazuhiko Komatsu (2015), 異界 (ikai) y los japoneses, Tokyo: Kōdan Shagakujyutu Bunpō. pp.10-11 La traducción y las cursivas son propias.

[12] Las cursivas son propias para distinguir el concepto del anteriormente mencionado.

[13] A esta imaginación se le ha dado muchos nombres como: imaginación creadora o imaginación teofánica. Cfr. Henry Corbin (1993), La imaginación creadora en el sufismo de Ibn´ Arabi, Barcelona: Ediciones Destino. pp. 209 – 214.

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