La naranja mecánica o la distopía del valor juvenil

La naranja mecánica y la distopía juvenil

En el siguiente texto me propongo reflexionar sobre el tema de la figura del adolescente en nuestras sociedades actuales. Para ello partiré de un breve análisis de dos textos. El primero, El recreo de la infancia. Argumentos para otro comienzo de Eduardo Bustelo. El segundo, Estigma. La identidad deteriorada de Erving Goffman. Al presentar algunas categorías expuestas en estos textos considero pertinente tender un puente entre dichas categorías y una escena del filme Naranja mecánica de Stanley Kubrick.

El eje central de este artículo es la idea de alejarnos de un futuro funesto a través de la presentación de la distopía juvenil en Naranja mecánica, es decir, parto de que existe una especie de representación social que dicta lo siguiente: será mejor evitar que los adolescentes se desborden y contenerlos, o excluirlos de la sociedad mediante el estigma si no se logra su contención ante el respeto de las normas sociales. Como puede observarse, las reflexiones expuestas en los textos y la película de Kubrick nos sirven como punto de partida para pensar sobre la significación de la juventud y el discurso que se gesta desde la valoración de la figura del adulto en tanto eje rector del orden y del entero social.

Tejiendo la distopía: mecánica elemental del adultocentrismo y la estigmatización

El tema sobre el estado de indefensión en el que se cifra la infancia y la adolescencia de millones de personas es un tema apabullante. Para Bustelo (2007) la clave está en reconocer dos niveles importantes, desde los cuales funciona una lógica tendiente al Biopoder y la Biopolítica de tintes foucaultianos. La Zoe y el Bios son los ejes de la reflexión sobre la indefensión de infantes y adolescentes.

La zoe se sitúa, según Bustelo, en el ámbito de la sobrevivencia mientras que el bios pertenece a la esfera de la vida humana, por consecuencia cultural. Así, pues, para nuestro autor en ambas dimensiones los actos ideológicos del poder someten a los más vulnerables. Por un lado, la pobreza y por el otro la norma o ley son los elementos que constituyen las fuerzas dominantes sobre los niños y adolescentes en el mundo.

La pobreza les niega la facultad de una vida digna y libre de peligros. Asimismo, expone a este grupo vulnerable a formas de biopolítica y biopoder provenientes de posturas ideologizadas como la caridad y el proteccionismo. No obstante, también produce un tipo de individuo que puede ser excluido debido a su condición de pobreza, pues al estar fuera del orden mundano o bien se le auxilia o bien se le re-encausa cuando se convierte en un problema. La situación medular que expone Bustelo trata precisamente esta paradoja basada en la lógica de la dominación.

En cuanto a la dimensión de la norma o la ley opera más o menos de manera similar en el campo del bios. La protección que se recibe del derecho, específicamente del derecho que protege a los niños y adolescentes, por extensión también los castiga. El orden del bios percibe a los niños como capital humano proclive al desarrollo o bien a la delincuencia. El hueco que deja el discurso de los derechos humanos y el derecho de los niños podría verse como una contracción en donde el poder es la base que genera, pero al mismo tiempo encausa y limita a los individuos. En sentido estricto, me parece que la crítica se dirige hacia una analogía clara: la espada de Damocles. Espada que puede hacer justicia, pero también cortar la cabeza.

En ese sentido, Bustelo (2007: 262 y ss) encuentra en la “eleidad” la posibilidad de brindar un reconocimiento efectivo a los niños y adolescentes en estado de indefensión. En el fondo creo que tal eleidad puede entenderse como un planteamiento de la ética de Levinas y la tradición filosófica que gesta la ética del cuidado sobre las generaciones futuras. Así, el plantemiento de Bustelo parece ser una reformulación del principio de responsabilidad en Hans Jonas[1], ya que su noción sobre la eleidad podría traducirse en la idea de que a mayor poder mayor responsabilidad, entendida ésta no como un acto de reciprocidad sino como un acto del cuidado.

Por otro lado, debemos reconocer que la figura del adulto se toma como sinónimo de desarrollo acabado y se sitúa en una posición privilegiada ante el resto de los actores en una sociedad. La lógica de poder y la exclusión de las personas que no cubren los mandatos de la “norma” (los normales) se evidencian en el trato y en los métodos[2] desarrollados para normalizar a aquellos que no lo están.

Uno de los mecanismos más usuales para evidenciar el binomio normalización-exclusión es la estigmatización. En Estigma. La identidad deteriora, Goffman articula una tipología de la estigmatización y encuentra que existen tres tipos de estigmas. Los provenientes de las abominaciones del cuerpo, los que se sustentan en los defectos del carácter del individuo y los que se sustentan en la condición de la adscripción de la tribu, esto es, la raza, la nación y la religión. Sin embargo, hay que señalar que un estigma es, para nuestro autor, una representación que engloba una relación entre un atributo y un estereotipo, esto es, una representación mental que termina por superponer, mediante una jerarquía, un orden entre los estigmatizados y los no estigmatizados.

Ante esta tipología del estigma hay que aclarar que existe, según nuestro autor, un posicionamiento entre el desacreditable y el desacreditado. Dice Goffman (2006: 14) al respecto:

El término estigma y sus sinónimos ocultan una doble perspectiva: el individuo estigmatizado, ¿supone que su calidad de diferente ya es conocida o resulta evidente en el acto, o que, por el contrario, ésta no es conocida por quienes lo rodean ni inmediatamente perceptible para ellos? En el primer caso estamos frente a la figura del desacreditado, en el segundo frente a la del desacreditable.

La situación entre la figura del desacreditado y el desacreditable puede entenderse desde una lógica dialéctica, en donde se ejerce poder desde la declaración y representación de un atributo y estereotipo. En lo referente a nuestro tema la figura del adolescente recae en el mecanismo del estigma, propuesto con Goffman, ya que se le mira como un actor social carente frente al adulto. Las representaciones respecto de los atributos y estereotipos del adolescente producen la estigmatización de los jóvenes en esta etapa de la vida. Pero, ¿qué representaciones estigmatizadas se difunden en nuestra sociedad?, ¿cómo ubicar al niño y al joven desde la zoe o el bios en nuestras producciones narrativas y cotidianas?

Tratando de responder a estos cuestionamientos, el texto de Bustelo y de Goffman puede relacionarse con el filme de Kubrick Naranja mecánica de 1971[3]. La escena que encuentro pertinente es justo la pretensión de la reforma y la cura declarada por Alex mismo cuando vuelve a casa tras su estancia en la cárcel y la clínica que lo ha re-formado. Tras la estela de violencia y actividades delictivas, Alex es reinsertado de modo seguro al entero social. La ciencia puede incidir y modificar la psique de un individuo, al menos esa es la paradoja y la parodia planteada en Naranja mecánica.

Sin embargo, Alex no ha cambiado; sólo ha sido condicionado para asociar estímulos y respuestas ante determinadas situaciones. La supuesta cura de Alex en el discurso fílmico puede entenderse desde las categorías antes expuestas. Su re-inserción en el bios a partir de la condición de estigmatización pretende situarle en otro lugar, a partir de una nueva conducta, pero el estigma persiste. La estigmatización de Alex parece infranqueable y termina por desvanecerse en la vuelta a su mismidad al final del filme. ¿Qué se puede extraer de Naranja mecánica?

A manera de conclusión, podemos considerar la representación de la distopía respecto de la figura del valor juvenil, es decir, la película muestra un escenario de los diferentes métodos que articulan a la figura del adolescente como un delincuente potencial y futuro desposeído. La lógica de poder y domino que recae sobre Alex, sin pretender victimizarle como personaje, es un escenario posible para cualquiera. Parece que el discurso del temor sobre este escenario distópico teje una trama sobre lo indeseable y lo deseable para el futuro del joven. Así el adolescente es visto no como sujeto con personalidad y deseos propios sino desde la estigmatización que se aloja en las diferentes instituciones que le pretenden cobijar y corregir: la familia, la escuela, el Estado y los medios de comunicación ¿Qué nos muestra la Naranja mecánica? Podría cerrar con lo siguiente: nos muestra la incomprensión y la exigencia de la norma ante nuestros jóvenes. Una amenaza que se puede evitar si tenemos en cuenta el rodeo del mal. Sólo al tener presentes la distopía podremos evitar que el joven se corrompa, ¿qué clase de adultos estamos formando?

Referencias bibliográficas

Bustelo Eduardo (2007) El recreo de la infancia. Argumentos para otro comienzo, Argentina: Siglos XXI.

Goffman Erving (2006) Estigma. La identidad deteriorada, Buenos Aires: Amorrortu.

Notas

[1] Para una idea más clara sobre la ética del cuidado puede verse la obra de Hans Jonas El principio de responsabilidad. Ensayo de una ética para la civilización tecnológica. Además, la idea de Bustelo sobre la eleidad concuerda con la noción de generaciones futuras, ya que no hay una suerte de necesidad de retribución al momento de responder ante el niño o el adolescente, siempre que se comprenda que uno responde por aquello que reconoce como valioso en sí mismo. La ética del cuidado propone conservar una idea de humanidad digna al valorar aquello que todavía no es pero que es valioso que sea.

[2] El caso de El asesinato del alma. La persecución del niño en la familia autoritaria y la Historia de la sexualidad. La voluntad de saber son ejemplos claros de reflexiones en torno al tema del poder-domio-dominado.

[3] Me gustaría aclarar que la adaptación fílmica de Kubrick es fiel a la obra de Anthony Burgess, sólo resta agregar que la edad de Alex es la de un adolescente de 15 años mientras que en la versión fílmica Alex ronda entre los 20 años. Considero que este hecho sirve para amortiguar la recepción del público en la pantalla grande, pues sería impactante que un chico de 15 años resulte a los ojos de la sociedad en un “delincuente sin remedio”, cosa que en todo caso habla más de un orden social que de una situaión particular sobre la familia de Alex.

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