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Filosofía de la moda. Breve reflexión semiológica

Filosofía de la moda. Breve reflexión semiológica

Resumen: Las imágenes de la moda son múltiples y se generan por diferentes motivos. Se suceden, se sobreponen, se mezclan o se oponen unas a otras, en una dinámica irregular y cambiante. En el siguiente artículo son analizadas algunas de estas representaciones, a partir de las perspectivas de investigadores como Roland Barthes, Jean Baudrillard y Pierre Bourdieu, entre otros.

Introducción

Entre las imágenes que sobreabundan el entorno social en la actualidad, aquellas relacionadas con la moda ocupan un lugar prominente. Ya afirmaba Jean Baudrillard que la moda es «emblema e ícono de lo que llamamos modernidad» [1], haciendo referencia a ella como a un elemento fundamental para las sociedades de consumo contemporáneas.

En este sentido, todos reflejamos en menor o mayor medida las tendencias de nuestro tiempo y espacio, al participar de un paisaje social que proyecta imágenes que acaban por resultar paradigmáticas en cuanto al estudio de un sitio y/o una época determinados. Sin embargo, cabe preguntarse: ¿cómo llegamos a esto?, ¿en qué momento la moda cobra tal importancia para el análisis sociológico, histórico, filosófico, etc., de la cultura?

Historia de la moda

La moda en la indumentaria nace en las cortes europeas hacia el siglo XIV, a través del llamado «vestido personalizado». Gracias a la expansión de las ciudades y a un incipiente capitalismo mercantil, la moda encuentra en este contexto el grado mínimo de movilidad que necesitaba para comenzar a desarrollarse.

El término francés mode (ya estrechamente ligado a la indumentaria en el diccionario Furetière, de 1690) se introdujo en otras lenguas de Europa a mediados del siglo XVII.

Según el Dizionario etimologico della lingua italiana, la palabra moda aparece en este idioma por primera vez en 1648, mientras que en España el primer testimonio de su uso se identifica con un pasaje de El diablo cojuelo (1641), donde se cita a «dos caballeros soldados vestidos a la moda».

En inglés ya existía el término mode con un conjunto de sentidos provenientes del latín modus pero, según el Oxford English Dictionary, se revitaliza hacia 1645 con otros sentidos que se pueden considerar «a direct adoption of modern french mode in the sense of fashion, prevailing fashion or custom».

En todos los casos la palabra moda se vinculó al uso de ciertos vestidos o peinados, aunque con el correr del tiempo haya llegado a ser aplicada también a un campo más extenso que el del estricto adorno personal; de ahí que la prensa de costumbres y los diccionarios europeos del siglo XVIII se valieran incluso de la «redacción de voces» tratando de definirle, no por ello ignorando a la indumentaria misma como un elemento principal entre sus características:

«La moda no ciñe los límites [de] su imperio a los vestidos y demás adornos personales, apenas hay objeto a que no extienda su inconsistencia. Sin embargo, empezaremos por aquellos [los vestidos], porque son los que están más a la vista, y los que participan más de su inestabilidad», se afirma en una publicación del semanario Correo de Madrid, en 1787.

Hay que tomar en cuenta que durante los siglos XVII y XVIII las «teorías sobre el gusto» comprenden un concepto clave para el pensamiento de la época en cuanto al desarrollo de un discurso erudito sobre las artes, la música y las letras, pero no así sobre la moda y el vestido. El motivo de esto reside en que, por su naturaleza inconstante, la moda no facilitó fijar conceptos estables y reglamentados con los cuales se pudiera teorizar acerca de ella, más allá de su simple valoración económica.

Es en este momento cuando se cobra conciencia de dos elementos muy importantes en torno a la moda: 1. constituye un motor de consumo y 2. en su caducidad va implícito su poder. Al no llegar a determinarse «un buen gusto» sobre la moda, es la moda la que determina al gusto a través de un recambio cada vez más frecuente de los modelos, a lo cual acaba por referírsele como «ley de la moda» o «tendencia».

De tal manera, el único argumento válido que se considera para justificar las transformaciones del gusto en el vestir es esta llamada «ley de la moda»: una dinámica de obsolescencia planificada que ha llevado a las disquisiciones sobre el tema hacia asuntos principalmente de índole socioeconómica. Incluso los discursos identitarios en materia de indumentaria, que buscaban homogenizar el gusto de todos los habitantes de determinado territorio, eran una excusa para impulsar políticas proteccionistas enfocadas en fortalecer la industria local.

Origen de las revistas de moda

Dejando a un lado la prensa de costumbres, los opúsculos moralizantes y los proyectos para la creación de un traje nacional, la aparición de un nuevo género editorial especializado en cuestiones de vestido habría de propiciar un acercamiento a la moda desde otra perspectiva.

Dirigidas a un lector deseoso de actualizar su imagen personal, las revistas de moda nacen y se desarrollan durante el siglo XVIII [2] con la finalidad de ofrecer un discurso que sustentara el consumo y los cambios constantes en torno al gusto en materia de indumentaria, muebles, carrozas y otros objetos decorativos, ahora acompañados de figuras ilustrativas y descripciones escritas. De este modo, el gusto en moda quedaría ligado a los valores económicos y como consecuencia al lujo.

En su obra La vida cotidiana en tiempos de Goya, Carmen Sarasúa vincula sus opiniones sobre la moda europea de los siglos XVIII y XIX con el concepto de «consumo distinguido», formulado por Pierre Bourdieu [3]. La elección de prendas u objetos de moda obedece a la construcción de una imagen personal que se desea proyectar a la sociedad, como la de un sujeto «de gusto» que ostenta dicha condición mediante sus hábitos de consumo.

Con el correr de los años, los medios técnicos de exposición de modelos y tendencias cambiarían, hasta llegar a la inclusión definitiva de la fotografía de moda en este tipo de revistas, haciendo su primera aparición en un número de 1892 de La mode practique: punto a partir del cual no habría marcha atrás en la relación moda-fotografía, que ha resultado determinante para el desarrollo de importantes publicaciones posteriores como Vogue (1892), Jardin des modes (1922) y Elle (1945), entre otras.

Semiótica de la moda

Hoy en día la cantidad de editoriales y medios de difusión especializados en el vestido lo mismo que en autos, muebles, accesorios y demás productos, ha crecido tanto como la industria que pone en marcha a sus acelerados ciclos comerciales. El camino de la moda a través de la prensa describe una imagen constantemente actualizada del sueño de belleza y confort expuesto por los «modelos» que posan y muestran determinados objetos, al interior de estas revistas cuyo discurso busca vender y afirmar a la vez una especie de ideal: bienestar, plenitud y felicidad absolutos; un mundo de seducción concentrado en el producto ofrecido; la promesa de la optimización por medio del recambio.

Sin embargo, tomando en cuenta el análisis lingüístico que lleva a cabo Roland Barthes en su obra El sistema de la moda [4], podemos encontrar una distinción del fenómeno que trasciende al ámbito de los medios impresos. Además del vestido-imagen y del vestido-escrito, propios de las revistas aludidas, Barthes identifica una tercera y mucho menos estable dimensión de la moda en el vestido-real, es decir, en la indumentaria usada por cada individuo en la vida cotidiana, a partir de combinaciones de piezas cuya variación genera incontables modificaciones de sentido. Semejante distinción conduce a observar un gran ámbito discursivo de la moda en el cual los ideales antes descritos se disuelven y mezclan con cuestiones sociológicas lo mismo que políticas. [5]

Como ejemplo cabe mencionar algunas de las observaciones que realiza Octavio Paz en El laberinto de la soledad, cuando habla de la moda del «pachuco» en Estados Unidos durante los años 50s:

«Como es sabido, los “pachucos” son bandas de jóvenes, generalmente de origen mexicano, que viven en las ciudades del Sur y que se singularizan tanto por su vestimenta como por su conducta y su lenguaje […] A través de un dandismo grotesco y de una conducta anárquica, señalan no tanto la injusticia o la incapacidad de una sociedad que no ha logrado asimilarlos, como su voluntad personal de seguir siendo distintos […] El traje del pachuco no es un uniforme ni un ropaje ritual. Es, simplemente, una moda». [6]

Entre otros ejemplos de cómo un gusto cercano a la vida cotidiana es capaz de originar tendencias y discursos diferentes a los que manejan las publicaciones especializadas en este género, al menos en un primer momento, se puede señalar al atuendo «hippie» de los años 70’s, que planteaba una postura política muy específica en contra de la militarización y la guerra. Por su parte, los estilos manados del cine y los distintos géneros musicales, representan el caso de industrias paralelas a la del mundo editorial, que han llegado a definir al gusto y a las modas de las cuales participamos diariamente.

Conclusión

El campo a tratar en materia de indumentaria resulta amplio y poco explorado. Los atavíos que usamos conllevan siempre discursos articulados con significaciones locales y también globales, cambiantes y diferentes entre sí. Puede pensarse que la modificación de los paradigmas de moda ha obedecido tanto a cuestiones de aceleramiento mercantil como a cuestiones políticas y sociales, de manera que el atuendo que aparece en una revista y aquel usado por una persona que va por la calle, se afectan y se alteran el uno al otro. En un momento el vestido real determina a la fotografía y al texto, mientras en otro aquéllos determinan a la realidad.

Libros recomendados

Notas

[1] Cfr. Abad-Zardoya, Carmen. “El sistema de la moda. De sus orígenes a la postmodernidad” en Emblemata, 17 (2011). pp. 37-44.

[2] El Mercure Galant (1672-78) y The ladies Mercury (1693) son considerados hitos fundacionales entre este tipo de publicaciones. En 1731 nace la revista inglesa Gentelman’s Magazine, en 1785 en Francia el Cabinet des Modes, y un año más tarde en Alemania el Jornal des Luxus un der Moden.

[3] Cfr. Alonso, Luis Enrique. “El estructuralismo genético y los estilos de vida: consumo, distinción y capital simbólico en la obra de Pierre Bourdieu”, consultado en http://www.unavarra.es/puresoc/es/c_textos.htm (16/05/2012).

[4] Cfr. Abad-Zardoya, Carmen. “El sistema de la moda. De sus orígenes a la postmodernidad” en Emblemata, 17 (2011). pp. 44-45.

[5] En El sistema de la moda, Roland Barthes únicamente se ciñe a un análisis semiótico del vestido-imagen y del vestido-escrito, no profundizando así en un análisis del vestido-real, ya que se concentra sólo en las revistas de moda como objeto de estudio.

[6] Paz, Octavio. El laberinto de la soledad. FCE, México, 1997. pp. 16-18.

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