¿Guerra justa? Breve reflexión filosófica sobre guerra y ética

Guerra justa concepto e implicaciones éticas

Introducción

La guerra, esa danza destructiva de intereses y poder, ha suscitado reflexiones filosóficas a lo largo de la historia. Como lo expresó Charles Sorey en sus últimos días, «No existen las guerras justas. Lo que hacemos es combatir a Satán con Satán». Esta afirmación resuena con la complejidad moral que envuelve el conflicto armado, llevándonos a cuestionar si alguna vez podemos empuñar las armas en nombre de la justicia. Benjamin Franklin, nos recuerda que «nunca ha habido una guerra buena, ni una paz mala», instándonos a reflexionar sobre la dualidad inherente a estos eventos.

En esta exploración filosófica, nos sumergiremos en las distintas perspectivas que han moldeado el concepto de la guerra justa a lo largo de los siglos. Desde las enseñanzas de San Agustín y Tomás de Aquino hasta las condiciones consensuadas actuales, buscaremos comprender la ética detrás de la guerra. Finalmente, exploraremos las posturas contemporáneas, donde los realistas y pacifistas se enfrentan en un debate sobre la moralidad en asuntos internacionales.

Este ensayo se propone no solo analizar, sino también invitar a la reflexión profunda sobre el dilema moral que la guerra plantea. ¿Es posible una guerra justa en un mundo donde la línea entre el bien y el mal se desdibuja en la niebla del conflicto? ¿O acaso la moralidad siempre debe prevalecer sobre la acción militar?

Antecedentes históricos del concepto guerra justa

En los anales de la filosofía, las palabras de San Agustín y Tomás de Aquino resplandecen en la oscura vastedad del dilema ético de la guerra. La distinción entre ius ad bellum (justicia en la declaración de guerra) e ius in bello (justicia en la guerra) se erige como un pilar fundamental en la ética de la guerra justa.

San Agustín planteó que la guerra justa debe emerger como un acto de autodefensa, una respuesta necesaria ante la agresión. Sus escritos revelan una búsqueda constante de equilibrio entre la necesidad de proteger y la moralidad que subyace en cada acto bélico.

Tomás de Aquino, heredero de la tradición agustiniana, llevó estas reflexiones más allá. Desglosó las condiciones para la justificación de la guerra, delineando la importancia de la “causa justa”, las “buenas intenciones” y la «autoridad competente». Aquino abogó que la motivación detrás de la guerra debería ser la restauración de los males provocados por la agresión, en lugar de meros deseos expansionistas.

Estas dos mentes filosóficas sentaron las bases de la “Teoría de la guerra justa”, un cuerpo de pensamiento que no solo delineaba las condiciones de la guerra ética, sino que también se convertiría en un mapa para estrategas como Napoleón Bonaparte, cuya astucia militar se nutría de una comprensión profunda de las complejidades éticas de la guerra.

Perspectivas históricas

A. J. P. Taylor, historiador inglés, arrojó luz sobre la paradoja intrínseca de la guerra “necesaria” y “justa”. En su afirmación contundente, “Bismarck hizo guerras ‘necesarias’ y mató a miles de personas; los idealistas del siglo XX hacen guerras ‘justas’ y matan a millones”, Taylor destiló una verdad incómoda. La línea entre la necesidad y la justicia en el conflicto armado, a menudo, se desvanece en la niebla del hambre de poder y la mera política.

En el crisol de la historia, encontramos consenso en las condiciones que deberían guiar una guerra justa: la causa justa, las buenas intenciones, la autoridad competente, el último recurso, las perspectivas de éxito y la proporción. 

En el contexto de estas condiciones, reflexionamos sobre las palabras de Winston Churchill, “En la guerra no existen vías intermedias”. En este escenario de dualidades, donde la necesidad y la justicia se entrelazan, surge el desafío eterno de encontrar el equilibrio.

Condiciones consensuadas en la guerra justa

Las condiciones consensuadas en la guerra justa son los pilares morales que buscan sostener la ética en medio del caos bélico. Este desglose meticuloso de principios, cimentado en la historia y la filosofía, nos guía a través de las complejidades éticas que dan forma a los conflictos armados.

Causa justa

La “causa justa” se erige como el fundamento moral de la guerra. Es la llama que enciende el conflicto, justificando la defensa contra la agresión. Para ilustrar esta condición, recordemos la Segunda Guerra Mundial, cuando la defensa contra la agresión nazi se erigió como un ejemplo paradigmático de una causa justa. Desde la perspectiva de las naciones aliadas, la causa justa estaba clara: la defensa contra la agresión y la restauración de la soberanía de las naciones invadidas. La invasión de Polonia por parte de Alemania en 1939 fue el catalizador que llevó a Gran Bretaña y Francia a declarar la guerra a Alemania. A lo largo del conflicto, la ética de la resistencia contra las potencias del Eje fue un tema central. La persecución de la causa justa implicó enfrentar dilemas éticos, como la estrategia de bombardeos estratégicos y la planificación de operaciones militares para minimizar el sufrimiento civil. El desenlace de la guerra y la liberación de los campos de concentración nazis evidenciaron las consecuencias éticas de la lucha. La comunidad internacional, al evaluar retrospectivamente la guerra, reforzó la idea de que la causa justa para resistir la agresión y restaurar la libertad fue éticamente defendible.

Buenas intenciones

La guerra justa va más allá de la mera defensa; exige buenas intenciones que busquen auténticamente el restablecimiento de los males provocados por la agresión. Un ejemplo destacado es la Guerra del Golfo, donde la coalición internacional, liderada por Estados Unidos, buscó expulsar la invasión iraquí de Kuwait con la intención de restablecer la estabilidad en la región. Dicho conflicto ofrece un ejemplo que no solo cumple con la condición de «causa justa», sino que también destaca la importancia de las buenas intenciones. La evaluación ética posterior al conflicto consideró la necesidad de buenas intenciones para que la guerra sea justa, no solo como un medio de autodefensa, sino como un esfuerzo genuino por corregir las injusticias provocadas por la agresión inicial.

Autoridad competente

La decisión de emprender la guerra debe reposar en la autoridad competente, el cuerpo o institución estatal con poder soberano. La Guerra de las Malvinas en 1982, cuando el gobierno de Argentina buscó reclamar la soberanía de las islas, destaca la importancia de la toma de decisiones ejecutada por la autoridad competente.

El último recurso

La exhaustividad moral exige explorar cada alternativa pacífica antes de recurrir a la guerra. En la década de 1990, Kosovo, una provincia autónoma de la entonces República Federal de Yugoslavia, enfrentó tensiones crecientes entre la mayoría albanesa y el gobierno yugoslavo dirigido por Slobodan Milošević. A medida que las tensiones étnicas aumentaban, se produjeron violaciones a los derechos humanos y represiones por parte del gobierno yugoslavo. La intervención militar liderada por la OTAN en 1999 se justificó en parte como una respuesta al agotamiento de alternativas pacíficas. A pesar de los esfuerzos diplomáticos y las negociaciones, la violencia en Kosovo persistía, y los informes de violaciones masivas de derechos humanos aumentaban. La falta de avances significativos en las conversaciones de paz llevó a la consideración de medidas militares como último recurso para detener la violencia y proteger a la población civil. Aunque la intervención logró detener la violencia y establecer una presencia internacional en Kosovo, también planteó preguntas sobre la legalidad y legitimidad de tal acción. Las lecciones éticas extraídas incluyen la necesidad de una evaluación continua y rigurosa de si el uso de la fuerza es verdaderamente el último recurso y cómo se pueden mejorar las opciones pacíficas.

Perspectivas de éxito

La guerra justa solo debería emprenderse si existe alguna posibilidad razonable de éxito. En 2003, Estados Unidos lideró una coalición para invadir Irak, justificando la acción con base en la amenaza percibida de armas de destrucción masiva y la perspectiva de prevenir futuros ataques terroristas. Desde la perspectiva estadounidense, la operación figuraba ser un éxito. La coalición creía que la rápida caída del régimen de Sadam Huseín y la instauración de un gobierno más democrático conducirían a una región más estable y segura. Sin embargo, a medida que la guerra se prolongaba, las perspectivas de éxito iniciales se desvanecían. La falta de evidencia de armas de destrucción masiva y la insurgencia interna complicaron la situación. Este ejemplo ilustra cómo las perspectivas de éxito pueden ser un factor determinante no solo en la toma de la decisión para empezar una guerra, sino también en la evaluación ética continua a medida que el conflicto se desarrolla.

La proporción

El equilibrio entre la finalidad deseada y las consecuencias previsiblemente dañinas define la proporción ética de la guerra. El conflicto en Afganistán se inició en respuesta a los ataques del 11 de septiembre de 2001, llevados a cabo por la organización terrorista Al-Qaeda desde territorio afgano. La intervención militar liderada por Estados Unidos buscaba eliminar a Al-Qaeda y derrocar al régimen talibán, que proporcionaba refugio al grupo terrorista. Aunque los objetivos militares eran claros, la complejidad de la situación afgana, las dinámicas tribales y la presencia de fuerzas insurgentes generaron preguntas sobre si las consecuencias previsibles de la guerra estaban siendo adecuadamente evaluadas. A lo largo de los años, el desarrollo prolongado del conflicto en Afganistán requirió una reevaluación constante de la proporcionalidad. Las preocupaciones sobre las bajas civiles, la estabilidad política y la efectividad de las operaciones militares llevaron a la comunidad internacional a cuestionar si el equilibrio entre los objetivos y las consecuencias seguía siendo proporcional. La guerra en Afganistán da lecciones éticas sobre la complejidad de mantener la proporcionalidad en conflictos prolongados. Las evaluaciones éticas continuas y la adaptación de estrategias militares en función de las realidades cambiantes son fundamentales para abordar los desafíos que surgen en la aplicación de la condición de proporcionalidad en la guerra justa. 

Estos ejemplos históricos ilustran cómo las condiciones consensuadas se han aplicado en distintos conflictos, ofreciendo un vistazo a la complejidad ética que guía las decisiones en medio de la guerra justa.

La guerra justa en la filosofía contemporánea

En el tejido filosófico que abraza la guerra justa, las voces contemporáneas se entrelazan en un debate eterno. Dos posturas opuestas, realistas y pacifistas, se alzan como faros en la nebulosa moral de los conflictos armados.

En este choque de ideales, la esencia de la guerra justa se ve cuestionada. ¿Es la moralidad un lujo que la realidad política no puede permitirse? ¿O acaso la ética debe prevalecer, incluso en los escenarios más desafiantes? Esta dicotomía, presente en los pensamientos de estrategas y pensadores, desafía la esencia misma de la guerra justa.

La guerra justa y el combate limpio

En la búsqueda de la guerra justa, surge la idea del “combate limpio”. Este concepto, arraigado en principios éticos, aspira a humanizar el conflicto armado, imponiendo restricciones sobre los medios y métodos empleados en la guerra.

La noción de combate limpio invita a una profunda reflexión ética. ¿Hasta dónde estamos dispuestos a llegar para preservar nuestra humanidad en medio de la guerra? ¿Cómo equilibramos la necesidad de defender nuestras causas justas con la preservación de valores fundamentales?

Conclusión

En el tapiz de la guerra justa, entre las complejidades filosóficas, las condiciones consensuadas, las perspectivas contemporáneas y la búsqueda del «combate limpio», emerge una reflexión ineludible. La guerra, ese fenómeno inmutable que ha marcado la historia, desafía constantemente nuestros límites éticos y morales.

La admiración por estrategas como Napoleón Bonaparte se entrelaza con la necesidad de encontrar un equilibrio, una síntesis entre la astucia táctica y una moralidad que no pueda ser quebrantada. En este viaje filosófico a través de los siglos, nos enfrentamos a la eterna pregunta: ¿puede la guerra ser justa en su esencia, o es acaso un mal necesario en la compleja danza de la historia?

En última instancia, la respuesta reside en la constante búsqueda de la humanidad por la justicia y la paz. La guerra justa, en su ideal más puro, se convierte en un faro que guía nuestras acciones hacia un futuro en el cual la necesidad y la ética convergen en armonía.

Referencias bibliográficas

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