Luchadoras feministas. Una breve reflexión
Me encanta la desobediencia, sobre todo cuando se trata de mujeres. Admiro mucho a las que desafían al patriarcado y persiguen sus sueños, a las que aguantan con valor las tachaduras con tal de ser fieles a lo que creen. Respeto a las valientes que no se dejan, que se plantan ante la injusticia y la violencia. Pero reconozco que, dentro de las desobedientes, hay también diversidad; no todas somos iguales, no todas luchamos por lo mismo, ni provenimos de los mismos lugares, ni contamos con los mismos privilegios, por lo tanto, nuestra forma de luchar también es diferente.
A mí me encanta visualizar a las desobedientes en tres grandes grupos de lucha:
Están las “quema llantas”, las más desobedientes de todas, las que se tiran a las calles, las que ponen el cuerpo, las que reciben las balas, los insultos y las patadas… esas mujeres abren la trocha, se paran de frente y exigen el derecho al voto, exigen que se les pague igual que a los hombres, exigen el derecho a ser dueñas de su propio cuerpo, exigen castigo para los violadores… esas mujeres van delante siempre y son generalmente las incomprendidas de su época.
Luego, detrás de ellas vienen otras, esas ya no vienen solas, dando patadas ni pintando calles, estas vienen en grupo y trabajan juntas, aprovechan la trocha y siempre vienen con una antorcha simbólica, esas mujeres son las que iluminan el camino y le dicen a las otras, hey chicas, la cosa es por aquí, vamos juntas, esas son las políticas, las negociadoras, las que logran llegar a los puestos altos, las que redactan las leyes, las que entablan demandas, las que obligan a que los derechos se cumplan…
Y por último, pero igual de importantes, están las maestras, las que se encargan de educar a las niñas y niños en justicia, respeto a los derechos humanos y solidaridad, las que se encargan de que la historia no nos borre de los libros, ni del arte ni de la cultura; las que proponen nuevas teorías, escriben libros y se atreven a desafiar lo establecido.
No importa en qué grupo estés vos, ni a qué feminismo pertenezcás, lo importante es que todas entendamos que tenemos dignidad, y que por lo tanto somos merecedoras de derechos humanos: derecho a vivir sin violencia, sin agresión, derecho a ser dueñas de nuestro cuerpo y por lo tanto a decidir sobre él, derecho a estudiar, derecho a la salud, sin violencia gineco-obstétrica, derecho a ganar lo mismo que los hombres, derecho a andar por la calle sin ser acechadas ni molestadas, derecho a una vida en igualdad de oportunidades, derecho a ser parte de la historia.