Iconografía y sexualidad en la Antigua Grecia: el arte homoérotico
Resumen:
El presente artículo expone la relación entre el sistema social, la cultura y sexualidad desarrolladas en la Antigua Grecia y la producción de arte homoérotico en dicha civilización.
Antigua Grecia: arte homoérotico
Una kylix ática de cerámica de figuras rojas del siglo V a.C. conservada en Italia en el museo arqueológico de Ferrara y atribuida al pintor Pentesilea, describe el mítico episodio del rapto del príncipe troyano Ganimedes cometido por Zeus, incluido en la Ilíada. El poema narra que el rey de los dioses desciende desde los cielos en forma de águila hasta llegar a Ganimedes, el más hermoso de los seres humanos de la tierra, llevándolo consigo al Monte Olimpo en calidad de amante.
Otro cráter ático pintado por Smikros representa al pintor durante el acto de cortejar al joven Leagros bajo un contexto gimnacial, testimoniando la resonancia en la cultura griega de elementos iconográficos ligados a la sexualidad, y en lo especifico, al arte homoérotico. Dioses, sátiros, pintores, hombres de la jerarquía militar y aristócratas, son los protagonistas de estas representaciones de momentos de intimidad en simposium y convivium, revelando que las practicas sexuales de este tipo son parte integrante de la cultura griega sin mirar el rango social de pertenencia.
¿Arte inmoral? El arte es un producto de la cultura, y como tal, puede ser entendido plenamente solo en relación al contexto que lo genera. En el caso de la cultura griega, objeto del presente articulo, se puede afirmar que, si existe un juicio de inmoralidad respecto a temas referentes a la sexualidad, es determinado por nuestros parámetros de definición de lo que es lícito o no.
El juicio pertenece a la mirada de los contemporáneos y no por supuesto a la de los antiguos, que no encontraban absolutamente nada de inmoral o escandaloso en las representaciones de aquellos días ni tampoco en las prácticas representadas. Mas precisamente, el arte griego nos restituye ejemplos figurativos de arte homoerótico con rasgos estilísticos originales y que hoy también son testimonios de la vida cotidiana de la sociedad.
No es sólo el arte que convierte en imágenes el pensamiento colectivo; filósofos como Heródoto, Platón y Jenofonte produjeron amplias reflexiones acerca de la temática, de la cual podemos deducir que muchos conceptos modernos inherentes a la esfera de la sexualidad fueron extraños a la cultura griega como a la latina cuyo paradigma cultural ha sido fuertemente influenciado por la primera. No existen palabras griegas que correspondan a las actuales para indicar los conceptos comunes de género, identidad y preferencia sexual, ni tampoco los griegos solían definirse “homosexuales” o “heterosexuales”. Se trata de definiciones externas a la cultura antigua como muestran fuentes literarias y figurativas relacionadas al arte helenístico nacidas no solo en el territorio griego sino en su múltiples colonias del Mediterráneo. El concepto de “inmoralidad”, como lo entendemos hoy y a partir da la Edad Media está relacionado a algo que se opone a las buenas prácticas y conductas. La cultura medieval produce un binomio entre moral y religión que se transmite en el arte.
En la sociedad griega era, por ejemplo, aceptada a nivel social la pederastia, una tradición no solo incluida en las prácticas reconocidas, sino como un verdadero ritual, y una experiencia que interesaba un hombre adulto, definido “erastés” y un joven adolescente definido “erómeno”. La finalidad de este tipo de relación era nutrir el ideal de belleza y virtud, por lo que el concepto clave para entender este fenómeno es en sí la belleza. La griega era una sociedad en la que este valor orientaba a decisiones y comportamientos, en donde no era tanto el sexo de la pareja lo que definía una relación, sino un principio estético que abarcaba la vida en todos su aspectos públicos y privados. Así florecían en el curso de los siglos, figuraciones iconográficas homoeróticas, cuyos rasgos estilísticos elegantes y cuidados son una prueba de que se trataba de un arte aceptado de la misma manera que otras temáticas representativas.
Siempre en la Ilíada, aunque Homero no habla explícitamente de una relación amorosa, es evidente que existe una ambigüedad sutil en los gestos y en la dialéctica emotiva que se instaura entre los héroes Aquiles y Patroclo. El hecho que estos sucesos envuelvan a hombres militares muestra que la mirada del hombre griego se acerca a estas experiencias como una parte neutral y natural de la vida cotidiana.
Otra kylik de cerámica de figuras rojas del VI siglo a.C. atribuida a Sosias y conservada en Berlín, en el “Staatliche Museum,” visibiliza por ejemplo un atento Aquiles durante el acto de curar las heridas de su compañero Patroclo. El pintor griego carga hábilmente de intensidad emotiva esta escena en una composición equilibrada, rica en detalles, que subraya la presencia de una intimidad y complicidad real entre los protagonistas del poema épico.
En la grande copa de los Museos Vaticanos pintada por el pintor Douris en el siglo V a.C. resultan exaltados los placeres del convivio, tales como el tomar vino, escuchar música o compartir momentos. La escena representada es una mirada sobre el paradigma de gestos, posturas y movimientos que animaban eventos como estos. Se trata de un dinamismo vibrante que también caracteriza el psylkter del British Museum que proviene de Cerveteri, en Italia, utilizado para la conservación del vino tinto y que representa juegos entre sátiros. En esta escena, los compañeros de Dioniso, son representados en un corro, cuyo características dinámicas están exaltadas por la convexidad de la superficie cerámica. Los protagonistas de este ritual dedicado al vino, traen en su mano un Kantharos, la copa sagrada de Dioniso, pasándola a los compañeros, exhibiéndose en posiciones audaces, como el sátiro que tiene en equilibrio la copa sobre su falo erecto o el sátiro que toma vino con la cabeza hacia abajo.
La cultura griega ha extendido mucho más su límites territoriales originales. Las colonias dispersas en la cuenca del Mediterráneo están llenas de testimonios materiales y producciones iconográficas que pueden referir partes de la historia rescatadas del olvido. Así en Paestum, colonia de la Magna Grecia, es posible admirar las escenas pintadas en la celebre “tumba del nadador”, datada del siglo V a.C. Aquí encontramos escenas de convivialidad entre personajes masculinos griegos que se conceden a los placeres de la vida compartiendo varios momentos del día, sorprendidos en una autocomplacencia estética mientras se miran al espejo o se abrazan íntimamente. La tumba es importante para la comprensión de la pintura griega del “periodo orientalizante” cuyo testimonio material constituye el único ejemplo de cerámica con figuras humanas conservado íntegro. Este sitio ha sido descubierto casualmente por el arqueólogo Mario Napoli en el 1968 mientras estaba excavando una necrópolis al sur de la ciudad griega de Paestum, en la Italia meridional. Hoy se conserva en el Museo Arqueológico de la ciudad.
Se cuenta que los sibaritas fueron tendentes a disfrutar los placeres de la comida y del vino, así que esta actitud hedonística en relación a la vida, les costó la conquista militar por los limítrofes ciudadanos de Crotona. El historiógrafo Strabone los describe como ociosos y amantes de los placeres, pero no nos habla de aspectos relacionados a practicas homosexuales, confirmando así que también la literatura nos deja un cuadro imparcial del pensamiento colectivo con respecto a esta temática.
La civilización griega antigua se fundamenta de hecho en ideales estéticos (del griego esteticos, “lo que puede ser percibido”), en la belleza, un concepto más amplio de las cualidades físicas que abarca experiencias, emociones, praxis culturales, en otras palabras, una “ética estética” en que en el arte puede encontrar su canal más elevado de expresión iconográfica. Con respecto a la moral, es la mirada del espectador contemporáneo lo que define lo que es aceptado y lo que no lo es. El arte es una lectura del presente y está en nosotros leer sus manifestaciones con la correcta distancia entre preconceptos que arriesgan de reducirlo a una práctica estética sin sentido. El arte es una lectura del presente y cuando sobrevive al tiempo se consagra como testimonio anegado de la eternidad.