Inyección de liquidez
A causa de la crisis económica que acarreó la pandemia, los balances de las empresas y las rentas del capital se deterioraron hasta límites que los llamados mercados calificaron de dramáticos. Súbitamente, neoliberales acérrimos exigían una intervención masiva del Estado en la economía para restaurar a las empresas dañadas y el correspondiente lucro cesante de los dueños de las mismas. Sin una inyección de liquidez gigantesca por parte del Estado, el único agente económico capaz de hacerlo, alegaban, no habría reconstrucción económica posible. Lo malo es que el déficit público estaba en máximos históricos y el Estado, financieramente hablando, en shock.
Y cuando parecía que nada podía hacerse y que la profunda recesión duraría años, llegaron los yanquis al rescate para regalarnos su vacuna antipandémica. La operación se bautizó con el nombre de “Bienvenido Mister Marshall” y estaba dirigida a los grupos de riesgo: jubilados y enfermos crónicos, que fueron vacunados con unas inyecciones que inoculaban un líquido turbio y verdoso. La eliminación de millones de pensionistas y enfermos sanearon las cuentas de la Seguridad Social y terminaron con su déficit crónico, ¡ahora sí que había dinero público a mansalva para regalar a las empresas! El PIB subió a lo bestia, la bolsa escaló como la espuma y los dueños de las pompas fúnebres se convirtieron en multimillonarios.