Cómo leer Del sentimiento trágico de la vida, de Miguel de Unamuno

Sentimiento trágico de la vida Unamuno

Hermano lector, cuando de verdad sienta la existencia, y no haya duda más acuciante que la de su sentido, y la conciencia susurre: es absurdo, causándole desasosiego, ese será el momento perfecto para tomar este libro entre sus manos; porque si alguien se ha topado con un verdadero misterio es usted; sin embargo, no es el primero; ni tampoco fue Don Miguel el primero, pero ha sabido ser único en sus planteamientos y resoluciones; por eso valdría bien la pena una ojeada, y cuando menos lo espere, una cosa llevará a la otra y se verá sumergido en planteamientos que usted probablemente no habría imaginado, debido a que Unamuno ha sabido utilizar el repertorio cultural que fue enriqueciendo poco a poco, además de efectuar una genuina tarea detectivesca, hallando problemas y buscando soluciones, sirviéndose de la lengua para tejer con palabras toda su filosofía; pero a esto iremos más adelante.

Como primera recomendación teórico-metodológica, considero que antes de acercarnos a este escrito es importante ubicarlo en su contexto, así como informarnos acerca de la vida del autor para encontrar, en su biografía, algunas claves que puedan aclararnos su estilo. En el caso de Unamuno, por ser filólogo, su filosofía está repleta de términos con un profundo y elaborado contenido que servirán para marcar los puntos medulares que nos ayuden en la localización de los principales problemas y soluciones de su obra. Además no hay que perder de vista el lugar en el que nace y se cría el autor: España; pues lo que busca el español es hacer una filosofía que sea el reflejo del alma de España; y tampoco debemos olvidar a las personas o filosofías que pudieron haber inspirado o influido de alguna manera en su obra, por ejemplo, su hijo Raimundo, cuya muerte debió suscitar en el autor un gran dolor que provocara la angustia y el anhelo por saber qué es lo que habría pasado a su pequeño después de la muerte; se da en el autor la conciencia de sentirse a sí mismo y a sus semejantes finitos, lo que va a provocar una aguda incertidumbre y la pregunta por el para qué o la finalidad de la existencia; es de ahí de donde va a partir para forjar su ética y su moral basada en los modelos de acción del Cristo vivo agonizante y el Quijote.

Cada vez que tomemos un texto hay que llevar a cabo un trabajo de análisis, donde situemos cuáles son las principales temáticas que aborda nuestro autor y la terminología que usa para explicar su pensamiento; la terminología nos lleva a otro ámbito, que será el del lenguaje; debemos recordar que Unamuno se vale de la poesía para escribir toda su filosofía, pues la poesía tiene ritmo y movimiento, y utilizando metáforas se acerca más que la lógica a las situaciones de la vida misma, pero este tipo de lenguaje requiere entregarse a una tarea interpretativa. A mi parecer, lo que no se debe olvidar, independientemente de que se sigan los lineamientos que aquí se marcan, es entablar un diálogo con el texto, preguntarle al autor, buscar sus respuestas y elaborar una crítica escogiendo qué sí se acepta o qué no se acepta de su filosofía. Sobre este mismo punto hay ciertas preguntas claves que no hay que pasar por alto, por más obvias que parezcan, pues serán de mucha ayuda en el discernimiento de la visión general del texto; éstas son: ¿Qué dice el autor? o ¿de qué me está hablando? (el objeto de su filosofía, en todo caso, lo situaríamos en el hombre concreto, cuna de incertidumbres, angustias y contradicciones, ansioso por la inmortalidad), ¿cómo lo dice? (pregunta que apuesta por el método, el cuál sería proyectivo, es decir: Unamuno utiliza como estrategia el lenguaje para expresar su mundo interior y comunicarlo), ¿por qué lo dice? (cuáles son las causas que lo llevan a expresar tales pensamientos; aquí hallamos al sentimiento de una conciencia angustiada por la incertidumbre de no saber el sentido de la vida y que quiere encontrar una solución que difumine el carácter desesperante del absurdo), ¿dónde y cuándo lo dice?, ¿desde dónde y cuándo lo estamos leyendo? (esta pregunta nos remite al contexto del texto en las manos del autor, y en las manos propias), y finalmente se da la pregunta por el para qué, es decir, si es importante o qué sentido tiene leer a Unamuno, en un aspecto práctico, visto desde la propia circunstancia.

Es recomendable no quedarse en una primera lectura; hay que recordar que nosotros vamos cambiando y adquiriendo experiencias con el tiempo, mismas que generan ciertos aprendizajes, por lo cual un texto releído no será visto igual que la primera vez que lo conocimos; quizá una segunda lectura posibilite el rescate de planteamientos que podríamos haber pasado por alto la primera ocasión; aconsejaría que por lo menos se hiciesen dos lecturas del texto: una general, para tener un panorama amplio de la filosofía del autor, y otra más específica, para abordar con especial atención las temáticas principales o fundamentales que rigen toda su filosofía.

Podemos tener una visión general del texto ubicando de qué trata cada capítulo y posteriormente elaborando una síntesis (donde se relacionen los principales aspectos de cada uno) en la que se responda a las preguntas que vimos anteriormente. En Del sentimiento trágico de la vida, los tres primeros capítulos tienen como finalidad señalar la concepción de la filosofía como una actitud movida por el sentimiento que desencadena la conciencia frente a la tragedia que es la vida; aquí podemos vislumbrar preguntas tales como: ¿Cómo entiende Unamuno la tarea filosófica?, ¿cómo se constituye el sentimiento trágico de la vida como punto de partida de la filosofía?, ¿cuál es la relación entre hambre de inmortalidad y la conciencia agónica?; en los capítulos cuatro y cinco se proporcionan las soluciones católica y racional al hambre de inmortalidad; se muestra la ontología de la contradicción ilustrada por el antagonismo entre razón y fe, mismas que guardan cierta necesidad mutua, pues la fe es puro espíritu, es esperanza, pero al cumplirse desaparece (se sustituye la lógica por la paradójica); no se piensa la vida sin la razón y no se puede tener razón si no hay vida. Mientras la solución cristiana pretende la defensa de los dogmas, que exceden la fantasía, a través de la razón, rescatando elementos como la resurrección del Cristo que es personalizado y alimenta nuestra hambre de inmortalidad, así como el anhelo por volver a ser uno en Dios (apocatástasis); la vía racional abre los ojos a un destino desolador, destruye la fe en otra vida pues no se puede demostrar la inmortalidad y las pruebas sólo remiten a la existencia finita de los hombres, apuntando más hacia una filosofía de vivir el momento (Unamuno la caracteriza como una resignación en la desesperación o una desesperación resignada). No conforme con ninguna de estas soluciones, nuestro español, en el capítulo seis, va a brindarnos su propia solución que será la de la lucha, a la cual nos guiarán conceptos claves como ‘mitologizar’ dentro del plano real-ficticio en el que nos movemos como héroes absurdos, donde el papel del destino, de la desesperación y de la tragedia,  elementos que conducen a la acción, será fundamental para la elaboración de una filosofía moral (ser es hacer). En los siguientes capítulos, Unamuno desarrolla esta idea de lucha como solución, añadiendo otros conceptos como el del egotismo y la congoja; Unamuno quiere creer, lo que le lleva a buscar en la religión un posible apoyo para darse un sentido y forjar una moral, pero no es la religión cristiana, sino la católica, la que busca el autor. Pero esto no le impide rechazar ciertos planteamientos de la misma; en cuanto al tema de Dios en Unamuno (que podemos ver bien delimitado a partir del capítulo ocho), habrá que localizar los tres momentos de éste en su filosofía: el Dios creído, el Dios dudado y el Dios creado, además del amor como vía para llegar a Él. También hay que localizar la religión de Unamuno, que será una religión creada a partir de la religación sentimental con lo creado; para conocer a Dios hay que sentirlo y lo sentimos en cuanto lo personalizamos a través del dolor, de la congoja. Así, llegamos a los dos últimos capítulos que nos dan un modelo de acción, en el que la lucha y la duda se consolidarán como base para la moral; moverá el amor al prójimo (entendido como sentido, sobre todo como dolor) y el respeto a las demás conciencias facilitará la existencia; esta forma de actuar la podemos ver en el Cristo vivo, aquél que vivió lo que predicó.

Finalmente, concluye con su modelo favorito: El Quijote, el héroe tragicómico como una invitación a efectuar la misma acción que él, realzar el espíritu de la vida, hay que buscar la gloria, la inmortalidad que brinda el hacer, no la paz pues la paz se asemeja a la muerte ya que representa el dejar de luchar.

Una vez trazado el bosquejo de toda la filosofía en Del sentimiento trágico de la vida, habrá que realizar una síntesis basada en la pregunta por la idea principal de la que se desglosa el pensamiento unamuniano; esta síntesis se dará en la pregunta por el título.

Y como recomendación final, aconsejo no quedarse sólo con lo leído y la síntesis del texto sino intentar llevar a la práctica lo que leemos, o si no se está satisfecho con lo leído, habrá que coger la pluma, o su estilo favorito, para elaborar su propia filosofía; Unamuno ya ha dado el ejemplo, ahora nos toca a nosotros.

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