Sexualidad y homosexualidad en la Grecia clásica

Sexualidad y homosexualidad en la Grecia clásica

Mitos, poemas, leyendas y vestigios de la Antigua Grecia, nos narran escenas de fiesta, desenfreno y de una sexualidad desbordada que eran interpretadas principalmente por hombres. De esto se ha derivado la creencia popular de que los antiguos griegos eran principalmente homosexuales, afirmación superflua que no refleja realmente su cultura.

Para entender mejor la sexualidad de la Grecia antigua debemos olvidarnos de nuestros paradigmas actuales sobre el sexo. Las cargas morales cristianas y la censura del cuerpo no existían por aquellos tiempos; la diferencia entre homosexualidad, heterosexualidad y bisexualidad no estaba definida de manera tajante tal como lo está hoy en día. Un hombre podía tener por amante a un muchacho pero eso no le impedía disfrutar de su esposa o alguna mujer del prostíbulo; mientras que en las fiestas dedicadas a Dioniso la sexualidad se llevaba a cúspide y tenían lugar las orgías, en las que hombres como mujeres disfrutaban del placer sexual sin importar de dónde provenía éste, mas en la vida cotidiana la homosexualidad era una práctica pedagógica.

Los espartanos institucionalizaron las prácticas sexuales entre hombres como parte formal de la educación de los adolescentes. En Atenas, estas prácticas eran más “discretas”, pero tenían el mismo fin. No obstante, también hubo leyes que castigaban a los hombres que no contraían matrimonio, pues la procreación (sobre todo de varones) era de suma importancia para la sociedad. Para comprender mejor estas prácticas hay que señalar lo siguiente:

“1) La homosexualidad, tal como fue practicada en Esparta y Atenas, no fue incompatible con la heterosexualidad y el matrimonio. Por el contrario en un sentido muy real el comportamiento homosexual era una preparación para la virilidad, incluyendo el matrimonio y la procreación. Ambas ciudades pusieron sanciones sociales y financieras a hombres que no se casaban.

2) La homosexualidad «educacional» se desarrolló en torno a la creencia y la fantasía de que la virtud y la fuerza del hombre más viejo se transmitían, a través del semen, al ano del joven. La areté del hombre estaba en su semen.

3) Como en todo lo griego, se esperaba modestia y moderación en el comportamiento homosexual. Había reglas para cortejar y ser cortejado. Las relaciones homosexuales demasiado obvias o demasiado promiscuas eran ridiculizadas.

4) Entre las clases superiores (en las que se escribió la mayor parte de la literatura) la homosexualidad masculina estaba unida a la educación cívica y a la exclusión de las mujeres de la vida pública y educacional.”[1]

De este modo las prácticas homosexuales representaban más que un simple acto sexual. El joven adquiría de su maestro dotes que le servirían la vida entera. Por otra parte en la cultura griega, el placer carnal no se reducía a los discursos sexuales tradicionales, como pasa hoy día; sino que, éste se encontraba a través de muchos medios y bajo muchas circunstancias. El cuerpo se celebraba y se mostraba como algo hermoso, el hombre no sólo cultivaba su alma, sino también su físico, por lo que el gimnasio era parte fundamental de su vida, el propio Platón –uno de los más grandes filósofos de la humanidad–, participó en un par de ocasiones en las olimpiadas.

Sin embargo, no debe entenderse que al hombre griego todo le estuviera permitido en un sentido sexual, sus leyes eran muy claras respecto a la homosexualidad y el abuso sexual (hybris). El papel ocupado en el acto sexual era de principal importancia. Un hombre debía ser siempre activo, viril, poderoso, siendo muchacho podía jugar el papel pasivo, que de hecho era el que le correspondía en presencia de un maestro, más nunca como hombre maduro. Ser penetrado (pasivo) era símbolo de inferioridad, de falta de fuerza y vigor, sitio que correspondía sólo a las mujeres o a los más jóvenes.

“No sólo por asemejarse a la mujer en el acto sexual rechaza el varón sumiso el papel de ciudadano, sino también por escoger deliberadamente ser víctima de lo que, de no haber consentido, habría sido hybris. La razón de las rigurosas sanciones que la ley ateniense sobre la hybris imponía era que quien la cometía «deshonraba» (atimázein) a su víctima, al privarla de su condición de ciudadano protegido por la ley…”[2]

Como denota el pasaje anterior, la mujer poco valía, poco sabía y de su sexualidad conocemos sólo lo que nos ha llegado a través de los ojos masculinos[3] por lo que se le puede considerar más bien, como un objeto capaz de propinar placer antes que un ser libre[4] que ejercía su sexualidad[5]. Por otra parte, las narraciones literarias de Esquilo y otros poetas hablan de mujeres que se ven a escondidas con sus amantes, usando artimañas y engaños, de lo que es posible deducir que, a pesar de sus escasas libertades y el inferior grado que tenían como personas se las arreglaban para gozar de los placeres corporales.

Si bien su condición humana estaba degradada, las mujeres griegas poseían una mayor apertura –y menor represión– hacia lo sexual que las medievales, modernas e incluso, en muchas ocasiones, que las mujeres de esta época. Su cultura llena de representaciones sexuales, falos, orgías y relaciones homosexuales no podía ser creadora de personas que censuraran estos temas,[6] al contrario, parece ser que en esta área (de manera extraña) fuesen más “libres” que las mujeres de las épocas posteriores.

“Las mujeres griegas no eran, por lo tanto, simples reproductoras destinadas a dar hijos legítimos a sus esposos y ciudadanos a la ciudad”[7]

A pesar de la difícil situación en la que las mujeres vivían, la poetisa Safo nos muestra a mujeres enamoradas y disfrutando de sus amantes. La sexualidad de la Grecia clásica es manifestación de una cultura patriarcal, en la que la mujer –lo mismo que cualquier hombre afeminado– carecía de derechos; no obstante, no era particularmente censurada respecto a su imagen o sexo; por lo que varias de ellas participaban ampliamente de la vida sexual como las prostitutas y heteras[8]. Sin embargo, con la llegada de la cristiandad y el triunfo de la Iglesia el cuerpo, tanto femenino como masculino, perdió su potencia dentro del desarrollo de la vida, al enaltecerse sólo lo espiritual.

El cristianismo se encargó de convertir en pecado casi toda práctica sexual, con excepción de la que se daba bajo el formato del matrimonio y con fines únicamente reproductivos. La religión censuró al cuerpo mismo y con los siglos cada vez fue menos visto el cuerpo sexuado en vasijas, esculturas o textos; incluso hoy día en que la industria pornográfica es una de las más consumidas alrededor del mundo, el cuerpo se sigue viendo como algo prohibido. Los jóvenes comienzan satisfacer sus inquietudes sexuales buscando de manera clandestina, en lo privado, ocultos de sus padres y los adultos procuran discreción en estos temas.

El desarrollo de la vida sexual de manera histórica ha tenido como consecuencia la sumisión femenina frente al varón. Desde tiempos antiguos al hombre se le ha permitido ser promiscuo mientras que la mujer debe guardarse para el marido, complacerlo y procrear su descendencia. Así lo refleja la poesía épica que nos cuenta sobre las concubinas de Agamenón y de su fiel esposa; que describe a un Odiseo disfrutando con Circe y Calipso, mientras que su hermosa Penélope lo espera sin darle ninguna oportunidad a sus numerosos pretendientes. La cultura posterior no ha sido distinta al respecto, una mujer pura y casta ha sido mayormente valorada por la sociedad, que ha tachado a las que no se conservan vírgenes como promiscuas y pecadoras.

A pesar de que los griegos consideraron a la mujer como un ser más bajo y de menor valor e intelecto que ellos, lo cual es bastante cuestionable, su pensamiento y vida se realizaban a partir del cuerpo, como seres fuertes que apreciaban a la vida en todo su esplendor. La virtud se transmitía por medio del semen y el cuerpo no estaba censurado, la virilidad se veneraba y no se ocultaba como se hace hoy día. Al declive de su cultura, la historia no se desarrolló de manera más positiva respecto a la condición femenina y tuvieron que pasar incluso milenios para que las mujeres fuéramos respetadas y consideradas más allá de nuestra potencia de ser madres o esposas.

Los paradigmas sociales, la dominación patriarcal de los discursos y la negatividad que recayó sobre el sexo y lo femenino, dieron como resultado siglos de pensamientos machistas que han dado paso al maltrato de mujeres y homosexuales. Vivimos en un sociedad en la que todavía el tabú rodea lo erótico, haciéndolo un tema prohibido para los más jóvenes y propio de pudor, por lo que se ha vuelto íntimo y secreto. Lo que me hace cuestionar si nuestra sexualidad es reflejo de la salud y bienestar de nuestra cultura, si la liberalidad de las mujeres modernas refleja realmente su nuevo estatus en la sociedad y si los hombres han modificado su pensamiento de manera significativa o simplemente, sin mayor remedio han tenido que aceptar que la mujer no puede permanecer en casa.

Bibliografía.

Calame, Claude. Eros en la Antigua Grecia. Editorial Akal, España, 1992.

Diógenes Laercio. La vida de los filósofos más ilustres. Alianza, Madrid, 2013.

Dover, K.J. Homosexualidad griega. ElCobre Ediciones, España, 2008.

Mossé, Calude. La mujer en la Grecia clásica. Editorial Nerea, España, 2011.

Simon, Bennett. Razón y locura en la antigua Grecia. Editorial Akal, España, 1984.

Notas

[1] Simon, Bennett. Razón y locura en la antigua Grecia, p.309

[2] K. J. Dover, Homosexualidad griega. p.163

[3] Con excepción de la poetisa Safo de Lesbos, quien narraba escenas de amor, sobre todo entre ellas y sus alumnas, en su literatura.

[4] Recordemos que el la antigua Grecia la mujer no tenía el grado de persona libre, pues esta condición era sólo del ciudadano que era exclusivamente varón.

[5] Aún así su cuerpo no era censurado ni tampoco el sexo le estaba “prohibido”

[6] Probablemente de los primeros en condenar las prácticas corporales desenfrenadas fue Sócrates, pero era un ciudadano excepcional, incluso llamado un antigriego por no compartir las tradiciones y gustos propios de su tiempo.

[7] Mossé, Calude. La mujer en la Grecia clásica, p.185

[8] Cortesanas que acudían a los banquetes a forma de damas de compañía, una forma más sofisticada de prostitución.

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