La era de la Inteligencia Artificial

La era de la IA

El mundo había cambiado casi de la noche a la mañana. Apenas hacía dos días anunciaron que se realizaría el primer viaje a una de las galaxias más próximas y que se utilizarían trajes espaciales más sofisticados y menos voluminosos. 

Atrás quedaron esos miradores desde la Tierra hacia la Luna, o los relojes inteligentes, o la realidad virtual, o los celulares. 

Ahora, cada persona (sin importar su edad) tenía su propio robot personalizado que iba creciendo junto con su propietario. Para ello, a cada feto le extraían parte de la información de su ADN y le construían un robot a su medida, de acuerdo a sus gustos y necesidades. 

Todos éramos instruidos desde pequeños en el uso de nuestra mente y nuestra autoconciencia para ser capaces de desarrollar la telequinesis. Eso resultaba una maravilla porque nuestros cuerpos se habían vuelto más ligeros mientras nuestros cerebros adquirían un tamaño mayor. Pronto solo requeriríamos de una cápsula movible en la cual nuestro cerebro existiera sin nuestro organismo físico. Esa posibilidad se mantenía latente mientras realizaban experimentos con nuestros clones. 

La verdadera revolución tecnológica estaba en su apogeo. Sin embargo, era una transformación vertiginosa que a muchos causaba miedo. 

En parte los entendía porque la vida entera empezaba a verse como una forma de esclavitud. Si bien ya teníamos oportunidades increíbles en el pasado, en el presente podíamos viajar a otras dimensiones y a otros planetas; podíamos tener todo el tiempo libre que quisiéramos, hacer ejercicio o no; vivir en la tierra, en el mar o en el aire, y el costo por mes era muy accesible. 

Si bien parecía un mundo perfecto, en realidad tenía sus bemoles. Los robots eran muy útiles para facilitarnos el día a día, pero eso no significaba que no tuvieran sus fallas. Incluso algunos fueron contra las leyes de la robótica de Asimov. En los noticieros se llegaba a oír que un ser humano había sido atacado por su robot, que otro había muerto en manos de un robot, y que uno más había sido secuestrado en su propia casa por varios robots. Con el tiempo, esas noticias fueron siendo censuradas, porque las personas ya no querían tenerlos. Muchos los tiraban en los desperdicios o les provocaban fallas fingiendo no tener responsabilidad alguna. 

Los hologramas que antes tenían alta definición, últimamente fallaban, se quedaban en pausa, o se freezeaban. 

Los viajes interespaciales a veces presentaban problemas y muchos ya no regresaban ni llegaban a su destino. 

Las casas bajo el mar en ocasiones tenían fisuras que acababan en tragedias. Las casas en el cielo algunas veces no eran tan estables. Y así, con esa misma inestabilidad, seguía habiendo seres que no soportaban su soledad, que se quedaban sumidos en una pasividad aterradora, que pocas veces salían de su zona de confort, que dejaban de verle sentido a la existencia, que terminaban siendo objetos de experimentos médicos (lo quisieran así o no). 

La humanidad continuaba dividida entre aquellos que estaban a favor y los que estaban en contra del uso que se le daba a los avances tecnológicos. Las guerras por el poder y el dominio del mundo entero eran el pan de cada día. Solo que ya no usaban armas como las de antes, sino unas que insertaban chips para controlar cuerpos y mentes. 

En su afán por hallar vida en otras galaxias, habían sacrificado a animales y humanos, enviándolos a lo desconocido, mientras que los robots (término acuñado por Karel Čapek en 1920) eran usados para extraer evidencias y grabar cuanto sucediera durante el viaje y al llegar al lugar.

La ética era un tópico habitual, sobre todo en las conversaciones de especialistas en el tema, quienes preocupados por lo que se hacía, se omitía, o se dejaba de hacer, no podían dejar de preguntarse si era correcta o incorrecta la forma de proceder de las autoridades, de varios empresarios y de los creadores de la I.A. ¿Dónde quedaba el individuo ante la realidad actual?, ¿qué consecuencias traería a largo plazo la I.A.?

Yo era uno de esos inventores a los que no les quedaba de otra más que obedecer órdenes, cumplir con los proyectos planeados y callar cuanto ocurriese detrás de las cuatro paredes de mi laboratorio. 

En cierto punto, nos encargaron que creáramos una máquina que permitiera cambiar algunas partes de la Historia sin que se viera afectado el futuro, que era ya nuestro presente. Les advertimos de los riesgos, pero nadie quiso escuchar; solamente atendían a sus propios caprichos e intereses. 

Sabíamos que, como todo lo que se había inventado hasta el momento, podrían surgir problemáticas sociales y/o económicas que, queriéndolo o no, afectarían la sociedad futurista que con tanto esfuerzo habíamos logrado formar. 

Por primera vez, pensé en todas las posibles vías para evitar que ese proyecto fuese llevado a cabo, pero presentía que había muchos infiltrados que, de saber mis intenciones, podrían delatarme… Así que al único que le conté de mis planes fue a mi gran amigo, el robot que me había acompañado desde la infancia. Él me dio algunos consejos para mejorar mi plan, me avisó de los riesgos y me tranquilizó en los momentos de crisis. 

Algunos que se habían atrevido a contravenir las instrucciones, habían tenido trágicos finales entre los cuales el destierro era el menor de los males. 

Aun así, no podía permitir que la I.A. fuera utilizada para fines que intuía irían mucho más lejos de lo que nos habían dicho. Siempre era así, aunque quisieran convencernos con su verborrea.

No obstante, a dos días de dar el golpe, fui detenido por dos robots de enorme tamaño, quienes me llevaron a una sala donde una voz artificial me hizo una serie de preguntas mientras una luz enceguecedora me producía calor y agotamiento. Por más que di argumentos lógicos, la voz no dejaba de repetir que yo buscaba boicotear. Después de lo que creo fueron trece horas, no resistí más y caí desmayado. 

Ese fue mi último día en ese plano existencial. Pero antes de que partiera, la misma voz que me había estado interrogando me dejó saber la verdad: todos aquellos que estaban en el poder eran androides que habían tomado las identidades de los humanos a los cuales una vez pertenecieron. Finalmente, agregó que al ir en contra de lo estipulado por la I.A., merecía la pena máxima.

Hoy, la humanidad es esclava de su propia creación…

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