Debate en torno a la definición de “novela” en el siglo XX, en Francia
Claves introductorias*
La novela, ¿qué es?, ¿cómo reconocerla dentro del plexo de discursos y géneros literarios, de maneras de ensamblar palabras y frases y narrar y, en general, de formas de hacer literatura?, ¿para qué sirve?; estas son algunas de las preguntas que ha suscitado la novela en el campo de la literatura y que, de manera particular, en la Francia de los años 50 y 60 del siglo pasado, dieron lugar a unos debates interesantes, sobre todo, con la segunda generación de los practicantes del Nouveau Roman (Robbe-Grillet, por ejemplo), los filósofos del post-estructuralismo francés (Derrida, Deleuze, Ricoeur), y los críticos literarios de la Nouvelle Critique (Barthes, Kristeva, Sarduy), entre otras corrientes de pensamiento relevantes.
En las siguientes páginas, ofrecemos unas pinceladas históricas, en clave bibliográfica, que podrían contribuir a reconstruir el contexto de estos debates, a fin de plantear unas ideas para la recepción actual de algunas novelas excepcionales.
Contexto de los debates
Si bien cada vez más, entre novelistas y críticos literarios (véase Kundera, 1986) se ha vuelto común la idea de que Don Quijote de la Mancha (publicada originalmente en 1605) del escritor español Miguel de Cervantes Saavedra, es la obra que ha inaugurado la novela, nunca han desaparecido los cuestionamientos en torno a tal origen. Francia ha sido uno de los países donde estos debates han cobrado una gran relevancia entre artistas e intelectuales no sólo franceses, sino también negros y afrodescendientes, caribeños y latinos, tal como lo veremos.
Desde nuestra perspectiva, uno de los intelectuales franceses, quien, en el tránsito de los años 50 y 60 del siglo pasado, mejor planteó dichos debates sobre la literatura, es Serges Doubrovsky, en su libro Pourquoi la nouvelle critique: critique et objectivité (1966). Él deconstruyó los términos en los que se situaban estos debates, como la terminología planteada por Sartre en su libro: Qu’est-ce que la littérature? (1948). Según Sartre, la pregunta era para qué sirve la literatura, y se dirigía en contra de quienes practicaban la literatura sin pretensiones de engagement, es decir, haciendo “l’art pour l’art”. Al contrario, Doubrovsky entendió que la pregunta fundamental era aún más compleja en la medida en que giraba no tanto en torno a la disyuntiva “littérature engagée versus l’art pour l’art”, sino más bien en torno a la forma de hacer literatura y crítica literaria y, de manera más precisa, a la necesidad o no de abrir la crítica literaria a la filosofía, el psicoanálisis, las ciencias sociales y las distintas perspectivas teórico-metodológicas de estas disciplinas, por ejemplo, la sociocrítica, la psicocrítica, el análisis formal, el estudio genético-estructural, la semiótica, entre otras.
Papel central del lenguaje en estos debates
Podemos ir más allá de Doubrovsky y afirmar que el ambiente intelectual de la posguerra francesa, a partir de los años 50, fue marcado, entre otros hechos, por el llamado post-estructuralismo francés y la Nouvelle Critique. En ambas corrientes el lenguaje jugó un papel fundamental y ocupó el centro de los debates. Traemos a colación dos ejemplos ilustrativos. Según Derrida en su libro L’écriture et la différence (1967: 9), el (post)estructuralismo se puede palpar en el hecho de que:
[…] en todos sus dominios, por todos los caminos y a pesar de todas las diferencias, la reflexión universal recibe hoy un formidable movimiento de una inquietud sobre el lenguaje —que no puede ser sino una inquietud del lenguaje y en el mismo lenguaje—.
Más allá de cualquier debate concreto, el tema fundamental sería el lenguaje en y por sí mismo, en el que todo, absolutamente todo, se deconstruye, incluyendo no sólo obras literarias, sino también toda la tradición filosófica occidental, las ciencias sociales y el mismo eurocentrismo.
Del mismo modo, la noción de escritura, empezando por la pregunta sobre qué es, se convirtió en el objeto de esta reflexión universal, de la que habla Derrida y que Barthes había plasmado en los albores de los años 50 en su fabuloso texto inaugural Le degré zéro de l’écriture (1953: 15). La escritura se plantea no como una práctica orientada a producir obras, sino como una actividad reflexiva, producto de la intersección dinámica de lo social heredado –por ejemplo, la lengua del escritor– y lo personal corporalmente producido, en concreto, el estilo de éste.
El debate sobre la novela: entre teoría y práctica
De manera más específica, el debate sobre la novela, lo iniciaron en el siglo pasado los novelistas du Nouveau Roman, en particular, la primera generación de esta corriente. Por ejemplo, Tropismes (1939) de Nathalie Sarraute marcó este inicio de una manera fabulosa. La siguió la segunda generación, por ejemplo, Jalousie (1957) de Robbe-Grillet y alcanzó una de sus cumbres en los años 80, en concreto, en la famosa Revista Revue Art Press (1985-1986).
Vale subrayar que históricamente en Francia los debates sobre la novela siempre han ido más allá de la opinión vulgar y simplista, según la cual ésta es como un cuento, pero más largo y quizás con más personajes y una intriga más compleja. De hecho, en Francia, el mismo concepto de novela fue cuestionado por reconocidos novelistas, por ejemplo, Maupassant (1887/1987), quien negaba rotundamente la idea misma de que se podía clasificar un escrito como novela o no.
También la novela como género ha sido utilizada para varios propósitos, entre ellos, filosóficos, educativos y políticos. Entonces, se le ha dado un valor espiritual y cognitivo elevado en cuanto vehículo narrativo y literario de pensamiento. Roman philosophique y Roman à thèse figuran entre estos usos de la novela que han servido para vehicular ideas o pensamientos filosóficos, argumentos o posicionamientos de orden político, social e incluso religioso. El roman philosophique —que puede ser considerado una especie de Roman à thèse— tuvo su esplendor en la Ilustración francesa en el siglo XVIII y marcó una época en que:
[…] la filosofía y la novela no habitaban mundos separados. (Negroni 2014: 9).
Por otro lado, el Anti-roman y el Nouveau roman (considerado un subgénero del primero) constituyen otras formas de usar la novela incluso en contra del género mismo. Por ejemplo, el Anti-roman se ha venido practicando en Francia, desde Rabelais hasta el Nouveau Roman (con Sarraute), como un ataque directo en contra de las características esenciales de la novela, mediante elementos como: “espacio-tiempo desarmonizado, rechazo del principio de no-contradicción […], intriga dislocada, narrador no fiable…”. (Camus 2015: 97)
Participación de no europeos en estos debates
Estos debates en Francia sobre la literatura y, en particular, la novela, no fueron protagonizados solamente por europeos, sino también por: intelectuales y artistas negros durante los dos Congresos de los Escritores y artistas negros, en 1956 en París y en 1959 en Roma, respectivamente (Présence Africaine 1958 y 1959); y por novelistas del llamado boom latinoamericano —muchos, residentes, exiliados o emigrados en París, entre ellos, Gabriel García Márquez— (Sarduy (1972/1999: 1813).
De estos debates saldrán dos grandes figuras caribeñas, el afro-martiniqueño Édouard Glissant y el cubano Severo Sarduy, quienes, por medio de sus prácticas literarias —véase sus cuatro respectivas primeras novelas: La Lézarde (1958) y Le Quatrième Siècle (1964) del primero, y Gestos (1963)y De donde son los cantantes (1967) del segundo—, harán del género de la novela un ensamble tan complejo de estrategias narrativas, literarias, retóricas y lingüísticas, entre otras, que ésta logra difuminar las fronteras entre géneros literarios, entre vehículo narrativo y pensamiento, e incluso entre literatura y filosofía.
Haciendo novela y literatura de una manera tan compleja, estos dos autores caribeños alcanzaron a hacer filosofía, pulverizando conceptos fundamentales, por ejemplo, el de identidad. Sin embargo, si bien el valor literario de sus obras fue reconocido y premiado inmediatamente en Francia y Europa[1], el valor filosófico de estas aún no ha obtenido el merecido reconocimiento. De allí la necesidad de actualizar la recepción de estas obras que Occidente no ha querido reconocer en su dimensión original y novedosa en cuanto artefactos de conocimiento.
Bibliografía
Barthes, R. (1953). Le Degré zéro de l’écriture. Paris : Seuil.
Camus, A. (2015). «Roman et antiroman : Chevillard, Senges, Volodine », in: CAIRN, N° 180, 2015/4, pp. 92-104.
Derrida, J. (1967). L’écriture et la différence. Paris: Le Seuil.
Doubrovsky, S. (1966). Pourquoi la nouvelle critique: critique et objectivité (1966). Paris: Mercure de France.
Glissant, É. (1958). La Lézarde. Paris: Le Seuil.
Glissant, É. (1964). Le Quatrième Siècle. Paris: Le Seuil.
Maupassant, G. (1887/1987). Romans. Paris : Gallimard.
Negroni, B. (2014). « Notes de lecture. Colas Duflo Les Aventures de Sophie : la philosophie dans le roman au XVIIIe siècle Paris, CNRS éditions, 2013 », Cahiers philosophiques, 2014/2 (n° 137), pp. 132-136
Présence africaine. (1958). Contributions au 1er Congrès des écrivains et artistes noirs. Paris: Présence africaine.
Présence africaine. (1959). Deuxième Congrès des écrivains et artistes noirs : Rome, 26 mars-1er avril 1959, tome 1 : L’unité des cultures négro-africaines. Paris: Présence africaine.
Revue Art Press, Déc. 85-Janv.-Fév.86. Hors Série No. 5, pp.16-19.
Robbe-Grillet, A. (1957). Jalousies. Paris: Minuit.
Sarduy, S. (1963/1999). “Gestos”, in: Severo Sarduy (1999). Obra completa, Tomo I. (Eds. Gustavo Guerrero y François Wahl). París: ALLCA XX, pp. 267-326
Sarduy, S. (1965/1999). “De donde son los cantantes”, in: Severo Sarduy (1999). Obra completa, Tomo I. (Eds. Gustavo Guerrero y François Wahl). París: ALLCA XX, pp. 327-423.
Sarduy, S. (1967). Écrit en dansant. Paris: Seuil.
Sarduy, S. (1972/1999). “El barroco y el neobarroco”, en: Severo Sarduy, Obra completa, Tomo II. (Edición de Gustavo Guerrero y François Wahl) París: ALLCA XX, pp.1385-1404.
Sarraute, N. (1935). Tropismes. Paris: Robert Denoël et Steele.
Sartre, J. (1948). Qu’est-ce que la littérature ? Paris: Gallimard.
Notas
* Con motivo del día del maestro, este 15 de mayo de 2022, dedico estas breves reflexiones a la memoria de mi maestro Raúl Mora, de quien yo fuera asistente para la asignatura de literatura en el ITESO en Guadalajara (México).
[1] Sarduy recibió en 1972 el premio francés “Prix Médicis Étranger” por su novela Cobra y toda su producción literaria; mientras que Glissant obtuvo en 1958 el premio francés “Prix Renaudot” por La Lézarde (1958) y en 1965 otro premio europeo “Prix Charles Veillon” por Le Quatrième Siècle.