Virtud y placer: Caminos alternativos para alcanzar la felicidad en el mundo helenístico

Virtud, felicidad y placer en el mundo helenístico

La filosofía tiene que consistir en un ejercicio múltiple de humanización y libertad. Humanización quiere decir conciencia de los límites reales de la vida, reconocimiento del carácter “corporal” de la existencia y reflexión inmediata y audaz sobre la estructura misma del hecho humano. (Daraki y Romeyer, 1996:45)

La cultura griega se caracterizó por ser dinámica y fuerte, es indiscutible su grandeza y el legado que ha dejado al mundo. El auge de la cultura griega clásica giró siempre en torno a una reflexión concreta que tenía como objetivo entender  el fin último de la existencia humana, que consistía para los antiguos griegos en alcanzar ese bien preciado que aún llamamos, felicidad.

Pero este tema tan apasionante, era para los griegos un objeto de estudio que debía asumirse con seriedad y por ello el buen uso de la razón (Logos) era clave y fundamental.

La civilización griega conquistó el mundo occidental, de ella heredamos una estructura básica del arte, la filosofía y la ciencia, disciplinas que han marcado la diferencia entre occidente y oriente. En sus costumbres, en sus mitos y por supuesto en el arte, se refleja la grandiosidad griega, que se da por medio del logos, pero también porque en la cultura griega el hombre adquiere una sensibilidad que le permite acercase a la esencia del ser humano y asimismo a la esencia de la naturaleza.

El antiguo griego entendía que el hombre es un ser cosmopolita y que sus actos tienen un carácter ético universal, por ello consideraba que el conocimiento es una totalidad donde el enigma más interesante por descubrir es la comprensión y el conocimiento de sí mismo.

De este modo, los griegos lucharon por investigarse, comprendiendo que su entorno les hablaba, y que tenían un vínculo natural, casi sagrado con la naturaleza, fenómeno que les asombraba y les revelaba el profundo significado que tiene vivir y asumir la vida, no de cualquier forma, sino, de una forma virtuosa y asimismo equilibrada.

El ideal de las polis griegas se basaba en la convivencia y en el diálogo, la polis era ese lugar donde se reflexionaba abiertamente sobre la condición humana en relación con la ética y la sociedad de su tiempo. Por ser una cultura dinámica, su expansión[1] significó un tránsito cultural y por ende una transformación de los valores griegos, dejando atrás a Grecia como centro del mundo; a pesar de ello, el ser humano era objeto de estudio; de hecho, en el periodo helenístico empezó a concebirse al hombre como un ser cosmopolita y a la vez individualista, capaz de navegar en el mundo bajo su propia cuenta.

Con la helenización del mundo oriental y la inabarcable extensión de los nuevos horizontes políticos, la religión cívica, la religión de las polis decae para dar paso a la religión del dios cósmico, de aquella religión del sabio y en la que este se puede identificar no ya con la polis, sino con el cosmos.

(Lledó, 1995:58)

Este tránsito cultural e ideológico acabado de mencionar brevemente, es conocido como época helenística (siglo IV a. C), en donde el hombre es el eje central de las reflexiones, por lo tanto se va gestando preguntas fundamentales que aún son muy vigentes y necesarias en nuestro mundo contemporáneo.

¿Cómo alcanzar la felicidad? Es una cuestión que a todos interesa, no importan las condiciones económicas o culturales en las que estemos, deseamos ser felices y en la medida que buscamos la felicidad nos damos cuenta que es una tarea que requiere de concentración y también de coherencia entre el pensar y el hacer.

La felicidad o eudaimonia, junto a la virtud (areté) han sido parte de la reflexión filosófica en las escuelas clásicas, pensemos en Platón y Aristóteles, como también en las escuelas helenísticas; el interés central era meditar sobre dichos preceptos fundamentales, para cumplir el verdadero propósito de la vida: encontrar la felicidad y la armonía entre el ser humano y su mundo natural.

Las escuelas helenísticas se preocuparon por encontrar el Sumo Bien, y en un periodo de cambios y descubrimientos originados por la expansión cultural griega, surgió la necesidad de cuestionarse todo, incluso aquello tan arraigado al hombre, como lo es, la cultura, la cotidianidad y los hábitos que se dieron en la Grecia Clásica.

El Sumo Bien requería de una filosofía y de una práctica (praxis); dicho de otra manera, cualquier ser humano interesado en el conocimiento de sí mismo y de la búsqueda de la felicidad, tenía que convencerse de ser capaz de vivir en un mundo hostil que le exigía una destreza y una técnica para manejar las convenciones sociales y los propios apetitos del cuerpo.

Para las escuelas helenísticas, ningún hombre puede alcanzar el Sumo Bien o felicidad si no vive de acuerdo a la naturaleza, esto quiere decir, que el hombre no puede ignorar o desconocer el proceder del mundo natural, del que es parte y que además actúa libremente sin pedirle permiso.

Sin embargo, no solo el conocimiento del mundo, sus fenómenos y causas son importantes, también es crucial tener un conocimiento del cuerpo humano, de sus necesidades y de los límites que debe tener para ser autónomo tanto de las circunstancias externas que se dan en la cotidianidad como de sus pasiones más internas.

El problema del Sumo Bien, considero que debe ser un tema de bastante interés para todos, ya que vivir bien puede ser una tarea compleja, en principio porque la naturaleza, como el ser humano desde la Modernidad (siglo XV al XVIII), ha sido un objeto de estudio con claros fines de carácter científico y tecnológico, mas no ético, desplazando de este modo, la importancia de conservar y cuidar la naturaleza y el cuerpo humano.

Vivir bien y de acuerdo a la naturaleza, es el precepto fundamental de las escuelas helenísticas, porque es algo que en esencia es necesario para los individuos, teniendo en cuenta que nuestra condición humana busca naturalmente reafirmarse en el mundo, pero no de un modo egoísta, como ocurre en nuestra cultura contemporánea, donde usualmente el ser humano se siente dueño del mundo, sino que lo que se debe volver a entender con profundidad, es que la especie humana es parte de la naturaleza y de un mundo que la necesita.

Para afianzar la relación entre el ser humano y la naturaleza (hoy en día tan fragmentada) es vital que el primero use la prudencia, si en realidad busca la felicidad y la armonía en un  mundo tan caótico y extravagante.

En Atenas aparecieron después de la muerte de Alejandro Magno diferentes escuelas helenísticas, que reflexionaron sobre cómo vivir de acuerdo a la naturaleza; por lo tanto, plantearon diferentes caminos para llegar a dicho fin.

De este modo, nos centraremos en el estudio de los estoicos y los epicúreos; ambas escuelas se interesaron en el bienestar del hombre y en cómo éste debía alcanzar la felicidad; presentaron diferentes argumentos y teorías en donde priman dos ideas, vivir de acuerdo a la naturaleza y proteger la individualidad; estas pueden parecer ideas contrarias, porque se supondría que vivir de acuerdo con la naturaleza es pensar en comunidad y aunque en parte esto es importante en la filosofía helenística, lo esencial no es vivir en comunidad, sino que se pretende buscar lo que hace feliz de verdad al hombre en su entorno natural; por esta razón, ninguna de estas dos sectas filosóficas aceptará la opinión del vulgo o la mayoría, sino que ambas escuelas buscarán reflexiones y argumentos para encontrar su propia filosofía de vida, basada en una coherencia entre la praxis y la teoría.

La filosofía estoica y la epicúrea tienen una física que estudia tanto el universo como las acciones y la moralidad de los hombres; ambas plantearon que el conocimiento del mundo físico es un camino para llegar al saber ético.

En este ensayo es de interés mostrar, en qué consisten esas dos filosofías, con sus dependencias elementales como son la física y la ética, que se complementan y forman un carácter, tanto para la escuela estoica como para la escuela epicúrea. También se abordará, cuáles son las posturas que surgen en torno al problema de “vivir de acuerdo a la naturaleza” (placer en Epicuro y virtud en Séneca). Estas dos filosofías están en búsqueda de la felicidad y la libertad, en otras palabras anhelan alcanzar el Sumo Bien para el ser humano, porque consideran que solo por medio del equilibrio es posible; no obstante, veremos que cada escuela va a proponer su propio método.

Física Estoica

El mundo es concebido como un ser vivo animado e inteligente, dotado de una racionalidad inmanente.

(Gagin, 2000)

La física estoica concibe al mundo como un ser vivo, independiente y racional, que está relacionado y unificado con el ser humano de una manera natural y armónica; esta idea da paso a que se conciba la necesidad de buscar un camino capaz de permitir al hombre alcanzar una relación viva con lo natural, pues el ser humano por su condición y vulnerabilidad necesita tener equilibrio con su entorno, objetivo que se puede lograr, según los estoicos, por medio del uso del logos.

De este modo, por medio de la razón, el ser humano no se distancia o maneja el mundo natural a su antojo. A partir de la necesidad de encontrar un equilibrio, la escuela estoica vuelve a pensar detenidamente la razón; esto implica que la razón debe ser la protagonista en los actos humanos y, de ella depende qué tan acertados y virtuosos sean.

Para los estoicos, todos los seres humanos podemos llegar a ser virtuosos; si pensamos en la figura del sabio (sophós) reconocemos que es aquel que sigue naturalmente la virtud, pues no necesita nada más, porque sólo con la virtud está completo, teniendo en cuenta que la virtud para el sabio es todo lo natural, todo lo real y por consiguiente, lo verdadero. Es así, que el sabio participa activamente de la naturaleza, convirtiéndose en un ser feliz.

En la física estoica, el sabio es el principal ideal porque representa al guerrero prudente que lucha no en contra del mundo o el destino, sino, contra sus propias pasiones. El estoico comprende que su mundo natural sigue un orden que no debe alterarse, es por ello que el estoico opta por seguir la virtud, la mesura y la resignación, esto quiere decir, que acepta con templanza cualquier adversidad que le presente el destino.

Ser virtuoso para el estoico significa depender de nada en absoluto, pues todos sus actos, basados en la virtud y en el logos, lo encaminan hacia la perfección; es de este modo como puede vivir de acuerdo a la naturaleza. En la física estoica, la virtud pertenece y hace a los seres humanos superiores; somos en definitiva los privilegiados por el destino y la divinidad; la virtud logra que el ser humano entienda y comprenda su mundo natural.

Por este motivo se entiende que cuanto más nos esforcemos en seguir los preceptos de la virtud, más cerca estaremos de vivir de acuerdo a la naturaleza; a través de la virtud, el ser humano puede estar más cerca de la divinidad porque comprende y acepta lo que acaece en el universo.

Para el filósofo estoico Séneca, la felicidad consiste en ser virtuoso, pues es la virtud la que le brida al hombre una conciencia de sus actos, y esto equivale a tener una vida feliz, porque cuando se logra alcanzar la virtud se acepta y se aprende del dolor que es inmanente a la naturaleza.

Expone Séneca, “Pero la virtud no admite una mala vida, y algunos no son infelices por falta de placer, sino por el placer mismo.” (Séneca, 1981:58)

Por consiguiente, la virtud se basta a sí misma y es contraria al vicio, que no comparte nada con lo divino y que pertenece a los hombres vulgares, aquellos débiles de voluntad que no comprenden que la vida es difícil. Así, solo los perseverantes y razonables pueden llegar a ser felices, siguiendo la virtud y dejando atrás los deseos momentáneos.

Para los estoicos, vivir conforme a la naturaleza significa convertirse en un hombre divino, pues la propia naturaleza es divina.

(Daraki. Romeyer, 1996:45)

Con la virtud, todas las banalidades y los excesos de la cultura y la sociedad están controlados; en otras palabras, el vicio no se interpone entre el hombre virtuoso y la divinidad.

Como el universo se basta a sí mismo, el sabio por medio de la virtud también se bastará a sí mismo, no tendrá que estar cambiando constantemente porque ya habrá encontrado la unión con la divinidad; de ese modo confluirá con el universo, porque con la virtud el ser humano puede vivir de forma armónica e inteligente.

Física Epicúrea

En la física epicúrea podemos encontrar que lo importante al igual que en el estoicismo es la preocupación por el hombre y por su mundo; ambas escuelas filosóficas buscan incasablemente que el ser humano pueda vivir de acuerdo a la naturaleza, pues viviendo de este modo el hombre puede alcanzar la superioridad y felicidad, que consiste en lograr un equilibrio por medio del estudio del cuerpo.

Lo característico de la física epicúrea y lo que la hace tan diferente de la física estoica, es que para el epicureísmo los dioses no tienen participación en nuestro mundo, la divinidad no es el eje central de su sistema filosófico, sino que su prioridad es el estudio del cuerpo y de lo material, que están conformados por pequeñas partículas indivisibles llamadas átomos, por el filósofo Demócrito.

La física epicúrea se inspira en la filosofía atomista de Demócrito; por lo tanto la escuela epicureísta es fundamentalmente materialista, atomista y sensitiva, mientras que la escuela estoica sigue más la doctrina de Heráclito, que sostiene que el ser humano tiene una relación con la divinidad, ya que el hombre procede de ella y al final vuelve a ella.

El epicureísmo no busca un modelo a seguir, no pretende hallar una figura como la del sabio estoico, que represente un camino. El interés de la escuela epicurea se enfoca en el estudio del cuerpo no solo para entender cómo funciona nuestro organismo, es decir, cómo se puede sentir bien; también considera que con el estudio del cuerpo es posible tener una ética que le ayude al ser humano a vivir bien y ser feliz, sin mucho esfuerzo o sacrificio.

En el epicureísmo, la lección fundamental de vida, la da el placer corporal; de este modo la sensación de placer, es decir, de bienestar, te enseña qué te conviene y qué no. El punto central de este método es saber seguir dicho placer, que a su vez está medido por una prudencia (phronesys), la cual proporciona un equilibrio entre los posibles excesos a los que tiende el individuo cuando siente placer.

Por consiguiente, en la medida que el ser humano conozca su cuerpo puede vivir de acuerdo a la naturaleza, esto quiere decir que es libre gracias a la razón; sin embargo, a diferencia de los estoicos que tienen como ideal la perfección y llegar a ser un sabio virtuoso, el epicureísta pretende alcanzar la felicidad a través de la sensación corporal.

Es importante tener en cuenta que Epicuro rechaza las convenciones de la sociedad de su tiempo, como lo hacen los estoicos; no obstante, la diferencia radica en que la filosofía estoica sí tiene y ve esencial tener una participación política en la ciudad, mientras que para Epicuro entre más alejado esté el individuo de la sociedad puede ser más sano y feliz. Epicuro, como líder de la escuela plantea que la sociedad destruye al hombre y que no le permite descubrir la sabiduría que hay en la naturaleza.

Lo que pretende Epicuro con su filosofía es alcanzar la libertad y la universalidad para el ser humano, que es razón e instinto; propone que para lograr dicho fin es necesario tener una actitud reflexiva y un pensamiento crítico sobre la sociedad, la cultura y lenguaje.

Epicuro se sumerge en el problema del lenguaje y de la comunicación entre los individuos, y además aborda la relación de los individuos con el mundo natural, que se basa en la necesidad. Según el filósofo español Emilio Lledó, para Epicuro el lenguaje surge a partir de la necesidad y ésta influye en la relación del ser humano con la naturaleza; explica: “… ello supone la necesaria vinculación con la realidad misma que despierta y codifica la necesidad humana.” (Lledó, 1995:51)

Por lo tanto, Epicuro consideró necesario establecer una nueva forma de diálogo (el diálogo íntimo) que sea capaz de analizar de una manera inteligente y libre los problemas que encuentra el individuo cuando reflexiona acerca de los caminos que puede tomar para alcanzar la felicidad.

Epicuro descubre que el lenguaje influye de una manera radical en nuestra forma de ver y ser en el mundo, puesto que el lenguaje puede, como lo dice Lledó, “ocultar la original relación corporal y sensible con el mundo”. Esto significa que el lenguaje no es confiable cuando solo se basa en la necesidad, que va en cierto modo determinando o encasillando la realidad de manera arbitraria entre los individuos de un grupo social.

Es así que las diferencias fundamentales entre la física estoica y la epicúrea consisten en que para el estoico vivir de acuerdo a la naturaleza, es igual a que todas nuestras acciones se basen en la razón y en la virtud, por lo tanto rechaza el placer que solo embelesa el alma de los seres humanos; por consiguiente, tener un criterio implica distinguir y conocer cuál es la realidad y cómo representa el ser humano su mundo.

Mientras que para la escuela epicúrea es la sensación de placer la que nos permite conocer lo que le hace bien al cuerpo, pero este placer, advierte el epicureísta, debe tener un equilibrio para no excederse y llegar al dolor.

En conclusión, la escuela estoica y epicúrea a pesar de sus notables diferencias teóricas y prácticas, comparten que el equilibrio y la prudencia son las herramientas claves para alcanzar la felicidad.

De todas estas cosas el principio y el mayor bien es la prudencia (phrónesis). Por ello es incluso más preciada que la filosofía. Todas las otras excelencias humanas, o virtudes, provienen de ella, porque enseña que no se puede vivir bien, sin vivir sensata, bella y justamente; ni vivir sensata, bella y justamente, sin vivir bien y placenteramente. Las virtudes son, pues, algo connatural a bien vivir, y el bien vivir es inseparable de ellas.

(Lledó, 1995:110)

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Bibliografía

Gagin, François (2000). Algunos apuntes. Estoicismo. Universidad del Valle.

Daraki, María – Romeyer, Gilbert y Dhherbey (1996). El mundo helenístico: cínicos, estoicos y epicúreos. Madrid: Ediciones Akal.

Lledó, Emilio (1995). El Epicureísmo. Madrid: Taurus.

Séneca (1981). Sobre la felicidad (De Vita Beata). Madrid: Alianza Editorial.


Notas

[1] Expansión impulsada por las conquistas de Alejandro Magno (330 a. C -323 a. C).

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