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No me olvides. Reflexión sobre el bullying

No me olvides. Reflexión sobre el bullying

En memoria de los niños, las niñas y jóvenes que han perdido la vida por el bullying.

Recuerdo que en la secundaria un amigo terminó en el hospital luego de una golpiza que recibió de parte de varios de nuestros compañeros de clase. También sufría violencia en su casa. Al final se tuvo que cambiar de escuela, pero el bullying no se detuvo y yo acabé sufriéndolo aún más. Hoy puedo decir que soy de las sobrevivientes a este tipo de violencia, ejercida algunas veces de manera sutil y, en otras, muy evidentemente. 

La educación abarca distintos ámbitos. Como individuos dentro de una sociedad estamos educando todo el tiempo, con nuestros actos, nuestras palabras, nuestras formas de responder a las dificultades, con nuestros silencios y hasta con nuestros gestos. 

Puede ser que creamos que la educación únicamente se refiere a aquellos conocimientos teóricos y prácticos que se adquieren en los centros educativos. Dichos conocimientos abarcarían: el español para el aprendizaje y correcto uso del lenguaje; las matemáticas para las transacciones que se realizan en este continuo intercambio mercantil donde todo se basa en la oferta y demanda; las ciencias naturales para valorar y entender el medio natural en el que nos desenvolvemos y que contribuye a conservar el equilibrio entre la naturaleza y los seres vivos; la cívica y ética para instruirnos en los valores y comportamientos aceptados; la historia para tener presente la evolución de la especie humana y cómo cada hecho marca la pauta para enseñarnos lo positivo y negativo de estos, así como las consecuencias posteriores, tratando de este modo de generar una conciencia más crítica para evitar repetir los mismos errores del pasado; entre otras asignaturas que tienen sus propios propósitos. 

No obstante, no basta con enseñar todas estas materias; también es necesario detenerse un instante y observar las nuevas problemáticas que está enfrentando el proceso de enseñanza–aprendizaje, porque los desafíos de antes no son los de ahora. Hoy en día es de vital importancia prestar suma atención a lo que ocurre dentro y fuera de las aulas y en los recesos. Quizá por ser lo mencionado un trabajo que implica mayor esfuerzo por parte de los educadores y de los directivos, se quiera “tapar el sol con un dedo”, pero sabemos que el no querer mirar o enfrentar un problema, no hace que éste desaparezca. Sí, la labor de los profesores y las profesoras es de por sí ardua y en la actualidad es aún más difícil, no lo niego, pero no debe ser evadida esa responsabilidad en tanto que es obligatorio, en la mayoría de los casos, ir de manera presencial a las escuelas.

Una alarmante cantidad de niñas, niños y jóvenes ha recurrido al suicidio ante los abusos a los que son sometidos por todo un grupo o por la mayoría de sus compañeros; tanto aquellos que violentan físicamente como los que se quedan solamente viendo sin acudir a las autoridades escolares para pedir ayuda, pues acusar tales hechos o intervenir directamente para evitarlos, les pondría de igual manera en riesgo.

De esta manera, el bullying o acoso escolar, junto con sus terribles consecuencias, se fundamenta en el miedo infligido por los agresores y, además, en la inacción de los adultos, quienes lo justifican diciendo frases como: “son meras travesuras de niños/adolescentes”, “no saben lo que hacen”, “son inmaduros”.

Ante tal situación cabe preguntarse: ¿realmente los adultos, responsables del cuidado de sus alumnos, no se percatan de lo que sucede o les resulta más fácil hacerse de la vista gorda? El que los niños(as) o jóvenes abusadores sufran tal vez en sus hogares o en su entorno social, ¿les justifica para atacar a uno(a) de sus compañeros(as) aun cuando este o esta no les ha hecho ningún daño? Solo porque los abusados pueden tener baja autoestima, ignoran cómo defenderse, no saben a quién recurrir, o son considerados “diferentes”, “anormales” o “débiles”, ¿merecen ser maltratados dentro de las instalaciones educativas?

No debemos olvidar que quizás los que abusan del prójimo están lidiando con situaciones fuertes, pero tampoco se debe dejar en el olvido a quienes están padeciendo el bullying de manera directa

Se envía a los(as) hijos(as) a la escuela para que aprendan a socializar, a tener presentes las reglas a seguir para conservar el orden y la sana convivencia, y a su vez para que salgan preparados para en el futuro tener mayores y mejores oportunidades laborales. No se les manda para que todos los días vivan aterrorizados, pensando en qué momento a otro se le ocurrirá agarrarlo(a) solo(a), y en compañía de sus “amigos” y cómplices, le golpeen o se burlen de él/ella; tampoco se les lleva a una escuela para que las autoridades no busquen estrategias para detener esos actos violentos física y psicológicamente; no se les lleva para eventualmente recibir el cadáver de tu hijo(a) y que a los responsables, por ser menores de edad, no se les aplique la justicia o el castigo correspondiente como consecuencia de sus acciones. Y, sin embargo, el sistema educativo ha querido evadir esas problemáticas existentes a las que, si les prestan un poquito de atención, quieren detener con medidas fallidas. 

Actualmente, ante el grave problema del bullying, el personal escolar cierra los ojos o dirige la mirada a otro lado, o incluso le “echa la bolita” a otros para no asumir su responsabilidad, y también es frecuente que las personas a cargo del departamento de psicología en las escuelas, aconsejen a sus estudiantes menos afectados por el abuso, diciéndoles que se “adapten” a tal situación haciendo amistad con los abusadores. Opuestamente, lo que deberían hacer los maestros y directivos en las instituciones educativas, es: establecer más guardias o rondines, y poner más prefectos en la entrada de salones y sanitarios, además de implementar clases donde les enseñen a los y las jóvenes e infantes la gestión de sus emociones para no dañar a otros ni a sí mismos, también permitiendo y habilitando clases virtuales para quienes deseen esta alternativa respecto al modo presencial. Finalmente, una apropiada terapia psicológica es urgente en las escuelas, tanto para el que es violentado como para quien violenta.

¡Es tiempo de que hagamos algo al respecto!

About The Author

Ana Bertha Bardales

Ana Bertha Bardales (México), es Licenciada en Letras Iberoamericanas (egresada de la Universidad del Claustro de Sor Juana), y también es escritora, correctora de estilo, lectora en voz alta y poeta, amante de las palabras porque a través de ellas se construyen universos nuevos. Asimismo, es creadora y administradora de Letras a contraluz (la cual pueden hallar en Facebook y YouTube), al igual que creadora y tallerista del Relax Literario: un taller de lectura en voz alta y de escritura creativa. Ha realizado entrevistas a distintas personalidades de diversos ámbitos en sus Tertulias Literarias dentro de su página «Letras a contraluz». Ha sido publicada en diversas revistas digitales, como: Revista Literaria Monolito, Revista Palapronta, Revista Marabunta, Revista Nocturnario y Revista Vómito de Letras, así como en la plataforma para escritores: Donatexter, y en varias Antologías realizadas por el Colectivo Diversidad Literaria. Asimismo colaboró como redactora y correctora de estilo en los dos primeros números de la Revista Antidogma y únicamente como correctora de estilo en los números 3, 4 y 5 de esta misma revista. Trabajó como Responsable de contenido en el área de Subdirección de Estrategia Digital del INBAL (Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura). En 2022 participó en el Slam Virtual de Poesía realizado por el IFAL, obteniendo el tercer lugar en esta modalidad. En 2019 estudió un Diplomado en Grafología y Grafoscopía en el IGLA (Instituto de Grafología Latinoamericano). Fue locutora de la sección “Desvelo literario” en Radio Suigeneris y de “El callejón de la minificción” en Códice Chaac. Ha tenido la oportunidad de reseñar libros clásicos y contemporáneos en su cuenta de Instagram annbeth.writer.

1 Comment

  1. Hugo Pastén

    Lamento la realidad del bullying, pero también el hecho de desconocer profundamente la realidad de los docentes, quienes más de lo necesario terminan siendo objeto de cuestionamientos por situaciones que o no les competen o, simplemente, los superan. Ellos deben responder, en su quehacer diario, a los múltiples requerimientos establecidos desde el ministerio y a los lineamientos propios de la institución que los contrata. Eso de que deliberadamente hagan ‘vista gorda’ frente s posibles situaciones de abuso me parece una grosero insulto a su abnegada labor. Trabajo de cerca a su realidad y veo día a día cómo intentan llevar a cabo las funciones administrativas y pedagógicas que les incumben, pero pensar que ellos prácticamente son responsables del bullying no lo justifico en manera alguna. El sujeto que hace abuso cuida muy bien de no ser notorio en su actuar negativo, y es difícil que el docente lo note tan abiertamente. Por lo demás, y para no extenderme más, yo propongo que sean los padres y apoderados quienes estén mucho más alertas de este fenómeno, tanto por si su pupilo es afectado como por si él mismo llega a abusar. Eso de ‘abandoar’ a sus hijos en el colegio porque ‘hay otros responsables’ solo fomenta esta situación.

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