“Víctimas del Pecado” (1951), cumbre del cine de rumberas
El cine de rumberas en la época de oro del cine mexicano
En 1948 Emilio Fernández y Gabriel Figueroa hicieron un pacto: guardar las nubes y los paisajes soleados de nuestra provincia en alguna maleta de producción, y ahora, utilizar atmósferas oscuras de la ciudad para desarrollar el melodrama, en donde el pecado se baila a ritmos tropicales, y las protagonistas son mujeres callejeras azotadas por el infortunio y por las malas compañías, entiéndase, villanos de tipo lenonesco, recreado todo en un maravilloso blanco y negro, tan negro como la vida en los barrios bajos de la periferia.
El primer trabajo producto de tal pacto se llama “Salón México” (1949). Ahí Emilio Fernández echa mano de su guionista de cabecera, Mauricio Magdaleno, mientras que la música corre a cargo de Antonio Díaz Conde. Este equipo de producción vuelve a repetirse dos años después en la película “Víctimas del Pecado” (1951), tal vez la obra cumbre del cine de rumberas, declaración de principios, lotería de desdichados, historias que se hunden en el abandono que representa vivir bajo las casuchas del puente de Nonoalco. En “Salón México” se baila la rumba y el danzón, se mueve el esqueleto al compás del Son Clave de Oro y de su vocalista Chepilla, pero “Víctimas del Pecado” no se queda atrás. El soundtrack es un homenaje vibrante al Cara de Foca, Dámaso Pérez Prado, y homenaje también a las largas piernas de Ninón Sevilla, y a sus movimientos sicalípticos, que cimbraban otra vez las buenas conciencias de una sociedad todavía conservadora.
Dicen que esa fue una de las condiciones que puso el productor Pedro Calderón, es decir, el lucimiento total de la cubana, artista exclusiva de su casa productora, lo que fue ampliamente recompensado por esta mujer que tiempo después sería declarada en Francia como la poseedora de “las piernas de oro más bellas del cine mundial”. El discurso de Emilio Fernández se refleja nítidamente en estos dos filmes; el barrio bajo provoca pecado pero también redención. Los ambientes sórdidos generan crímenes, pero también derivan en perdón, como desenlace natural después de padecer largos periodos de tormento y de calvarios.
Pero, ¿qué cosa es el cine de rumberas? Es un género fascinante, típicamente mexicano, desarrollado dentro de lo que se conoce como Época de Oro, entre los años 40 y 50, del siglo pasado. En esa época podrían ubicarse unas 100 películas de dicho género. En sus rasgos principales tenemos el protagonismo femenino: Las rumberas son mujeres atractivas que trabajan en cabarets como bailarinas exóticas o prostitutas.
El nombre “rumbera” proviene del baile cubano, rumba. Las películas incorporan danzas sensuales y coreografías al ritmo de géneros afines como el mambo, danzón y cha-cha-chá. Por lo general son melodramas que muestran la vida difícil de estas mujeres, a menudo víctimas de explotación por parte de cinturitas, y su lucha contra la marginación social, y su eventual redención a través del arte o el amor. Los escenarios son cabarets broncos, sitios de rompe y rasga, con luces tenues, vestuarios llamativos y una atmósfera pesada, cargada de excesos y deseo. Es común que se le relacione con el cine negro estadunidense y también con los musicales.
Aunque en su momento fue considerado “cine inmoral”, el género ofrece una mirada crítica a las trampas sociales o a la doble moral de la época. Es decir, una mujer vale si está apoyada por un hombre, cualquier trabajo es honrado siempre y cuando no enseñes el cuerpo o te sacudas de manera indecente, trabajar de día es honroso, pero hacerlo de noche y en antros, es condenable. Por ejemplo, Tongolele y Ninón Sevilla eran fuertemente criticadas por grupos conservadores, por bailar con poca ropa y con movimientos sensuales; sin embargo, en sus apariciones en teatros como el Follies, siempre había llenos pletóricos y largas filas para verlas bailar.
Teniendo este marco, varias películas de este tipo son consideradas “cumbres”, pero depende de la mirada y de los gustos de quienes hacen la crítica. Para algunos, “Aventurera” (1947) con Ninón Sevilla, bajo la dirección de Alberto Gout, es la más destacada. Otros colocan en este sitio a “La reina del trópico” (1946), con María Antonieta Pons y la dirección de Raúl de Anda. Otros más dirán que es “Cortesana” (1948), con Meche Barba, también dirigida por Alberto Gout. Finalmente, algunos como Carlos Monsiváis ubican a “Víctimas del Pecado” en la cima de este rubro, opinión a la cual me sumo.
Emilio Fernández no inventó el cine de rumberas, pero sí lo dotó de una estética maravillosa gracias a la fotografía de Gabriel Figueroa. Le dio un ritmo perfecto al mezclar magistralmente música y bailes, con diálogos precisos, actuaciones naturales y personajes de alto impacto, que aun hoy permanecen en la memoria colectiva. De esto trata “Víctimas del Pecado”. La primera parte se desarrolla en una zona de tolerancia ubicada por la colonia Tabacalera. El sitio, un cabaret llamado Changoo.
Análisis de “Víctimas del Pecado”
Ahí se narra la vida de Violeta, una bailarina de gran belleza que recoge de la basura al bebé de su compañera Rosa, obligada por el proxeneta Rodolfo, a abandonarlo para que pueda fichar sin preocupaciones. Rodolfo también es papá del niño, y es un pachuco sinvergüenza, ratero y desalmado. Violeta se enfrenta con el dueño del tugurio al informarle que se hará cargo del bebé; ante ello, es expulsada del cabaret y no tiene más remedio que volverse prostituta en la calle del Órgano, una arteria muy famosa del pasado, lo que viene siendo hoy Sullivan para las nuevas generaciones.
Ella cría al niño como hijo propio, y pronto ellos son ayudados por Santiago, un exferroviario a quien conoció en el Órgano y que es dueño del cabaret llamado La Máquina Loca, por los rumbos de Buenavista y abajo del puente de Nonoalco. Violeta y Santiago se enamoran y bautizan al niño con el nombre de Juanito. Son felices durante seis años hasta que reaparece Rodolfo, después de salir de prisión, y busca quedarse con Juanito. Rodolfo mata a Santiago, en una pelea entre los durmientes de la vía, y obliga al niño a delinquir, algo que Violeta no acepta y por lo cual mata a Rodolfo de un tiro. Es arrestada, mientras que Juanito trabaja en las calles y la visita a escondidas, en prisión. Al darse cuenta, el director del penal utiliza sus influencias para liberarla por buena conducta. Así, ella recupera su libertad, y, convencida de que el mejor camino es el bien, continúa su vida con Juanito.
Violeta es Ninón Sevilla. Rodolfo, que en su nombre lleva el acierto, es el villanazo Rodolfo Acosta (el mismo de “Salón México”). Santiago es Tito Junco y Juanito es la estrella infantil, Poncianito. Mención especial merecen las chicas extras del cabaret y de la calle del Órgano, en donde aparece una prostituta francesa, a la que Rodolfo Acosta le habla en su idioma y le da una pequeña lección de cómo caminar con gracia y cómo dirigirse a los clientes, para tener mayor éxito. Una escena extraña, inesperada, pero que al rascarle un poco encontramos la respuesta. En una parte de la calle del Órgano, llegaron a emplearse realmente trabajadoras sexuales de otros países, las cuales tenían tarifas más altas, y en cuyo grupo, las francesas tenían mucho pegue. Por su parte, Acosta tenía roce internacional. Mucha de su vida transcurrió en Estados Unidos; ahí filmó películas en Hollywood en donde tuvo de compañeros a gente de la talla de John Wayne, Elvis Presley, Marlon Brando, Rock Hudson y Glenn Ford; de ahí su fuerte presencia actoral.
Resumiendo: pobreza, prostitución, crimen y redención, son los factores que Emilio Indio Fernández y Gabriel Figueroa supieron enlazar de manera perfecta, mediante un fino montaje de luces y sombras que corresponden con el infierno desgarrado de los protagonistas. Una dialética de imagen, actuación y texto que produce pasajes expresivos únicos, como cuando Violeta camina con su niño por la parte superior del Puente de Nonoalco, teniendo como rumor el rugido lúgubre de los trenes, y de paisaje las densas nubes de humo negro de los furgones, con una plasticidad artística tan conmovedora, que solo es comparable con otros filmes del tipo “María Candelaria” o “La Perla”.
En los años cincuenta la sociedad mexicana estaba cambiando. La modernidad producía fuertes sacudimientos, pero también grandes contrastes. En la fórmula consagrada del melodrama de cabaret, la mujer perdida está condenada a sufrir, a enfermar, a morir o a ser castigada, ya sea por la ley o por su compañero sentimental, pero en “Víctimas del Pecado” ocurre otra cosa: Ninón Sevilla encarna a una prostituta que asume la maternidad de un niño abandonado, de motu propio, conoce a un empresario que le da trabajo y la apoya, y por último, asume con entereza lo que el destino le ponga por delante. Es como si los trenes y las vías en donde se desarrolla la parte final, fueran los caminos entreverados de esta corte de los milagros capitalina, con sus descensos y ascensos, movimiento y ambigüedad.
La zona del Puente de Nonoalco y la estación ferrocarrilera de Buenavista fueron locaciones naturales para películas como “Vagabunda” de Alfonso Rosas, “El Muro de la Ciudad”, de José Delfos, y como hemos dicho, “Víctimas del Pecado”, en la que realmente existió el cabaret La Máquina Loca, y seguramente historias parecidas a la que hoy platicamos. Sobre esto mismo, en diversos puntos de la ciudad, existen placas que conmemoran los sitios en donde se filmaron películas reconocidas, como la que está colocada en La Romita por varias escenas de “Los Olvidados”, o bien la que se encuentra en la esquina de Juan Escutia y Atlixco, donde tuvo lugar el choque de “Amores Perros”. El puente vehicular de Nonoalco, como bien alguien escribió, no sólo es importante por lo que significó su construcción para la gran ciudad, sino también por las historias que generó su entorno, mismas que lo llevaron a aparecer en la gran pantalla. Ojalá que a alguien se le ocurra ponerle algún reconocimiento pronto.
* Este artículo participó en el Ciclo de Conferencias sobre Emilio “Indio” Fernández, organizado por la Escuela Nacional de Antropología e Historia, en su más reciente Encuentro de Cine Mexicano.








