El recuerdo de su cuerpo, de sus manos y de sus ojos fríos y enojados frente a mí, evocan claramente el miedo y la desesperación de mi alma por querer salir de esa tortura…
La inédita muerte esparcida en el viento
Cuando ella tenía treinta y nueve años, exactamente un año antes de dejar de verla, cierto día mi padre llegó de su trabajo destilando hedor a licor; parecía animado, pero no lo suficiente para demostrar ebriedad.