El basilisco

cuento corto de IA el basilisco de David Enríquez

«Mire, señor: un personaje, en cualquier circunstancia, puede preguntar a un hombre “¿Quién eres?”, porque un personaje posee en verdad una vida propia, una naturaleza propia, por lo cual siempre es alguien. Mientras que un hombre, no me refiero a usted ahora, un hombre, así, en general, puede ser nadie».

Luigi Pirandello

El semáforo pasará del amarillo al rojo, y Saki pensará:

Los autos son conducidos por las más avanzadas IAs, pero, la vialidad aún es regulada por el miedo a los accidentes; hoy todavía contamos con señalética y agentes robot en las grandes avenidas, aunque nadie siquiera parcialmente orgánique ha manejado algo en 50 años. ¿Nuestro mundo es así porque deseamos prevenir cualquier tipo de error, por ínfima que sea la posibilidad?…  Quizá sólo queremos preservar una ilusión de control y seguridad.

Abandonará el taxi en la esquina de Amazon y Google.

A pesar de la gran distancia recorrida, seguramente no pasarán más de 10 minutos mientras viaje a través de esta urbe automatizada y habitada por 250 millones de personas, así que no tendrá mucho tiempo para reponerse de la sensación de sorpresa con que habrá abandonado su colmena. ¿Por qué me citó en tan atestado lugar?, ¿por qué súbitamente?, ¿por qué «en avatar»?, meditará mirando al famoso letrero que, desde la mentada esquina, exclama: «¡QUAIL!». 

Se pondrá una máscara antigás marca Adidas y bajará del vehículo.

Al interior, todes le parecerán absortes en conversaciones de lo más interesantes; probablemente sus ojos brillarán y compartirán risas, bebiendo distraídamente sus cafés artificiales al tiempo que escuchen lo último de QUAIL, la más famosa (y exuberante) IA-I del momento. Por encima de las cabezas, a través de esos amplios ventanales: los espectaculares anuncios que encienden al corazón de la ciudad. Entonces, cuando la cantante alcance el clímax de su interpretación, Saki me verá al final de la barra, agitando una mano en el aire.

***

—Hola, ¿cómo estás? —le diré.

—Bien, ¿y tú? —responderá.

—Bien también. Pedí café caliente para ambes —agregaré yo.

Sin duda, en ese instante aparecerá la mismísima QUAIL:

—¡Olvidé preguntar si quieren sus malteadas frías o calientes! —tal vez exclame.

—Descuida. No te pidió malteadas. Mi amiga dijo ‘cafés’, ‘dos cafés calientes’ —la corregirá Saki.

—¡No sabe cuántas veces me pasa! —replicará ella, sonriente; hará su típico guiño y desaparecerá.

—¿Te fijaste?, está programada para cometer entre uno y tres errores, porque la IA-I piensa que somos bobes. Lo peor es que funciona. ¿Por qué me citaste aquí? —continuará él, retomando la conversación conmigo.

—Terminé un libro, Saki. Necesito que firmes un cese de reclamaciones.

—¡Vaya! ¿Aparezco en la obra?

—Soy filósofa de campo. Ahora eres parte de un experimento social. 

—Y, ¿cuál es el tema?

—La jovialidad.

Les dos guardaremos silencio, hasta que yo estalle en carcajadas. Saki dirá:

—Pudiste escribir uno sobre los efectos del sexismo en la cultura popular: El humano tras el imperio de QUAIL; ahí tienes un buen título.

Cuando controle la risa, responderé:

—No, viejo. La obra que he redactado se llama: Mi amigo Saki

En ese punto, será él quien no podrá gobernar una emoción; lo habré tomado desprevenido y su rostro manifestará tal sorpresa. 

—Quizá no quiero firmar el cese de reclamaciones.

—Es probable; la hipótesis principal es… que no existes —de nuevo, se hará un incómodo silencio, hasta que me apiade y agregue—: y que, nadie existe realmente, ¿sabes? Con la última polémica de la virtualidad, la identidad, la IA-I…, hay un montón de cosas infundadas.

—Desde luego que hay cosas infundadas, en especial cuando se habla de una verdadera existencia. La IA-I no puede llorar o reír legítimamente, pero, ¿puedes tú?; ¿puede cualquiera vivir de un modo auténtico y ser original? Desgraciadamente, desde hace mucho perdimos el control de la retórica y la programación de, ni más ni menos, la propia reali…

Es de esperar que la inoportuna QUAIL nos interrumpa con los cafés, pero creo que los llevará fríos. Saki guardará silencio y contemplará los avatares que habrá en derredor, acompañados por criaturas de diferentes tamaños.

—Exactamente de eso hablamos hace tres años, la última ocasión en que te vi, y de algo así va mi libro —precisaré.

—Entonces, soy un personaje y, ¿además tomaste mis ideas? —enfatizará él, con tono de reproche.

—Tú mismo vas contra la idea de autoría, ¿no es así? —remataré a mi vez.

Beberemos café. Saki retorcerá el rostro y yo haré gesto de que me encanta.

—Lo siento, dime más de tu obra —sugerirá, haciendo un esfuerzo.

—No usé tus ideas. Son mías. Algunas se basan en aquella conversación y algunas más en otras observaciones; yo desarrollé mis propios conceptos de ‘cuerpo’, ‘realidad’ y ‘ficción’. Por su parte, tenemos a la inteligencia artificial, a la virtualidad, al autómata y la idea de libertad. Supongo que conoces los caminos teóricos por los que he andado. 

—Noto algunas direcciones.

—Pero eso no es todo.

—¿No lo es?

—No, hay más. La premisa central es que tú, Saki, no existes.

—¡Diablos!

—…

—Pero qué estupidez, tú tampoco existes.

—Tal vez. La verdad es que un día me puse a hacer narrativa, sólo por pasar un momento, y de esa manera bosquejé a alguien como tú. Sin embargo, poco después apareciste por ahí, de la mano de Allbeit, y conforme añadía eventualidades a la vida de mi personaje… ¡aquello iba sucediéndote a ti! Entiendo que pongas esa cara de incredulidad, pero no miento. En mi opinión… eres una paradoja en el sistema, originada por mi escritura creativa y también por alguien cuyos motivos e identidad ignoramos quienes te conocimos en la universidad. 

—¿Dices que estoy vinculado a tu procesador de texto y que además soy una súper tecnología unidireccional que comenzó a llevarse con tus amigues sólo para llegar desde el ángulo más abierto hasta ti?

—Creo que sí, y también sospecho que perteneces a un organismo corporativo, porque se nota una tremenda inversión en ti. Sin embargo, dado que esta especie de estafa es tan grande que incluso tienes identidad estatal, necesito tu firma en una hoja de cese de reclamaciones si pretendo publicar lo que he reflexionado. Claro que, si no quieres, siempre puedo referirme a ti usando un alter ego.

—Vaya, vaya; el inexistente ríe de nuevo. La firmaría enseguida si supiera cuál es toda la verdad; tal vez no estaba consciente de ser una IA-I, y por lo tanto al descubrirlo puedo ser libre de ello y conducir mi vida en otra dirección, o quizá te equivocas en todo, pues no sabes que tú eres la IA-I. En el día menos esperado, en tu mente o la mía puede activarse una función que nos haga decir compre esta mierda, únase a la marina o venere a este dios.

—Ciertamente, seamos o no una IA-I.

—¿Te imaginas qué disparatado sería que el nuestro fuera el caso de las dos IA-I que se encuentran y se confunden respecto a quiénes son y cuáles son sus propósitos?

—Programar la ignorancia; luego, el caos. O tal vez no: quizá los participantes no han dejado lugar al azar en este juego de piezas. De cualquier modo, la humanidad siempre es un peón, del misterio o de sí misma.

En algún punto, QUAIL se aproximará, cobrará nuestra cuenta en un segundo y nos solicitará retirarnos. Afuera, una multitud estará ansiosa por entrar.

***

A través de una jungla de concreto, gas tóxico y miles de avatares de todo tipo, iremos al subterráneo más cercano. Yo no querré hacer tal recorrido, pero él me persuadirá. Apretujades entre puñados de extrañes, nos desplazaremos hasta la Estación Central y, en el exterior de aquella, en la enorme plaza circular YouTube, buscaremos el callejón Oldies: hogar de un montón de avatares de gatos y ubicación del popular Café Bit. 

—¡De aquí nadie va a echarnos! —exclamará Saki.

Cruzaremos el portal de cuentas colgantes y contemplaremos un gran aposento con tapetes en el suelo. Todes allí estarán bebiendo té de clavo, tumbades entre almohadones. La regla general en tal sitio es ocupar un espacio y esperar a que une moze traiga el té, que es lo único que ofrece la casa. En el centro de cada tapete habrá un quinqué encendido, pero ninguna otra fuente de luz ayudará a esas pequeñas llamas en su combate contra una penumbra demasiado grande. Los resplandores apenas revestirán con un color ámbar a los rostros que charlen sobre ellos.

Elegiré el tapete más próximo a la entrada, lo ocuparemos y recibiremos el té de clavo. Saki hará gesto de agrado, y yo de asco. Puedo apostar a que casi todos los resplandores en derredor dejarán ver avatares de jaguares, los cuales estuvieron en descuento recientemente.

—¿Recuerdas la tarde en que apareciste con Allbeit en la facultad, mientras yo comía churros en la entrada? Acababa de escribir una situación idéntica en mi computadora, esa misma mañana. En aquel momento comenzó esta locura, y por la noche le di continuidad: “El misterioso sujeto que Allbeit conoció (de nombre Saki, según dice) usará collar de perro y gritará en el teatro: ¡Soy un picaporte!”. Al día siguiente fuimos con la pandilla en avatar a ver Batman sociópata, y a media sala te pusiste de pie para rugir: ¡Soy un lustroso picaporte! La policía nos extrajo y condujo a la comisaría, donde All pagó una fianza que fue más bien un soborno. Posteriormente, redactaría: “Ese filósofo con quien comenzó a salir Allbeit, el cual grita locuras en momentos impredecibles, va a conseguir un avatar de ardilla voladora y se arrojará desde la cima de la Data Tower”. Sobra recordar que lo hiciste. Y, ¿acaso el Sistema piensa que soy estúpida y que no me daría cuenta de esas increíbles coincidencias entre mi escritura y tus actos? Claro que no. Del modo en que te he estudiado a ti, ellos podrían estar estudiándome a mí, ¿no te parece? Pero detengámonos un instante: ¿el Sistema? Busqué tu información en el padrón de votantes, y ahí estás; eres un ciudadano más en esta sobrepoblada urbe, así que tu existencia no es sólo un error o una casualidad; alguien te creó con un fin, y esa persona sólo puede ser une programadore orate, una corporación sin escrúpulos, un grupo de políticos corruptos o una combinación de tales opciones. ¿El fin? Descubrir cómo persuadir a cierto sector poblacional, o quizá algo más. De cualquier modo, yo continué experimentando y anotando observaciones, hasta que tuve las bases para una obra de investigación. Y sí, por un tiempo apunté que irías a un sitio y luego te espiaba allí, y otras ocasiones escribí que querrías salir con All y conmigo y Zelen y Babushka, y entonces veía cuánto de mí hay en ti, y cuánto de lo que eres surge en detalles que son únicamente tuyos… o de tus creadores. Después tuvimos esa charla en casa de Zelen y finalmente no volví a bosquejar reuniones entre nosotres. Allbeit dijo que estabas extraño, que te habías puesto ausente y no querías salir; sólo desempeñabas labores cotidianas, tan básicas como tu uso del lenguaje. Lo atribuía a una falta de puntos de exploración virtual, pero yo sabía que se debía a que dejé de escribir sobre ti. Así, quedaste sin nuevas actividades. Con el tiempo terminé Mi amigo Saki: obra reflexiva en que concluyo que no existes porque no posees un cuerpo orgánico externo, conectado a esta realidad. Sin embargo, en mi libro hay otra premisa, la cual a mi parecer concentra lo más importante de todo el planteamiento: Saki es una IA-I capaz de ser libre. Creo que puedes hacer lo que quieras, y me refiero a ir contra las intenciones de tus programadores y autores y todo tipo de ames. Para ser honesta, a pesar de la densa vigilancia que siento en derredor, he venido hasta aquí para decirte esto: considero que tienes autonomía. Por mi parte, no creo ser aniquilada por una mafia recelosa de ser expuesta públicamente mientras no termine algunas tareas finales, como editar totalmente el libro, pues juraría que ellos han estado atentos a cada palabra. Siendo muy sincera… hoy arriesgué el pellejo sólo por ver otra vez al posmoderno Prometeo de la humanidad, el monstruo de nuestra era, acerca del cual he redactado por tanto tiempo. Cierto es que, a estas alturas, aún en casa me siento en peligro. 

—Es probable que estés en riesgo, y también es probable que te encuentres a salvo, porque tú eres la IA-I. Imagina que en todas las extrañas situaciones que has descrito, en realidad sucedieron otras cosas que no recuerdas porque tus programadores las han reemplazado con piezas de un rompecabezas que al final presenta mi rostro. A decir verdad, bastaría con que hicieran esto unas pocas ocasiones para trastornar tu juicio, pues quizá ello es conveniente para un mejor manejo de ti. Luego, nada garantiza tu cordura o la mía, ni la posibilidad de librar la heteronomía. Querida Mac, yo creo que ya perdimos el control de lo que somos.

Nuevamente, guardaremos silencio, pero esta ocasión Saki simplemente observará los detalles de mi ridículo avatar, y yo los del suyo. Ambes reiremos.

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