Análisis de Thaïs (Perfido incanto, 1917): película del cine futurista de Anton Giulio Bragaglia
Thaïs es el título de una película muda dirigida por el director de cine italiano, Anton Giulio Bragaglia (1889-1960). Si la trama es bastante convencional, los aspectos más interesantes de la película se encuentran claramente en sus rasgos estéticos. Basada en dinámicas emocionales de amor y seducción, de fascinación y (auto)destrucción, la narración está orientada por el estereotipo femenino típico de la producción artística y literaria del tiempo.
Los aspectos visuales de la película reflejan el estilo típico del movimiento de vanguardia futurista que en el séptimo arte encuentra una proyección afín y una perfecta expansión perceptiva.
Fue Enrico Prampolini quien proyectó los decorados eligiendo formas geométricas y contrastes blanco/negro, de modo que en esta narración todo pareciese convertirse en un mundo imaginario y simbólico, erigido por una velocidad elegante y alimentado por un obstinado dinamismo, dos factores que reflejan la dimensión interior de los personajes. Se trata de un espacio ilusorio, imaginario e imaginado por sus mismos personajes y por los observadores exteriores que hipnóticamente se someten a la fascinación de la visión.
Rechazando la tradición y las convenciones artísticas, el futurismo exalta el movimiento dinámico de la existencia, el progreso, la máquina y la industrialización. Esta película de 1917 se inscribe perfectamente en esta producción jugando un papel fundamental para la historia del cine europeo, representando también una influencia para el cine mudo alemán.
Sin embargo, el futurismo no constituye la única referencia para esta obra. El diseño geométrico de los espacios acerca esta experimentación a los movimientos cubista y constructivista, a los cuales Bragaglia se sentía particularmente cercano. Más bien, una interesante vinculación al futurismo se encuentra enfatizada en la dimensión fotográfica de la película y en la relación que se establece entre imágenes, personajes y movimiento.
Bragaglia fue un gran recercador y experimentador del fotodinamismo persiguiendo la idea de una imagen fotográfica vibrante de existencia concreta rechazando al contrario el concepto tradicional de “objeto inmóvil” ligado a este lenguaje.
Los resultados de este interés son de gran impacto perceptivo. Enfocando y desenfocando a los personajes y manipulando el factor temporal, logrando efectos de desorientación perceptiva y emocional.
Sin embargo, nunca Bragaglia se deja fascinar por la dominación de la casualidad. Se trata de una estética que sigue exitosamente la narración del delirio de la protagonista que se revela una anti heroína que en el intento de ejercitar un dominio termina por perderse en su laberintico mundo interior. El juego de las emociones crean un mundo anaeróbico e irracional cargándose de detalles que se revelan cada vez mas abstractos. La construcción formal sigue todo este viaje caótico y surreal que abarca temas como la seducción y el suicidio, las consecuencias de las acciones, del poder y de los caprichos del espíritu en el escenario de la mecanización de la vida moderna.
Si el Manifesto del Cine Futurista, de 1916, proclama el lenguaje del cine como autónomo y visual, sintético y deformador de la realidad, Thaïs refleja perfectamente esta actitud en relación a la vida y al poder de la imaginación. Se trata de la sola película futurista que ha sobrevivido y que hoy se encuentra conservada en la Cinématèque française, descubierta e identificada por Henri Langlois.
Elegante y refinada la película conserva una ironía sutil y latente enfatizada por una excelente representación en términos estéticos y visuales. Las escenografías y los vestuarios convierten la obra en una mis en scène del mundo interior/exterior de la protagonista.
Thaïs es un trabajo experimental acerca de las posibilidades de visualización del movimiento. Es una historia sentimental con una conclusión trágica.