
¡¿Quién?! Poema de guerra y muerte

La guerra antes y después de Cristo,
como una visión cíclica y apocalíptica…
¿Acaso los culpables
somos aquellos que callamos?
¿Profecías cumpliéndose?
¿Acaso nada puede desasirse
de su propio destino?
Hasta el fin de los tiempos
es un designio marcado
que nos vuelve en parte Edipos y Layos
en busca de algo imposible.
La esfinge nos muestra una sonrisa irónica,
mientras el oráculo de Delfos ríe a carcajadas.
¿Nadie es inocente?
Soldados avanzan
entre drones sobrevolando sus cabezas.
Tecnología al servicio de la Muerte.
Masacre…
Ha llegado la era oscura
en la que cuerpos y almas
pierden la pureza de su ser
volviéndose prisioneros de la maldad.
¡Es la GUERRA!, gritan iracundos.
¡La GUERRA!, anuncian con horror.
No hay un solo lugar
que sirva de refugio.
Nadie escucha el clamor de los inocentes,
se pierde entre la artillería y los bombardeos.
Nadie oye el llanto de los infantes.
Los corazones se alteran
cuando cae la noche y con ella la primera bomba.
¡Fuego! Detonaciones.
¡Fuego! Incendios.
Todo queda en ruinas poco a poco.
Bajo los escombros,
aún hay una respiración
que se resiste a morir.
Quienes quedan vivos
llevan el dolor entre sus manos,
el último aliento,
el brillo en sus ojos apagándose.
Ruidos ensordecedores.
Otra bomba cae.
Las ciudades se cimbran.
Otro edificio es derrumbado,
mientras una nube negra
va extendiéndose
hasta cubrirlo todo.
Por segundos, quedan ciegos.
La decadencia es ese lastre
que se carga de siglos.
Soldados lejos de sus tierras,
por obligación unos,
por convicción otros;
pero entre estos y aquellos
conservarán por siempre en su memoria
el rostro del primero que asesinaron.
¿Cómo se sana el alma
de quien se ha atrevido
a ser un servidor de la Muerte?
La señal se va… ¡La señal!
La señal se pierde,
así como el tiempo.
Cierran los ojos,
tratan de imaginar
que ese olor a muerte no existe,
que ese cadáver
no es de un ser amado.
No hay ayer ni hay más futuro.
…
Todos corren,
tratan de ocultarse
pero es en vano.
La Muerte los encuentra siempre,
en donde quiera que estén.
¿Quiénes son víctimas
y quiénes victimarios?
¿Quiénes están libres de pecado?
¡¿Quiénes?!
Un hombre en medio de las ruinas
clamando con voz desgarradora.
Tratan de escapar, muchos lo intentan,
mas el destino parece ser cruel.
Descendientes muertos.
Descendientes huérfanos.
Soldados y víctimas sin nombre.
La guerra acaba con todo:
el ser, la libertad y la conciencia.
Penumbra día y noche.
Nadie está a salvo,
el odio se va metiendo de a poco.
¿Quién oye la última palabra,
el último suspiro?
¡¿Quién?!