Somos mucho más que dos
Suena el timbre del celular de Emma. Ella aparta el brazo de su acompañante y rápidamente se apresta a contestar. Moja sus labios con un poco de crema de cacao. Activa el altavoz.
—Sí, dígame…
—Hola güera, soy Román. Acabo de leer tu mensaje en el chat “Almas solitarias”.
—¿Mensaje?
—Sí, el que salió posteado en “Almas solitarias”, hasta abajo.
—¿Cuál mensaje?, ¿de qué hablas, loco?
—No te hagas, el famoso chat; dice: “Román, te perdono, regresa a casa, los niños te necesitan. Emma”.
—Tsss… mejor inventa algo más creíble.
—No son inventos, güera, aquí clarito dice Ro-mán, y está firmado por E-mma.
—Ajá.
—¿Quieres decir que no fuiste tú? Explícame eso por favor…
—Debe ser otra Emma y otro Román, hay tantos…
—Caramba, si lo que buscas es que nos demos otra oportunidad, ándale pues, estoy de acuerdo. Me dispongo a perdonar y a olvidar.
—Mira, quiero que sepas una cosa, aquí nadie te necesita, ¿de acuerdo? Mi vida ha mejorado mucho sin ti. En todos los aspectos. Por lo tanto, haz el favor de no volver a llamar ni molestar, es en serio…
—Pero…
—Es en serio.
Y tras manipular la opción correspondiente, la llamada queda cancelada.
En cosa de segundos irrumpe ahora el timbrazo del celular de Alicia, la acompañante de Emma. “Si de verdad te importo, responde de la misma forma que yo, ¿eh?, igualito”, indica la güera en voz baja. La otra acepta con un movimiento de cabeza.
—Hola.
—¿Alicia? Buenos días, soy Nacho. Ando de suerte, me recomendaron abrir “Almas solitarias” y, ¿qué crees?, descubrí tu mensaje.
—Mensaje, suerte… ¿de qué demonios hablas, Ignacio?
—De tu mensaje, men-sa-je…
Cinco minutos después, con la satisfacción gratificante del deber cumplido, ambas dan por terminada la estrategia, más enamoradas que nunca y a punto de entrar a la oficina de matrimonios igualitarios.