El cuento y la enseñanza. Hacia una educación con perspectiva de género

El cuento y la enseñanza con perspectiva de género

Introducción

En la actualidad, factores como los prejuicios, la discriminación y la violencia hacen evidente una de las problemáticas más importantes de la sociedad, misma que, a la vez, es de las menos reconocidas: la falta de igualdad. Cada vez es más frecuente la normalización de una comunidad reproductora de pensamientos y conductas patriarcales que implican una jerarquía familiar y social desigual. Ello ha motivado la búsqueda —en cada ámbito interpersonal— de alternativas, recursos, herramientas, etcétera, que ayuden a construir una nueva humanidad o al menos promuevan la urgencia de cuestionar la realidad actual, siendo una de esas vías la didáctica de la literatura.

La literatura posee un carácter abstracto; por su complejidad es difícil de definir y, muchas veces, difícil de enseñar. No obstante, con el paso del tiempo, por los cambios en el sistema educativo y numerosos estudios, se ha posicionado como un medio relevante para educar, no solo desde un punto de vista instrumental, sino teniendo por objetivo un fin social y colectivo. Es decir, la literatura puede ser un vínculo entre los alumnos, como un lenguaje para representar emociones e incluso transformar conductas socialmente impuestas, pues engloba distintos elementos que, acompañados de estrategias y técnicas adecuadas, pueden generar un cambio.

En este sentido, el presente trabajo tiene como objetivo estudiar el uso del cuento en la enseñanza y su utilidad como herramienta para la educación con perspectiva de género. Para ello, se presenta un breve recorrido sobre su conceptualización —a fin de distinguirlo de otros géneros narrativos y, además, visualizar su evolución y consolidación—, sus características principales, su uso en la enseñanza en general y sus posibles aportes a la educación con enfoque de género.

Evolución y consolidación del cuento como género narrativo

Etimológicamente, la palabra cuento proviene de contar, “forma derivada de computare” (contar en sentido numérico; calcular). Entender la palabra ‘contar’ como ‘calcular’, no parece ser un uso lingüístico más antiguo que entenderla como ‘narrar’. Es posible que del enumerar objetos se pasara al de sucesos reales o ficticios (Anderson Imbert, 1993, p. 357). No obstante, en cada época y espacio la narración de historias ha sido concebida de manera diferente, debido a que no existe una definición universal que unifique a tal género.

Establecer una definición universal de cuento no es del todo posible. Lo posible es catalogar su significado a partir de las características específicas que contiene respecto a otros géneros narrativos. Al igual que otros géneros, expresa emociones, haciéndolas estallar o desvanecer de forma radical (Mastrángelo, 1993), siendo su característica central la condensación de la narrativa.

La condensación de la narración otorga al cuento un sentido claro y una estructura específica. Además, permite la concentración de una sola acción nuclear y una única linealidad temporal, con el objetivo de intensificar el significado de la historia y su efecto en el lector. Si bien, al igual que otros géneros, el cuento se construye con tensiones y distensiones, su diferencia es que le basta una tensión, la cual promete una distensión inmediata, bajo un esquema desinente, perfectivo (Anderson Imbert, 1992), mientras que en otras narraciones las tensiones se multiplican porque resultan de varios esquemas dinámicos. Entre otras cosas, también se prioriza “el modo narrativo sobre el dramático o el descriptivo” (Bonheim, 1982, como se citó en Valles Calatrava y Álamo Felices, 2002, p. 281) y se opta por un reducido número de personajes.

En general, la economización de elementos y artificios, la intensidad de una sola trama e incluso la construcción de una estructura cerrada, colocan al cuento como uno de los géneros narrativos más populares. Es por ello que, más allá de la diversidad de historias o temas que exprese, nunca ha desaparecido; al contrario, se ha vuelto uno de los favoritos tanto para la creación literaria como para la lectura. Aunque nació oralmente, aun después de milenios el cuento escrito se encuentra más vigente que nunca.

El uso del cuento en la educación

Además de sus diversas conceptualizaciones, el cuento también asume múltiples funcionalidades, tanto en su forma oral como escrita; no obstante, una de ellas ha permanecido siempre: la enseñanza. En las narraciones orales, por ejemplo, podemos encontrar referencias a la educación, cultura o identidad, pues, en muchos casos, las historias retratan expresiones relacionadas con las costumbres, las tradiciones, la conformación individual y comunitaria, etc. De ahí su importancia como vehículo de valores, creencias y unión colectiva. 

Cuando el cuento adquirió un lugar en la escritura, se ajustó a nuevas funciones; sin embargo, su uso como medio educativo siguió presente. Durante muchos siglos se configuró a partir de otras formas o en textos más amplios. Así, para el siglo XIX se estableció como uno de los géneros narrativos más importantes (hecho que venía dándose ya, pero en menor medida, durante el siglo XVIII), debido a: su preferencia sobre la novela y el auge del periodismo y el impacto de las revistas literarias, mismas que marcarían las pautas para su conformación independiente.

Por otro lado, aun en el presente continúan emergiendo nuevas perspectivas sobre la creación y las funcionalidades del cuento, muchas de las cuales contemplan a este tipo de narrativa como una herramienta multidisciplinar; es decir, como material de estudio de diversas disciplinas (Mateos Blanco y Núñez Cubero, 2011), guarden relación entre sí o no. Actualmente, desde el campo de la educación, el cuento ha sido abordado de tres formas: como práctica textual, como medio de reflexión y como apoyo docente.

El cuento como práctica textual

La práctica textual se refiere a la creación de relatos, ya sean propios o a partir de otros. Es, quizá, la más común dentro del currículum formal —especialmente en materias como español o literatura—, pues, normalmente, para que los estudiantes aprendan de manera significativa la estructura o los elementos primordiales del cuento, se recurre a la escritura creativa. Esta práctica no sólo engloba el aprendizaje de contenidos; también permite al alumnado “configurar y evocar sus propias experiencias y acciones, proyectándose intenciones, creencias, motivaciones (…) y valores” (Mateos Blanco y Núñez Cubero, 2011, p. 122). Esta funcionalidad “moviliza [el] conocimiento y (…) facilita el desarrollo de la imaginación, de la empatía y de la transformación” (Londoño Monroy y Kaechele Obreque, 2019, p. 76). Narrar es “otorgar significado, y este proceso es lo que finalmente da vida al acto educativo y posibilita los procesos transformativos de los que construyen e interpretan el relato” (Londoño Monroy y Kaechele Obreque, 2019, p. 76). 

El cuento como medio de reflexión

El cuento como medio de reflexión, por otra parte, se centra mayormente en el proceso de lectura, sea individual o compartido (de profesor a alumno o de alumno a alumno). Para lograr que tal reflexión ocurra, dos intencionalidades deben confrontarse al momento de leer: la del texto y la del lector (Soto Reatiga, 2017). En general, esta forma de educación se utiliza para fortalecer la comprensión lectora y para provocar en el alumno un reconocimiento, un análisis de su propia realidad. En el primer caso, pueden plantearse una o varias historias para que el discente identifique un suceso en específico, proponga cambios en la escritura, construya finales alternativos, etc. En el segundo caso, la narrativa relaciona el mundo personal y el mundo social que construimos, pues el estudiante ordena su vida y le da un significado, y cuestiona tanto su forma de habitar el mundo como su conocimiento práctico y su modo de procesar la experiencia propia y ajena, asimilándose como mediador de la educación-cultura (Mateos Blanco y Núñez Cubero, 2011).

El cuento como herramienta en la docencia

Por último, respecto a la labor docente, resulta muy común la búsqueda de materiales, recursos y estrategias que ayuden a construir un ambiente de aprendizaje idóneo para los estudiantes y para la impartición de temas. El cuento, en este sentido, “dispone de una gran flexibilidad en lo que respecta a la complejidad lingüística y la variedad conceptual y discursiva del contenido, por lo que es fácilmente adaptable a todo tipo de público de acuerdo a su nivel de comprensión” (Pérez Molina et al., 2013, p. 19) y su área de estudio. No sólo debe entenderse como un apoyo en la adquisición de habilidades de lectoescritura y saberes literarios, sino como un auxiliar en la enseñanza de otras disciplinas, ya que sus características y elementos permiten utilizarlo para adquirir cualquier conocimiento, generar un hábito de lectura, impulsar la creatividad, fortalecer las relaciones sociales, etc.

Cabe señalar que la inclusión del cuento en el contexto escolar pone a las instituciones frente a la “responsabilidad de reconocer su potencial formativo y, por tanto, promover una ‘didáctica de la narración’ capaz de activar en los sujetos en formación la conciencia y reflexión sobre su propia experiencia, y de favorecer la compartición de conocimientos y significados” (Rodríguez Illera y Annacontini, 2019, p. 15). Así, con el apoyo del cuento en el ámbito educativo, no sólo se construirán nuevas formas de enseñar, sino que la literatura se convertirá en una herramienta para abordar y desarrollar cualquier campo del saber, y la propia convivencia entre los seres humanos.

El cuento en la enseñanza con perspectiva de género

Siguiendo lo planteado, implícita o explícitamente, cada cuento, al ser leído o escuchado, transmite valores, estereotipos, roles, comportamientos o pensamientos determinados, por lo que, además de poseer una función instrumental y reflexiva, puede concebirse como una herramienta clave para la enseñanza con perspectiva de género. Con un buen método, podría ayudar a “cuestionar de manera crítica los modelos tradicionales de masculinidad y feminidad (…) o proponer nuevos modelos de comportamiento para mujeres y hombres (…) donde ambos sexos tengan las mismas opciones de desarrollo” (Paki Venegas y Hermosa Melgar, 2012, p. 77). 

Si el alumno logra percibir la desigualdad de género producida por él o por otros, puede abrirse la posibilidad de generar un cambio individual y social, tal como lo busca el enfoque de género. Desde este punto de vista, a continuación se plantea un posible uso del cuento en la enseñanza de la igualdad. Para ello, estructuro tal propuesta en función de los aspectos o niveles atribuidos a este género narrativo, es decir, el nivel heurístico, el nivel formativo cognitivo, y el nivel transformador (Dato, 2019); todos primordiales para la socialización con perspectiva de género.

Cabe señalar que, si bien el cuento puede transformarnos como individuos, depende del profesor y los alumnos hacer funcionar cada cualidad del relato. El primero convirtiéndose en mediador y, los alumnos, participando activamente: compartiendo, creando y llevando a cabo un verdadero proceso de lectura, donde se analicen las historias desde un nivel literal, inferencial y crítico. 

Antes de describir el mencionado planteamiento en torno a la utilidad del cuento en la enseñanza de la igualdad, siguiendo a Núñez Gil (2004) y Guerra García (2004), enunciaré el perfil que debe poseer el profesorado y el alumnado si desean trabajar la enseñanza de género a través de los relatos: 

Perfil del profesorado:

1. Sensibilización. Reflexiona en torno a los estereotipos de género que replica, así como en los presentes en el aula, para, en la medida de sus posibilidades, incentivar un cambio.

2. Sistematización de conocimientos y estrategias. Los contenidos y estrategias que desarrolla se encaminan a la transformación personal y colectiva.

3. Reflexión-acción. Interviene en el medio, de manera explícita, para generar cambios en la organización y el currículum escolar, y en los recursos educativos.

Perfil del alumnado:

1. Tolerancia. Elige “una actitud positiva ante la diversidad, una manera de afrontar lo nuevo, lo desconocido, lo distinto, buscando el conocimiento mutuo, aceptando y respetando las diferencias” (Guerra García, 2004, p. 74).

2. Autocrítica. Evidencia sus propios prejuicios de género con la finalidad de realizar un análisis de sus acciones, de la realidad y de las posibles soluciones.

3. Empatía. Sabe ocupar el lugar del otro y relacionarse “escuchando, dialogando y negociando para resolver conflictos y no proyectar en otras personas las frustraciones propias.” (Guerra García, 2004, p. 74).

Ahora bien, la narración, vista en su aspecto motivacional, puede estimular la duda, la reflexión y la investigación respecto a los sesgos de género predominantes dentro del relato; así, el alumno puede construir una visión crítica y propia de lo que escucha o lee. Para ello funcionan las siguientes actividades:

El propósito central de esta primera fase es formar seres humanos críticos, “capaces de leer entre líneas y de asumir una posición propia frente a la sostenida explícita o implícitamente por los autores de los textos con los que se interactúa, en lugar de persistir en formar individuos dependientes de la letra del texto” (Lerner, 2012, p. 40) y de la autoridad de otros. De esta manera, se asume una posición determinada ante la narración y sus conexiones con la realidad.

Aspecto heurístico del cuento en la enseñanza con perspectiva de género

El trabajo heurístico que propicia el cuento en el aula, consiste en que el alumno se narre a sí mismo, para conocerse mejor y dar sentido a su experiencia en el mundo, además de descubrir nuevas posibilidades de ser y de existir (Dato, 2019). Mediante este tipo de ejercicio, no sólo se promoverá una visión crítica del cuento en sí, sino que se interiorizará su significado a partir del sentir del estudiante, de sus vivencias y de su formación individual y social. Con ello, las distintas narraciones presentadas en el aula se convertirán en portadoras de un significado cercano, pues “construirán dos escenarios, uno en la acción y otro en la conciencia” (Hamui Sutton, 2011, p. 52). 

De esta forma, el alumno repensará su modo de vivir y su modo de relacionarse con los otros, pues el proceso de construcción que se producirá en la comunicación literaria coincidirá con el proceso de formación de su personalidad, ya que en los dos casos se trata de construir sentidos que proporcionen marcos de referencia para interpretar su contexto (Lerner, 2012). Siguiendo lo anterior, planteo estas actividades:

Aspecto formativo y cognitivo del cuento en la enseñanza con perspectiva de género

A nivel formativo y cognitivo se pretende que, a partir del cuento o los cuentos leídos, se dé una concientización por parte del estudiante en torno a sus actitudes y hábitos; es decir, que abandone las formas de pensamiento rígidas y reciba nuevas formae mentis, creativas y abiertas a lo nuevo, además de ejercitar distintos tipos de pensamiento, tales como el retrospectivo, onírico, explorativo, autocrítico, reflexivo y, especialmente, el deconstructivo (Dato, 2019). En este caso, los relatos seleccionados por el docente deben encaminar al alumno hacia la práctica de la igualdad, en tanto que ya ha reflexionado previamente sus conductas androcentristas y sexistas. Los cuentos pueden referir las nuevas construcciones de la figura de la mujer, las relaciones igualitarias, etc.

Para reforzar el progreso de una formación con perspectiva de género a nivel cognitivo, resulta vital idear distintos ejercicios individuales y grupales que propicien pensamientos y actos igualitarios en la comunidad escolar, pues “buena parte del proceso de socialización de género se desarrolla por el aprendizaje con otras personas y el entorno” (Paki Venegas y Hermosa Melgar, 2012, p. 35). Por consiguiente, se proponen los siguientes puntos:

Aspecto transformador del cuento en la enseñanza con perspectiva de género

Una vez que los alumnos son capaces de involucrarse en la problemática social de la desigualdad de género y, a su vez, generar un cambio en beneficio de sí mismos, de los demás y de su contexto, el cuento adopta su función transformadora; es decir, logra consolidar un cambio en los alumnos, además de una repercusión en sus vidas. Es así como los relatos: 

nos ponen frente a la responsabilidad de adherirnos a un proyecto que, en ocasiones, olvidamos que reposa esencialmente en nuestras manos. Pero, al mismo tiempo, nos ponen frente a la evidencia de que la historia de nuestras vidas es una polifonía que podemos y debemos acoger y aceptar para tener un papel determinante en nuestra sociedad y en la igualdad.

(Dato, 2019, pp. 59-60)

Sin duda, la brevedad, la condensación narrativa, el número reducido de personajes y la facilidad de lectura posicionan al cuento como una de las herramientas más prometedoras en cuanto a la reorientación de la educación y la socialización de género, ya que, desde su indudable carácter ético, posibilita imaginar de qué otro modo podría ser el mundo que conocemos (Mata Anaya, 2008). Por lo tanto, no resulta erróneo impulsar el uso del cuento en la enseñanza con perspectiva de género.

Bibliografía

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