El cuerpo en la filosofía de Spinoza y Nietzsche
Vitalismo y rescate del cuerpo en la filosofía de Spinoza y Nietzsche
La sociedad se ha desarrollado en función de grandes dualismos, como: bien y mal, alma y cuerpo, inocencia y culpabilidad, etc. En todos los casos un extremo de la oposición representa la virtud y otro la falta de virtud, que merece castigo. El dualismo es posible gracias a la creencia en valores superiores y más “justos”, que desprestigian y desvalorizan a sus opuestos. Baruch Spinoza distinguió con claridad el envenenamiento emanado a partir del dualismo; según él, estas formas negativas de la vida tienen dos fuentes: una exterior, presentada como odio o resentimiento, y otra interior, presentada como mala conciencia o culpabilidad. Ambas formas son causa de “las pasiones tristes”[1] –tal como las llama Spinoza– responsables de nuestra infelicidad.
A partir de sus reflexiones, Spinoza hace una denuncia de la conciencia, de los valores y de las pasiones tristes. Los hombres pertenecientes a un Estado se han convertido en esclavos de su conciencia, han caído en falsas ilusiones y se han quedado sin potencia activa, su pensamiento es autodestructor y carente de vitalidad, mas su enajenación es tal que los ciudadanos “luchan por su esclavitud como si fuera su libertad”[2], pues han aprendido, a través de los ‘valores superiores’, a juzgar la vida, a odiar la vida. Estos hombres están esclavizados por ilusiones que toman por verdaderas, pues han creído poseer el conocimiento y, por lo tanto, tener el “poder de hacer” (lo que deseen). No obstante, su conocimiento no está fundamentado en la vida, su hacer no potencializa su vitalidad, sino que únicamente se acerca a su autodestrucción.
En Ética demostrada según el orden geométrico, Spinoza afirma que sólo existe una única sustancia que posee infinitos atributos, por lo cual todo lo que existe será atributo de esa única sustancia. Cuerpo y mente son atributos constituidos por relaciones que se fortalecen o se deshacen de acuerdo a leyes complejas. Un cuerpo o una idea se hace más fuerte cuando se encuentra con otro cuerpo u otra idea que le hace crecer o, al contrario, se debilita cuando se encuentra con algo que le hace disminuir su potencia[3]. En relación a estas potencias se desarrollarán los conceptos de bueno y malo. Bueno será todo aquello que conviene a cierta naturaleza y le ayuda a aumentar su potencia; malo será todo lo que le debilita, destruye y disminuye su potencia.
La vida implicará tanto las fuerzas corporales como las potencias intelectuales y ambas serán atributos de una única sustancia; por ello no se encuentran lejanas una de la otra.
“[…] no hay más que un término, la vida, que comprende al pensamiento, pero a la inversa ésta también no es comprendida más que por el pensamiento. No es que la vida esté en el pensamiento. Pero sólo el pensamiento tiene una vida potente y sin culpabilidad ni odio, sólo la vida explica al pensador.”[4]
A partir de sus reflexiones sobre el mundo, Spinoza propondrá un nuevo modelo, el cuerpo, y declarará: “No sabemos lo que puede el cuerpo”[5]. Esta afirmación no implica, como puede interpretarse, la desvalorización de la razón, pues como ya se mencionó antes, cuerpo y razón estarán en el mismo nivel, en el de atributo. Spinoza propone un paralelismo entre ambos y elimina cualquier preeminencia de uno sobre otro, cambia la doctrina cartesiana que dice: “cuando el cuerpo actúa, el alma padece y el alma no actúa sin que el cuerpo no padezca”, por la tesis: “lo que es acción en el alma también es necesariamente acción en el cuerpo, lo que es pasión en el cuerpo también es necesariamente pasión en el alma.”[6]
Esta nueva forma de concebir cuerpo y mente hace de ellos una unidad separada, al ser dos atributos de una misma sustancia. Dos atributos de los que no tenemos conciencia ni conocimiento absoluto, por eso el anuncio que dice: no sabemos lo que puede un cuerpo. El nuevo modelo implica una desvalorización de la conciencia respecto al pensamiento, un inconsciente y un cuerpo desconocidos; mientras que el viejo modelo implicaba vivir en la ilusión de la conciencia y del conocimiento que nos hacía creer que veíamos las causas cuando, hasta hoy, sólo hemos sido capaces de recibir los efectos, únicamente hemos sido esclavos de los efectos, que no nos permiten la acción, motivo por el que han surgido las pasiones tristes.
Los cuerpos son relaciones de fuerzas y potencias que tienen en mayor o menor medida el poder de ser afectados, o sea, ocupados por las afecciones; éstas son de dos tipos: “las acciones que se explican por la naturaleza del individuo afectado y provienen de su esencia; y las pasiones, que se explican por algo distinto y provienen de fuera. El poder de ser afectado se presenta, pues, como potencia de actuar, en tanto que se supone ocupado por afecciones activas, pero como potencia de padecer, cuando es ocupado por pasiones”[7]. Las pasiones están divididas a su vez en dos: las que nos ayudan a alcanzar el desarrollo de nuestra potencia, es decir, ir hacia lo que podemos; y las que nos separan de lo que podemos; sin embargo, ambas provienen de lo externo, no nos pertenecen como potencia y por lo tanto no son propiamente acciones.
En esta medida, Spinoza hace un rescate del cuerpo en tanto atributo desconocido, camino de infinito conocimiento y actividad de poder, como vía hacia la acción buena que nos conduce a la felicidad. A su vez, Friedrich Nietzsche retomará en gran medida las proposiciones spinozianas; su finalidad será la de rescatar el cuerpo, la vida y el sentido de la tierra; este rescate implicará una trasmutación de los valores débiles y reactivos, por los fuertes y activos. Una afirmación de las potencias y su desarrollo.
Igual que Spinoza, Nietzsche deja atrás la forma que coloca al pensamiento por encima del cuerpo, no obstante, no dará una valoración excesiva del cuerpo, ni lo situará por encima del pensamiento. El rescate del cuerpo consistirá, pues, en darle un nuevo sentido de importancia, fuerza y valor dentro del mundo. De manera semejante a Spinoza, el filósofo alemán, apostará por la unidad de vida y pensamiento. “Los modos de vida inspiran maneras de pensar, los modos de pensamiento crean maneras de vivir. La vida activa el pensamiento y el pensamiento a su vez afirma la vida”[8]. Sin embargo, a lo largo de la historia, vida y pensamiento, en lugar de darse unidos, se separan y el pensamiento empieza a tomar el papel de juez castigador sobre la vida, a la cual condena, limita y enferma. El pensamiento se vuelve negativo y de esa manera insano.
Nietzsche propone realizar una transvaloración de todos los valores, para así rescatar al cuerpo y de ese modo mostrar la posibilidad de una vida sana. El cuerpo sano y activo implicará también un pensamiento positivo y por lo tanto una vida activa. Para rescatarlo es preciso deshacerse de los valores pasados (llenos de resentimiento y mala conciencia[9]) y crear nuevos; esta creación implica a la voluntad de poder afirmativa, que convierte a la fuerza reactiva en fuerza activa, movimiento tras el cual la fuerza despliega toda su potencia, su poder de trascender en la eternidad, su poder de retornar.
Sólo en la afirmación se rescata el cuerpo, sólo así el pensamiento se convierte nuevamente en positivo y únicamente del pensamiento que deja de ser esclavo puede surgir un cuerpo sano. De esa manera ambos retornan al ser del mundo, sólo así sus fuerzas descubren su potencia creativa y su devenir resulta en una nueva creación del mundo.
Bibliografía
Spinoza, Baruch. Ética demostrada según el orden geométrico. Trad. Vidal Peña García. Madrid. Alianza, 2012.
Deleuze, Gilles. Spinoza. Kant. Nietzsche. Trad. Francisco Monge, Barcelona, Labor, 1974.
Deleuze, Gilles. Spinoza: Filosofía práctica. Tusquets, 2015.
Nietzsche, Friedrich. La genealogía de la moral. Trad. Albertó Bernabé, Madrid, Alianza, 2010.
Notas
[1] V. Deleuze, G. Spinoza. Kant. Nietzsche. passim
[2] Cfr. Ibid., p. 17.
[3] En Nietzsche este tipo de relaciones se dará a través de las fuerzas activas y reactivas de la voluntad afirmativa y negativa.
[4] Ibid. pp. 21-22
[5] Spinoza, B. Ética demostrada según el orden geométrico. III, 2, escolio.
[6] Cfr. Deleuze, op cit. p. 24.
[7] Ibid. p. 35.
[8] Ibid. p. 211.
[9] V. Nietzsche. La genealogía de la moral, passim.
Muy buen artículo