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Corrientes filosóficas del siglo XXI

Corrientes filosóficas del siglo XXI

Introducción

Como estudiante y docente de filosofía, he dedicado numerosas jornadas a la exploración de las principales corrientes del pensamiento, desde los presocráticos hasta las expresiones más recientes de la filosofía contemporánea, tanto en su vertiente occidental como en las tradiciones orientales. La reflexión filosófica, por su propia naturaleza, nunca ha sido fácil de delimitar frente a otras formas de conocimiento. Esta dificultad ha propiciado que el concepto mismo de “filosofía” haya experimentado transformaciones significativas a lo largo de la historia, de modo análogo a lo ocurrido con las nociones de arte o ciencia.

En las siguientes líneas me propongo examinar el lugar que ocupa la filosofía en el presente, a través de un análisis de las principales aportaciones realizadas por las corrientes filosóficas en el primer cuarto del siglo XXI. El objetivo es ofrecer una cartografía que nos ayude a orientarnos en una época marcada por la inmediatez, la fragmentación y el consumismo de lo desechable. Para ello, recurriremos a textos relevantes y a contribuciones prominentes de pensadores contemporáneos

Antes de empezar, me gustaría señalar una obviedad necesaria: las corrientes aquí incluidas, como las omisiones deliberadas, son el resultado de una selección personal, influenciada por mis intereses y perspectiva. Esta lista no pretende ser exhaustiva ni objetiva en un sentido absoluto, sino una divulgación de algunas de las corrientes filosóficas que me parecen relevantes o populares.

Características de la filosofía contemporánea

La filosofía del siglo XXI ya no es esa figura encerrada en una biblioteca europea, escribiendo tratados que solo otros filósofos entienden. Hoy, la filosofía respira el aire del mundo, escucha otras voces, se mezcla con otras disciplinas y, sobre todo, se pregunta cómo puede servir para mejorar la vida real. Una de las transformaciones más potentes ha sido la globalización del pensamiento. Durante siglos, la filosofía fue casi sinónimo de Europa. Hoy ya no. Filósofos de África, Asia y América Latina están tomando la palabra con fuerza, no solo para ser escuchados, sino para cambiar el guion. La filosofía se volvió un coro de muchas voces, culturas y experiencias. Y eso no solo la enriquece, sino que la vuelve más honesta, más humana.

Otro cambio esencial es la interdisciplinariedad. El filósofo ya no trabaja solo, aislado en su torre de marfil. Ahora colabora con artistas, neurocientíficos, biólogos, sociólogos, físicos, ingenieros… Entiende que para pensar bien el mundo, hay que conocerlo desde todos los ángulos. Las fronteras entre disciplinas se difuminan, y eso permite que la filosofía toque tierra, que dialogue con lo concreto.

Y es precisamente ese contacto con la realidad lo que ha impulsado un enfoque más ético y práctico. La filosofía del siglo XXI está preocupada, y con razón: por la injusticia, por el cambio climático, por el avance descontrolado de la tecnología, por las violencias que persisten. Ya no se trata solo de pensar por pensar. Se trata de pensar para actuar. La ética se convierte en brújula. Además, la filosofía se abrió a la diversidad identitaria. Se empezó a escuchar a quienes antes fueron ignorados: mujeres, personas racializadas, personas LGTBTIQ+, personas con discapacidad…, no como representantes de “temas” exóticos, sino como voceros que tienen mucho que decir. El pensamiento feminista, queer e interseccional ha puesto sobre la mesa nuevas formas de hacer filosofía, más inclusivas, más sensibles, más justas.

También se está dejando atrás la idea de que el ser humano es el centro de todo. La crítica al antropocentrismo ha crecido. Se empieza a pensar en serio que no estamos solos, que compartimos este mundo con otros seres (animales, ecosistemas, tecnologías) y que no podemos seguir actuando como si todo nos perteneciera. Esto ha dado lugar a corrientes como el posthumanismo y la ecología profunda. La tecnología, por supuesto, ocupa un lugar central. Vivimos rodeados de pantallas, algoritmos e inteligencias artificiales. Y la filosofía ha tenido que reaccionar. ¿Qué significa ser humano cuando las máquinas piensan? ¿Qué responsabilidad tenemos al programar sistemas que afectan millones de vidas? La filosofía de la tecnología no es un lujo, es una necesidad urgente.

Curiosamente, a la vez que se habla de algoritmos, también se está recuperando la sabiduría ancestral. Hay una revalorización de saberes indígenas, africanos y asiáticos. Cosmovisiones que cuidan la tierra, que entienden al ser humano como parte de un todo. No son reliquias del pasado: son claves para construir un futuro más equilibrado. Esto se enlaza con el auge del pensamiento decolonial, que cuestiona el poder intelectual de Occidente. No se trata de rechazar todo lo europeo, sino de abrir espacio a otras formas de saber, que durante siglos fueron invisibilizadas o despreciadas. Es un acto de justicia epistemológica.

Y, finalmente, la filosofía del siglo XXI se atreve a experimentar. Ya no se limita al papel y al aula. Usa herramientas de las ciencias cognitivas, hace encuestas, explora cómo pensamos en la vida cotidiana. A eso se le suma un pluralismo metodológico: ya no hay una única forma válida de filosofar. Se mezclan estilos, escuelas, lenguajes. Y eso la hace más rica, más libre. “No se puede aprender Filosofía, pero sí a filosofar” afirmó Kant. Para eso, cada generación filosofará a partir de las preguntas que le brinde su tiempo. El nuestro, está lleno de retos y decisiones que se han de tomar de forma acelerada. 

Corrientes filosóficas contemporáneas

El siglo XXI ha presenciado una gran diversidad de corrientes filosóficas, con pensadores de todo el mundo abordando los desafíos contemporáneos desde distintas tradiciones. A grandes rasgos, podemos distinguir el desarrollo continuo de la filosofía analítica (típica del mundo anglosajón, enfocada en el análisis lógico, la mente, el lenguaje y la ciencia) y de la filosofía continental (derivada de corrientes europeas como el existencialismo, el postestructuralismo o la teoría crítica). Junto a ellas, han cobrado fuerza nuevas perspectivas globales provenientes de la filosofía latinoamericana, africana y asiática, que incorporan las experiencias y preocupaciones de sus contextos culturales. 

Filosofía analítica contemporánea

La filosofía analítica en la actualidad continúa la tradición de claridad argumentativa y rigor lógico, pero ampliando sus horizontes hacia problemas contemporáneos. Los filósofos analíticos han integrado cada vez más los descubrimientos de la ciencia y han incursionado en temas prácticos que afectan globalmente a la humanidad. Algunas tendencias destacadas dentro de la filosofía analítica reciente son:

Filosofía de la mente y ciencias cognitivas

Mediante la filosofía de la mente se profundizó el estudio de la conciencia, la cognición y el cerebro. Filósofos como Daniel Dennett o David Chalmers debaten la naturaleza de la mente y el problema de la conciencia (por ejemplo, la pregunta de por qué tenemos experiencias subjetivas). Estos debates se apoyan en la neurociencia y la psicología. También se exploran las relaciones mente-cuerpo y la inteligencia artificial, preguntando si una máquina puede tener mente o si la conciencia es exclusivamente biológica.

Ética aplicada y bioética

Los filósofos analíticos han abordado dilemas éticos contemporáneos que trascienden fronteras. Por ejemplo, Peter Singer ha impulsado la ética práctica sobre bienestar animal y la idea de altruismo efectivo, que promueve maximizar el impacto positivo de nuestras acciones altruistas. Otros, como Martha Nussbaum, han desarrollado enfoques de justicia global (Nussbaum junto con Amartya Sen propone la “teoría de las capacidades” como base para garantizar la dignidad humana). Se analizan temas como derechos humanos universales, pobreza mundial, justicia distributiva, bioética (clonación, ingeniería genética) y ética médica. 

Ante la crisis climática, la ética ecológica también es central: se reflexiona sobre la responsabilidad con las generaciones futuras y con otras especies. Figuras como Val Plumwood o Arne Næss (creador de la “ecología profunda”) han abogado por reconsiderar la relación humano-naturaleza desde una ética medioambiental.

Filosofía de la ciencia y filosofía de la tecnología

La aceleración del progreso científico y tecnológico ha suscitado nuevas cuestiones filosóficas. En el ámbito de la ciencia, se examinan las implicaciones epistemológicas y éticas de avances en biotecnología, inteligencia artificial y manejo de datos. Por ejemplo, ¿qué límites morales deben existir en la edición genética o en el uso de big data? ¿Cómo asegurar que el conocimiento científico se use responsablemente? 

En el terreno de la tecnología, se estudia el impacto de la digitalización y la automatización en nuestra vida. Surge la filosofía de la información, impulsada por autores como Luciano Floridi, que considera la “infosfera” (el entorno global de información) y propone una ética informacional para la era digital. También destaca el debate sobre la inteligencia artificial y la robótica: filósofos y expertos en ética discuten la autonomía de los algoritmos, los vehículos autónomos, la privacidad en internet o incluso los derechos de las inteligencias no humanas

Un tema muy popular es el transhumanismo, la corriente que propone emplear la tecnología para ampliar las capacidades humanas e incluso superar las limitaciones biológicas (por ejemplo, mediante implantes, mejoramiento genético o inteligencia artificial avanzada). Esta filosofía, asociada a futuristas como Ray Kurzweil o filósofos como Nick Bostrom, ve posible y deseable transformar al ser humano por medios tecnológicos. Sus defensores argumentan que existe un imperativo ético de mejorar la condición humana y quizás dar paso a un ser “posthumano”, mientras que sus críticos advierten sobre riesgos éticos y sociales de estas tecnologías.

Filosofía experimental

Una característica notable de la filosofía analítica del siglo XXI es su apertura a métodos empíricos. Surgió la llamada filosofía experimental (X-Phi), un movimiento que combina la reflexión filosófica con técnicas de las ciencias sociales y cognitivas. Los filósofos experimentales realizan encuestas y experimentos para investigar cómo la gente común entiende ciertos conceptos o dilemas filosóficos. Por ejemplo, pueden presentar variantes de un dilema moral a personas de diversas culturas para ver si las intuiciones morales difieren, contribuyendo así a debates sobre universalidad o relativismo ético. Esta corriente, iniciada por autores como Joshua Knobe o Shaun Nichols, desafía la idea tradicional de la “filosofía de sillón” (hacer filosofía solo mediante reflexión abstracta) mostrando que los datos empíricos pueden ayudar a revelar los procesos psicológicos detrás de nuestras intuiciones filosóficas. 

Filosofía continental contemporánea

La filosofía continental, heredera de tradiciones europeas como la fenomenología, el existencialismo y el postestructuralismo, ha seguido evolucionando en el siglo XXI con nuevas corrientes que responden a la condición cultural actual. Aunque el posmodernismo (tan influyente a fines del siglo XX) ha perdido fuerza como novedad, su legado de cuestionar las verdades absolutas y las estructuras de poder permanece. A continuación, destacamos algunas corrientes e ideas influyentes en el pensamiento continental reciente:

Posmodernidad tardía

A inicios del siglo XXI se seguían sintiendo los ecos del postmodernismo, corriente escéptica frente a los grandes relatos y las verdades universales. Pensadores como Jean-François Lyotard (quien habló del fin de los “grandes relatos”) o Richard Rorty (desde una perspectiva pragmatista) promovieron una visión pluralista en la que ninguna narrativa única domina. Esta actitud postmoderna destacó la fragmentación y la relatividad de las perspectivas. Si bien estas ideas surgieron en el siglo XX, siguen influyendo en la filosofía de la cultura, la teoría del arte y la sociología en el siglo XXI. En la misma línea, el constructivismo social (la idea de que muchas realidades como el género, la locura, etc., son construcciones sociales) se ha popularizado, invitando a analizar críticamente cómo el lenguaje y las instituciones forman nuestra visión del mundo.

Nuevos realismos

Como reacción a la herencia postmoderna (que muchos consideraban excesivamente centrada en cómo conocemos más que en lo que existe), un grupo de jóvenes filósofos propuso recuperar la cuestión de la realidad independiente del ser humano. Surge así el realismo especulativo, un movimiento filosófico iniciado alrededor de 2007, que busca superar el pensamiento antropocéntrico y el “correlacionismo” (la idea de que solo conocemos la correlación entre el pensamiento humano y el ser, nunca la realidad en sí misma). 

Filósofos como Quentin Meillassoux, Graham Harman, Ray Brassier o Iain Hamilton Grant sostienen, con diferentes matices, que la filosofía debe poder pensar el mundo tal como es más allá de la percepción y las categorías humanas. Por ejemplo, la ontología orientada a objetos (promovida por Harman) afirma que los objetos, sean una piedra, un árbol o un electrón, tienen una existencia y relaciones propias, no derivadas únicamente de cómo los aprehendemos. En términos simples, estas corrientes invitan a reimaginar la realidad desde los objetos mismos, reconociendo que hay un mundo que no gira en torno al ser humano. Este nuevo enfoque ha revitalizado debates metafísicos y ha influido incluso en el arte y la teoría literaria, al enfatizar la agencia de las cosas y no solo de los sujetos.

Teoría crítica

La tradición de la Escuela de Frankfurt y la teoría crítica sigue vigente y transformándose. Autores como Jürgen Habermas continúan reflexionando sobre la democracia, la racionalidad comunicativa y los desafíos de la modernidad, si bien Habermas ha debatido con filósofos más jóvenes sobre biotecnología o religión en la esfera pública. Por otro lado, han cobrado renombre pensadores continentales dedicados a criticar el capitalismo global y la política contemporánea. 

Uno de los más conocidos es Slavoj Žižek, filósofo esloveno que mezcla el legado de Hegel, Marx y el psicoanálisis lacaniano para analizar la cultura de masas, el consumismo y la ideología en el mundo posmoderno. Žižek, con su estilo provocador, ha reflexionado sobre cine, política y deseos inconscientes, renovando la crítica marxista para el siglo XXI. Igualmente, Alain Badiou en Francia ha abogado por revivir la idea de comunismo como hipótesis filosófica, rescatando el universalismo e intentando formular una ética de verdades universales (fiel a eventos como la revolución, el amor, la ciencia y el arte). 

En Italia, Giorgio Agamben analizó las estructuras de poder modernas en obras sobre el estado de excepción y la nuda vida, conceptos que se volvieron referentes para pensar fenómenos como las medidas de seguridad post-11S o, más tarde, las cuarentenas en la pandemia. Todos ellos continúan la vena de crítica social iniciada por filósofos anteriores, pero adaptándola a fenómenos actuales como la globalización, el control biopolítico y las nuevas formas de alienación. 

Un tema recurrente es cómo el poder actúa sobre los cuerpos y las poblaciones: por ejemplo, Achille Mbembe, filósofo camerunés radicado en Sudáfrica (frecuentemente dialogante con corrientes continentales), acuñó el término necropolítica para describir la forma en que los Estados o poderes deciden quién puede vivir y quién debe morir en el orden mundial actual, extendiendo la idea foucaultiana de biopolítica. Mbembe y otros pensadores africanos y poscoloniales critican los aspectos oscuros de la modernidad (racismo, colonialismo, desigualdad) inherentes al capitalismo global.

Posthumanismo

Una tendencia notable es el interés por la condición posthumana. El posthumanismo filosófico es un marco que desafía las fronteras del humanismo tradicional, replanteando la posición del ser humano en relación con la naturaleza, la tecnología y otros seres. Autores como la mencionada Braidotti, o incluso Peter Sloterdijk en Alemania, analizan cómo nuestra identidad se transforma en un mundo donde estamos profundamente conectados con sistemas tecnológicos y ecológicos. 

Este pensamiento critica la idea de que el ser humano es el centro o medida de todas las cosas (antropocentrismo), señalando nuestra interdependencia con lo no-humano. En un contexto de avances técnicos y crisis ecológica, el posthumanismo ofrece una mirada ética renovada sobre qué significa ser humano hoy. Por otro lado, la corriente del nuevo materialismo (asociada a filósofas como Karen Barad o Jane Bennett) enfatiza que la materia y los cuerpos importan: se exploran las agencias de lo material, cómo incluso partículas cuánticas u objetos “inanimados” participan en la configuración de la realidad. Donna Haraway, una teórica influyente (con su famoso concepto del “cyborg” ya desde los años 80), ha seguido contribuyendo en el siglo XXI con ideas sobre el entrelazamiento de humanos, animales y máquinas (lo que ella llama Chthuluceno para referirse a una nueva era de co-evolución de especies). 

Teoría de género contemporánea

¿En qué consiste la filosofía feminista? En términos generales, es una perspectiva filosófica que critica las estructuras patriarcales, analiza cómo las categorías de género han influido en la cultura y el pensamiento, y propone vías para la igualdad y la justicia de género. En el siglo XXI, esta filosofía se ha enriquecido al incorporar las voces de mujeres de diferentes regiones, clases sociales y orientaciones sexuales, volviéndola más interseccional (es decir, analizando cómo el género se entrecruza con la raza, la clase, la sexualidad, etc.). 

Encontramos una crítica al esencialismo de género, donde filósofas como Judith Butler argumentan que conceptos como “hombre” y “mujer” no son esencias fijas dictadas por la biología, sino construcciones culturales mantenidas por actos repetitivos (performances). Esta idea ha revolucionado cómo entendemos la identidad de género, mostrando que hay variabilidad y agencia en cómo cada persona vive su género.

También podemos rescatar la teoría queer, que surge como extensión de las teorías feministas para cuestionar también las normas sobre la sexualidad. Pensadores queer (por ejemplo, Paul B. Preciado, en sus escritos sobre identidad trans y sexualidad) desafían la división binaria de los géneros y reivindican las identidades LGBTIQ+ dentro del discurso filosófico. El resultado ha sido una mayor visibilidad de temas antes marginados, como las experiencias de personas transgénero, la diversidad sexual y corporal, etc., y la incorporación de estas experiencias al análisis filosófico de la identidad, la ética y el derecho.

Otra contribución importante del feminismo a la ética ha sido resaltar la ética del cuidado. Tradicionalmente, la ética occidental se centró en la justicia, la autonomía y reglas abstractas. Sin embargo, si entendemos la ética como ethos, es decir, como carácter o forma de ser en el mundo, no podemos pensarla fuera del cuidado. Para desarrollar un proyecto vital necesitamos del cuidado de los otros, y este cuidado ha sido una carga histórica que ha tenido la mujer. De aquí también nacerá el ecofeminismo.

Ecofeminismo

El ecofeminismo, como toda corriente filosófica que surge de una crisis de pensamiento, se presenta no solo como una crítica, sino como una reconfiguración radical de las relaciones entre el hombre, la mujer y la naturaleza. En lugar de ser un simple campo de estudios o una categoría teórica, el ecofeminismo es una fuerza que desmantela los vínculos de dominación que entrelazan lo social, lo biológico y lo ambiental. El patriarcado ha logrado encadenar y subyugar simultáneamente el cuerpo de la mujer y la tierra, asignando a ambos un rol subordinado en la construcción de los modelos de poder y consumo. En el giro ecofeminista, el cuerpo humano y el cuerpo natural se conectan en una misma lucha, y la explotación del uno es inseparable de la del otro. Aquí no hay lugar para una dualidad fácil entre lo humano y lo no humano, entre lo cultural y lo natural: todo está imbricado, todas las luchas son una sola.

El ecofeminismo es una filosofía que no se limita a la denuncia, sino que es una apertura a nuevas formas de vida. No se trata simplemente de hablar de los daños que el patriarcado y el capitalismo han causado, sino de reimaginar las relaciones entre los seres humanos y el medio ambiente desde la perspectiva de un cuidado colectivo, en el que no hay división entre lo que se cuida y lo que cuida. La propuesta no es un retorno al pasado, sino una apertura hacia un futuro posible, un futuro que se construye no a través de la destrucción, sino a través de la cooperación, el respeto y la sostenibilidad. 

En la multiplicidad de voces que forman el ecofeminismo, encontramos una filosofía que no solo denuncia la opresión, sino que ofrece nuevas formas de existir en el mundo. Tres autoras muy recomendables son Vandana Shiva (El retorno a la tierra), Alicia Puleo (Claves ecofeministas) y Marta Tafalla (Filosofía ante la crisis ecológica).

Filosofía de la liberación

En Latinoamérica ya desde la segunda mitad del siglo XX se gestó la filosofía de la liberación, con filósofos como Enrique Dussel (argentino-mexicano), Leopoldo Zea y Augusto Salazar Bondy, que sostenían que la filosofía latinoamericana debía partir de las situaciones de dependencia y opresión propias de la región y buscar emancipación. 

Dussel, por ejemplo, planteó una ética de la liberación centrada en atender la realidad de las víctimas del sistema (los pobres, los oprimidos) y en “descolonizar” el pensamiento, es decir, liberarlo de los prejuicios importados de Europa. Este impulso evolucionó a lo que se llama hoy pensamiento decolonial, articulado por escritores como Aníbal Quijano (quien acuñó el concepto de colonialidad del poder), Walter Mignolo, Nelson Maldonado-Torres y Catherine Walsh. El pensamiento decolonial hace hincapié en que, aunque la era colonial terminó políticamente para la mayoría de los países, persiste una colonialidad en las estructuras de conocimiento, de poder y de ser. Es decir, el modo en que se organiza la economía mundial, las categorías con las que entendemos la identidad (raza, nación, etc.) y los saberes legítimos llevan la marca de la dominación colonial. 

Por tanto, estos filósofos proponen “descolonizar la filosofía”, lo que implica recuperar conocimientos indígenas y locales, valorar otras epistemologías (formas de conocer) que Occidente despreció, y construir teorías desde el Sur Global. Un ejemplo: Frantz Fanon, aunque falleció antes del siglo XXI, es un pensador de referencia (martiniqueño que vivió en Argelia) cuyo análisis de cómo el colonialismo aliena tanto al colonizado como al colonizador sigue siendo estudiado y aplicado para entender la psicología de la opresión racial en la actualidad.

Otra forma de vida es posible: la hoguera de los continentes

Este apartado lo voy a dedicar a todas las culturas oprimidas por el cánon, que tienen formas de vida alejadas del consumismo plastificado de las urbes occidentales, más conectadas con los bosques, las praderas, los ríos… Una hoguera en la que nos reunimos de aquí y de allá para cantar sobre la vida. Dice el grupo valenciano La Raíz: “cantamos para levantar la marea a contracorriente, que suene la voz del esclavo”. 

Filosofía comunitaria del Ubuntu

Un concepto emblemático de África sub-sahariana que ha ganado difusión mundial es Ubuntu. Ubuntu es una palabra presente en lenguas como el zulú y xhosa, y expresa una regla ética centrada en la lealtad y las relaciones entre las personas. Se suele traducir con ideas como “una persona es persona a través de otras personas” o “yo soy porque nosotros somos”, subrayando la interconexión y comunidad como base de la existencia humana. En sociedades africanas tradicionales, Ubuntu orienta valores de hospitalidad, solidaridad, respeto y empatía dentro de la comunidad. 

Filósofos africanos contemporáneos, como Mogobe Ramose o Desmond Tutu (este último un líder moral además de religioso), han escrito sobre Ubuntu como filosofía, aplicándola a contextos modernos: por ejemplo, en la Comisión de Verdad y Reconciliación de Sudáfrica tras el apartheid, Tutu invocó Ubuntu para promover el perdón y la reconstrucción social. La idea de Ubuntu ha penetrado incluso en debates globales de ética empresarial, derechos humanos y filosofía política, aportando una perspectiva más comunitarista y humanista frente al individualismo occidental.

Budismo comprometido

Una tendencia notable en el mundo budista (que abarca varios países asiáticos) es el llamado Budismo comprometido. Iniciado por el maestro Zen vietnamita Thich Nhat Hanh a mediados del siglo XX, en el siglo XXI ha cobrado más fuerza y difusión. Consiste en aplicar las enseñanzas budistas (como la compasión, la interdependencia y la atención plena) a problemas sociales, políticos, ambientales y económicos actuales. Por ejemplo, budistas comprometidos participan en movimientos por la paz, en la protección del medio ambiente, en la defensa de derechos humanos, todo ello viendo esas acciones como parte de su práctica espiritual. Thich Nhat Hanh, quien falleció en 2022, fundó comunidades en Occidente y Oriente donde se promueve la meditación aplicada a la vida diaria y se educa en la paz interior para fomentar la paz exterior. En países como Tailandia o Sri Lanka, hay monjes y laicos budistas involucrados en desarrollo comunitario, tratamiento de adicciones, o reforestación (los llamados “monjes ecológicos”). Esta fusión de espiritualidad con activismo ha sido una aportación asiática importante a la ética global.

Filosofía india

En el sur de Asia, India presenta un panorama complejo. Por un lado, las filosofías religiosas tradicionales (hinduismo, budismo, jainismo, islam sufí, sikhismo) continúan siendo referentes para la vida y el pensamiento de millones. Por otro, India tiene una fuerte tradición de filosofía académica tanto en sánscrito como en inglés. En el siglo XXI, pensadores indios han abordado cuestiones como la reinterpretación de la ahimsa (no violencia) de Gandhi frente a la violencia moderna, el encuentro entre la filosofía Vedanta (no dualista) y la física cuántica, o la filosofía política en una de las mayores democracias del mundo. Un tema central ha sido la justicia social dentro de India: filósofos dalit (pertenecientes a los antiguos “intocables”) y activistas se inspiran en B. R. Ambedkar (figura clave, filósofo-político que impulsó la abolición del sistema de castas en la constitución) para seguir cuestionando las jerarquías de casta y género. 

También hay un notable diálogo ciencia-espiritualidad: el Mind and Life Institute, por ejemplo, ha facilitado conversaciones entre el Dalai Lama (líder budista tibetano, exiliado en India) y científicos occidentales sobre mente y conciencia, lo que alimenta una especie de neurofilosofía budista. En las universidades indias, la filosofía analítica anglosajona tiene presencia (India tiene filósofos lógicos, de lenguaje, etc.), pero también hay filósofos que trabajan en estética y filosofía comparada, comparando conceptos, digamos, de Nagarjuna (filósofo budista) con Nietzsche, o el concepto de dharma con la ética aristotélica. Esta fertilización cruzada es característica en la India contemporánea.

Filosofía japonesa y coreana

En Japón, la tradición filosófica moderna (influida por Occidente desde la era Meiji) continúa, pero también hay un esfuerzo por integrar aspectos de la filosofía Zen y del pensamiento de la llamada Escuela de Kioto (Nishida Kitarō, Keiji Nishitani, etc., del siglo XX) con cuestiones actuales. Por ejemplo, filósofos japoneses reflexionan sobre la relación entre tecnología y humanidad en una sociedad altamente tecnológica (temas de robótica, inteligencia artificial: Japón tiene incluso enfoques “animistas” hacia los robots, considerándolos quasi-personas, lo que genera reflexiones éticas interesantes). En Corea del Sur, un nombre que ha ganado popularidad global es Byung-Chul Han (filósofo formado en Alemania), cuyos ensayos sobre la sociedad del cansancio, la psicopolítica y la transparencia diagnostican problemas de la vida digital y neoliberal actual, combinando influencia continental europea con sensibilidad asiática.

El mundo islámico contemporáneo

En la actualidad hay un vivo debate en sociedades de mayoría musulmana acerca de la modernidad y la tradición islámica. Pensadores como Mohammed Arkoun (Argelia/Francia) o Abdolkarim Soroush (Irán) han abogado por interpretaciones humanistas y flexibles del Islam, promoviendo la libertad de pensamiento y la reforma religiosa. Al mismo tiempo, filósofos de inspiración islámica tradicional (por ejemplo en Irán o Pakistán) dialogan con la filosofía occidental: Irán tiene una fuerte tradición de estudiar a Mulla Sadra o Avicena junto con Kant y Heidegger. En India y otros países, hay intelectuales musulmanes e hindúes discutiendo la laicidad, el pluralismo religioso y la ética en contextos de multiculturalidad. Todo esto forma parte de las corrientes de pensamiento asiáticas donde la religión, la política y la filosofía se entrelazan.

Conclusiones

La filosofía del siglo XXI se ha vuelto más diversa, global y aplicada que nunca antes. Las corrientes analíticas y continentales tradicionales continúan produciendo importantes debates teóricos, desde la naturaleza de la conciencia hasta la estructura de la realidad, a la par que abordan nuevos dilemas éticos surgidos de la tecnología y la interdependencia planetaria. Al mismo tiempo, voces de todas las regiones han enriquecido el panorama: filosofías feministas que reclaman igualdad, filosofías postcoloniales y decoloniales que descentran Europa para dar cabida a otras experiencias, y filosofías latinoamericanas, africanas y asiáticas que aportan sus sabidurías locales y perspectivas culturales a las discusiones universales.

En este mosaico filosófico del siglo XXI, podríamos decir que las temáticas giran en torno a algunos grandes ejes: la identidad (sea personal, de género, cultural o humana frente a la tecnología), la justicia (social, de género, global, postcolonial, medioambiental), el conocimiento (cómo sabemos lo que sabemos en la era de la información y la ciencia) y el ser (repensado más allá del antropocentrismo). Los principales exponentes de estas corrientes: desde Peter Singer hasta Judith Butler; desde Slavoj Žižek hasta Achille Mbembe; desde Enrique Dussel hasta pensadores en Nueva Delhi o Beijing,  pueden diferir enormemente en sus métodos y referentes, pero comparten el hecho de estar respondiendo a los desafíos y preguntas de nuestro mundo contemporáneo. Mención especial a otras corrientes que hemos omitido pero que son muy importantes como el decrecimiento, el republicanismo contemporáneo, el libertarismo o el neoliberalismo. 

De un modo u otro, la filosofía del siglo XXI ha devenido un hecho global. En esa conversación, se han sentado a la mesa tanto los herederos de Platón y Kant, como aquellos inspirados por Confucio, por el concepto de Ubuntu, o por las enseñanzas de los pueblos originarios. Todos discuten y aportan algo sobre cómo entender y enfrentar el mundo de hoy. El resultado es un panorama rico y complejo, donde ninguna corriente única tiene “la última palabra”, sino que la riqueza está en la diversidad y en el diálogo entre corrientes. Esta pluralidad asegura que la filosofía siga viva y relevante, iluminando distintos aspectos de la experiencia humana y orientándonos –con pensamiento crítico y creativo– en un siglo XXI lleno de cambios y posibilidades.

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About The Author

Ximo Palau Marzá

Licenciado en Filosofía por la Universidad Autónoma de Barcelona con una estancia en la Pontificia Universidad Católica de Chile. Actualmente está cursando el máster de Filosofía Teórica y Práctica de la Universidad Nacional Española a Distancia. Colaborador en la página web de cultura catalana llegir.cat.

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