María Eulalia Pichicobke y la propuesta una nueva constitución
La memoria de la tierra tiene un Kimvn, un Conocimiento en mapudungun, una sabiduría que se nos presenta en cada una de las relaciones de reciprocidad que tenemos con nuestra Ñuke Mapu, Madre Tierra, Pachammama.
Las mujeres (tanto de manera individual como en colectividades y principalmente en organizaciones que practican y difunden el feminismo comunitario, en respuesta al entendimiento de que todo está vivo y que debemos imbricarnos con la naturaleza como parte de ella en consecuencia a un sentipensar biocéntrico) hemos incorporado en nuestro caminar un accionar crítico que promueve la inclusión de otros segmentos de la sociedad que han sido desvinculados, desafectados, marginados de sus derechos (ya por ser: migrantes, pertenecientes a disidencias y diversidades sexuales, integrantes de pueblos originarios, personas campesinas e indígenas), como parte de las subalternidades que en la actualidad han podido recobrar y posicionar su voz en los escenarios de transformaciones mundiales.
Hemos habitado y recorrido un continente occidentalizado donde el patriarcado nos ciñó bien enjutas a relegar nuestras historias a la intimidad más profunda y negarlas a través del silencio y el temor por la satanización, que hicieron y hacen los conquistadores, de nuestros ritos y cosmovisiones, de nuestras ceremonias y nuestras relaciones con los sitios naturales y sus gnen.[1]
En América Latina, o más bien en la floreciente Abya Yala, la memoria de las resistencias y de los movimientos indígenas ha revitalizado la necesidad que tenemos como humanidad de regenerar el lugar que cohabitamos. Es así que han emergido, brotado en los diversos territorios experiencias de hombres y mujeres, comunidades completas que han decidido defender la vida, el equilibrio con la naturaleza desde una perspectiva holística, visualizando y declarando la preservación de un Buen Vivir, Küme Mongen, vinculado tanto a lo tangible como lo intangible que habita en cada territorio.
El Pueblo Mapuche ha estado siempre vinculado al equilibrio mediante el Küme Mongen, asimilando a su sentir de ser Che, Gente en mapudungun, una concepción de salud vinculada a tres niveles de relaciones. La relación con el espacio que se vive (entorno natural), la relación con la comunidad y la relación con una misma. Dicha concepción de buena vida está vinculada a la utilización de plantas medicinales, lawenes, mediante una persona especializada llamada lawentuchefe. Aquellos conocimientos han sido incorporados de manera paulatina a la medicina tradicional del sistema de salud pública en Chile.
Sin embargo, prosiguiendo con el análisis de la narrativa de los acontecimientos en estas latitudes del continente es claro manifestar que se perpetuaron por siglos discursos que degradaron a las comunidades indígenas; no se reconocía ningún tipo de aporte y si llegaba a haberlo se consideraba más bien algo “folklórico”; poco se incluía de ellas y ellos en los textos escolares; casi nula promoción de educación intercultural bilingüe (EIB) y una sesgada e interesada visión de los medios de comunicación hegemónicos junto a los conglomerados políticos, se han encargado de establecer un paradigma de “conflicto mapuche” persistente, con dificultades estructurales para ser solucionado.
El blanqueamiento producido desde el periodo de la Conquista contó con diversas estrategias por parte de los españoles, logrando de maneras muy contundentes que gran parte de una población olvidara su origen indígena y reconociera y defendiera la cultura occidental como la vuestra.
Reducciones de tierra y reconfiguración de las estructuras geopolíticas.
Satanización y renombramiento de divinidades y cultos.
Invisibilización de los aportes culturales.
Desconocimiento de los tratados y los compromisos diplomáticos.
Reescribir la historia, por tanto, es una urgencia para quienes hoy vemos en la grandeza de las demandas de los pueblos indígenas una comprensión del ser biodiverso que nos permitiría una vida múltiple, donde una conciencia plurinacional nos reconozca en diversidad, sobre todo en el escenario de la construcción de una nueva constitución para Chile, la primera paritaria[2] en todo el mundo.
En el escenario de los enfrentamientos entre el Pueblo Mapuche y el Estado de Chile, es cierto que aparecieron Longko (Cabeza en mapudungun), líderes de una comunidad (Lof), además de Weichafes (guerreros), que han quedado plasmados dentro de la historiografía. Allí se puede nombrar a personalidades como Leftraru (Lautaro) y Kalfulikan (Caupolican); grandes y renombrados hombres mapuche que sostuvieron batallas por los territorios del Wallmapu. Junto a ellos, se ha reconocido a sus compañeras Guacolda y Fresia respectivamente como mujeres que acompañaron duras luchas al lado de estos guerreros, pudiendo entrar en la historia oficial debido al compromiso amoroso que las ligaba a dichos hombres.
Es preciso considerar que el Wallmapu o Meli Witxan Mapu, la tierra de los cuatro lados, consta de cuatro disposiciones territoriales donde al oriente se encuentra el Puelmapu, al sur el Guillimapu, al oste el Lafkenmapu y al norte el Pikunmapu.
En relación al avance territorial de los conquistadores y en consideración de los Parlamentos o Koyang que se establecieron entre español y mapuche para lograr acuerdos de convivencia, se dio el Tratado de Quillin. En dicha instancia se estableció que el límite entre indígenas y perpetradores sería el Río Biobío, aquella medida sería por tanto una de las condicionantes que ha posibilitado la creencia que los mapuche están casi única y exclusivamente entre el Biobío y Chiloé.
Pese a todo, en tanto invisibilización por género e invisibilización por predominancia territorial, la aparición de la figura de María Eulalia Pichicobke y su Zomonewen, (en mapudungun es la energía de mujer) llegó al PikunMapu, la tierra del norte, para reescribir la importancia del rol de la mujer indígena en lo que actualmente es la zona central de Chile.
Específicamente, este surgimiento ocurrió dentro del territorio de Malloa, donde sus habitantes cada vez más están en conocimiento de las narraciones que hablan y transmiten una memoria ancestral, tanto ligada al pueblo inca como al mapuche. En ese escenario es que florece el reconocimiento de María Eulalia Pichicobke como una mujer que incidió en las demandas de tierras para la comunidad de la que ella se hacía cargo, allá entre el año 1760 y 1765, en lo que los españoles denominaron como el Cacicazgo de Malloa.
Los cacicazgos fueron las instituciones que impuso la Corona Española para disolver la forma de habitar de los pueblos originarios; para el caso del Valle Central los grupos afectados fueron los promaucaes y pikunches.
“Luego de la derrota sufrida durante la primera fase de la Conquista española, y después de haberse mantenido luchando por varias décadas para resistir los embates imperiales inca y español, explica Leonardo León, el indígena de Chile central dejó de ser un enemigo de consideración, se reformularon los conceptos de hostilidad y enfrentamiento surgidos durante la guerra para crear un ambiente que estimulara la convivencia y la recuperación de la sociedad aborigen. Los peninsulares ocuparon rápidamente el valle central, distribuyeron las encomiendas y las mercedes de tierra y procedieron a integrar la región al espacio “dominado”.
(Labbé Obando, 2004)
Para María Eulalia Pichicobke el quedar a cargo de los territorios de Malloa, por parte de su hermano Joseph Pichicobke, quien se trasladó a Santiago, vino a ser un desafío que le permitió forjar una identidad como una “cacica” que estaba capacitada para parlamentar generando de esa manera la solicitud de las tierras que ancestralmente le pertenecían a su Pueblo.
“Ahora bien, María Eulalia resulta un caso interesante de estudio en tanto fue una mediadora activa y conocedora de estrategias y procedimientos judiciales. Un primer elemento que es importante destacar es el hecho de que era una mujer indígena que tenía conocimientos de escritura. Es así como en el año 1757 elevó una solicitud de puño y letra para que se le entregaran tierras del pueblo. La apropiación de la escritura le otorgó poder ante la justicia, permitiendo que se desenvolviera sin la necesaria intervención del protector de naturales”.
(Cerón Sandoval, 2015, pág. 171)
Sin embargo, en el trascurso de la solicitud de tierras, María Eulalia se vio involucrada en otras causas levantadas por el encomendero Juan Francisco de Larraín, quien continuamente buscó instancias para deslegitimar su puesto y apoyo de la comunidad. De esta forma, las autoridades comenzaron a señalar a María Eulalia como respuesta ante los conflictos entre encomenderos e indios.
Otra manera de menguar su newen, fuerza vital, fueron las arremetidas dadas por don Gabriel Duñabeitía, quien, siendo el administrador de indios, interpuso ante la Real Audiencia la solicitud de expulsión de indios “forasteros”, mestizos y mulatos. Como María Eulalia estaba casada con un indio de ese tipo, se habría puesto en discusión su permanencia en el cargo y en el territorio de Malloa. Sin embargo, por dictamen de la Real Audiencia, María Eulalia Pichicobke ya había recibido decreto por el cual se reconocía su matrimonio con “un hombre libre” que trabajaba en una Compañía de españoles.
“Es decir, era capaz de utilizar las herramientas del sistema judicial para lograr beneficios a su favor. Junto con ello, conocía el conducto regular que debía seguir para otorgar mayor fuerza al decreto, acudiendo ante el escribano para que certificase el documento y lo diese a conocer públicamente”.
(Cerón Sandoval, 2015, pág. 173)
Ese nuevo administrador, Don Gabriel Duñabeitía, buscó diversas estrategias para seguir despojando a los indígenas pikunches de sus derechos, lo que generó que en el año 1763 se incendiara su hacienda. Dicho acontecimiento llevó a María Eulalia, junto a otros indígenas, a ser arrestados y llevados a Santiago para ser juzgados. Ya en 1765 se le condena a 4 meses de reclusión en la Casa de Recogidas de Santiago, donde el requisito para salir era dejar constancia de una confesión y haber comulgado, vivir cristianamente sin inquietar al pueblo, ni persuadir a los indios de cometer delitos, ya que ante la menor queja sería castigada con las más altas penas.
A pesar de que sus esfuerzos no lograron detener la violencia conquistadora en la frontera, donde finalmente los españoles avanzaron con sus maniobras para instalar los “pueblos de indios”, el relato de la vida de María Eulalia fue expandido por otros territorios como ejemplo de resistencia.
Tanto la figura de María Eulalia Pichicobke como el territorio pikunche, invisibilizados por siglos, hoy renacen como brote de un zomonewen que nos habilita para estar en la actualidad definiendo una nueva constitución para Chile, la primera en el mundo con paridad y foco en la plurinacionalidad que hoy se requiere para reconocer y validar la diferencia y la multiplicidad de voces que merecen ser oídas y percibidas en su particularidades.
“Las mujeres por su sentido espiritual han sido naturales generadoras, preservadoras y sanadoras de la existencia, nos han mostrado a lo largo de la historia y lo siguen haciendo hasta ahora, que son verdaderas guardianas guerreras de la vida, por ello han tenido siempre, aunque esto aún no sea reconocido, un rol protagónico en las luchas de liberación de los pueblos y en la defensa de sus derechos; y hoy son las mujeres las que están llevando adelante, las luchas por la defensa de los derechos de la Madre Tierra y de todo lo que en ella habita”.
(Guerrero Arias)
Esta población ha hablado, se ha manifestado y ha instalado la legitimidad, desde el 18 de octubre del 2019[3] en adelante, de una urgente refundación, una conciencia de pueblo, una resignificación de nuestras pláticas, prácticas y formas de cohabitar pues ya no se toleran más sistemáticas violaciones a los derechos, a la vida humana y a la vida de la Madre Tierra.
“También debe garantizarse la paridad del proceso constituyente en donde la participación de las mujeres esté alcanzada en igualdad de valor, condiciones y de número que los varones, lo que además refleja la distribución poblacional de Chile en términos de género y por lo tanto hace el proceso mucho más representativo. Por otra parte, como nuestra conciencia mapuche está ligada a la madre tierra, es necesario que esta nueva Constitución tenga un cambio de paradigma fundamental, y es que el pilar de ella debe estar constituido por los derechos de la naturaleza, su reconocimiento y su garantía. Desde nuestra visión de mundo, si se parte por reconocer los derechos de la madre tierra y éstos se respetan, estarán inmediatamente garantizados nuestros derechos humanos. Esto porque al reconocer jurídicamente los derechos de la naturaleza, por consecuencia se tendrán que incorporar planteamientos básicos de protección en sí mismos integrales, definir que el territorio es inalienable, prohibir el latifundio y la propiedad privada de la tierra y del agua por empresas extractivistas, erradicar los monocultivos y el agronegocio; ése es el único camino que permitirá revertir el daño generalizado y especialmente el calentamiento global, ésa es la soberanía territorial que permite el derecho humano del Buen Vivir en comunidad y en donde quepa toda forma viviente sobre la tierra”.
(Curinao Ladino, 2020, pág. 249)
Este presente tiene a su haber la memoria que ha retornado,
como choyün[4] esperado,
estas voces armonizan amalgamando
la sensibilidad y fuerza de un pueblo que ha sido negado
y que hoy tiene las posibilidades de revertir,
como el retorno a sus causes de las aguas que han sido apresadas y desviadas,
toda la vida, el equilibrio y la salud de un biocosmos
que no tiene al hombre al centro del interés,
Sino que a todas y todos los hermanos que buscan ser Che.
Kume mongen / Buena vida
Marichiweu / Diez y mil veces venceremos
Notas
[1] Gnen significa Energía de un lugar, persona o cosa. Guardianes de territorios, todas y todos tenemos un gnen para el pueblo mapuche.
[2] https://timeline.cl/2020/12/la-primera-constitucion-paritaria-del-mundo-sera-chilena/
[3] 18 de Octubre de 2019, Inicio del Estallido, Despertar, Revuelta Social en Chile, que generó la necesidad de escribir una nueva constitución que reemplace la Constitución de 1980 creada durante la Dictadura Militar de Augusto Pinochet.
[4] En mapudungun, el habla de la tierra, significa Brotes.