Vida y obra de Platón

Vida y obra de Platón Academia

Antes de adentrarme en la vida de Platón, a modo de nota informativa, deseo destacar que los datos biográficos más antiguos que se tienen de este filósofo ateniense provienen de su Carta VII, misma que, debido a su estilo y composición, ha sido considerada la primera obra biográfica o, mejor dicho, autobiográfica, de la historia[1].

Biografía de Platón

Aristocles, mejor conocido como Platón, nació aproximadamente en el año 427 a.C. en Atenas o probablemente en Egina, según cuenta Diógenes Laercio en su obra, Vidas y opiniones de los filósofos ilustres; éste, además, menciona que el filósofo ateniense llegó al mundo durante la Olimpiada ochenta y ocho (428-425a.C), el séptimo día del mes de Targelión (que corresponde, aproximadamente, al actual mayo), el mismo día en que nació el dios Apolo.

Platón fue hijo de Aristón y Perictíone, ambos provenientes de familias aristócratas y famosas en Atenas. Su madre era descendiente de Solón, antiguo legislador, considerado uno de los siete sabios de Grecia; su padre, se dice, provenía del linaje de Codro, quien fuera el último rey de Atenas. Tuvo dos hermanos: Glaucón y Adimanto, y una hermana, Potone; además, un medio hermano, Antifón, producto del segundo matrimonio de su madre, quien contrajo nupcias con Pirilampo, tras la muerte de Aristón.

Debido a su posición aristocrática, Platón recibió una educación privilegiada, tanto en el ámbito corporal como intelectual. Su formación física estuvo a cargo del viejo luchador, Aristón de Argivo, quien, además de entrenarlo en la palestra, le cambió el nombre por el de Platón (de platús, que quiere decir ancho, esparcido o diseminado)[2]; la creencia popular afirma que tal nombre le fue atribuido debido a su ancha constitución y espalda; no obstante, también es factible que su apodo proviniera de la amplitud de su frente y su gran estilo literario. Se dice que durante su juventud, luchó en los Juegos Ístmicos, realizados en Corinto y dedicados al dios Poseidón.

Respecto a su formación intelectual sabemos que estudió matemáticas, música y pintura; también es conocido que antes de dedicarse a la filosofía desarrolló el arte poético, escribiendo ditirambos, cantos y tragedias; textos que, según las anécdotas, quemó tras conocer a Sócrates.

Fue discípulo de notables personajes. Su primer maestro de filosofía fue Crátilo, alumno de Heráclito, con quien conoció las teorías de Empédocles y Anaxágoras; después conoció a Sócrates, quien fue su maestro desde que Platón tenía 20 y hasta la muerte de aquél, cuando el joven filósofo contaba con 28 años; gracias a su destacado maestro desarrolló el gusto por el diálogo, la moral y la justicia. Tras la condena de Sócrates, Platón realizó varios viajes, en los cuales conoció al filósofo Euclides[3] de quien recibió lecciones, lo mismo que de Teodoro, quien lo introduciría en las matemáticas y la geometría; más tarde, se relacionó con algunos pitagóricos como Filolao; además aprendió de Hermógenes, discípulo de Parménides, y de algunos profetas egipcios.

Según Diógenes Laercio, Platón participó en tres expediciones militares, en Tanagra, Corinto y Delos; Laercio también menciona que en Delos obtuvo el premio al valor. Al volver de la guerra se unió al gobierno oligárquico de los Treinta Tiranos (instaurado durante el 404 a.C.), al cual pertenecían sus tíos, Cármides y Critias; mas, el pésimo desempeño de los jerarcas lo decepcionó enormemente, por lo que, condenando sus actos como atrocidades criminales, terminó por retirarse de aquel gobierno que no duraría más de un año en el poder. Cuando la democracia fue restaurada en Atenas, Platón se sintió nuevamente tentado a emprender una carrera política, pero el nuevo régimen volvió a decepcionarlo, esta vez al condenar y ejecutar a Sócrates, en el año 399 a.C.

El propio Platón explica en su Carta VII que durante su juventud tuvo serias intenciones de hacer una carrera política, misma que pudo haber emprendido fácilmente debido a su linaje; sin embargo, la decepción en esta área lo condujo a volcarse a la actividad filosófica y pedagógica, sin por ello olvidarse de su interés en la política, mismo que marcaría el desarrollo de su vida y filosofía. 

Hacia el 388 a.C., se trasladó a Siracusa (Sicilia), invitado a la corte del rey Dionisio I (el viejo). Antes de llegar a su destino pasó por Tarento, donde conoció a Arquitas, un político, filósofo y matemático que impactó de tal modo en el joven ateniense, que se dice que en él se inspiró para realizar su postulado del filósofo-rey. Al llegar a Siracusa entabló amistad con Dión, cuñado del Rey. Platón había acudido al llamado de Dionisio I, con la intención de influir positivamente en el gobierno, pues, a pesar de su desencanto con la política y su decisión de alejarse de ella, continuaba considerando que era fundamental desarrollar una teoría sólida sobre el Estado, la justicia y los gobernantes (tal como se observa en sus diálogos República y Leyes). Platón preservó dichas ideas durante toda su vida, por lo que, en su Carta VII, afirmó:

[…] no acabarán los males para los hombres hasta que llegue la raza de los puros y auténticos filósofos al poder o hasta que los jefes de las ciudades, por una especial gracia de la divinidad se pongan verdaderamente a filosofar.[4]

No obstante, tras reunirse con el rey Dionisio (quien muy probablemente solo pretendía tener al pensador como un adorno de su corte) y discutir el papel del tirano, el filósofo fue expulsado y enviado a Egina, donde fue puesto a la venta como esclavo. Una vez en tal isla fue condenado a muerte por Carmandro[5], pero al saber que era filósofo lo perdonaron y vendieron como prisionero de guerra, siendo rescatado por el filósofo Anicérides, a quien había conocido en su paso por Cirene.

A su regreso a Atenas, en 387 a.C, cuando tenía aproximadamente 40 años, Platón fundó la Academia en unos jardines dedicados al héroe Hecademo (Academo), del cual tomó el nombre su escuela, misma que sería una de las más importantes y famosas de la antigüedad. La enseñanza, el estudio, la escritura y la dirección de la Academia, le mantuvieron en su ciudad natal por 20 años; mas, tras la muerte de Dionisio I y la sucesión de su hijo (Dioniso II, el joven) en el poder, Dión manda llamarlo para volverse tutor del nuevo Rey; Platón accede y regresa a Siracusa, dejando a su sobrino al frente de la Academia.

Su segundo viaje a Siracusa volvió a ser infructífero, pues el joven Dionisio consideraba a Dión, su rival, por lo que terminó desterrándolo junto a su amigo Platón. De tal modo, el filósofo regresa a Atenas en el 366 a.C, permaneciendo allí por aproximadamente seis años, para posteriormente hacer un último viaje a Siracusa, con la intención de ayudar a la reconciliación entre Dión y Dionisio II, sin tener éxito[6]. Además de ese viaje, no se tienen datos fiables sobre la última etapa en la vida de Platón, salvo que pasó su vejez en Atenas, revisando sus escritos y rodeado de sus discípulos, falleciendo octogenario entre el 348 y el 347 a.C.

Diálogos de Platón

A pesar de la enorme distancia que existe entre la época de Platón y la nuestra, asombrosamente, su obra, compuesta por 27 diálogos y algunas cartas, ha sido preservada íntegramente hasta nuestros días. Seguramente esto sucedió gracias a la Academia y a los discípulos de la misma, quienes valoraron y cuidaron la obra de su fundador, además de transcribirla y difundirla.

Existen varias clasificaciones de los diálogos platónicos; sin embargo, aquí señalaré una de las más comunes, la cronológica[7], que divide su obra en cuatro periodos: el primero, conocido como socrático, abarca de 393 a 388 a.C; el segundo, de 388 a 385 a. C., corresponde a un periodo de transición; el tercero, de 385 a 370 a.C., lo constituyen sus diálogos de madurez; finalmente, el cuarto y último periodo, va de 369 a 347 a.C. y se conforma por los diálogos de la vejez.

Diálogos socráticos (393 a 388 a.C.)

Este conjunto de diálogos se caracteriza por pretender plasmar, de manera fiel, la figura y enseñanzas de Sócrates, además de reflejar de manera crítica (sobre todo en el aspecto político y moral) a la Atenas de aquella época.

Diálogos de transición (388 a 385 a.C.)

Estos diálogos corresponden al periodo de fundación de la Academia y en ellos comienzan a ser esquematizadas diversas teorías fundamentales dentro de la filosofía platónica.

Diálogos de madurez (385 a 370 a.C.)

Para este momento, Platón ya había alcanzado madurez filosófica y literaria, lo cual se refleja de manera magistral en sus diálogos, a través de los cuales expone sus teorías principales: del alma, de las ideas, del Estado, del Amor, etc.

Diálogos de vejez (369 a 347 a.C.)

Durante este último periodo, Platón retoma varios de sus planteamientos principales, examinándoles y realizando algunas autocríticas. También es durante esta época que escribe sus Cartas.

La Academia de Platón

La Academia fue fundada por Platón en 387 a.C., a las afueras de Atenas, en un bosque dedicado a Hecademos, héroe que, según la mitología, ayudó a Cástor y Pólux a rescatar a su hermana Helena tras haber sido raptada por Teseo.

La importancia e influencia de la Academia es tan grande como la de Platón mismo, pues allí se formaron personajes como: el gran filósofo Aristóteles; el matemático Eudoxo; el astrónomo Heráclides; el emperador romano, Juliano II; y se dice que también el destacado geómetra Euclides. Además, la escuela tuvo importantes simpatizantes que recibieron influencias platónicas y neoplatónicas, como: el destacado orador, Cicerón; el famoso escritor romano, Apuleyo; y el filósofo y matemático bizantino, Simplicio. De tal modo, tanto los planteamientos platónicos, como el desarrollo intelectual promovido a través de la Academia, sirvieron de base al pensamiento filosófico, matemático y científico de varios siglos, teniendo gran influencia en épocas como la Edad Media, el Renacimiento, la Modernidad, e incluso en la actualidad.

La Academia ha sido una de las instituciones educativas más longevas de la historia, pues funcionó por más de nueve siglos, hasta que fue cerrada definitivamente por el emperador Justiniano, en el año 529. Cabe mencionar que no siempre estuvo situada en los jardines de Atenas, dado que eventualmente sería reubicada en otros puntos, como Alejandría. 

La Academia es comúnmente llamada la Universidad más antigua de la historia[8] y antecedente de la Universidad moderna; sin embargo, a pesar de que Platón fue un gran maestro y la Academia fue quizá, la institución dedicada al conocimiento, más importante e impactante de su tiempo, su esquema de enseñanza era completamente distinto al actual. En la Academia, el conocimiento no era transmitido a la manera contemporánea; es decir, no había saberes preestablecidos que fueran pasados de maestro a alumnos, sino que se pretendía formar a hombres capaces de dialogar, reflexionar, generar conceptos y aprender a descubrir las verdades por ellos mismos, a través del método dialéctico, pero jamás a partir de la impartición de conceptos dados[9].

Platón pretendió desarrollar diversas destrezas en sus discípulos para que éstos fueran capaces de plantearse preguntas y proponer sus propias respuestas con fundamentos epistemológicos. Por tales motivos era imprescindible que los estudiantes académicos supieran geometría y matemática, pues a través de tales disciplinas desarrollaban su capacidad de abstracción, lo cual les ayudaba a, posteriormente, introducirse en conocimientos más elevados, como la dialéctica. Así, la base educativa consistía en adquirir conocimientos aritméticos, geométricos y astronómicos, y una vez que el alumno había alcanzado la madurez, aproximadamente a los 30 años[10], podía ser introducido en la dialéctica; sin embargo, Platón consideraba que alcanzar el verdadero conocimiento era una actividad reservada para los más adiestrados, quienes podían llevarse décadas en llegar a concebir las Ideas.

Aunque no se tienen muchos datos al respecto, es factible creer que en la Academia también se atendían conocimientos sobre la naturaleza en general, puesto que Espeusipo, sobrino y sucesor de Platón como director de aquélla, redactó un gran volumen sobre historia natural, lo mismo que el destacado Aristóteles, quien realizó la mayoría de sus trabajos biológicos durante su periodo académico, tras la muerte de Platón.

Cabe destacar que más allá de las ciencias practicadas en la Academia, el fundamento de la educación platónica era llegar a formar hombres sabios, los cuales, pasarían a estar al servicio de la polis, con lo que, el filósofo logró mantener viva su esperanza de influir en la política y el bienestar del Estado.

Al morir Platón, la Academia pasó a manos de Espeusipo, quien dio gran importancia a las figuras del discurso, las clasificaciones conceptuales y las matemáticas, al grado que muchos académicos de la época (347-339 a.C.) desarrollaron grandes avances en tales áreas. Luego del fallecimiento de Espeusipo, la escuela fue dirigida por Xenócrates de Calcedonia (escolarca de 399 a 314 a.C.); a él le sucedieron: Polemón de Atenas (de 314 a 270 a.C.) y Crates el platónico (de 270 a 265 a.C.); este periodo de la Academia es conocido como Academia Antigua y se caracterizó por seguir las doctrinas de Platón. Posterior a tal periodo, surgió la llamada Academia Media (de 270 a 160 a.C.), época en la que se retoma el método socrático (principalmente la ironía y la duda), para la generación de nuevos conocimientos; además, comienza a adquirir un carácter escéptico, siendo dirigida por personajes como: Arcesilao, Lacides, Teleles, Evandro y Hegésino. El filósofo Carnéades funda, en 165 a.C., la Academia Nueva, misma que acentúa el enfoque escéptico y de embate contra el estoicismo. Finalmente, también se habla de una cuarta Academia o platonismo medio, que data del siglo I a.C., en la que se da un platonismo ecléctico y la cual tiene como representantes a: Antíoco de Ascalón, Filón de Larisa y Cicerón. Tras el saqueo de Atenas por los romanos, Antíoco rescata y traslada el movimiento académico a la ciudad de Alejandría, lugar en el que se difunde el interés por las doctrinas platónicas. Alrededor del año 66, Ammonio de Alejandría vuelve a convertir a Atenas en el centro del platonismo; a él le suceden Calvisio Tauro, Ático y Teodoto. Durante el siglo II d.C., Plutarco de Queronea y Apuleyo, se convierten en representantes principales del platonismo medio. De los siglos III al V, la Academia se vuelca al neoplatonismo hasta ser cerrada por el emperador Justiniano, en el año 529, siendo sus personajes más destacados del momento, Damascio y Simplicio.

Es importante resaltar que, a pesar de que la Academia fue cerrada, las doctrinas platónicas y neoplatónicas continuaron circulando entre filósofos, científicos y religiosos, por lo que las problemáticas y teorías planteadas por Platón en el siglo IV a.C. continuaron siendo estudiadas, analizadas y criticadas con gran interés.

Importancia de Platón para el mundo occidental

Platón es considerado el filósofo más importante de Occidente, puesto que sus ideas y teorías son, básicamente, los fundamentos sobre los que descansan las principales creencias y conocimientos del pensamiento occidental. Además, fue uno de los autores más prolíficos y exploró una cantidad enorme de temas, como: el alma, la virtud, el conocimiento, las leyes, el Estado, el lenguaje, la estética y el arte, el amor, entre otros. Gracias a que sus textos se han conservado íntegramente, sus razonamientos han podido atravesar milenios para seguir asombrándonos por su belleza y profundidad. De tal manera, gran parte de la filosofía posterior ha partido de la crítica o aceptación de sus postulados, por lo que estudiar y conocer a Platón es prácticamente obligatorio para quien tiene interés en aprender filosofía, comprender el desarrollo epistemológico, pedagógico, religioso e incluso histórico de Occidente.

Su filosofía fue plasmada en diversos diálogos protagonizados por varios personajes reales y algunos ficticios, siendo, casi siempre, el más destacado de ellos, Sócrates. En sus Diálogos, Platón expone diversos problemas por medio de preguntas que hoy continúan siendo tan inquietantes como vigentes.

Algunos de los planteamientos más importantes realizados por el fundador de la Academia, y que marcaron a la posteridad, son: la teoría de las Ideas; la teoría sobre el alma; su racionalismo y sus aportes a la filosofía política y del lenguaje; a través de los cuales plantea que las almas son eternas y se encuentran en un constante movimiento de ascenso y descenso (ocurrido por vía del amor) entre el conocimiento y el olvido, pues para Platón conocer es recordar. Tal postulado lo condujo a concebir la idea de dos mundos: uno, falso y efímero, el mundo sensible, mismo que habitamos y el cual está lleno de imitaciones; otro, verdadero, es el mundo de las Ideas, accesible solo a las almas puras, en el cual se encuentran las Ideas mismas o Formas puras. Para el filósofo ateniense, la parte más noble del hombre es el alma, la cual llega a concebir las Ideas a través del razonamiento verdadero, por lo que Platón se vuelca al racionalismo, desdeñando el cuerpo, mismo que concibe como «cárcel del alma». Estos pensamientos son base de sus ideas pedagógicas y políticas, a través de las que intenta formar hombres racionales, virtuosos, amantes del conocimiento y la verdad, es decir, hombres buenos, que sirvan al Estado. 

A partir de su interés en las matemáticas, Platón se convenció de realizar hipótesis y exposiciones claras, con el fin de demostrar sus razonamientos; enfoque sistemático que marcó el desarrollo de toda la ciencia posterior, ya que fueron (principalmente) discípulos de Platón y la Academia, quienes determinaron el desarrollo científico y racionalista característico de Occidente. Los aportes matemáticos, geométricos, astronómicos y físicos, ocurridos en los siglos subsecuentes a la muerte de Platón, tienen fundamentos tomados de la doctrina platónica; tal sería el caso de Euclides, quien fundó su propia escuela y revolucionó el campo geométrico.

El cristianismo también tomó muchos elementos de la filosofía y cosmovisión platónica, mismos que podemos hallar en la obra de notables personajes cristianos, como: Clemente de Alejandría y su discípulo, Orígenes, y el mismo San Agustín, quienes tomaron de Platón postulados como la inmortalidad de las almas, la creencia en un mundo superior y también varias prácticas morales, señaladas en sus diálogos. Durante el Renacimiento, un renovado neoplatonismo impactó en figuras importantes, como: Plotino, Nicolás de Cusa y Marsilio Ficcino. Durante la Modernidad, la matematicidad (ya planteada por Platón) fue sustento de teorías tan relevantes como las redactadas por Descartes, Leibniz y Spinoza, influyendo también en pensadores como Comte y Schleiermacher. De tal modo, las teorías, métodos e ideas concebidas por Platón, se han mantenido vivas, influyendo en Occidente a través de los siglos; por estos motivos, no me queda más que invitarte a continuar descubriendo a este fascinante filósofo y su enorme legado e influencia. 

Frases de Platón

«Temer la muerte no es otra cosa que creer ser sabio sin serlo, pues es creer que uno sabe lo que no sabe. Pues nadie conoce la muerte, ni siquiera si es, precisamente, el mayor de todo los bienes para el hombre, pero la temen como si supieran con certeza que es el mayor de los males». (Apología de Sócrates).

«Mas si nosotros mismos encontráramos la verdad, ¿acaso tendríamos que preocuparnos todavía de opiniones humanas?». (Fedro).

«Cuando los hombres se consideran valerosos aceptan la muerte, pero por temor de mayores males ¿No es ridículo ser valiente a causa del miedo?  No se puede cambiarse placer por placer… Sólo se puede cambiar todo por sabiduría». (Fedón).

«Afirman que el alma del hombre es inmortal y que ora termina –lo que se llama morir-, ora vuelva a ser, pero que nunca perece». (Menón).

«Mal es todo lo que destruye y corrompe, y el bien, por el contrario, lo que preserva y beneficia». (República).

«Eros es, en definitiva, la tendencia, la fuerza, la voluntad fundamental del no ser hacia el ser, del relativo hacia el absoluto, del mortal hacia la inmortalidad; del ente cortado, separado y particular, hacia la unidad y universalidad». (Banquete).

«Desde hace tanto tiempo, pues, es el amor de unos a otros innato en los hombres y aglutinados de la antigua naturaleza, y trata de hacer un solo individuo de dos y de curar la naturaleza humana». (Banquete).

«Hay en cada uno de nosotros, es cosa de pensarlo, dos ideas, principios las dos y las dos también guías, a cuya dirección nos sometemos: una de ellas, la innata, es el apetito de placeres; la otra, especie de pensamiento adventicio, es la aspiración hacia lo óptimo. Las dos van unas veces concretes; peléense otras en nosotros; vence en ocasiones una, triunfa en otras la otra». (Fedro).

«Pero no es difícil, atenienses, evitar la muerte, es mucho más difícil evitar la maldad». (Apología de Sócrates).

Bibliografía

Diógenes Laercio, Vidas y opiniones de los filósofos ilustresMadrid, Alianza, 2013.

Platón. Carta VII, en Obras completas, edición de Patricio de Azcárate, y tomo 11, Madrid, 1872. consultada en: https://www.filosofia.org/cla/pla/img/azf11273.pdf

Cherniss, Harold. El enigma de la primera Academia. Traducción de Susana Marín Delgado. UNAM. México, 1993.

Platón. Diálogos I. Trad. Carlos García Gual, Emilio Lledó y Julio Calonge. Gredos, Madrid, 2018.

Platón, La República, Trad. Antonio Gómez Robledo. UNAM, México, 2007.

José Ferrater Mora. Diccionario de filosofía. Tomo I. Buenos Aires, Montecasino, 1956.

Joan Almirall Arnal, “Historia de la Academia” platónica. en: https://www.academia.edu/1245775/HISTORIA_DE_LA_ACADEMIA_PLAT%C3%93NICA


Notas

[1] Cfr. García Fernández, Román: «La Carta VII. La autobiografía de Platón y su método», en Eikasia. Revista de Filosofía, Nº 12, Extraordinario I (2007). http://www.revistadefilosofia.org pp. 163-183.

[2] Cfr. Antonio Alegre: «Platón, el creador de la ideas» en Platón, Diálogos I, Madrid, Gredos, 2018.

[3] Es importante no confundir a este personaje con el destacado matemático.

[4] V. Platón. «Carta VII».

[5] Cfr. Diógenes Laercio. Vida de los filósofos más ilustres.

[6] Dión dio un golpe de Estado en 357a. C. y fue asesinado tres años después.

[7]  Cfr. Platón, Diálogos I.

[8] Aunque antes que la Academia existieron la escuela pitagórica de Crotona (520 a. C.) y la escuela de Isócrates, ninguna de éstas alcanzó la relevancia de la institución fundada por Platón en el siglo IV a.C.

[9] Cfr. Bayer Tamayo, Alejandro. «Universidad vs. Academia: la esencia del quehacer universitario», en: Ánfora, año 14, Nº 22, enero-junio 2007. 

[10] Aunque se consideraba que el pensador alcanzaba la madurez alrededor de los 30 años, la verdadera dialéctica comenzaba a practicarse cerca de los 50 años. Cfr. Cherniss, Harold. El enigma de la primera Academia.

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